Coquettes de París
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Re: Coquettes de París
:-) interesante , no sabia que gaby habia sido amante del rey manuel II de portugal y que tales despilfarros habian provocado o adelantado la revolucion de 1910 que proclamo la republica en portugal.
sebastopol- Su Alteza Real
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Re: Coquettes de París
MAUD ALLAN
TRADUCCIÓN AUTOMÁTICA DEL INGLÉS:
Maud Allan (nacida Beulah Maude Durrant 27 de agosto de 1873, murió 7 de octubre de 1956 en Los Angeles, California) es una actriz y bailarina.
Maud Allan nació en Toronto, Ontario, Canadá. Fuentes conflictivos años para dar su fecha de nacimiento, que van desde 1873 a través de 1880. Pasó sus primeros años en San Francisco, California, donde estudió música desde una temprana edad. Antes del cambio de siglo se trasladó a Europa, y fue aceptada en 1895 por la Hochschule für Musik de Berlín. Más tarde cambió su nombre, impulsado en parte por el escándalo en torno a su hermano Theodore Durrant, que fue ahorcado en 1898 por la sensacional asesinato de dos mujeres en San Francisco.
En 1900, en la necesidad de dinero, Allan publicó un manual ilustrado sexo para mujeres titulado Illustriertes Konversations-Lexikon der Frau.Poco tiempo después ella comenzó a bailar profesionalmente. Aunque atlético, y con gran imaginación, tenía poco entrenamiento formal de danza. Ella fue una vez frente al bailarín profesional y leyenda Isadora Duncan, lo que enfureció a ella, como le disgustaba Duncan .
Ella diseñó y cosió a menudo sus propios trajes, que son creativos. Basada vagamente sobre Oscar Wilde 's jugar, Salomé, su versión de la Danza de los Siete Veils se hizo famoso (y para algunos notorios) y fue facturado como "
Salomé El Bailarín"
. Su libro Mi Vida y Danza se publicó en 1908 y ese mismo año tomó por asalto en Inglaterra una gira en la que realizó 250 actuaciones en menos de un año. [2]
Durante los próximos 5 años estuvo de visita en los Estados Unidos, Australia, África y Asia. En 1915 se estrella como "
Demntra"
en las películas mudas, El Rug Maker's Daughter.
En 1918 los británicos MP Noel Pemberton-facturación, en su propio diario, Vigilante, publicó un artículo, "
El culto de la Clitoris"
, que implica que Allan, que aparecen en su Visión de Salomé, era una lesbiana asociado conspiradores de la época de la guerra alemán. Allan demandó Billings de difamación penal, a saber:
El acto de la publicación de un artículo difamatorio sobre Maud Allan y el Sr JT Grein, su empresario. 2. El acto de ofensa separada incluyendo obscenidades en el artículo.
Esto dio lugar a una sensacional caso judicial, en la que representó a sí mismo de facturación. Lord Alfred Douglas también testificaron en favor de la facturación. Allan perdió el caso. El juicio quedó enredado en la obscenidad cargos presentados por el Estado contra el rendimiento dado por Allan en su baile. Fue acusada de practicar muchos de los actos sexualmente cargado representado (o implícita) en los escritos de Wilde a sí misma, incluyendo necrophilia. En este momento, el Lord Chamberlain 's prohibición de las actuaciones públicas de un juego de Wilde sigue vigente en Inglaterra, y, por tanto, la danza se Salomé en situación de riesgo.
Desde la década de 1920 sobre Allan enseñó danza y ella vivía con su secretaria y amante, Verna Aldrich. [3]
Maud Allan falleció en Los Angeles, California.
TRADUCCIÓN AUTOMÁTICA DEL INGLÉS:
Maud Allan (nacida Beulah Maude Durrant 27 de agosto de 1873, murió 7 de octubre de 1956 en Los Angeles, California) es una actriz y bailarina.
Maud Allan nació en Toronto, Ontario, Canadá. Fuentes conflictivos años para dar su fecha de nacimiento, que van desde 1873 a través de 1880. Pasó sus primeros años en San Francisco, California, donde estudió música desde una temprana edad. Antes del cambio de siglo se trasladó a Europa, y fue aceptada en 1895 por la Hochschule für Musik de Berlín. Más tarde cambió su nombre, impulsado en parte por el escándalo en torno a su hermano Theodore Durrant, que fue ahorcado en 1898 por la sensacional asesinato de dos mujeres en San Francisco.
En 1900, en la necesidad de dinero, Allan publicó un manual ilustrado sexo para mujeres titulado Illustriertes Konversations-Lexikon der Frau.Poco tiempo después ella comenzó a bailar profesionalmente. Aunque atlético, y con gran imaginación, tenía poco entrenamiento formal de danza. Ella fue una vez frente al bailarín profesional y leyenda Isadora Duncan, lo que enfureció a ella, como le disgustaba Duncan .
Ella diseñó y cosió a menudo sus propios trajes, que son creativos. Basada vagamente sobre Oscar Wilde 's jugar, Salomé, su versión de la Danza de los Siete Veils se hizo famoso (y para algunos notorios) y fue facturado como "
Salomé El Bailarín"
. Su libro Mi Vida y Danza se publicó en 1908 y ese mismo año tomó por asalto en Inglaterra una gira en la que realizó 250 actuaciones en menos de un año. [2]
Durante los próximos 5 años estuvo de visita en los Estados Unidos, Australia, África y Asia. En 1915 se estrella como "
Demntra"
en las películas mudas, El Rug Maker's Daughter.
En 1918 los británicos MP Noel Pemberton-facturación, en su propio diario, Vigilante, publicó un artículo, "
El culto de la Clitoris"
, que implica que Allan, que aparecen en su Visión de Salomé, era una lesbiana asociado conspiradores de la época de la guerra alemán. Allan demandó Billings de difamación penal, a saber:
El acto de la publicación de un artículo difamatorio sobre Maud Allan y el Sr JT Grein, su empresario. 2. El acto de ofensa separada incluyendo obscenidades en el artículo.
Esto dio lugar a una sensacional caso judicial, en la que representó a sí mismo de facturación. Lord Alfred Douglas también testificaron en favor de la facturación. Allan perdió el caso. El juicio quedó enredado en la obscenidad cargos presentados por el Estado contra el rendimiento dado por Allan en su baile. Fue acusada de practicar muchos de los actos sexualmente cargado representado (o implícita) en los escritos de Wilde a sí misma, incluyendo necrophilia. En este momento, el Lord Chamberlain 's prohibición de las actuaciones públicas de un juego de Wilde sigue vigente en Inglaterra, y, por tanto, la danza se Salomé en situación de riesgo.
Desde la década de 1920 sobre Allan enseñó danza y ella vivía con su secretaria y amante, Verna Aldrich. [3]
Maud Allan falleció en Los Angeles, California.
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Liane de Pougy
Liane de Pougy fue una célebre cortesana y escritora francesa, princesa, y hermana religiosa.
Ella nacida el 2 de julio de 1869, bajo el nombre de Anne Marie Chassaigne. De raíces bretonas por parte de padre y españolas por parte de madre, es educada en un estricto pensionado religioso, contrayendo matrimonio a la edad de dieciséis años con un joven militar amigo de la familia. Cansada de los malos tratos de su marido y tras ser descubierta en flagrante infidelidad, huye a París, abandonando esposo e hijo, para convertirse en la estrella de la Belle Epoque junto con la española Carolina Otero más conocida como la Bella Otero y Emilienne d'Alençon. Esta última además de rival en el medio del music-hall parisino será su amante de manera intermitente.
Su mentora será la conocida Valtesse de la Bigne, cortesana del Segundo Imperio y que además de haber sido una de las últimas amantes de Napoleón III, fue musa inspiradora de Emile Zola para su obra Nana.
Entre sus múltiples amantes masculinos se encontraban numerosas personalidades de la época, entre ellos monarcas y príncipes así como industriales, banqueros y hombres de Estado. Construye una suntuosa mansión en el centro de París y compra elegantes casas de recreo en Bretaña y Niza.
Su famosa colección de joyas rivaliza con la de la Bella Otero y las obras de arte y antigüedad con las que decora su lujosa residencia parisina son parte del éxito de su carrera.
Su hijo, Marc Pourpe, será más tarde un héroe de la aviación francesa y realizará innumerables hazañas aéreas en Francia, Sudán y Egipto. Caerá en el campo de batalla en 1914 durante la Primera Guerra Mundial.
En la cúspide de su carrera artística como bailarina del Folies Bergères de París decide escribir algunas novelas que se convertirán en grandes éxitos de venta para la época y en las cuales mostraba abiertamente sus inclinaciones bisexuales, entreteniendo así al público y cultivando a la vez su ya incipiente leyenda. Inicia una seria relación con la escritora estadounidense radicada en Francia, Natalie Clifford Barney (sobre que ella escribió en su novela Idylle Saphique) y posteriormente decide casarse en 1910 con un príncipe rumano, Georges Ghika, convirtiéndose así en una auténtica princesa. El matrimonio conoce algunos altibajos como resultado de la infidelidad del marido de Liane con la última conquista femenina de ésta.
Una vez reconciliados, se trasladan a la ciudad de Lausana, Suiza, huyendo de la Segunda Guerra Mundial, y tras un profundo acercamiento con la obra religiosa del asilo francés de Santa Inés, Liane decide tomar los hábitos de la Orden Terciaria de las Dominicas consagrando el resto de su vida a la oración y a la reflexión. Liane de Pougy fallece en Suiza el 26 de diciembre de 1950 bajo el nombre religioso de Ana María de la Penitencia.
Liane de Pougy fue una célebre cortesana y escritora francesa, princesa, y hermana religiosa.
Ella nacida el 2 de julio de 1869, bajo el nombre de Anne Marie Chassaigne. De raíces bretonas por parte de padre y españolas por parte de madre, es educada en un estricto pensionado religioso, contrayendo matrimonio a la edad de dieciséis años con un joven militar amigo de la familia. Cansada de los malos tratos de su marido y tras ser descubierta en flagrante infidelidad, huye a París, abandonando esposo e hijo, para convertirse en la estrella de la Belle Epoque junto con la española Carolina Otero más conocida como la Bella Otero y Emilienne d'Alençon. Esta última además de rival en el medio del music-hall parisino será su amante de manera intermitente.
Su mentora será la conocida Valtesse de la Bigne, cortesana del Segundo Imperio y que además de haber sido una de las últimas amantes de Napoleón III, fue musa inspiradora de Emile Zola para su obra Nana.
Entre sus múltiples amantes masculinos se encontraban numerosas personalidades de la época, entre ellos monarcas y príncipes así como industriales, banqueros y hombres de Estado. Construye una suntuosa mansión en el centro de París y compra elegantes casas de recreo en Bretaña y Niza.
Su famosa colección de joyas rivaliza con la de la Bella Otero y las obras de arte y antigüedad con las que decora su lujosa residencia parisina son parte del éxito de su carrera.
Su hijo, Marc Pourpe, será más tarde un héroe de la aviación francesa y realizará innumerables hazañas aéreas en Francia, Sudán y Egipto. Caerá en el campo de batalla en 1914 durante la Primera Guerra Mundial.
En la cúspide de su carrera artística como bailarina del Folies Bergères de París decide escribir algunas novelas que se convertirán en grandes éxitos de venta para la época y en las cuales mostraba abiertamente sus inclinaciones bisexuales, entreteniendo así al público y cultivando a la vez su ya incipiente leyenda. Inicia una seria relación con la escritora estadounidense radicada en Francia, Natalie Clifford Barney (sobre que ella escribió en su novela Idylle Saphique) y posteriormente decide casarse en 1910 con un príncipe rumano, Georges Ghika, convirtiéndose así en una auténtica princesa. El matrimonio conoce algunos altibajos como resultado de la infidelidad del marido de Liane con la última conquista femenina de ésta.
Una vez reconciliados, se trasladan a la ciudad de Lausana, Suiza, huyendo de la Segunda Guerra Mundial, y tras un profundo acercamiento con la obra religiosa del asilo francés de Santa Inés, Liane decide tomar los hábitos de la Orden Terciaria de las Dominicas consagrando el resto de su vida a la oración y a la reflexión. Liane de Pougy fallece en Suiza el 26 de diciembre de 1950 bajo el nombre religioso de Ana María de la Penitencia.
Última edición por el Jue Feb 28, 2008 12:01 am, editado 1 vez
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Su vida comienza como la de cualquier joven de clase media de finales del siglo XIX, casada muy joven, parecía estar dispuesta a ser una madre de familia abnegada. Sin embargo, por su cuidada formación y carácter temperamental, su ciudad natal se la quedaba pequeña, y su matrimonio era una asfixia insoportable, de modo que a la primera ocasión, consiguió el divorcio de su marido, con infidelidad e intento de asesinato incluidos.
Ya libre, se traslada a la capital, París, donde tiene que trabajar en el cabaret para poder ganarse la vida. Pronto, destacó entre todas sus compañeras por su belleza y sus cualidades innatas. Su éxito entre el público masculino, la llevó a ser considerada la mejor de las damas de compañía de lujo, situación está que se lograba solo con una elevada cultura y belleza, convirtiéndose en objeto de deseo y admiración de los hombres más revelantes de la sociedad del momento.
Sus admiradores debían “entretenerla” con ricos regalos, manteniendo a su “protegida” en el lujo más absoluto. Esta posición tan favorable, fue aprovechada de Liane, la cual, casó después de 20 años de vida licenciosa, con un noble rumano, que la convirtió de la noche a la mañana en princesa.
Su vida junto con el Principe Ghika, fue completamente tormentosa. Su relación se rompió en varias ocasiones, siempre por infidelidades del marido de Liane, el cual aceptaba con devoción las infidelidades de su esposa, no aceptando ella ningún “afaire” por parte de su esposo. Se dice incluso que por aquella época, Liane conoció a varias mujeres, con las que mantuvo relaciones intimas.
Sin embargo las separaciones entre ambos no fueron duraderas, sabían que estaban hechos el uno para el otro, durando su matrimonio hasta 1943, momento en el que muere el príncipe. A partir de ese momento, Liane, entra en un convento de dominicas, mostrando auténtico arrepentimiento por su vida anterior. De hecho, su fe y sus actos de contrición fueron en aumento, llegando al momento de su muerte con fama de santa.
Falleció el día de Navidad de 1950, año santo de la iglesia, hecho tenido por casi milagroso, al haber expresado Liane en vida su deseo de morir en esa fecha, como símbolo de perdón divino.
Evidentemente, esta mujer conseguía todo lo que se proponía.
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Artículo de la revista Vanidades
Las bellas de la 'Belle Epoque'
por: Martín Mesa
Fuente: Vanidades
¿Qué tenían las ‘demi-mondaines’, que enloquecían de amor a los hombres y de celos a las mujeres?
Carolina Otero... Liane de Pougy... Cleo de Merode... ¿Alguno de esos nombres significa algo para ti? Posiblemente no;
pero en los años de la Belle Epoque todo el mundo los conocía. Los periódicos y las revistas de París y de otras capitales no se cansaban de publicar chismes sobre esas artistas de vaudeville, y todos sus estrenos, amoríos y escándalos eran tema de conversación.
Más que bailarinas, actrices o cantantes —en la mayoría de los casos, sus dotes artísticas fueron más bien escasas—, esas hermosas mujeres eran en realidad una suerte de prostitutas de lujo que vendían muy caros sus favores. Eran las demi-mondaines o cocottes, las reinas de la belleza y la elegancia en el París de finales del siglo XIX y principios del XX. Las divas del Folies-Bergère, del Moulin Rouge y de otros cabarés y teatros de variedades. Tal y como sucede hoy en día, los grandes modistos de la época les enviaban sus vestidos —con la esperanza de que los lucieran en las carreras de caballos del hipódromo de Auteuil o en sus paseos por el Bosque de Boulogne—, convencidos de que no había mejor publicidad para sus negocios.
Mientras más caras, más codiciadas
No cualquiera podía darse el lujo de tenerlas como amantes, pero los emperadores, reyes y príncipes sí. El káiser Guillermo II de Alemania, el rey Leopoldo II de Bélgica, el zar Nicolás II de Rusia o el emperador Mitsuhito de Japón se contaban entre sus clientes asiduos. Otro tanto sucedía con el príncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII de Inglaterra) y el príncipe Alberto I de Mónaco (sí, el bisabuelo de Alberto II, Carolina y Estefanía), quienes, en cuanto ponían un pie en París, buscaban la compañía de alguna de estas bellas y carísimas damas. Pero no solo los nobles estaban dispuestos a dilapidar sus fortunas a cambio de sus caricias y mimos. También algunos plebeyos, como el multimillonario estadounidense William K. Vanderbilt y el magnate francés del azúcar Max Lebaudy, se aficionaron a ellas.
¿Cuál era su tarifa? Eso es algo que nunca ha podido precisarse con exactitud. Se dice que, al conocer a Carolina Otero, el rey Leopoldo II ofreció en una especie de subasta pública 20 mil francos oro por una noche de amor con ella. ‘Por esa suma, le incluyo el desayuno’, fue la pícara respuesta de ella a la oferta. Pero, en realidad, más que cobrar una suma acordada de antemano, estas bellas recibían su pago en forma de regalos espléndidos: joyas de gran valor, casas, carruajes con caballos... Cuando Vanderbilt entró en contacto con la Otero en el casino de Montecarlo, quedó tan fascinado con ella que le obsequió un yate de lujo. Y el emperador Mitsuhito de Japón, aún más generoso, le regaló el título de propiedad de una isla.
Quienes no contaban con fondos suficientes para comprar una noche de amor, les pagaban por el derecho a llevarlas a cenar a Maxim’s, Paillard u otro de los restaurantes de moda, o para que les hicieran compañía en los palcos de los grandes teatros. Y es que exhibirse con una de estas mujeres, llevarlas del brazo, era un privilegio que daba prestigio a los caballeros y les permitía ascender en la escala social.
Ahora bien, las demi-mondaines debían ser cuidadosas a la hora de conceder sus favores. Si eran demasiado pródigas, podían desvalorizarse. Cuando alguna de ellas tenía un número de amantes excesivo, podía caer en una categoría inferior y ser considerada una ‘horizontal’ (mujer fácil y barata). Lo ideal, para ellas, era tener un número reducido de clientes, mientras más acaudalados, mejor.
La Bella Otero
De todas las demi-mondaines de la Belle Epoque, ninguna superó en popularidad a Carolina Otero, conocida como La Bella Otero. Esta supuesta andaluza, que en realidad había nacido en una aldea de Galicia, fue violada de niña y huyó de su pueblo en busca de una vida mejor. La suerte le sonrió. Considerada la mujer más atractiva de Francia en su tiempo, la Otero llenaba cualquier teatro en el que cantara, bailara o hiciera pantomimas. Como mientras más reveladores fueran sus vestuarios, más aplausos alcanzaba, salía a escena luciendo profundos escotes, mostrando las pantorrillas o cubriendo su desnudez con velos.
Su leyenda no empezó en París, sino en los Estados Unidos, adonde la llevó un productor que había viajado a Europa en busca de talentos. Aunque por entonces Carolina era una desconocida, él la ‘lanzó’ en New York, haciéndole publicidad como si fuera una gran estrella y tuvo un éxito descomunal. (José Martí escribió, inspirado en ella, su poema La bailarina española.) Al volver a Europa, después de esa larga y triunfal temporada neoyorquina, ya La Bella Otero era una famosa artista.
En el transcurso de su vida, varios hombres se quitaron la vida por ella, lo que le ganó el sobrenombre de La sirena de los suicidios. Entre sus amantes —además de los mencionados anteriormente— estuvo también, supuestamente, el joven Alfonso XIII, rey de España.
En un viaje a San Petersburgo, la Otero enloqueció de tal manera a los aristócratas, que estos le regalaron montones de joyas. Al regresar a París, hizo que un joyero las desmontara todas y le pidió a su modisto que las usara para adornar una ceñida chaquetilla de torero, con la que salió a escena y arrebató al público.
La inteligente Liane
La principal rival de La Bella Otero era la francesa Liane de Pougy, quien compensaba su limitado talento para la escena con una belleza exquisita y un intelecto cultivado (llegó a publicar varias novelas y un libro de memorias). Educada en un riguroso convento de provincia, Liane se casó muy joven con un militar, pero abandonó a su hijito y a su marido cuando este último la sorprendió en la cama con un amante.
En París, decidió convertirse en artista y consiguió un contrato para trabajar en los Folies-Bergère. Lo único que tenía que hacer era salir a escena vestida con una atrevida malla negra y hacer gala de su bien delineada figura.
Se cuenta que el día de su debut, la Pougy le envió una invitación al príncipe de Gales diciéndole que, si acudía al teatro a aplaudirla, eso sería su consagración. El parrandero hijo de la reina de Victoria y heredero del trono de Inglaterra no solo fue a ver la función, sino que pasó con ella esa noche. Al día siguiente, la noticia era vox populi: París tenía otra estrella resplandeciente.
Uno de los primeros ‘protectores’ de Liane fue el marqués de Mac-Mahon, a quien no tardó en dejar en la ruina. ‘Me tragué su fortuna como otras se tragan un huevo’, comentó, despreocupada, la chica. La ‘ingenua’ Cleo
Aunque los nobles iban de los brazos de una demi-mondaine a los de otra, el rey Leopoldo II de Bélgica —considerado el hombre más rico de su época— tenía una favorita: la dulce y en apariencia ingenua Cléo de Mérode. Cada vez que iba a París, se dejaba ver con ella. A tal punto se volvieron inseparables, que la prensa europea empezó a llamar al monarca, burlonamente, ‘Cleopoldo’.
Aunque nacida en París, Cléo de Mérode pertenecía a una antigua familia de la nobleza belga. Tenía una esmerada educación y un aire de ‘no matar una mosca’, que engañaba a cualquiera. ‘Cleopoldo’ no fue el único soberano que cayó rendido ante sus encantos. Lo mismo le sucedió al maharajá de Kapurtala, quien incluso pretendió casarse con ella. Como Cléo no quiso dejar París para instalarse en la India, el maharajá terminó casándose con otra artista de variedades: la bailarina española Anita Delgado.
Como todas las demi-mondaines, Cléo también ‘tenía su corazoncito’ y a veces se enamoraba gratis. Eso fue lo que le pasó con el escultor Falguière, quien esculpió su figura desnuda con tal realismo que, cuando la exhibió, todo el público parisino supo que se trataba de ella. ¡Gran escándalo... y más publicidad para la encantadora Cléo!
Novelas con final infeliz
Las cocottes más cotizadas del París de la Belle Epoque lograron amasar, gracias a la generosidad de sus amantes, gigantescas fortunas. Sin embargo, sus vidas novelescas tuvieron, en casi todos los casos, desenlaces sombríos. Carolina Otero, quien se retiró de los escenarios justo antes de que su belleza empezara a marchitarse, se arruinó en los casinos de Montecarlo y Niza. La ruleta, que siempre le había atraído, terminó convirtiéndose en una adicción incontrolable que la llevó a la perdición. La muerte la sorprendió, a los 96 años, viviendo muy precariamente en un cuarto de una pensión de Niza. Ni siquiera disponía de una cama: dormía en un incómodo sofá. ¿Quién podía imaginarse, en 1965, que aquella humilde anciana hubiera sido dueña de las más fabulosas joyas, de enormes residencias y hasta de una isla —que nunca se tomó la molestia de ir a conocer— en el mar de Japón?
Cléo de Mérode también dilapidó sus bienes y tuvo un final infeliz. Murió en 1966, a los 91 años, con signos de demencia. Para sobrevivir, alquilaba las habitaciones de su apartamento en París a estudiantes universitarios. Liane de Pougy, en cambio, eligió un camino distinto al de sus rivales. En 1910, al retirarse de la escena, se casó con un príncipe rumano 20 años más joven que ella y se transformó en una dama respetable. Al quedar viuda, se retiró a un convento y se convirtió en una devota religiosa hasta que murió, en 1950, a los 81 años de edad.
Las bellas de la 'Belle Epoque'
por: Martín Mesa
Fuente: Vanidades
¿Qué tenían las ‘demi-mondaines’, que enloquecían de amor a los hombres y de celos a las mujeres?
Carolina Otero... Liane de Pougy... Cleo de Merode... ¿Alguno de esos nombres significa algo para ti? Posiblemente no;
pero en los años de la Belle Epoque todo el mundo los conocía. Los periódicos y las revistas de París y de otras capitales no se cansaban de publicar chismes sobre esas artistas de vaudeville, y todos sus estrenos, amoríos y escándalos eran tema de conversación.
Más que bailarinas, actrices o cantantes —en la mayoría de los casos, sus dotes artísticas fueron más bien escasas—, esas hermosas mujeres eran en realidad una suerte de prostitutas de lujo que vendían muy caros sus favores. Eran las demi-mondaines o cocottes, las reinas de la belleza y la elegancia en el París de finales del siglo XIX y principios del XX. Las divas del Folies-Bergère, del Moulin Rouge y de otros cabarés y teatros de variedades. Tal y como sucede hoy en día, los grandes modistos de la época les enviaban sus vestidos —con la esperanza de que los lucieran en las carreras de caballos del hipódromo de Auteuil o en sus paseos por el Bosque de Boulogne—, convencidos de que no había mejor publicidad para sus negocios.
Mientras más caras, más codiciadas
No cualquiera podía darse el lujo de tenerlas como amantes, pero los emperadores, reyes y príncipes sí. El káiser Guillermo II de Alemania, el rey Leopoldo II de Bélgica, el zar Nicolás II de Rusia o el emperador Mitsuhito de Japón se contaban entre sus clientes asiduos. Otro tanto sucedía con el príncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII de Inglaterra) y el príncipe Alberto I de Mónaco (sí, el bisabuelo de Alberto II, Carolina y Estefanía), quienes, en cuanto ponían un pie en París, buscaban la compañía de alguna de estas bellas y carísimas damas. Pero no solo los nobles estaban dispuestos a dilapidar sus fortunas a cambio de sus caricias y mimos. También algunos plebeyos, como el multimillonario estadounidense William K. Vanderbilt y el magnate francés del azúcar Max Lebaudy, se aficionaron a ellas.
¿Cuál era su tarifa? Eso es algo que nunca ha podido precisarse con exactitud. Se dice que, al conocer a Carolina Otero, el rey Leopoldo II ofreció en una especie de subasta pública 20 mil francos oro por una noche de amor con ella. ‘Por esa suma, le incluyo el desayuno’, fue la pícara respuesta de ella a la oferta. Pero, en realidad, más que cobrar una suma acordada de antemano, estas bellas recibían su pago en forma de regalos espléndidos: joyas de gran valor, casas, carruajes con caballos... Cuando Vanderbilt entró en contacto con la Otero en el casino de Montecarlo, quedó tan fascinado con ella que le obsequió un yate de lujo. Y el emperador Mitsuhito de Japón, aún más generoso, le regaló el título de propiedad de una isla.
Quienes no contaban con fondos suficientes para comprar una noche de amor, les pagaban por el derecho a llevarlas a cenar a Maxim’s, Paillard u otro de los restaurantes de moda, o para que les hicieran compañía en los palcos de los grandes teatros. Y es que exhibirse con una de estas mujeres, llevarlas del brazo, era un privilegio que daba prestigio a los caballeros y les permitía ascender en la escala social.
Ahora bien, las demi-mondaines debían ser cuidadosas a la hora de conceder sus favores. Si eran demasiado pródigas, podían desvalorizarse. Cuando alguna de ellas tenía un número de amantes excesivo, podía caer en una categoría inferior y ser considerada una ‘horizontal’ (mujer fácil y barata). Lo ideal, para ellas, era tener un número reducido de clientes, mientras más acaudalados, mejor.
La Bella Otero
De todas las demi-mondaines de la Belle Epoque, ninguna superó en popularidad a Carolina Otero, conocida como La Bella Otero. Esta supuesta andaluza, que en realidad había nacido en una aldea de Galicia, fue violada de niña y huyó de su pueblo en busca de una vida mejor. La suerte le sonrió. Considerada la mujer más atractiva de Francia en su tiempo, la Otero llenaba cualquier teatro en el que cantara, bailara o hiciera pantomimas. Como mientras más reveladores fueran sus vestuarios, más aplausos alcanzaba, salía a escena luciendo profundos escotes, mostrando las pantorrillas o cubriendo su desnudez con velos.
Su leyenda no empezó en París, sino en los Estados Unidos, adonde la llevó un productor que había viajado a Europa en busca de talentos. Aunque por entonces Carolina era una desconocida, él la ‘lanzó’ en New York, haciéndole publicidad como si fuera una gran estrella y tuvo un éxito descomunal. (José Martí escribió, inspirado en ella, su poema La bailarina española.) Al volver a Europa, después de esa larga y triunfal temporada neoyorquina, ya La Bella Otero era una famosa artista.
En el transcurso de su vida, varios hombres se quitaron la vida por ella, lo que le ganó el sobrenombre de La sirena de los suicidios. Entre sus amantes —además de los mencionados anteriormente— estuvo también, supuestamente, el joven Alfonso XIII, rey de España.
En un viaje a San Petersburgo, la Otero enloqueció de tal manera a los aristócratas, que estos le regalaron montones de joyas. Al regresar a París, hizo que un joyero las desmontara todas y le pidió a su modisto que las usara para adornar una ceñida chaquetilla de torero, con la que salió a escena y arrebató al público.
La inteligente Liane
La principal rival de La Bella Otero era la francesa Liane de Pougy, quien compensaba su limitado talento para la escena con una belleza exquisita y un intelecto cultivado (llegó a publicar varias novelas y un libro de memorias). Educada en un riguroso convento de provincia, Liane se casó muy joven con un militar, pero abandonó a su hijito y a su marido cuando este último la sorprendió en la cama con un amante.
En París, decidió convertirse en artista y consiguió un contrato para trabajar en los Folies-Bergère. Lo único que tenía que hacer era salir a escena vestida con una atrevida malla negra y hacer gala de su bien delineada figura.
Se cuenta que el día de su debut, la Pougy le envió una invitación al príncipe de Gales diciéndole que, si acudía al teatro a aplaudirla, eso sería su consagración. El parrandero hijo de la reina de Victoria y heredero del trono de Inglaterra no solo fue a ver la función, sino que pasó con ella esa noche. Al día siguiente, la noticia era vox populi: París tenía otra estrella resplandeciente.
Uno de los primeros ‘protectores’ de Liane fue el marqués de Mac-Mahon, a quien no tardó en dejar en la ruina. ‘Me tragué su fortuna como otras se tragan un huevo’, comentó, despreocupada, la chica. La ‘ingenua’ Cleo
Aunque los nobles iban de los brazos de una demi-mondaine a los de otra, el rey Leopoldo II de Bélgica —considerado el hombre más rico de su época— tenía una favorita: la dulce y en apariencia ingenua Cléo de Mérode. Cada vez que iba a París, se dejaba ver con ella. A tal punto se volvieron inseparables, que la prensa europea empezó a llamar al monarca, burlonamente, ‘Cleopoldo’.
Aunque nacida en París, Cléo de Mérode pertenecía a una antigua familia de la nobleza belga. Tenía una esmerada educación y un aire de ‘no matar una mosca’, que engañaba a cualquiera. ‘Cleopoldo’ no fue el único soberano que cayó rendido ante sus encantos. Lo mismo le sucedió al maharajá de Kapurtala, quien incluso pretendió casarse con ella. Como Cléo no quiso dejar París para instalarse en la India, el maharajá terminó casándose con otra artista de variedades: la bailarina española Anita Delgado.
Como todas las demi-mondaines, Cléo también ‘tenía su corazoncito’ y a veces se enamoraba gratis. Eso fue lo que le pasó con el escultor Falguière, quien esculpió su figura desnuda con tal realismo que, cuando la exhibió, todo el público parisino supo que se trataba de ella. ¡Gran escándalo... y más publicidad para la encantadora Cléo!
Novelas con final infeliz
Las cocottes más cotizadas del París de la Belle Epoque lograron amasar, gracias a la generosidad de sus amantes, gigantescas fortunas. Sin embargo, sus vidas novelescas tuvieron, en casi todos los casos, desenlaces sombríos. Carolina Otero, quien se retiró de los escenarios justo antes de que su belleza empezara a marchitarse, se arruinó en los casinos de Montecarlo y Niza. La ruleta, que siempre le había atraído, terminó convirtiéndose en una adicción incontrolable que la llevó a la perdición. La muerte la sorprendió, a los 96 años, viviendo muy precariamente en un cuarto de una pensión de Niza. Ni siquiera disponía de una cama: dormía en un incómodo sofá. ¿Quién podía imaginarse, en 1965, que aquella humilde anciana hubiera sido dueña de las más fabulosas joyas, de enormes residencias y hasta de una isla —que nunca se tomó la molestia de ir a conocer— en el mar de Japón?
Cléo de Mérode también dilapidó sus bienes y tuvo un final infeliz. Murió en 1966, a los 91 años, con signos de demencia. Para sobrevivir, alquilaba las habitaciones de su apartamento en París a estudiantes universitarios. Liane de Pougy, en cambio, eligió un camino distinto al de sus rivales. En 1910, al retirarse de la escena, se casó con un príncipe rumano 20 años más joven que ella y se transformó en una dama respetable. Al quedar viuda, se retiró a un convento y se convirtió en una devota religiosa hasta que murió, en 1950, a los 81 años de edad.
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Re: Coquettes de París
Diarist of the day: Liane de Pougy, 11 January 1920
"
Like every morning, I have had my enema, in order to preserve a clear skin and sweet breath. It is a family habit, approved of by Dr Pinard. One of Maman's old great-aunts, the beautiful Madame Rhom賬
died at the age of ninety and a half with a complexion of lilies and roses, skin like a child's. She took her little enema, it seems, at five o'clock every evening, so that she would sleep very well. She did it cheerfully in public. She would simply stand in front of the fireplace;
her servant would come in discreetly, armed with the loaded syringe;
Madame Rhom賠
would lean forward gracefully so that her full skirts lifted gracefully, one two there, and it was done! Conversation was not interrupted. After a minute or two my beautiful ancestress would disappear briefly, soon to return with the satisfaction of a duty performed."
"
Like every morning, I have had my enema, in order to preserve a clear skin and sweet breath. It is a family habit, approved of by Dr Pinard. One of Maman's old great-aunts, the beautiful Madame Rhom賬
died at the age of ninety and a half with a complexion of lilies and roses, skin like a child's. She took her little enema, it seems, at five o'clock every evening, so that she would sleep very well. She did it cheerfully in public. She would simply stand in front of the fireplace;
her servant would come in discreetly, armed with the loaded syringe;
Madame Rhom賠
would lean forward gracefully so that her full skirts lifted gracefully, one two there, and it was done! Conversation was not interrupted. After a minute or two my beautiful ancestress would disappear briefly, soon to return with the satisfaction of a duty performed."
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Emilienne D'Alencon
Émilie André, dite Émilienne d'Alençon, née à Paris le 18 juillet 1869 et morte à Nice en 1946, est une danseuse de cabaret et grande courtisane française.
Surnommée l'une des « Trois Grâces » de la Belle Époque, avec Liane de Pougy et Caroline Otero, elle fut lancée dans le demi-monde, en 1885, par Charles Desteuque, dit « l'intrépide vide-bouteilles[1] ». Elle fit ses débuts comme danseuse au Cirque d'été en 1889, avant de jouer au Casino de Paris, aux Menus-Plaisirs, aux Folies Bergère, à la Scala, aux Variétés.
Elle fut d'abord entretenue par le jeune duc Jacques d'Uzès, puis par Léopold II de Belgique. Elle épousa, avant 1895, le jockey Percy Woodland. On lui prête une liaison avec la poétesse Renée Vivien, vers 1908.
Ses biens, parmi lesquels une importante collection de veilleuses en porcelaine et son précieux mobilier décoré de plaques de porcelaine, furent vendus à l'Hôtel Drouot en 1931[2]. Elle mourut à Nice et fut inhumée à Paris[3], au cimetière des Batignolles.
No se podia traducir al español. Iré poniendo referencias de ella en español
Émilie André, dite Émilienne d'Alençon, née à Paris le 18 juillet 1869 et morte à Nice en 1946, est une danseuse de cabaret et grande courtisane française.
Surnommée l'une des « Trois Grâces » de la Belle Époque, avec Liane de Pougy et Caroline Otero, elle fut lancée dans le demi-monde, en 1885, par Charles Desteuque, dit « l'intrépide vide-bouteilles[1] ». Elle fit ses débuts comme danseuse au Cirque d'été en 1889, avant de jouer au Casino de Paris, aux Menus-Plaisirs, aux Folies Bergère, à la Scala, aux Variétés.
Elle fut d'abord entretenue par le jeune duc Jacques d'Uzès, puis par Léopold II de Belgique. Elle épousa, avant 1895, le jockey Percy Woodland. On lui prête une liaison avec la poétesse Renée Vivien, vers 1908.
Ses biens, parmi lesquels une importante collection de veilleuses en porcelaine et son précieux mobilier décoré de plaques de porcelaine, furent vendus à l'Hôtel Drouot en 1931[2]. Elle mourut à Nice et fut inhumée à Paris[3], au cimetière des Batignolles.
No se podia traducir al español. Iré poniendo referencias de ella en español
andromeda- Administrador
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Fecha de inscripción : 18/10/2007
Re: Coquettes de París
:-) fascinante la vida de liane de pougy, su esposo el principe jorge ghika pertenece al tomo tercero del almanaque de gotha, es decir casas principescas no soberanas , en este caso del reino de rumania, descendiente de los principes no soberanos de valaquia y de moldavia.
me ha interesado su vida, me parece muy hermosa, y de rasgos delicados, otra reina de "
la belle epoque"
.
me ha interesado su vida, me parece muy hermosa, y de rasgos delicados, otra reina de "
la belle epoque"
.
sebastopol- Su Alteza Real
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Fecha de inscripción : 22/09/2007
Re: Coquettes de París
andromeda, los foros son asi amiga querida a veces decaen y luegfo apaece algo mas que agregar....
Yo9 entro poco por que este tipo de señoras no me atraen, pero supongo que el mundo no seria mundo sin ellas.... :badgrin:
Yo9 entro poco por que este tipo de señoras no me atraen, pero supongo que el mundo no seria mundo sin ellas.... :badgrin:
druxa- Su Alteza Imperial
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Fecha de inscripción : 22/07/2007
Re: Coquettes de París
Druxa, por que no te atraen estas mujeres que fueron transgresoras y valientes, autenticas, sin poses ni hipocresias?
Helena- Non
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Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Coquettes de París
yo, cuando abristeis este foro no conocia a las coquettes o mejor dicho no las conocía con ese nombre, ademas sabia muy poco de ellas , pero una vez que me metí, la verdad es que lo encuentro muy interesante.
andromeda- Administrador
- Mensajes : 12291
Fecha de inscripción : 18/10/2007
Re: Coquettes de París
:-) me imagino que a druxa no le interesan este tipo de mujeres porque a todos no nos puede llamar la atencion de lo mismo, a druxa le interesan mas los miembros de la realeza en exclusividad, lo cual ni es malo ni es bueno , simplemente cada uno es como es.
a mi por ejemplo si me interesan pero no todas, solo aquellas que han sido amantes de reyes o grandes artistas, cada uno es como es.
espero que no se moleste druxa por opinar por ella.
un saludo a helena, ¿tienes el mal de stendhal ?
dicen que es sicosomatico cuando se esta en florencia o en roma, por el exceso de belleza .
a mi por ejemplo si me interesan pero no todas, solo aquellas que han sido amantes de reyes o grandes artistas, cada uno es como es.
espero que no se moleste druxa por opinar por ella.
un saludo a helena, ¿tienes el mal de stendhal ?
dicen que es sicosomatico cuando se esta en florencia o en roma, por el exceso de belleza .
sebastopol- Su Alteza Real
- Mensajes : 2048
Fecha de inscripción : 22/09/2007
Re: Coquettes de París
Sebas, el mal de Stendhal es algo muy verdadero, aunque no me canso de ver Florencia pese a lo cambiada que esta...
sin embargo, te digo un secreto y no se lo digas a nade... nunca me ha gustado Roma, no se..., cuestion de quimica, como dru con las coquettes....
sin embargo, te digo un secreto y no se lo digas a nade... nunca me ha gustado Roma, no se..., cuestion de quimica, como dru con las coquettes....
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Coquettes de París
Helena: ¿ tan cambiada està Florencia?
Yo hace 3 años que no voy, y mi marido que viaja màs seguido que yo, me hizo el mismo comentario... y de muchas otras ciudades italianas tambien.
¡Làstima!
Pero igual estaràn preciosas!!
Yo hace 3 años que no voy, y mi marido que viaja màs seguido que yo, me hizo el mismo comentario... y de muchas otras ciudades italianas tambien.
¡Làstima!
Pero igual estaràn preciosas!!
Paddy- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 02/08/2007
Re: Coquettes de París
:-) que tiempos los de la bella otero ¡
sebastopol- Su Alteza Real
- Mensajes : 2048
Fecha de inscripción : 22/09/2007
Re: Coquettes de París
CREES TU ?
PARECIAN MAS CHICK LAS MUJERES...NO SE MISTERIOSAS COMO MATHA HARI.
PARECIAN MAS CHICK LAS MUJERES...NO SE MISTERIOSAS COMO MATHA HARI.
druxa- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 12174
Fecha de inscripción : 22/07/2007
Re: Coquettes de París
Kiki de Montparnasse
Ni tan siquiera coquette, pero reina de un mundo distinto…
El violín de Ingres
Kiki, la reina de Montparnasse
Reinó con el nombre de Kiki, pero se llamaba Alice Prin. Musa de este barrio parisino, entre 1920 y 1940 posó desnuda para los mejores pintores y fue amiga de los artistas más relevantes de la época: Cocteau, Chagal, Eisenstein... Un libro-cómic recrea la vida de esa joven de provincias que se convirtió en soberana de la bohemia.
Fue en el Montparnasse de entreguerras bajo el reinado de una Kiki, cuya boca era un incendio y su corazón una alcachofa: en cada hoja, el nombre de un hombre. Su corte era el ombligo del mundo;
sus pares, artistas que se resguardaban de la intemperie en los cafés y llevaban una dieta forzosa de sopa, vino tinto y vahos de trementina. Alice Ernestine Prin, Kiki, llegó a París a los 13 años y después de posar, a los 17, para su amante encontró en ese oficio su destino de resplandores fáusticos y de escalofríos libertarios. Modelo de artistas, fue amiga de todos ellos y de poetas como Cocteau o Apollinaire;
de cineastas como Litvak o Eisenstein. Kiki fue la mascota de una tropa multinacional, desgalichada y libérrima que compró la inmortalidad al precio de la miseria, malbebiendo con arte y apaños la mitad del año y con apaños y arte la otra parte. Ahora aquellos montparnos están en los museos y ella en el cementerio de Montparnasse.
Los estudiantes medievales de La Sorbona declamaban sus poemas en un cerro a campo abierto al que acabaron llamando Monte Parnaso. A principios del siglo XIX, el risco aún dominaba sobre huertas, barbechos y chabolas, pero algunos artistas necesitados de amplios espacios empezaban a convertir en estudios los graneros y casas de verano. De los 6.000 artistas residentes en París en 1870, uno de cada cuatro vivía en Montparnasse, en apenas medio kilómetro cuadrado, y allí empezaron a instalarse marchantes, galeristas, drogueros y academias de arte. Los lunes por la mañana había un auténtico mercado de modelos, familias enteras deambulaban por la rue de la Grande Chaumière con la esperanza de un contrato para posar en escenas pompier. Con el siglo XX llegaron los cafés, los bistrots y los night-clubs: La Closerie des Lilas, La Rotonde, Le Dôme, Le Boeuf sur le Toit, The Jockey o La Coupole balizaban la topografía de la bohemia.
En esos ámbitos Kiki cantaba letras atrevidas y contaba chascarrillos mordaces. Las galerías exponían sus dibujos y posaba a pecho descubierto para Man Ray y Calder, que venían de América;
para Fujita, de Japón;
para Modigliani, de Italia;
para Pascin, de Bulgaria;
para Kisling, de Polonia;
para Soutine o Chagall, de Rusia. Cada uno de los artistas para los que posó captó una parte de su singularidad y gracias a tantas pinturas se convirtió en la musa de Montparnasse. Mientras en el Dôme, Trotsky despachaba su correspondencia de refugiado político, justo enfrente, Victor Libion convirtió La Rotonde en refugio tibio de artistas hambreados, refugiados políticos con extraños atuendos y modelos que fumaban como chimeneas. Kiki andaba por allí como Pedro por su casa, se sentía en familia.
Alice nació en 1901 en Châtillon-sur-Seine, un pueblo borgoñés. Su madre, Marie Prin, trabajaba de linotipista y su padre, Maxime Legros, era un comerciante de carbón de 19 años, un tipo pinturero que proclamaba la llegada de su mercancía con el bramido de un cuerno de caza. Los Legros impidieron la boda de su hijo con Marie, que se fue a trabajar a París, dejando a la criatura con la abuela materna. Mandaba cinco francos al mes para el mantenimiento de la niña, que creció con cinco primos, todos «hijos del amor». La abuela trabajó como lavandera y costurera para criar a la prole.
De Borgoña a París. A los 13 años, fue a París a reunirse con su madre. Allí encontró algo parecido a la felicidad: una irreverente manera de vivir y amores fugaces, como lo fueron los Felices veinte, la paz de Versalles y su juventud malversada en los espejismos del alcohol. Entró de aprendiza en un taller de encuadernación por 15 céntimos a la semana. Compraba ropa en el rastro, se ponía brillantina en el pelo y con pétalos de geranio incendiaba sus labios. Cuando su madre la sorprendió posando desnuda, la llamó «puta asquerosa» y la repudió. Tenía 17 años y estaba sola, en la calle y sin recursos. Vivió con un pintor que la animaba a hacer la calle;
pero Kiki nunca llegó más lejos de enseñarle los pechos a un viejo por tres francos.
Cuando trabó amistad con los artistas de La Rotonde, encontró un ecosistema de pintores que eran entonces tan miserables como ella;
pero que llegarían a ser inmortales con el tiempo. Pasaba hambre pero, como se divertía, se olvidaba del estómago. Solía comer en Chez Rosalie, la pequeña crémerie de una ex modelo italiana que atendía a crédito a los artistas o aceptaba en pago un dibujo en la pared.
El halo de misterio de Man Ray, recién llegado de Nueva York, sedujo a Kiki a primera vista. Posó para su cámara y, al día siguiente, cuando le mostró las fotos se quedó impresionada, luego se desvistió y se sentó a su lado en el borde la cama. Sus labios se encontraron y aquella tarde no hubo sesión fotográfica. Era 1921, era diciembre, el sol estaba anémico y hacía frío. Se fueron a vivir juntos. La relación que mantuvieron durante años dejó una estela de imágenes prodigiosas y queda resumida en una carta escrita por Kiki tres meses después de conocer a Man Ray: «Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro;
vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena. Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina». Nunca se engañó sobre la esencia del amor, lo concebía como un sentimiento de apego al placer y, aunque el eclipse del sexo anunciaba el colapso de la ternura, nunca se sintió inclinada a los amores de paso.
Pasaron cientos de vernissages y miles de vasos, besos y susurros. Kiki, convencida de que Man Ray ya no la amaba, se fue con un periodista a Nueva York. Alguien le concertó una cita en los estudios de la Paramount. «Fui a hacer una prueba, pero antes de entrar quise retocarme el pelo. Al descubrir que me había dejado el peine, me puse como loca de rabia y, ¿qué iba a hacer sino volverme? Así se acabaron mis películas para la Paramount», escribió en sus memorias. Cuando volvió a casa, se reconcilió con Man Ray. En 1924 le hizo una de sus fotos más célebres, Le violon d’Ingres.
Todo el mundo en Montparnasse decía que era alegre, sensual y provocativa. Pero a menudo caía en una especie de tristeza al atardecer y cantaba baladas que la hacían llorar a mares. Le gustaba airear sus aventuras y con el primer café de la mañana podía confesar: «Hoy me han dado un buen revolcón». Vivía entre intelectuales, frecuentaba la casa de Breton, la de Gertrude Stein, la Galerie Surréaliste de la rue Jacques Callot, La Ruche, una colmena de artistas en la rue de Vaugirard, ámbitos espesos de espíritu creador, espacios en los que se discutía y se hablaba del azar, del sexo y del amor. A Kiki le irritaba el intelectualismo, les dijo a sus amigos: «Vosotros habláis mucho sobre el amor;
pero no sabéis hacerlo». Participó en ocho películas, pintó muchos cuadros y algunos retratos de amistades. Su exposición de mayor resonancia fue la de marzo de 1927. Todo Montparnasse estuvo allí, los artistas, los crápulas, los anarquistas y la gente bien como Albert Sarrault, ministro de Interior. Esa noche cantó canciones indecentes ante una parroquia sin remilgos. Por su franqueza demasiado impertinente y sus poses tan desnudas como un caballo no podía ser una dama, de manera que la eligieron reina de Montparnasse en 1929 y una multitud la escoltó a La Coupole, en donde se celebró un banquete.
Tal vez se aburguesó un poco cuando se enamoró de un recaudador de impuestos que tocaba el acordeón. Se pasó a la rive droite, pero no dejó de ser Kiki: «Todo lo que necesito es una cebolla, un poco de pan y una botella de vino tinto, y eso siempre habrá alguien dispuesto a ofrecérmelo». Abrió un cabaré propio en la rue Vavin, pero Montparnasse empezó a languidecer y los años dorados se despeñaron en la crisis económica. En septiembre de 1939 la guerra dispersó a los montparnos por el mundo. Cuando volvió la paz, Kiki con los ojos sombreados, una maravillosa belleza marchita y la voz gangosa de tiempo y alcohol recorría los cafés del barrio cantando sus viejas canciones que ya nadie quería oír. Luego pasaba un platillo.
En la primavera de 1953 se desplomó en la rue Brea. Con su muerte se oyeron los últimos estertores de la vida bohemia en un barrio que fue el centro del mundo desde el Tratado de Versalles hasta la entrada de la Wehrmacht en París. En el prólogo que Hemingway escribió para las memorias de Kiki, Les souvenirs retrouvés, dejó este diagnóstico: «Kiki reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia».
Ni tan siquiera coquette, pero reina de un mundo distinto…
El violín de Ingres
Kiki, la reina de Montparnasse
Reinó con el nombre de Kiki, pero se llamaba Alice Prin. Musa de este barrio parisino, entre 1920 y 1940 posó desnuda para los mejores pintores y fue amiga de los artistas más relevantes de la época: Cocteau, Chagal, Eisenstein... Un libro-cómic recrea la vida de esa joven de provincias que se convirtió en soberana de la bohemia.
Fue en el Montparnasse de entreguerras bajo el reinado de una Kiki, cuya boca era un incendio y su corazón una alcachofa: en cada hoja, el nombre de un hombre. Su corte era el ombligo del mundo;
sus pares, artistas que se resguardaban de la intemperie en los cafés y llevaban una dieta forzosa de sopa, vino tinto y vahos de trementina. Alice Ernestine Prin, Kiki, llegó a París a los 13 años y después de posar, a los 17, para su amante encontró en ese oficio su destino de resplandores fáusticos y de escalofríos libertarios. Modelo de artistas, fue amiga de todos ellos y de poetas como Cocteau o Apollinaire;
de cineastas como Litvak o Eisenstein. Kiki fue la mascota de una tropa multinacional, desgalichada y libérrima que compró la inmortalidad al precio de la miseria, malbebiendo con arte y apaños la mitad del año y con apaños y arte la otra parte. Ahora aquellos montparnos están en los museos y ella en el cementerio de Montparnasse.
Los estudiantes medievales de La Sorbona declamaban sus poemas en un cerro a campo abierto al que acabaron llamando Monte Parnaso. A principios del siglo XIX, el risco aún dominaba sobre huertas, barbechos y chabolas, pero algunos artistas necesitados de amplios espacios empezaban a convertir en estudios los graneros y casas de verano. De los 6.000 artistas residentes en París en 1870, uno de cada cuatro vivía en Montparnasse, en apenas medio kilómetro cuadrado, y allí empezaron a instalarse marchantes, galeristas, drogueros y academias de arte. Los lunes por la mañana había un auténtico mercado de modelos, familias enteras deambulaban por la rue de la Grande Chaumière con la esperanza de un contrato para posar en escenas pompier. Con el siglo XX llegaron los cafés, los bistrots y los night-clubs: La Closerie des Lilas, La Rotonde, Le Dôme, Le Boeuf sur le Toit, The Jockey o La Coupole balizaban la topografía de la bohemia.
En esos ámbitos Kiki cantaba letras atrevidas y contaba chascarrillos mordaces. Las galerías exponían sus dibujos y posaba a pecho descubierto para Man Ray y Calder, que venían de América;
para Fujita, de Japón;
para Modigliani, de Italia;
para Pascin, de Bulgaria;
para Kisling, de Polonia;
para Soutine o Chagall, de Rusia. Cada uno de los artistas para los que posó captó una parte de su singularidad y gracias a tantas pinturas se convirtió en la musa de Montparnasse. Mientras en el Dôme, Trotsky despachaba su correspondencia de refugiado político, justo enfrente, Victor Libion convirtió La Rotonde en refugio tibio de artistas hambreados, refugiados políticos con extraños atuendos y modelos que fumaban como chimeneas. Kiki andaba por allí como Pedro por su casa, se sentía en familia.
Alice nació en 1901 en Châtillon-sur-Seine, un pueblo borgoñés. Su madre, Marie Prin, trabajaba de linotipista y su padre, Maxime Legros, era un comerciante de carbón de 19 años, un tipo pinturero que proclamaba la llegada de su mercancía con el bramido de un cuerno de caza. Los Legros impidieron la boda de su hijo con Marie, que se fue a trabajar a París, dejando a la criatura con la abuela materna. Mandaba cinco francos al mes para el mantenimiento de la niña, que creció con cinco primos, todos «hijos del amor». La abuela trabajó como lavandera y costurera para criar a la prole.
De Borgoña a París. A los 13 años, fue a París a reunirse con su madre. Allí encontró algo parecido a la felicidad: una irreverente manera de vivir y amores fugaces, como lo fueron los Felices veinte, la paz de Versalles y su juventud malversada en los espejismos del alcohol. Entró de aprendiza en un taller de encuadernación por 15 céntimos a la semana. Compraba ropa en el rastro, se ponía brillantina en el pelo y con pétalos de geranio incendiaba sus labios. Cuando su madre la sorprendió posando desnuda, la llamó «puta asquerosa» y la repudió. Tenía 17 años y estaba sola, en la calle y sin recursos. Vivió con un pintor que la animaba a hacer la calle;
pero Kiki nunca llegó más lejos de enseñarle los pechos a un viejo por tres francos.
Cuando trabó amistad con los artistas de La Rotonde, encontró un ecosistema de pintores que eran entonces tan miserables como ella;
pero que llegarían a ser inmortales con el tiempo. Pasaba hambre pero, como se divertía, se olvidaba del estómago. Solía comer en Chez Rosalie, la pequeña crémerie de una ex modelo italiana que atendía a crédito a los artistas o aceptaba en pago un dibujo en la pared.
El halo de misterio de Man Ray, recién llegado de Nueva York, sedujo a Kiki a primera vista. Posó para su cámara y, al día siguiente, cuando le mostró las fotos se quedó impresionada, luego se desvistió y se sentó a su lado en el borde la cama. Sus labios se encontraron y aquella tarde no hubo sesión fotográfica. Era 1921, era diciembre, el sol estaba anémico y hacía frío. Se fueron a vivir juntos. La relación que mantuvieron durante años dejó una estela de imágenes prodigiosas y queda resumida en una carta escrita por Kiki tres meses después de conocer a Man Ray: «Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro;
vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena. Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina». Nunca se engañó sobre la esencia del amor, lo concebía como un sentimiento de apego al placer y, aunque el eclipse del sexo anunciaba el colapso de la ternura, nunca se sintió inclinada a los amores de paso.
Pasaron cientos de vernissages y miles de vasos, besos y susurros. Kiki, convencida de que Man Ray ya no la amaba, se fue con un periodista a Nueva York. Alguien le concertó una cita en los estudios de la Paramount. «Fui a hacer una prueba, pero antes de entrar quise retocarme el pelo. Al descubrir que me había dejado el peine, me puse como loca de rabia y, ¿qué iba a hacer sino volverme? Así se acabaron mis películas para la Paramount», escribió en sus memorias. Cuando volvió a casa, se reconcilió con Man Ray. En 1924 le hizo una de sus fotos más célebres, Le violon d’Ingres.
Todo el mundo en Montparnasse decía que era alegre, sensual y provocativa. Pero a menudo caía en una especie de tristeza al atardecer y cantaba baladas que la hacían llorar a mares. Le gustaba airear sus aventuras y con el primer café de la mañana podía confesar: «Hoy me han dado un buen revolcón». Vivía entre intelectuales, frecuentaba la casa de Breton, la de Gertrude Stein, la Galerie Surréaliste de la rue Jacques Callot, La Ruche, una colmena de artistas en la rue de Vaugirard, ámbitos espesos de espíritu creador, espacios en los que se discutía y se hablaba del azar, del sexo y del amor. A Kiki le irritaba el intelectualismo, les dijo a sus amigos: «Vosotros habláis mucho sobre el amor;
pero no sabéis hacerlo». Participó en ocho películas, pintó muchos cuadros y algunos retratos de amistades. Su exposición de mayor resonancia fue la de marzo de 1927. Todo Montparnasse estuvo allí, los artistas, los crápulas, los anarquistas y la gente bien como Albert Sarrault, ministro de Interior. Esa noche cantó canciones indecentes ante una parroquia sin remilgos. Por su franqueza demasiado impertinente y sus poses tan desnudas como un caballo no podía ser una dama, de manera que la eligieron reina de Montparnasse en 1929 y una multitud la escoltó a La Coupole, en donde se celebró un banquete.
Tal vez se aburguesó un poco cuando se enamoró de un recaudador de impuestos que tocaba el acordeón. Se pasó a la rive droite, pero no dejó de ser Kiki: «Todo lo que necesito es una cebolla, un poco de pan y una botella de vino tinto, y eso siempre habrá alguien dispuesto a ofrecérmelo». Abrió un cabaré propio en la rue Vavin, pero Montparnasse empezó a languidecer y los años dorados se despeñaron en la crisis económica. En septiembre de 1939 la guerra dispersó a los montparnos por el mundo. Cuando volvió la paz, Kiki con los ojos sombreados, una maravillosa belleza marchita y la voz gangosa de tiempo y alcohol recorría los cafés del barrio cantando sus viejas canciones que ya nadie quería oír. Luego pasaba un platillo.
En la primavera de 1953 se desplomó en la rue Brea. Con su muerte se oyeron los últimos estertores de la vida bohemia en un barrio que fue el centro del mundo desde el Tratado de Versalles hasta la entrada de la Wehrmacht en París. En el prólogo que Hemingway escribió para las memorias de Kiki, Les souvenirs retrouvés, dejó este diagnóstico: «Kiki reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia».
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
:-) no conocia a kiki de montparnasse, gracias helena por resumir su biografia.
sebastopol- Su Alteza Real
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Re: Coquettes de París
LA VERDAD QUE FUERA DE MATTA HARI Y LA BELLA oTERO, NO UBICO A NINGUNA, NO SON MI ESPECIALIDAD ESTAS CHICAS.
PERO SIEMPRE ES RICO CONOCER UN POQUITO MAS DE TODO, TENEMOS, CADA DIA UN DIA MAS PARA APRENDER.
PERO SIEMPRE ES RICO CONOCER UN POQUITO MAS DE TODO, TENEMOS, CADA DIA UN DIA MAS PARA APRENDER.
druxa- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Anna Held
Helene Anna Held, nacida el 8 de marzo de 1872 y fallecida el 12 de agosto de 1918, era una actriz polaca.
Nacida en Varsovia, cuando aún era parte del imperio ruso, era la hija de un fabricante de guantes judío, Shimmle Held y su esposa franco-judía Yvonne Pierre. En 1881, matanzas antisemitas forzaron a su familia a huir a París. Cuando el negocio de guantes de su padre quebró, tomó un empleo como portero, mientras su madre atendía un restaurante kosher. Held comenzó trabajando en la industria textil para posteriormente trabajar de cantante en los teatros judíos de París. Después de la muete de su padre, se mudó a Londres, donde siguió siendo cantante e incluso logró un papel en la producción Shulamith de Abraham Goldfraden y dirigida por Jacob Adler.
Su personalidad vivaz y animada le ayudaron a adquirir reconocimiento, además de que empezó a ser conocida por cantar canciones un tanto atrevidas para la época, su coquetería y su deseo de mostrar sus piernas en el escenario. Alrededor de esta época, se casó en 1894 con Máximo Carrera, un playboy uruguayo mucho mayor que ella, con quien tuvo una hija, Liane, nacida en 1895, quien también se convirtió en actriz y productora.
Durante una gira por Europa conoció a Florenz Ziegfeld, quien le pidió que fuera a Nueva York con él, donde crearon una nueva ola de interés público mucho antes incluso de llegar a los Estados Unidos, por lo que ya era el blanco de muchas especulaciones. Cuando finalmente apareció en escena, la crítica no fue muy benevolente con ella, pero al público pareció no importarle y la apoyaron.
A partir de 1905, Held disfrutó de varios éxitos en Broadway, que la convirtió en millonaria. La habilidad de Ziegfeld de manipular a la prensa a su favor, le aseguró la permanencia del nombre de Held y el suyo en los medios de comunicación. Ziegfeld tuvo un amorío con la actriz Lilliane Lorraine y luego con Billie Burke, con quien se casaría en 1914, dejando para siempre a Held.
Held pasó los años de la Primera Guerra Mundial haciendo shows en Francia, presentándose ante los soldados franceses y recaudando dinero para la guerra. Se le consideró una heroína por sus contribuciones y su coraje al viajar al frente de guerra. Regresó a América y protagonizó Madame le Presidente en 1916 al término de la guerra.
En 1918 colapsó en el escenario y murió unos meses después por mieloma múltiple a la edad de 46 años. Fue enterrada en el Cementery of the Gate of Heaven en Hawthorne, Nueva York. Ziegfeld fue muy criticado por la prensa por haber tratado mal a Held y su aparente indiferencia ante su enfermedad, además de que no estuvo en su funeral.
La película The Great Ziegfeld (1936) cuenta la historia un poco exagerada del triángulo amoroso Ziegfeld-Held-Burke. Luise Rainer ganó un Oscar por su interpretación de Held, mientras que Ziegfeld y Burke fueron interpretados por William Powell y Myrna Loy.
Helene Anna Held, nacida el 8 de marzo de 1872 y fallecida el 12 de agosto de 1918, era una actriz polaca.
Nacida en Varsovia, cuando aún era parte del imperio ruso, era la hija de un fabricante de guantes judío, Shimmle Held y su esposa franco-judía Yvonne Pierre. En 1881, matanzas antisemitas forzaron a su familia a huir a París. Cuando el negocio de guantes de su padre quebró, tomó un empleo como portero, mientras su madre atendía un restaurante kosher. Held comenzó trabajando en la industria textil para posteriormente trabajar de cantante en los teatros judíos de París. Después de la muete de su padre, se mudó a Londres, donde siguió siendo cantante e incluso logró un papel en la producción Shulamith de Abraham Goldfraden y dirigida por Jacob Adler.
Su personalidad vivaz y animada le ayudaron a adquirir reconocimiento, además de que empezó a ser conocida por cantar canciones un tanto atrevidas para la época, su coquetería y su deseo de mostrar sus piernas en el escenario. Alrededor de esta época, se casó en 1894 con Máximo Carrera, un playboy uruguayo mucho mayor que ella, con quien tuvo una hija, Liane, nacida en 1895, quien también se convirtió en actriz y productora.
Durante una gira por Europa conoció a Florenz Ziegfeld, quien le pidió que fuera a Nueva York con él, donde crearon una nueva ola de interés público mucho antes incluso de llegar a los Estados Unidos, por lo que ya era el blanco de muchas especulaciones. Cuando finalmente apareció en escena, la crítica no fue muy benevolente con ella, pero al público pareció no importarle y la apoyaron.
A partir de 1905, Held disfrutó de varios éxitos en Broadway, que la convirtió en millonaria. La habilidad de Ziegfeld de manipular a la prensa a su favor, le aseguró la permanencia del nombre de Held y el suyo en los medios de comunicación. Ziegfeld tuvo un amorío con la actriz Lilliane Lorraine y luego con Billie Burke, con quien se casaría en 1914, dejando para siempre a Held.
Held pasó los años de la Primera Guerra Mundial haciendo shows en Francia, presentándose ante los soldados franceses y recaudando dinero para la guerra. Se le consideró una heroína por sus contribuciones y su coraje al viajar al frente de guerra. Regresó a América y protagonizó Madame le Presidente en 1916 al término de la guerra.
En 1918 colapsó en el escenario y murió unos meses después por mieloma múltiple a la edad de 46 años. Fue enterrada en el Cementery of the Gate of Heaven en Hawthorne, Nueva York. Ziegfeld fue muy criticado por la prensa por haber tratado mal a Held y su aparente indiferencia ante su enfermedad, además de que no estuvo en su funeral.
La película The Great Ziegfeld (1936) cuenta la historia un poco exagerada del triángulo amoroso Ziegfeld-Held-Burke. Luise Rainer ganó un Oscar por su interpretación de Held, mientras que Ziegfeld y Burke fueron interpretados por William Powell y Myrna Loy.
andromeda- Administrador
- Mensajes : 12291
Fecha de inscripción : 18/10/2007
Re: Coquettes de París
siguen apareciendo coquettes ?
eran como las moscas, por todos lados....
eran como las moscas, por todos lados....
druxa- Su Alteza Imperial
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Fecha de inscripción : 22/07/2007
Re: Coquettes de París
:-) me gustan esas cinturas de avispas, creo que deberia volver el corse
sebastopol- Su Alteza Real
- Mensajes : 2048
Fecha de inscripción : 22/09/2007
Re: Coquettes de París
aqui hace falta mi imagen....
segun algunos. :badgrin:
druxa- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 12174
Fecha de inscripción : 22/07/2007
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