Coquettes de París
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Coquettes de París
Después de la guerra franco-prusiana (Napoleón III de Francia), Europa vivió un período de paz que favoreció los avances técnicos y económicos. La gente de esta época era muy optimista y ambiciosa respecto al porvenir, gracias a las innovaciones tecnológicas. La Belle Époque se hizo notar sobre todo en los boulevards de París, en los cafe-concerts y los cabarets, en los talleres y galerías de arte, en las salas de conciertos y en los salones frecuentados por una burguesía y unas clases medias que sacaban provecho del desarrollo económico. Las exposiciones universales de 1889 y de 1900 son los símbolos de la Belle Époque. Además, aparecieron las tres corrientes pictóricas que marcarían las postrimerías del siglo XX: el impresionismo, el fauvismo y se desarrolló el modernismo. En la música reflejó un momento de esplendor con las operas de Giuseppe Verdi, entre otros. Así apareció el psicoanálisis, como forma de tratar los problemas psicológicos. El período llegó a su fin con el estallido de la Gran Guerra europea de 1914.
En este marco alegre surgen las coquettes en París, o las demi-mondaine. Eran cantantes, coristas, cortesanas y verdaderas profesionales. Casi todos tenían cierta cultura y eran amantes de las artes. La moda era un referente para ellas, mujeres preocupadas por su apariencia física. Los grandes trajes encorsetados que daban a la figura femenina ese aire de guitarra, esbeltas pero femeninas y con curvas. Surgen los grandes almacenes, la preocupación por la cosmética, los grandes diseñadores: la casa Worth fue la primera casa de alta costura que se conoce. Los ateliers de sombrerías y pamelas, las modistas, todo un mundo fascinantemente femenino.
En el Moulin Rouge, el alegre y famoso cabaret de París, fueron inmortalizadas por Toulouse-Lautrec, figuras como Jane Avril, Ivette Guilbert, La-Goulue y la española Carolina Otero, más conocida por “la bella Otero”, hoy son clásicos absolutos, ésta última fue posterior y no la pintó Lautrec.
No todas estas chicas terminaban bien, otras sí, pero vamos a concentrarnos en la parte más alegre de éste mundo y dejar lo triste que, al fin y al cabo, es inevitable a todo vida humana sean reinas, coquettes, modistas o secretarias.
En este marco alegre surgen las coquettes en París, o las demi-mondaine. Eran cantantes, coristas, cortesanas y verdaderas profesionales. Casi todos tenían cierta cultura y eran amantes de las artes. La moda era un referente para ellas, mujeres preocupadas por su apariencia física. Los grandes trajes encorsetados que daban a la figura femenina ese aire de guitarra, esbeltas pero femeninas y con curvas. Surgen los grandes almacenes, la preocupación por la cosmética, los grandes diseñadores: la casa Worth fue la primera casa de alta costura que se conoce. Los ateliers de sombrerías y pamelas, las modistas, todo un mundo fascinantemente femenino.
En el Moulin Rouge, el alegre y famoso cabaret de París, fueron inmortalizadas por Toulouse-Lautrec, figuras como Jane Avril, Ivette Guilbert, La-Goulue y la española Carolina Otero, más conocida por “la bella Otero”, hoy son clásicos absolutos, ésta última fue posterior y no la pintó Lautrec.
No todas estas chicas terminaban bien, otras sí, pero vamos a concentrarnos en la parte más alegre de éste mundo y dejar lo triste que, al fin y al cabo, es inevitable a todo vida humana sean reinas, coquettes, modistas o secretarias.
Última edición por el Dom Abr 06, 2008 10:51 pm, editado 1 vez
Helena- Non
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Fecha de inscripción : 21/07/2007
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Re: Coquettes de París
Cleo de Merode
Fue amante del rey leopoldo II de Bélgica, al rey le decían "
CLeopoldo "
.
De Wikipedia, una corta biografía.
Cléopâtre-Diane de Mérode, llamada Cléo fue una bailarina belga nacida en París el 27 de septiembre de 1875 y fallecida en Biarritz el17 de octubre de 1966.
Formada en la Ópera de París, emprende una carrera por su cuenta en 1898 y baila por toda Europa hasta 1934. También fue la estrella del cabaret Folies Bergère de Paris.
Su belleza sigue siendo legendaria.
Era hija de un noble belga de la famosa familia Merode.
Fue amante del rey leopoldo II de Bélgica, al rey le decían "
CLeopoldo "
.
De Wikipedia, una corta biografía.
Cléopâtre-Diane de Mérode, llamada Cléo fue una bailarina belga nacida en París el 27 de septiembre de 1875 y fallecida en Biarritz el17 de octubre de 1966.
Formada en la Ópera de París, emprende una carrera por su cuenta en 1898 y baila por toda Europa hasta 1934. También fue la estrella del cabaret Folies Bergère de Paris.
Su belleza sigue siendo legendaria.
Era hija de un noble belga de la famosa familia Merode.
claudia- Invitado
Re: Coquettes de París
BAILARINA DEL MOULIN ROUGE
Andrea- Su Alteza Imperial
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Fecha de inscripción : 30/10/2007
Re: Coquettes de París
Biografía de La Goulue, el famoso cartel de Lautrec puesto por Andrea.
LOUISE WEBER
"
La Goulue"
1870-1929
Su nombre verdadero era Louise Weber y había nacido en Alsacia en 1870. El sobrenombre de «Glotona» le vino por su insaciable apetito, aunque también se atribuye a su hábito de acabar todo lo que se encontraba en las barras de los establecimientos donde actuaba. Era rubia, pequeña, regordeta, vulgar y descarada, pero con un encanto especial que la hacía muy atractiva.
A los dieciséis años trabajaba como lavadera en la Rue de la Goutte d'Or, pero su deseo era ser bailarina. Sin conocimiento de su madre y con ropa prestada cada tarde se paseaba por los locales de baile haciendo su número particular hasta ser descubierta por Marcel Astruc, quien le facilitó debutar en "
Circo Medrano"
. Después ya como artista lo hizo en el "
Moulin de la Galette"
, donde la conoció Lautrec, en el "
Alcázar"
, el "
Elysée-Montmartre"
o el "
Jardin de Paris"
. Cuando en 1889 se abrió el Moulin Rouge, su gerente Oller, la contrató inmediatamente, formando parte de la "
quadrilla"
de bailarinas entre las que también se encontraban Grille d’Egoút, Etoile Filante, Nini Pattes-en-l’Air, la Móme Fromage o La Sauterelle además de Jacques Renaudin, más conocido como Valentin "
le Desossé"
o el "
hombre-serpiente"
.
En 1850, Celeste Mogador, bailarína vedette del Bal Mabille, crea una nueva danza en la que intervienen varias bailarinas, la Quadrille. El baile llamado Can-can, fué descrito como ocho minutos de perfectas armonías, movimientos y posturas que cortan la respiración ejecutados bajo las partituras del maestro de música Jacques Offenbach, a un ritmo frenético y endiablado, repleto de equilibrio y flexibilidad, en los límites de la acrobacia, bailado por las componentes del grupo (la troupe) que con la fascinación de sus faldas y vestidos coloristas de volantes, medias y ropa interior, hacían perder la cabeza del todo-Paris.
En sus inicios, apenas atacado por la censura, el can-can, se bailaba solamente en los establecimientos de cuarto orden, en los que rápidamente habría llegado a ser sinónimo de danza altamente impúdica, sugestiva y encanallada, como una herramienta de trabajo utilizada por las prostitutas y sus chulos encubiertos, para atraer a cierta clientela. Era una danza reservada exclusivamente a las mujeres durante la cual éstas debían levantar necesariamente la pierna y mostrar sus partes más intimas.
Para velar por el buen comportamiento de las bailarinas durante sus danzas exuberantes y desenfrenadas, (a veces estas actuaciones llegaban a realizarse sin ropa interior), se estableció la vigilancia de un guardia de la brigada de higiene social al que se le llamaba el "
Père la Pudeur"
(padre pudor).
El can-can era una danza en la que, por último, se hacía "
le grand-écart"
la gran separación de piernas, no sin antes haber quitado con una de ellas, por lo menos el sombrero de alguno de los espectadores.
Uno de estos cabaret donde se hizo más famoso el Can-can, y sus excepcionales bailarinas fué el viejo Elysée-Montmartre. En 1889, también era conocido por los ambiguos individuos que lo frecuentan, por la suciedad de su piso (que hacía que después de algunos "
grands-écarts"
, las partes más intimas de estas señoritas, no tuvieran la blancura esperada), y por las innumerables peleas que allí sucedían casi cada tarde. La gente iba allí porque allí iba todo el mundo y porque después era posible salir del brazo de una de sus bailarinas.
Además del "
grand écart"
, dejarse caer al suelo con la piernas abiertas, otras "
posturas"
del can-can tenían nombres como la guitarra, la presentación de armas, el saludo militar, o el pie detrás de la cabeza. La Goulue se hizo famosa por su provocativa y especial manera de bailar y agilidad para quitar el sombrero de las cabezas de los caballeros con la punta del pié. Jean Lorrain la describe como:
"
Pequeña, sonrosada y en su punto, luciendo fuera de su corpiño oscuro de amplio escote sus hombros de nácar y su vivaracha cabeza cubierta de cabellos de oro, cuyo bien acabado y espeso copete, en alto, adquiría el aspecto de cimera. Apenas comenzar (a bailar), sus mejillas se animan..., su pelo salvaje se agita. Los brazos se elevan, las piernas se doblan, se balancean, golpean el aire, amenazan a los sombreros, arrastrando hacia las enaguas las miradas que buscan que se produzca una apertura, esperada pero fugaz, de las calzas ribeteadas... Siguiendo la progresión de las figuras de la cuadrilla, a los provocativos salientes de su vientre les suceden los contorneos lascivos de las caderas, sus ribetes fruncidos levantados poco a poco rebelan la separación de las piernas a través de la espuma de plisados, destacando, por encima de la liga, un trocito de verdadera piel desnuda. Y de ese trozo de carne colorada se desprende hasta los jadeantes espectadores una tórrida irradiación de acero en fusión».
Yvette Guilbert en sus memorias también la retrata del siguiente modo:
"
La Goulue, con medias de seda negra y el pie de raso negro en la mano, hacía dar vueltas y más vueltas a los sesenta metros de encaje de sus enaguas y enseñaba sus calzas graciosamente bordadas en su pequeño trasero con un corazón que se partía, farsante, cuando ella se inclinaba en saludos irrespetuosos, con sus manojos de lazos de cintas rosas en las rodillas y una sugestiva espuma de puntillas descendiendo hasta sus finos tobillos, que dejaban aparecer y desaparecer sus adorables piernas, ágiles, espirituales y excitantes.
La bailarina descubría a su caballero con el pie mediante un golpe suave y elegante en el sombrero y ejecutaba el grand écart, con el busto recto, su delicado talle en la blusa raso azul cielo y su falda de raso negro “cortada” en forma de paraguas, desplegándose en sus cinco metros de diámetro. ¡Era magnífico!
La Goulue era bonita y de apariencia vulgarmente espiritual, con el flequillo rubio sobre la frente hasta justo encima de las cejas. El pelo formando un moño en lo alto de la cabeza comenzaba como mecha apretada y retorcida en la nuca para que no se le deshiciese durante la danza. De sus sienes descendía, formando rizos sobre las orejas, la clásica “patilla”, y desde París hasta la Bowery de Nueva York, pasando por los tugurios londinenses de Whitechapel, todas las chicas de la época llevaban el mismo peinado y la cinta de color ceñida al cuello"
.
Enrique Verdier también describió el extraordinario espectáculo:
"
Una muchedumbre clamorosa se agitaba entre el vaho luminoso y la rojiza polvareda que subía hasta las lámparas y los apliques de bronce dorado empañando los espejos y los cuadros deslucidos por el humo de los puros y el polvo de los cuadros de bailarinas... Los bailarines se movían sin ocuparse de sus bailarinas, cuyas faldas volaban con un arremango desenfrenado de encajes, dejando ver, bajo la fina tela, la transparencia rosácea de la carne"
. "
En el fondo de la sala, en un estrado bordeado por una barandilla, la orquesta se agitaba con una vivacidad formidable... Unas voces graves de hombres serios se elevaban del vaho rojizo: «Más arriba, Goulue, más arriba aún...."
"
Unas manos burdas aplaudían la exhibición cada vez más transparente, sobre todo cuando una chica, en el fondo asqueada de ese público que había pagado para ver sus ropillas y que por ese precio deseaba más, daba una palmadita en su hueco pantalón soltando una palabra vulgar o una grosería dirigida a todos esos sucios tipos con los cuales no había nada que hacer."
Desde que la conociera en el Moulin de la Galette, Lautrec la pintó muchas veces, pero sería su cartel del Moulin Rouge la más famosa de todas sus representaciones. La Goulue ya famosa, reina del Moulin Rouge y otros music-halls de Paris, llegó a cobrar 800 francos al mes conviertiéndose en una mujer muy rica.
A comienzos de 1895, la Goulue, de quien ya se había cansado el público del Moulin-Rouge, se hace instalar una barraca en la Feria del Trono de Paris, donde seguirá bailando la danza oriental del vientre. Entonces escribe a "
su pintor"
para pedirle que le pinte unos grandes paneles para decorar el exterior.
Más tarde, después de malgastar su fortuna en inversiones absurdas, arruinada, practicará todos los oficios. Llegó a ser vendedora de flores en el Casino de Paris, luchadora en la feria de Neuilly, domadora de fieras en un circo. Más tarde, en 1925, vivió con un hombre que antes de abandonarla la exponía públicamente como curiosidad en otra barraca. Cansada de vender tabaco y cerillas por los bares, totalmente alcoholizada, acabó siendo criada de un burdel. Murió en el hospital parisino de Lariboisière preguntando al sacerdote que la asistía: "
Padre, cree que el buen Dios me perdonará, tendrá para mi un sitio en el cielo? .... es que yo soy "
La Goulue"
.
LOUISE WEBER
"
La Goulue"
1870-1929
Su nombre verdadero era Louise Weber y había nacido en Alsacia en 1870. El sobrenombre de «Glotona» le vino por su insaciable apetito, aunque también se atribuye a su hábito de acabar todo lo que se encontraba en las barras de los establecimientos donde actuaba. Era rubia, pequeña, regordeta, vulgar y descarada, pero con un encanto especial que la hacía muy atractiva.
A los dieciséis años trabajaba como lavadera en la Rue de la Goutte d'Or, pero su deseo era ser bailarina. Sin conocimiento de su madre y con ropa prestada cada tarde se paseaba por los locales de baile haciendo su número particular hasta ser descubierta por Marcel Astruc, quien le facilitó debutar en "
Circo Medrano"
. Después ya como artista lo hizo en el "
Moulin de la Galette"
, donde la conoció Lautrec, en el "
Alcázar"
, el "
Elysée-Montmartre"
o el "
Jardin de Paris"
. Cuando en 1889 se abrió el Moulin Rouge, su gerente Oller, la contrató inmediatamente, formando parte de la "
quadrilla"
de bailarinas entre las que también se encontraban Grille d’Egoút, Etoile Filante, Nini Pattes-en-l’Air, la Móme Fromage o La Sauterelle además de Jacques Renaudin, más conocido como Valentin "
le Desossé"
o el "
hombre-serpiente"
.
En 1850, Celeste Mogador, bailarína vedette del Bal Mabille, crea una nueva danza en la que intervienen varias bailarinas, la Quadrille. El baile llamado Can-can, fué descrito como ocho minutos de perfectas armonías, movimientos y posturas que cortan la respiración ejecutados bajo las partituras del maestro de música Jacques Offenbach, a un ritmo frenético y endiablado, repleto de equilibrio y flexibilidad, en los límites de la acrobacia, bailado por las componentes del grupo (la troupe) que con la fascinación de sus faldas y vestidos coloristas de volantes, medias y ropa interior, hacían perder la cabeza del todo-Paris.
En sus inicios, apenas atacado por la censura, el can-can, se bailaba solamente en los establecimientos de cuarto orden, en los que rápidamente habría llegado a ser sinónimo de danza altamente impúdica, sugestiva y encanallada, como una herramienta de trabajo utilizada por las prostitutas y sus chulos encubiertos, para atraer a cierta clientela. Era una danza reservada exclusivamente a las mujeres durante la cual éstas debían levantar necesariamente la pierna y mostrar sus partes más intimas.
Para velar por el buen comportamiento de las bailarinas durante sus danzas exuberantes y desenfrenadas, (a veces estas actuaciones llegaban a realizarse sin ropa interior), se estableció la vigilancia de un guardia de la brigada de higiene social al que se le llamaba el "
Père la Pudeur"
(padre pudor).
El can-can era una danza en la que, por último, se hacía "
le grand-écart"
la gran separación de piernas, no sin antes haber quitado con una de ellas, por lo menos el sombrero de alguno de los espectadores.
Uno de estos cabaret donde se hizo más famoso el Can-can, y sus excepcionales bailarinas fué el viejo Elysée-Montmartre. En 1889, también era conocido por los ambiguos individuos que lo frecuentan, por la suciedad de su piso (que hacía que después de algunos "
grands-écarts"
, las partes más intimas de estas señoritas, no tuvieran la blancura esperada), y por las innumerables peleas que allí sucedían casi cada tarde. La gente iba allí porque allí iba todo el mundo y porque después era posible salir del brazo de una de sus bailarinas.
Además del "
grand écart"
, dejarse caer al suelo con la piernas abiertas, otras "
posturas"
del can-can tenían nombres como la guitarra, la presentación de armas, el saludo militar, o el pie detrás de la cabeza. La Goulue se hizo famosa por su provocativa y especial manera de bailar y agilidad para quitar el sombrero de las cabezas de los caballeros con la punta del pié. Jean Lorrain la describe como:
"
Pequeña, sonrosada y en su punto, luciendo fuera de su corpiño oscuro de amplio escote sus hombros de nácar y su vivaracha cabeza cubierta de cabellos de oro, cuyo bien acabado y espeso copete, en alto, adquiría el aspecto de cimera. Apenas comenzar (a bailar), sus mejillas se animan..., su pelo salvaje se agita. Los brazos se elevan, las piernas se doblan, se balancean, golpean el aire, amenazan a los sombreros, arrastrando hacia las enaguas las miradas que buscan que se produzca una apertura, esperada pero fugaz, de las calzas ribeteadas... Siguiendo la progresión de las figuras de la cuadrilla, a los provocativos salientes de su vientre les suceden los contorneos lascivos de las caderas, sus ribetes fruncidos levantados poco a poco rebelan la separación de las piernas a través de la espuma de plisados, destacando, por encima de la liga, un trocito de verdadera piel desnuda. Y de ese trozo de carne colorada se desprende hasta los jadeantes espectadores una tórrida irradiación de acero en fusión».
Yvette Guilbert en sus memorias también la retrata del siguiente modo:
"
La Goulue, con medias de seda negra y el pie de raso negro en la mano, hacía dar vueltas y más vueltas a los sesenta metros de encaje de sus enaguas y enseñaba sus calzas graciosamente bordadas en su pequeño trasero con un corazón que se partía, farsante, cuando ella se inclinaba en saludos irrespetuosos, con sus manojos de lazos de cintas rosas en las rodillas y una sugestiva espuma de puntillas descendiendo hasta sus finos tobillos, que dejaban aparecer y desaparecer sus adorables piernas, ágiles, espirituales y excitantes.
La bailarina descubría a su caballero con el pie mediante un golpe suave y elegante en el sombrero y ejecutaba el grand écart, con el busto recto, su delicado talle en la blusa raso azul cielo y su falda de raso negro “cortada” en forma de paraguas, desplegándose en sus cinco metros de diámetro. ¡Era magnífico!
La Goulue era bonita y de apariencia vulgarmente espiritual, con el flequillo rubio sobre la frente hasta justo encima de las cejas. El pelo formando un moño en lo alto de la cabeza comenzaba como mecha apretada y retorcida en la nuca para que no se le deshiciese durante la danza. De sus sienes descendía, formando rizos sobre las orejas, la clásica “patilla”, y desde París hasta la Bowery de Nueva York, pasando por los tugurios londinenses de Whitechapel, todas las chicas de la época llevaban el mismo peinado y la cinta de color ceñida al cuello"
.
Enrique Verdier también describió el extraordinario espectáculo:
"
Una muchedumbre clamorosa se agitaba entre el vaho luminoso y la rojiza polvareda que subía hasta las lámparas y los apliques de bronce dorado empañando los espejos y los cuadros deslucidos por el humo de los puros y el polvo de los cuadros de bailarinas... Los bailarines se movían sin ocuparse de sus bailarinas, cuyas faldas volaban con un arremango desenfrenado de encajes, dejando ver, bajo la fina tela, la transparencia rosácea de la carne"
. "
En el fondo de la sala, en un estrado bordeado por una barandilla, la orquesta se agitaba con una vivacidad formidable... Unas voces graves de hombres serios se elevaban del vaho rojizo: «Más arriba, Goulue, más arriba aún...."
"
Unas manos burdas aplaudían la exhibición cada vez más transparente, sobre todo cuando una chica, en el fondo asqueada de ese público que había pagado para ver sus ropillas y que por ese precio deseaba más, daba una palmadita en su hueco pantalón soltando una palabra vulgar o una grosería dirigida a todos esos sucios tipos con los cuales no había nada que hacer."
Desde que la conociera en el Moulin de la Galette, Lautrec la pintó muchas veces, pero sería su cartel del Moulin Rouge la más famosa de todas sus representaciones. La Goulue ya famosa, reina del Moulin Rouge y otros music-halls de Paris, llegó a cobrar 800 francos al mes conviertiéndose en una mujer muy rica.
A comienzos de 1895, la Goulue, de quien ya se había cansado el público del Moulin-Rouge, se hace instalar una barraca en la Feria del Trono de Paris, donde seguirá bailando la danza oriental del vientre. Entonces escribe a "
su pintor"
para pedirle que le pinte unos grandes paneles para decorar el exterior.
Más tarde, después de malgastar su fortuna en inversiones absurdas, arruinada, practicará todos los oficios. Llegó a ser vendedora de flores en el Casino de Paris, luchadora en la feria de Neuilly, domadora de fieras en un circo. Más tarde, en 1925, vivió con un hombre que antes de abandonarla la exponía públicamente como curiosidad en otra barraca. Cansada de vender tabaco y cerillas por los bares, totalmente alcoholizada, acabó siendo criada de un burdel. Murió en el hospital parisino de Lariboisière preguntando al sacerdote que la asistía: "
Padre, cree que el buen Dios me perdonará, tendrá para mi un sitio en el cielo? .... es que yo soy "
La Goulue"
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Helena- Non
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Re: Coquettes de París
La Bella Otero
Agustina Otero Iglesias (4 de noviembre de 1868 en Ponte de Valga, Pontevedra (Galicia), España - 10 de abril de 1965 en Niza, Francia), bailarina de origen español conocida como La Bella Otero. Afincada en Francia y uno de los personajes más destacados de la Belle Époque francesa en los círculos artísticos y la vida galán de París.
Era hija de una madre soltera que descuidó su educación. Tras padecer una agresión sexual a los diez años, huyó de casa unos meses después y no volvió nunca más a su pueblo natal, Valga. Tras la fuga decidió cambiar su nombre de pila Agustina por el de Carolina. Trabajó en una compañía de cómicos ambulantes portugueses. Al dejar la compañía, se vio obligada a ejercer oficios poco recomendables para salir adelante, como bailar en locales de la más diversa índole, e incluso llegar a ejercer la prostitución. En 1888 conoció en Barcelona a un banquero que la quiso promocionar como bailarina en Francia y la llevó a Marsella. Pronto abandonó al banquero y se promocionó a sí misma hasta llegar a ser una bailarina conocida en toda Francia como La Bella Otero. En la promoción enfatizaba su origen español (muy exótico en Francia por entonces) y se inventó que era andaluza y de origen gitano. Las fabulaciones y aventuras fantásticas de Otero han perdurado hasta nuestros días y aún hay biógrafos que sitúan su nacimiento en Cádiz, hija de una gitana.
Actúa en Nueva York en 1890 y realiza giras por todo el mundo como bailarina exótica y actriz, consiguiendo fama internacional. Argentina y Rusia fueron algunos de los países que visitó y actuó más veces. En este último llegó a conocer a Rasputín. Otero actuó durante muchos años en París en el Folies Bergères, donde era la estrella y en el Cirque de Eté. Se puede decir que fue la primera artista española conocida internacionalmente.
Otero no era una bailarina profesional y su arte era más instintivo que técnico. Sus danzas eran una mezcla de estilos flamenco, fandangos o danzas exóticas. También era una cantante competente y tenía calidad como actriz. Representó Carmen de Bizet y piezas teatrales como Nuit de Nöel. Otero, a pesar de sus éxitos profesionales, había conseguido ascender en el mundo artístico gracias a que ejercía la prostitución y se hizo amante de hombres influyentes. No era una práctica extraña que las artistas ejercieran de cortesanas para aumentar sus ingresos. En la Belle Époque era habitual y los hombres que podían pagar las astronómicas sumas que costaban estas cortesanas conseguían prestigio. Otero era una de las más famosas y cotizadas de la alta sociedad parisina. Fue amante de Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, Eduardo VII de Inglaterra, Aristide Briand (con quien tuvo una relación entrañable hasta la muerte del político), o Cornelius Vanderbilt, entre otros.
Otero llegó a reunir una fabulosa fortuna que desgraciadamente perdió en los casinos de Montecarlo y Niza, puesto que padecía de ludopatía. Retirada de los escenarios en 1910, se estableció en Niza donde vivió hasta su muerte en 1965 totalmente arruinada, sola y viviendo en una pensión del casino de Montecarlo, en agradecimiento de los millones de francos que se llegó a dejar. Nunca se casó.
De su vida se han escrito varias biografías y se han hecho películas y series para la televisión. Debido a que Otero inventó parte de su pasado para obviar hechos como su violación o sus orígenes extremadamente humildes, muchas biografías, películas u otros trabajos en torno a su persona tienen datos inexactos y hechos que nunca sucedieron de verdad.
Agustina Otero Iglesias (4 de noviembre de 1868 en Ponte de Valga, Pontevedra (Galicia), España - 10 de abril de 1965 en Niza, Francia), bailarina de origen español conocida como La Bella Otero. Afincada en Francia y uno de los personajes más destacados de la Belle Époque francesa en los círculos artísticos y la vida galán de París.
Era hija de una madre soltera que descuidó su educación. Tras padecer una agresión sexual a los diez años, huyó de casa unos meses después y no volvió nunca más a su pueblo natal, Valga. Tras la fuga decidió cambiar su nombre de pila Agustina por el de Carolina. Trabajó en una compañía de cómicos ambulantes portugueses. Al dejar la compañía, se vio obligada a ejercer oficios poco recomendables para salir adelante, como bailar en locales de la más diversa índole, e incluso llegar a ejercer la prostitución. En 1888 conoció en Barcelona a un banquero que la quiso promocionar como bailarina en Francia y la llevó a Marsella. Pronto abandonó al banquero y se promocionó a sí misma hasta llegar a ser una bailarina conocida en toda Francia como La Bella Otero. En la promoción enfatizaba su origen español (muy exótico en Francia por entonces) y se inventó que era andaluza y de origen gitano. Las fabulaciones y aventuras fantásticas de Otero han perdurado hasta nuestros días y aún hay biógrafos que sitúan su nacimiento en Cádiz, hija de una gitana.
Actúa en Nueva York en 1890 y realiza giras por todo el mundo como bailarina exótica y actriz, consiguiendo fama internacional. Argentina y Rusia fueron algunos de los países que visitó y actuó más veces. En este último llegó a conocer a Rasputín. Otero actuó durante muchos años en París en el Folies Bergères, donde era la estrella y en el Cirque de Eté. Se puede decir que fue la primera artista española conocida internacionalmente.
Otero no era una bailarina profesional y su arte era más instintivo que técnico. Sus danzas eran una mezcla de estilos flamenco, fandangos o danzas exóticas. También era una cantante competente y tenía calidad como actriz. Representó Carmen de Bizet y piezas teatrales como Nuit de Nöel. Otero, a pesar de sus éxitos profesionales, había conseguido ascender en el mundo artístico gracias a que ejercía la prostitución y se hizo amante de hombres influyentes. No era una práctica extraña que las artistas ejercieran de cortesanas para aumentar sus ingresos. En la Belle Époque era habitual y los hombres que podían pagar las astronómicas sumas que costaban estas cortesanas conseguían prestigio. Otero era una de las más famosas y cotizadas de la alta sociedad parisina. Fue amante de Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, Eduardo VII de Inglaterra, Aristide Briand (con quien tuvo una relación entrañable hasta la muerte del político), o Cornelius Vanderbilt, entre otros.
Otero llegó a reunir una fabulosa fortuna que desgraciadamente perdió en los casinos de Montecarlo y Niza, puesto que padecía de ludopatía. Retirada de los escenarios en 1910, se estableció en Niza donde vivió hasta su muerte en 1965 totalmente arruinada, sola y viviendo en una pensión del casino de Montecarlo, en agradecimiento de los millones de francos que se llegó a dejar. Nunca se casó.
De su vida se han escrito varias biografías y se han hecho películas y series para la televisión. Debido a que Otero inventó parte de su pasado para obviar hechos como su violación o sus orígenes extremadamente humildes, muchas biografías, películas u otros trabajos en torno a su persona tienen datos inexactos y hechos que nunca sucedieron de verdad.
Última edición por el Jue Feb 04, 2010 11:20 pm, editado 1 vez
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Andrómeda, la bella Otero es a la que quiero más, tal vez por ser española... y porque ese gesto suyo de esconderse en plena juventud para que no la vieran en sus años de decadencia me parece triste, pero hermoso.
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
LA BELLA OTERO
Última edición por el Jue Feb 04, 2010 11:23 pm, editado 2 veces
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
EN SU VEJEZ:
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
La foto de Carolona en la habitación de su pensión de Niza es entrañable. Con su pocos medios siempre andaba coquetamente arreglada. La pensión está aún en la calle Inglaterra y estuve allí, también en su tumba en el cementerio de Niza, luego os dejaré la foto.
Helena- Non
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Localización : Madrid
Re: Coquettes de París
Agustina Otero Iglesias, Carolina Rodríguez o La Bella Otero
En el balcón de su vivienda en Niza.
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Cleo era más guapa y angelical. Carolina era como un volcán de sensualidad, con unos ojos inmensos y llenos de fuego.
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
Helen, eso de describirte a vos misma, no esta nada, nada bien
pablomilstein- Su Alteza Real
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Re: Coquettes de París
Ego de coquette, mi querido Gran Duque!
Eres un amante único!
Eres un amante único!
Última edición por el Sáb Ene 26, 2008 12:07 am, editado 1 vez
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
CORA PEARL
Cora Pearl (1835 - 8 de julio de 1886) fue una famoso courtesana del siglo 19 francés demimonde, nacida Emma Elizabeth Crouch.
Su lugar y fecha de nacimiento están en disputa, ya que se cree que han forjado su certificado de nacimiento, dando a la fecha como 23 de Febrero 1842, y el lugar como Caroline Place, Oriente Stonehouse, Plymouth, aunque es más probable que ella nació en Londres, en 1835, y la familia se trasladó a Plymouth sobre 1837.
Cora Pearl (1835 - 8 de julio de 1886) fue una famoso courtesana del siglo 19 francés demimonde, nacida Emma Elizabeth Crouch.
Su lugar y fecha de nacimiento están en disputa, ya que se cree que han forjado su certificado de nacimiento, dando a la fecha como 23 de Febrero 1842, y el lugar como Caroline Place, Oriente Stonehouse, Plymouth, aunque es más probable que ella nació en Londres, en 1835, y la familia se trasladó a Plymouth sobre 1837.
Última edición por el Jue Feb 04, 2010 11:28 pm, editado 1 vez
andromeda- Administrador
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Re: Coquettes de París
Yo creo que Andromeda descubrió hoy que ella fue coquette en una vida anterior! Estas sobrada, chata, eres otro volcán!
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
yo me siento más identificada con Cleo de merode.
pertenecía a la nobleza y era la amante de un Rey ( entre otros).
pertenecía a la nobleza y era la amante de un Rey ( entre otros).
claudia- Invitado
Re: Coquettes de París
Bueno, pues nos repartimos a las coquettes, según nuestras preferencias...
Helena- Non
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Re: Coquettes de París
Cora Pearl
Cora Pearl ( 1835-1886) poseía el don de la puesta en escena como buena maestra en seducción que era: una vez, en el Café de París, se presentó vestida sólo con un collar de perlas de ocho vueltas tras salir de un pastel en forma de ostra como una Venus. Además, hacía beber a sus admiradores el champán en el que se había bañado previamente.
Eliza Emma Crouch, nacida en Plymouth (Gran Bretaña), tuvo el buen tino de cambiar su nombre por el mucho más evocador de Cora Pearl. Aunque, según sus detractores, era gritona y quizá demasiado vulgar en sus expresiones, fue capaz de convertir sus deficiencias en extravagancias apoyándose en su magnífico cuerpo y su brillante y larga cabellera pelirroja. El dinero de su padre hizo posible que recibiera educación en Francia.
Cora empezó su carrera cuando un desconocido la violó. Muy joven e inconsciente, aceptó alegremente tomar una copa con él;
perdió la conciencia y se despertó doce horas después tendida junto al violador en una cama. Cuando se desperezó, el hombre le dio cinco libras. Este hecho hizo que Cora odiara y despreciara a los hombres y se jurara aprovecharse de ellos todo lo que pudiera.
Su carrera de actriz despegó cuando un empresario la contrató para cantar y bailar en un café en el West End. Se llamaba Bill y fue la primera víctima de Cora, que tenía por aquel entonces 16 años. Bill tenía 35 y le propuso que le acompañara a París. Cuando un mes después él tuvo que volver, Cora rechazó acompañarle.
Saquear a los pobres
A partir de ese momento comenzó su trayectoria rapaz con hombres que tenían poco dinero y a los que abandonaba después de haberles exprimido, pero su suerte cambió cuando al conocer a una persona del círculo de Napoleón III. Fue su entrada triunfal en los grandes ambientes.
En el currículum de Cora hubo muchos hombres arruinados. El caso más dramático fue el de Alexander Duval, hijo del famoso empresario que había amasado una gran fortuna fundando los restaurantes que llevaban su nombre. Al morir dejó a Alexander diez millones de francos. Alexander los invirtió en Cora. Previamente le había dicho: "
Ordéname morir y moriré"
, pero ella repuso: "
Prefiero que vivas y abones mis deudas"
. Además de pagar sus facturas también le entregó cien mil libras, creyendo que esta suma la iba a hacer feliz durante mucho tiempo, pero la misma noche que las recibió Cora se gastó seis mil en un banquete. Formaba parte de su estrategia de "
alimentar al animal para vaciarle los bolsillos"
.
Alexander le regaló un precioso collar de diamantes, gruesos como un garbanzo, que le costó setecientos mil francos y un libro de ciento veinte páginas bellamente encuadernado que ella recibió con desprecio, hasta que le hicieron notar que cada página era un billete de mil francos. Le recibía de cuando en cuando en su lecho, donde fingía un placer que no sentía, como confesó años más tarde en sus memorias oficiales, aunque en la segunda versión, mucho más jugosa, se mostraba más ardiente y sexual. Finalmente, cuando Alexander lo perdió todo, dejó de recibirle y le sustituyó por Achille Murat, hijo del general Joachim Murat, al que Napoleón I había hecho príncipe. El escándalo que suscitó el suicidio de Alexander la obligó a mudarse de París.
Gajes galantes
A los 28 años Cora protagonizó un duelo a latigazos con otra cortesana, Marta de Vere, en el Bois de Boulogne, para discutir quién se iba a quedar con un príncipe serbio. Durante varias semanas no pudieron mostrarse en público a causa de las heridas. Para acabar de estropearlo, el príncipe, que ni era príncipe ni tenía dinero alguno, se fugó con las joyas de ambas.
Las grandes seductoras no serían tales si no hubieran ideado todo tipo de extravagancias y se hubieran hecho propaganda con ellas. Con 30 años, Cora solía lucir una gruesa cadena de oro con doce medallones, cada uno de ellos con las armas de las más nobles y antiguas familias de Francia. En una ocasión tiñó de azul a su perro para que hiciera juego con su vestido y en otra comunicó a sus invitados que les iba a servir carne para comer, pero que ninguno de ellos se atreviera a cortarla. Una hora después, cuatro hombres aparecieron portando una honda fuente de plata. Cuando la descubrieron apareció Cora tendida, desnuda excepto por una o dos ramitas de perejil. Tenía cierta tendencia a usar fuentes para servirse a sí misma, era una de sus formas de expresar su total dominio sobre la situación y los hombres. El escultor Gallois la esculpió en mármol y se consideró su estatua como la rival de la Venus de Milo.
Su fortuna llegó a ser fabulosa, y entre sus amantes se contó el príncipe Napoleón;
además, tuvo sus propios apartamentos en el Palais Royal.
En la capital francesa fue amante del duque de Morny, hermanastro de Napoleón III y ministro del Interior, y del príncipe Jerónimo Bonaparte, que la instaló en un magnífico castillo;
como pago recibió una frase que se hizo célebre: "
Nada de dinero, nada de amor"
.
Los presentes con que la obsequiaban no eran menos fabulosos. El príncipe Napoleón le regaló un coche lleno de violetas salvajes, compradas fuera de estación a un precio exorbitante, pero a Cora le parecieron poco y a punto estuvo de pisoterlas. Como una broma privada entre los dos, cuando ella averiguó el valor del regalo, en los banquetes que Cora organizaba en su casa, para al menos quince caballeros, la carne se servía en un lecho de violetas. Otro hombre le regaló una estatua de plata de un caballo llena de oro y piedras preciosas.
Al igual que Carolina Otero, que más tarde aparecerá en estas páginas, Cora también tenía el vicio de jugar.
Durante la guerra francoprusiana de 1870, Cora abrió su casa para albergar a los heridos que llegaban del frente y ella misma les atendió sin descanso. Cuando terminó la guerra esperó en vano algún tipo de reconocimiento por parte del gobierno, pero su turbio pasado lo impidió.
El mundo de esplendor que Cora había conocido desapareció y en lugar de la brillante sociedad del Segundo Imperio y sus fabulosas fortunas, quedó una burguesía con muy poco glamour y muy avara. Sobrevivió vendiendo sus cuadros, muebles y joyas y lentamente se arruinó.
La venta de la memoria
En 1884 escribió sus memorias para ganar cien luises que le habían prometido por ellas. Se cuenta que envió fragmentos a sus ex amantes para pedirles dinero a cambio de censurar los párrafos más escabrosos. El resultado fue bastante insípido, pero muchos años después salieron a la luz otras memorias, de las que se había hecho una edición reducida en las que revelaba con todo lujo de detalles las costumbres amatorias de los caballeros con los que había tenido relaciones. No hay forma de saber si son auténticas o no, pero lo cierto es que los lances que se relatan se ajustan a lo que se contaba sobre estos hombres.
En el invierno de 1886 murió de cáncer en medio de la miseria. Cuando su cuerpo iba a ser llevado a la fosa común, un caballero de aspecto aristocrático preguntó cuánto costaría el mejor entierro. Entregó la suma que le pidieron sin vacilar y Cora tuvo un funeral fastuoso. Emile Zola la inmortalizó en Naná como Lucy Stewart.
Cora Pearl ( 1835-1886) poseía el don de la puesta en escena como buena maestra en seducción que era: una vez, en el Café de París, se presentó vestida sólo con un collar de perlas de ocho vueltas tras salir de un pastel en forma de ostra como una Venus. Además, hacía beber a sus admiradores el champán en el que se había bañado previamente.
Eliza Emma Crouch, nacida en Plymouth (Gran Bretaña), tuvo el buen tino de cambiar su nombre por el mucho más evocador de Cora Pearl. Aunque, según sus detractores, era gritona y quizá demasiado vulgar en sus expresiones, fue capaz de convertir sus deficiencias en extravagancias apoyándose en su magnífico cuerpo y su brillante y larga cabellera pelirroja. El dinero de su padre hizo posible que recibiera educación en Francia.
Cora empezó su carrera cuando un desconocido la violó. Muy joven e inconsciente, aceptó alegremente tomar una copa con él;
perdió la conciencia y se despertó doce horas después tendida junto al violador en una cama. Cuando se desperezó, el hombre le dio cinco libras. Este hecho hizo que Cora odiara y despreciara a los hombres y se jurara aprovecharse de ellos todo lo que pudiera.
Su carrera de actriz despegó cuando un empresario la contrató para cantar y bailar en un café en el West End. Se llamaba Bill y fue la primera víctima de Cora, que tenía por aquel entonces 16 años. Bill tenía 35 y le propuso que le acompañara a París. Cuando un mes después él tuvo que volver, Cora rechazó acompañarle.
Saquear a los pobres
A partir de ese momento comenzó su trayectoria rapaz con hombres que tenían poco dinero y a los que abandonaba después de haberles exprimido, pero su suerte cambió cuando al conocer a una persona del círculo de Napoleón III. Fue su entrada triunfal en los grandes ambientes.
En el currículum de Cora hubo muchos hombres arruinados. El caso más dramático fue el de Alexander Duval, hijo del famoso empresario que había amasado una gran fortuna fundando los restaurantes que llevaban su nombre. Al morir dejó a Alexander diez millones de francos. Alexander los invirtió en Cora. Previamente le había dicho: "
Ordéname morir y moriré"
, pero ella repuso: "
Prefiero que vivas y abones mis deudas"
. Además de pagar sus facturas también le entregó cien mil libras, creyendo que esta suma la iba a hacer feliz durante mucho tiempo, pero la misma noche que las recibió Cora se gastó seis mil en un banquete. Formaba parte de su estrategia de "
alimentar al animal para vaciarle los bolsillos"
.
Alexander le regaló un precioso collar de diamantes, gruesos como un garbanzo, que le costó setecientos mil francos y un libro de ciento veinte páginas bellamente encuadernado que ella recibió con desprecio, hasta que le hicieron notar que cada página era un billete de mil francos. Le recibía de cuando en cuando en su lecho, donde fingía un placer que no sentía, como confesó años más tarde en sus memorias oficiales, aunque en la segunda versión, mucho más jugosa, se mostraba más ardiente y sexual. Finalmente, cuando Alexander lo perdió todo, dejó de recibirle y le sustituyó por Achille Murat, hijo del general Joachim Murat, al que Napoleón I había hecho príncipe. El escándalo que suscitó el suicidio de Alexander la obligó a mudarse de París.
Gajes galantes
A los 28 años Cora protagonizó un duelo a latigazos con otra cortesana, Marta de Vere, en el Bois de Boulogne, para discutir quién se iba a quedar con un príncipe serbio. Durante varias semanas no pudieron mostrarse en público a causa de las heridas. Para acabar de estropearlo, el príncipe, que ni era príncipe ni tenía dinero alguno, se fugó con las joyas de ambas.
Las grandes seductoras no serían tales si no hubieran ideado todo tipo de extravagancias y se hubieran hecho propaganda con ellas. Con 30 años, Cora solía lucir una gruesa cadena de oro con doce medallones, cada uno de ellos con las armas de las más nobles y antiguas familias de Francia. En una ocasión tiñó de azul a su perro para que hiciera juego con su vestido y en otra comunicó a sus invitados que les iba a servir carne para comer, pero que ninguno de ellos se atreviera a cortarla. Una hora después, cuatro hombres aparecieron portando una honda fuente de plata. Cuando la descubrieron apareció Cora tendida, desnuda excepto por una o dos ramitas de perejil. Tenía cierta tendencia a usar fuentes para servirse a sí misma, era una de sus formas de expresar su total dominio sobre la situación y los hombres. El escultor Gallois la esculpió en mármol y se consideró su estatua como la rival de la Venus de Milo.
Su fortuna llegó a ser fabulosa, y entre sus amantes se contó el príncipe Napoleón;
además, tuvo sus propios apartamentos en el Palais Royal.
En la capital francesa fue amante del duque de Morny, hermanastro de Napoleón III y ministro del Interior, y del príncipe Jerónimo Bonaparte, que la instaló en un magnífico castillo;
como pago recibió una frase que se hizo célebre: "
Nada de dinero, nada de amor"
.
Los presentes con que la obsequiaban no eran menos fabulosos. El príncipe Napoleón le regaló un coche lleno de violetas salvajes, compradas fuera de estación a un precio exorbitante, pero a Cora le parecieron poco y a punto estuvo de pisoterlas. Como una broma privada entre los dos, cuando ella averiguó el valor del regalo, en los banquetes que Cora organizaba en su casa, para al menos quince caballeros, la carne se servía en un lecho de violetas. Otro hombre le regaló una estatua de plata de un caballo llena de oro y piedras preciosas.
Al igual que Carolina Otero, que más tarde aparecerá en estas páginas, Cora también tenía el vicio de jugar.
Durante la guerra francoprusiana de 1870, Cora abrió su casa para albergar a los heridos que llegaban del frente y ella misma les atendió sin descanso. Cuando terminó la guerra esperó en vano algún tipo de reconocimiento por parte del gobierno, pero su turbio pasado lo impidió.
El mundo de esplendor que Cora había conocido desapareció y en lugar de la brillante sociedad del Segundo Imperio y sus fabulosas fortunas, quedó una burguesía con muy poco glamour y muy avara. Sobrevivió vendiendo sus cuadros, muebles y joyas y lentamente se arruinó.
La venta de la memoria
En 1884 escribió sus memorias para ganar cien luises que le habían prometido por ellas. Se cuenta que envió fragmentos a sus ex amantes para pedirles dinero a cambio de censurar los párrafos más escabrosos. El resultado fue bastante insípido, pero muchos años después salieron a la luz otras memorias, de las que se había hecho una edición reducida en las que revelaba con todo lujo de detalles las costumbres amatorias de los caballeros con los que había tenido relaciones. No hay forma de saber si son auténticas o no, pero lo cierto es que los lances que se relatan se ajustan a lo que se contaba sobre estos hombres.
En el invierno de 1886 murió de cáncer en medio de la miseria. Cuando su cuerpo iba a ser llevado a la fosa común, un caballero de aspecto aristocrático preguntó cuánto costaría el mejor entierro. Entregó la suma que le pidieron sin vacilar y Cora tuvo un funeral fastuoso. Emile Zola la inmortalizó en Naná como Lucy Stewart.
Última edición por el Jue Feb 04, 2010 11:30 pm, editado 1 vez
andromeda- Administrador
- Mensajes : 12291
Fecha de inscripción : 18/10/2007
Re: Coquettes de París
jajajaja Helena. La verdad es que me lei el libro de La Bella otero hace un tiempo. Voy a ver si lo encuentro y escaneo algunas fotos.
andromeda- Administrador
- Mensajes : 12291
Fecha de inscripción : 18/10/2007
Re: Coquettes de París
Hola a todos!!!
Para mi, "
coqueta"
significaba otra cosa mas inocente :badgrin: :badgrin:
Pero que interesante este foro!!!
Yo las desconocia.
¿Isadora Duncan es "
coquette"
?
Mañana las leo con màs tiempo
Cariños :smt039
Paddy
Para mi, "
coqueta"
significaba otra cosa mas inocente :badgrin: :badgrin:
Pero que interesante este foro!!!
Yo las desconocia.
¿Isadora Duncan es "
coquette"
?
Mañana las leo con màs tiempo
Cariños :smt039
Paddy
Paddy- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 232
Fecha de inscripción : 02/08/2007
Re: Coquettes de París
MAS BIEN AMIGA pADDY FELICITESE DE NO CONOCER ESTAS dAMAS QUE FUERON UN ANTRO DE PERDICION PARA TERCEROS. :badgrin:
MATTA HARI
MATTA HARI
druxa- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
¡Ay, Druxa, por el amor de Dios!
Paddy, el término coquette en realidad es inocente. Significa lo mismo que coqueta en español: una mujer que coquetea. Pero como éstas eran maestras en el arte de coquetear, usaron el vocablo para denominarlas.
Bueno, hetairas, geishas y coquettes han existido siempre y no dejarán de existir. Los seres humanos somos espíritu y materia, no sólo espíritu que no estamos en el cielo. Tenemos pasiones, ansias y deseos todos. Yo prefiero mil veces el encanto de éstas coquettes, ojalá hubieran continuado, je, je... antes que la semi pornografía barata que nos inunda hasta en los anuncios publicitarios. Estas mujeres no hicieron daños mayores que otras personas han causado en el mundo. Y era un mundo picante, pero sin tanta vulgaridad.
Paddy, el término coquette en realidad es inocente. Significa lo mismo que coqueta en español: una mujer que coquetea. Pero como éstas eran maestras en el arte de coquetear, usaron el vocablo para denominarlas.
Bueno, hetairas, geishas y coquettes han existido siempre y no dejarán de existir. Los seres humanos somos espíritu y materia, no sólo espíritu que no estamos en el cielo. Tenemos pasiones, ansias y deseos todos. Yo prefiero mil veces el encanto de éstas coquettes, ojalá hubieran continuado, je, je... antes que la semi pornografía barata que nos inunda hasta en los anuncios publicitarios. Estas mujeres no hicieron daños mayores que otras personas han causado en el mundo. Y era un mundo picante, pero sin tanta vulgaridad.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Coquettes de París
Así paseaban las cortesanas por el Bois de Boulougne.
Me hace gracia porque entre mis amigos franceses, según sean sus tendencias, unos aseguran que este mundo nunca existió y otros afirman rotundamente que sí y qué fue maravilloso. Ahora, bien documentado sí que está.
Como los fotógrafos parisinos de la época, nada!
Me hace gracia porque entre mis amigos franceses, según sean sus tendencias, unos aseguran que este mundo nunca existió y otros afirman rotundamente que sí y qué fue maravilloso. Ahora, bien documentado sí que está.
Como los fotógrafos parisinos de la época, nada!
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Coquettes de París
Yvette Guilbert ( Enero 20, 1865, París – Febrero 4, 1944,) fue una actriz y cantante del music hall francés.
Nació en el seno de una familia pobre con el nombre del Emma Laure Esther Guilbert. Comenzó a cantar siendo una niña, pero a la los 16 años trabaja como modelo para los almacenes Primtemps de París. Fue descubierta por un periodista y tomó clases de canto y actuación por su cuenta. Debutó en el teatro Variedades en 1888 y de allí paso a cantar en el popular club El dorado, en ese entonces en el Jardín de París, antes de dar el salto grande al Moulin Rouge, en 1890.
En sus actuaciones solía vestirse con trajes de un brillante color amarillo, que complementaba con largos guantes negros, gesticulando dramáticamente con sus brazos mientras cantaba. Fue una innovadora que interpretó canciones con letras de tragedia y amor, provenientes de las clases bajas del París del que ella provenía. El público la adoraba por sus letras audaces.
Se hizo famosa en Francia, Inglaterra y en los Estados Unidos a principios del siglo XX.
Fue pintada en varias ocasiones por su gran amigo Henri de Toulose-Lautrec, quien contribuyó a inmortalizarla con sus retratos y caricaturas.
Yvette actuó en el cine mudo e inclusive llego a alcanzar el sonoro. Actuó ante el rey Eduardo VII de Inglaterra en la mansión de éste en la Riviera Francesa. Todos los aristócratas se morían por tenerla actuando en sus fiestas. También actuó en el Carniege Hall de New York en 1895.
En años posteriores comenzó a escribir sobre la Belle Epoque y en 1902 dos novelas suyas fueron publicadas. También dirigió un colegio para señoritas en París y New York.
Se convirtió en una respetada autoridad en el folklore medieval francés y en el 9 de julio de 1932 fue condecorada con la Legión de Honor como embajadora de la canción francesa
Yvette Guilbert murió en el Hôtel Nègre Coste, cours Mirabeau, Aix-en-Provence, en 1944, a la edad 79. Fue enterrada en París en el Cementerio de Père Lachaise.
He aquí una mujer inteligente que terminó muy bien y una de las primeras grandes divas de la canción popular a nivel internacional, como fenómeno de masas. Toda una precursora, sin duda.
Nació en el seno de una familia pobre con el nombre del Emma Laure Esther Guilbert. Comenzó a cantar siendo una niña, pero a la los 16 años trabaja como modelo para los almacenes Primtemps de París. Fue descubierta por un periodista y tomó clases de canto y actuación por su cuenta. Debutó en el teatro Variedades en 1888 y de allí paso a cantar en el popular club El dorado, en ese entonces en el Jardín de París, antes de dar el salto grande al Moulin Rouge, en 1890.
En sus actuaciones solía vestirse con trajes de un brillante color amarillo, que complementaba con largos guantes negros, gesticulando dramáticamente con sus brazos mientras cantaba. Fue una innovadora que interpretó canciones con letras de tragedia y amor, provenientes de las clases bajas del París del que ella provenía. El público la adoraba por sus letras audaces.
Se hizo famosa en Francia, Inglaterra y en los Estados Unidos a principios del siglo XX.
Fue pintada en varias ocasiones por su gran amigo Henri de Toulose-Lautrec, quien contribuyó a inmortalizarla con sus retratos y caricaturas.
Yvette actuó en el cine mudo e inclusive llego a alcanzar el sonoro. Actuó ante el rey Eduardo VII de Inglaterra en la mansión de éste en la Riviera Francesa. Todos los aristócratas se morían por tenerla actuando en sus fiestas. También actuó en el Carniege Hall de New York en 1895.
En años posteriores comenzó a escribir sobre la Belle Epoque y en 1902 dos novelas suyas fueron publicadas. También dirigió un colegio para señoritas en París y New York.
Se convirtió en una respetada autoridad en el folklore medieval francés y en el 9 de julio de 1932 fue condecorada con la Legión de Honor como embajadora de la canción francesa
Yvette Guilbert murió en el Hôtel Nègre Coste, cours Mirabeau, Aix-en-Provence, en 1944, a la edad 79. Fue enterrada en París en el Cementerio de Père Lachaise.
He aquí una mujer inteligente que terminó muy bien y una de las primeras grandes divas de la canción popular a nivel internacional, como fenómeno de masas. Toda una precursora, sin duda.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
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Re: Coquettes de París
Una noche de marzo de 1890, en un burdel de París, después de haber pintado el cartel para una bailarina a la que amaba sin ser correspondido, Henri de Toulouse-Lautrec, pintor y hombre infeliz, tuvo un sueño. Soñó que estaba en los campos de su Albi, y que era verano. Se hallaba bajo un cerezo cargado de cerezas y hubiera querido coger algunas, pero sus piernas cortas y deformes no le permitían llegar hasta la primera rama cargada de fruta. Entonces se puso de puntillas y, como si fuera la cosa más natural del mundo, sus piernas comenzaron a alargarse hasta que alcanzaron una longitud normal. Una vez hubo cogido las cerezas, sus piernas comenzaron de nuevo a encogerse y Henri de Toulouse-Lautrec volvió a encontrarse a su altura de enanito.
Vaya, exclamó, así que puedo crecer a voluntad. Y se sintió feliz. Empezó a atravesar un campo de trigo. Las espigas lo superaban y su cabeza abría un surco entre las mieses. Le parecía que estaba en una extraña selva por la que avanzaba a ciegas. Al final del campo había un arroyo. Henri de Toulouse-Lautrec se reflejó en él y vio un enano feo con las piernas deformes vestido con pantalones de cuadros y un sombrero en la cabeza. Entonces se puso de puntillas y sus piernas se alargaron grácilmente, se convirtió en un hombre normal y el agua le devolvió la imagen de un joven apuesto y elegante. Henri de Toulouse-Lautrec se encogió de nuevo, se desnudó y se sumergió en el arroyo para refrescarse. Cuando hubo acabado el baño, se secó al sol, se vistió y se puso de nuevo en camino.
Estaba cayendo la tarde, y al fondo de la llanura vio una corona de luces. Se dirigió hacia allí caracoleando sobre sus cortas piernecitas y, al llegar, se dio cuenta de que estaba en París. Era el edificio del Moulin Rouge, con sus aspas de molino iluminadas girando en el techo. Una gran multitud se agolpaba a la entrada, y junto a la taquilla un enorme cartel de colores chillones anunciaba el espectáculo de la velada, un cancán.
El cartel reproducía una bailarina que danzaba sobre el escenario sujetándose la falda levantada, justo delante de las candilejas de gas. Henri de Toulouse-Lautrec se sintió satisfecho, porque aquel cartel lo había dibujado él. Después evitó mezclarse con la multitud y accedió por la entrada trasera, recorrió un pequeño corredor mal iluminado y apareció entre bastidores. El espectáculo acababa de comenzar.
La música era estrepitosa y Jane Avril, en el escenario, bailaba como una endemoniada. Henri de Toulouse-Lautrec sintió un feroz deseo de salir a escena él también y de tomar por la mano a Jane Avril para bailar con ella. Se puso de puntillas y sus piernas se alargaron inmediatamente. Entonces se lanzó fogosamente al baile, su chistera rodó hacia un lado y él se dejó llevar por el frenesí del cancán. Jane Avril no parecía en absoluto sorprendida de que hubiera alcanzado una estatura normal, bailaba y cantaba y lo abrazaba, y era feliz. Entonces cayó el telón, el escenario desapareció y Henri de Toulouse-Lautrec se encontró con su Jane Avril en los campos de Albi.
Ahora era de nuevo mediodía y las cigarras cantaban como enloquecidas. Jane Avril, exhausta por el calor y la danza, se dejó caer bajo una encina y se levantó las faldas hasta las rodillas. Después le tendió los brazos y Henri de Toulouse-Lautrec se dejó caer en ellos con voluptuosidad. Jane Avril lo abrazó contra su seno y lo acunó como se acuna a un niño. A mí me gustabas incluso con las piernas cortas, le susurró al oído, pero ahora que tus piernas han crecido me gustas todavía más. Henri de Toulouse-Lautrec sonrió y la abrazó a su vez, y, apretando la almohada, se dio la vuelta y siguió soñando.
.
Antonio Tabucchi / Sueños de sueños.
Última edición por el Sáb Ene 26, 2008 7:52 pm, editado 1 vez
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Jane Avril (Jeanne Beaudon), ca. 1892
La llamaban "
la Folle"
por su loca manera de danzar y "
La Mélinite"
en comparción con el potente explosivo de ese nombre.
Última edición por el Sáb Ene 26, 2008 8:29 pm, editado 1 vez
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Toulouse-Lautrec, Henri de: Porträt der Jane Avril, 1897
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Jane Avril
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Re: Coquettes de París
Henri Toulouse-Lautrec: Jane_Avril_dancing_1892
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Henri de Toulouse-Lautrec;
L'Estampe originale, 1893
Lautrec depicts Jane Avril, studying a print at the Paris lithographic workshop of Edouard Ancourt.
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Henri de Toulouse-Lautrec, Jane Avril Leaving the Moulin Rouge, 1892
Bendel- Su Alteza Imperial
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Re: Coquettes de París
Henri de Toulouse-Lautrec
Jane Avril, ca. 1891–92
Última edición por el Sáb Ene 26, 2008 8:10 pm, editado 1 vez
Bendel- Su Alteza Imperial
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