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Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón

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Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Empty Re: Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón

Mensaje  letizia princesa astur Mar Ene 04, 2011 9:50 pm

FAMILIA DE ALFONSO XII

Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 IsabelII
Reina Isabel II madre de Alfonso
Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Isabel4
Isabel hermana de Alfonso
Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Isabeltrajegala
Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Isabelamazona
Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 RetratoPazporEmilioSalasPalacioReal
INFANTA PAZ HERMANA DE ALFONSO
Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 CristaybabyAlfonso
ALFONSO XIII HIJO PÓSTUMO DE ALFONSO XII


Última edición por el Mar Ene 04, 2011 9:56 pm, editado 1 vez

letizia princesa astur
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Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Empty Re: Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón

Mensaje  letizia princesa astur Mar Ene 04, 2011 9:52 pm


ALFONSO


Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 2wmpdet

letizia princesa astur
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Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Empty Re: Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón

Mensaje  andromeda Jue Ene 27, 2011 3:46 pm

Una lástima que esa historia durase tan poco.
Y vaya cambio que hizo de esposa!!!!!!!!!!!!!!!!
No podían ser más diferentes la una de la otra.
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Mensaje  letizia princesa astur Dom Abr 24, 2011 12:24 am

125 aniversario

A 125 años de la muerte de un monarca licencioso
En los últimos tiempos de vida de Alfonso XII, se diría que María Cristina de Habsburgo, su segunda esposa, fue recibiendo todos los desvíos, todos los desdenes, todas las barbaridades que el monarca protagonizaba. Alfonso XIII no la quería, y ella lo sabía, pues su verdadero amor, María de las Mercedes de Orleáns, la reina hermosa, había muerto, y María Cristina solamente era aquella esposa que las cuestiones de Estado y dinásticas le obligaron a tomar. Y sufrió horrores. El monarca, al mismo tiempo visitaba a los enfermos de cólera y pasaba las noches de cama en cama, volvía a Palacio al amanecer y se ponía a trabajar en los asuntos de Estado. Para principios de 1885, Alfonso XII ya era un desahuciado de la vida, pero siguió siendo Alfonso, lo que se demuestra en su rápida reacción ante un potente terremoto que sacudió de manera trágica las provincias de Almería, Granada y Málaga. La onda expansiva de ese fortísimo movimientos de tierras llegó a sentirse, aunque con menor intensidad, en la ciudad de Madrid.



De repente, surgió una epidemia de cólera en Valencia y Murcia que acabó propagándose rápidamente hacia Castilla, por un lado, y hacia Andalucía, por el otro. La epidemia se hizo presente en Aranjuez, una población situada en las inmediaciones de Madrid, tradicionalmente vinculada a los períodos de descanso y solaz de la familia real. Cánovas le advirtió al rey que ni se le cruzara por la mente la idea de desplazarse a Aranjuez;
estaba enterado que el estado del salud del monarca había ido empeorando poco a poco, de que frecuentemente escupía sangre en pañuelos que solía esconder rápidamente en sus bolsillos. Pese a la manifiesta prohibición de Cánovas, Alfonso XII se dirigió desde Palacio a Atocha, donde abordó un tren con rumbo a Aranjuez. La noticia de que el rey estaba en Aranjuez, desplegando una incesante actividad, llegó casi de inmediato a Madrid. Cánovas, furioso y aterrado, envió de inmediato a Francisco Silvela a que fuera a reunirse con Alfonso. Cuando Alfonso tomó el tren que le llevó de vuelta a Madrid, los madrileños, plenamente enterados del gesto que había tenido su monarca, le recibieron con delirantes muestras de aprecio.



Alfonso XII, consciente de que la muerte le rondaba, vivía en un constante frenesí de aventuras amorosas. Por Madrid corrían rumores de que “el rey está hecho polvo de tanto joder”. Su aspecto físico era deplorable: pálido, demacrado, muy delgado, lo que le daba un aspecto de ser mucho más viejo de lo que era, y con frecuentes expectoraciones. Era del dominio público que el rey había sufrido varias hemoptisis y que escupía sangre a diario, lo que le obligaba a usar pañuelos rojos de seda para disimular los incidentes. El monarca estaba viviendo, febrilmente, sus últimos meses. Los médicos le obligaron a someterse a un régimen de reposo, pasando todo el verano en La Granja de San Ildefonso. La última quincena de septiembre la pasó postrado en cama, pudiendo levantarse el primero de octubre. Al final de este mes se le trasladó a El Pardo, acompañado por Alcañices, el doctor García Tapia y algunos servidores. La decisión del traslado la había tomado Cánovas, de acuerdo con los médicos, para evitar miradas indiscretas.



Mucho tiempo más tarde, ya era de todos conocido que Alfonso XII no había muerto de tuberculosis, como se informó oficialmente, sino de una enfermedad venérea. Hacia el fin de la vida se había vuelto agitadamente promiscuo. Que su muerte se había visto apresurada por los excesos sexuales era ya un hecho ampliamente conocido, y daba lugar a muchas historias, algunas de las cuales merecen ser contadas, como la que Lady Cardigan incluye en sus memorias. En las páginas de su libro, incluye el relato del enamoramiento de Alfonso XII de la complaciente esposa de un joven oficial de ejército. Este último era molestamente posesivo, y el rey arregló para que lo mandaran a cuba, y le diera siempre las misiones más peligrosas. Milagrosamente, el oficial sobrevivió a todas, y cuando volvió a España un compañero de armas le informó el verdadero motivo por el que lo habían tenido tanto tiempo alejado de Madrid. De este modo, el hombre esperó en su casa, armado y ardiendo de furor vengativo, a que el rey, acompañado por un conocido aristócrata, hiciera una visita a la dama en cuestión. El leal compañero del rey desenvainó rápidamente la espada, mató al marido celoso y el cuerpo fue hecho desaparecer.



Cuando Lady Cardigan reprochó a aquel aristócrata la moral de su gesto, la respuesta de aquel fue: “Fue la manera más rápida de hacer desaparecer a un marido molesto, señora”. La autora dice al comentar la historia que, en Alfonso XII, “la combinación de sensualidad borbónica, inquietud tuberculosa e indiferencia conyugal lo llevaban a buscar distracciones fuera del palacio”. La copiosa actividad extra matrimonial, en realidad, nunca había sido monopolio de los miembros varones de la Casa de Borbón. Casado obligatoriamente con María Cristina de Austria, y totalmente enlutado por la falta de su amada Mercedes, asumió sus deberes con pesarosa languidez y nunca pretendió estar enamorado de su segunda y fiel esposa. Se volvió cínico, desilusionado y cada vez más infiel. La cantidad de sus amoríos e historias desafiaban cualquier enumeración. María Cristina, por su parte, tuvo la desgracia de enamorarse profundamente de su marido, que, sabía, nunca iba a corresponder a su amor.



Los que tenían acceso a la persona del rey y contemplaban su aspecto deplorable, no lo dudaban. “Mi hermano había decaído notablemente”, escribe la infanta Eulalia, “y los rastros que el mal iba dejando se notaban cada día con intensidad mayor y más aguda alarma por parte de todos. Para evitar el clima desigual y los vientos fríos de Madrid, los médicos le aconsejaron trasladarse al Palacio del Pardo, en donde se instaló provisionalmente, dejando a María Cristina y a sus hijas en Madrid. Nadie temía aquel verano un fin próximo del rey (…). La última vez que lo visité lo encontré muy delgado, con los ojos hundidos que le daban un aspecto cadavérico. Hablaba poco, pues le comenzaba a faltar la respiración y la fiebre iba aumentando”.



Mientras intentaba superar el miedo al salto que estaban a punto de dar impulsados por la inevitable muerte de Alfonso, Cánovas sometía a una firme disciplina a los miembros de la familia real. Alfonso estaba en El Pardo, recluido, pero los demás tenían que aparecer ante el pueblo, cumpliendo los compromisos de rigor, sin que nadie se percatase de lo que estuviera pasando. La infanta Isabel tuvo que acudir, muy a su pesar, al Real Conservatorio de Música, para participar en la entrega de medallas y diplomas a los más aventajados alumnos de la temporada anterior. En otra ocasión, la ex reina Isabel II tuvo que presentarse a una representación de gala en el Teatro Real. El jefe del Gobierno no admitía faltas de disciplina. Mientras iban y venían representando sus papeles, ni la reina, ni la reina madre, ni la infanta Isabel, ni la infanta Eulalia, el monarca era vigilado de cerca por los doctores García Camisón y Alonso Rubio quienes se encargaron de transmitir secretamente sus informaciones sobre el estado de salud del rey al ministro Cánovas. El ministro, en su deseo de que no trascendiera la gravedad del monarca, para no alentar movimientos revolucionarios, se opuso a que María Cristina se trasladara a El Pardo para estar al lado de su esposo. No obstante, la reina acudía todas las tardes a cuidarle y, al anochecer, regresaba a Madrid.



El 23 de noviembre, cuarenta y ocho horas antes de morirse, Alfonso reclama a su tía Luisa Fernanda, quien quedó impactadísima, psicológicamente, por el estado en que se hallaba Alfonso, su sobrino que había sido también su yerno efímeramente. Es probable que en esa charla, Alfonso se haya limitado a evocar con Doña Luisa los tiempos, tan lejanos, en que él cortejaba a Mercedes, pero también es probable que Alfonso XII le pidiese su cooperación. Él había cumplido, arreglando el matrimonio de su díscola hermana Eulalia con Antonio, el único hijo varón de Luisa Fernanda, con el propósito de solucionar décadas de enfrentamientos, enemistad, desconfianza y riñas entre su familia y los Montpensier. Confiaba en que los duques de Montpensier lo retribuyesen apoyando lealmente a la corona durante la minoridad de su hija mayor, Mercedes, o de un hijo todavía no nacido.



En la noche del 24 de noviembre de 1885, la reina, acompañada de Isabel II, asistía a una representación de ópera en el Real, intentando dar una imagen de normalidad al país cuando, apenas se había iniciado la representación, un mensaje le anunció que el rey agonizaba. Con la misma ropa de gala se metió en un coche, que la condujo a todo galope a El Pardo. Horas antes, Alfonso XII, que se revolcaba en el lecho atacado por la disnea, le preguntó al doctor Camisón: “Estoy mal, ¿podrían darme algo que me calme la tos y me alivie la fatiga?”. El doctor le administró una inyección de morfina -que se le venía administrando una vez que la tuberculosis se hizo irreversible-, sumiéndole en un profundo sopor.



Cuando María Cristina llegó a El Pardo para contemplar a su agonizante esposo, no la dejaron pasar a la habitación del moribundo. “Su Majestad está durmiendo...”, le dijeron. A las 8.45 de la mañana del 25, se permitió que la reina entrara en la cámara, cuando ya el rey había expirado. Después, entró el resto de la familia real que, arrodillada en torno al lecho, lloró la muerte del infortunado monarca, al que sólo le faltaban tres días para cumplir los veintiocho años. Para las damas de la familia, el fallecimiento de Alfonso representó un tremendo impacto emocional. “Una mañana”, según relata Doña Eulalia, “cerca de las once, recibimos en Palacio la noticia de que se le había presentado una hemoptisis, y, cuando llegamos al Pardo, después de un recorrido angustioso, lo encontramos ya muerto. Acababa de expirar y uno de sus ayudantes le cruzaba las manos sobre el pecho. Tenía veintiocho años (…). Lo que todos temíamos había ocurrido y el rey moría sin dejar un hijo varón”. Su preocupación por el incierto porvenir de España quedó reflejada en sus últimas palabras: “¡Qué conflicto, Dios mío, qué conflicto!”.



María Cristina yacía arrodillada, con la mano del muerto entre las suyas, cuando Cánovas la obligó a levantarse para que jurase la Constitución y recibiese la dimisión de su Gobierno. La soberana nunca le perdonó aquella brusquedad, quizás por no entender que en ese gesto de continuidad institucional se encerraba la clave de la política nacional. Cincuenta años atrás, había muerto el abuelo de Alfonso XII, Don Fernando VII, quien como su nieto había dejado una viuda en el trono y dos huerfanitas. Los restos del monarca fueron amortajados con uniforme militar de gala y la capilla ardiente del monarca fue instalada el 28 de noviembre en el imponente Salón de Columnas del Palacio Real de Madrid, para recibir el póstumo homenaje de un pueblo conmocionado, que le había vitoreado meses antes con motivo de su repentina visita a Aranjuez para asistir a los enfermos de cólera. “Mientras se celebraban los largos funerales”, escribe Doña Eulalia, “entre cortinajes oscuros, banderas de duelo, cañonazos que retumbaban opacamente en mi corazón, la Corte se entregaba a toda clase de comentarios. Gentileshombres alarmados, capellanes, sumilleres, miembros del Cuarto Militar, todo el mundo palaciego que gira en torno al rey sin estar por ello al tanto de los problemas políticos, veía una catástrofe, no en la prematura muerte de Alfonso XII, sino en la ausencia de un varón a quien proclamar. La alarma llegó a su clímax cuando se supo que presidiría el duelo el duque de Montpensier con su hijo, puesto que eran los únicos hombres de la Familia Real”.



Con la muerte, el luto se instala a sus anchas en la sociedad española. El Salón de Columnas que había servido para exponer el cadáver de la Reina Mercedes, volvió a abrirse para recibir el catafalco de Alfonso XII. Miles de madrileños desfilaron en silencio o entre sollozos hasta que el 29 de noviembre tuvo lugar el traslado a El Escorial, en un cortejo militar impactante presidido por los dos varones de la familia, el duque de Montpensier y Don Antonio, tío y primo, respectivamente, del difunto. Al día siguiente el féretro fue trasladado en carroza hasta la cercana estación del Norte, desde donde un lujoso tren especial lo condujo hasta el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde sería sepultado sin la presencia de ningún miembro de la real familia. El cortejo salió de Palacio Real al son de los clarines que tocaban tristes, y acompañado por el caballo que montaba el rey. El clero, con sus capas moradas, los criados de palacio, los empleados de la Corte, mayordomos, gentileshombres y demás categorías de la alta servidumbre, y representantes extranjeros precedían, rodeaban y seguían la negra carroza que portaba el real ataúd. Al verla, una multitud impresionada se descubrían, guardó silencio o estalló en sollozos.



“Daba melancolía ver al escuadrón de guardas del rey”, decían las crónicas de aquella semana, “con sus cascos y espadas, dando la última escolta a su monarca, mientras las músicas de los regimientos tocaban la marcha real y los soldados presentaban armas al paso de la caja. Pero hubo una impresión más conmovedora: detrás del cortejo fúnebre marchaban algunos carruajes: en el primero iba la reina viuda, cubierta con un manto y esquivando las miradas en el fondo de su coche;
mientras la linda princesita, entre alegre y llorosa, miraba atentamente aquel gentío, y no explicaba, acaso, ver por un lado tanto bordado de oro en los vestidos y tantos pañuelos en los ojos;
aquello conmovía a los más duros, así como el ver después en otro coche a la madre y a las hermanas de Don Alfonso, llorosas y enlutadas (…). La reina, acompañada de sus tiernas hijas y de toda la Real familia, seguía con mirada anhelante y anegados en lágrimas los ojos la marcha del cortejo… y no se retiró a sus habitaciones hasta perder de vista el tren que llevaba el féretro al Escorial (…). La niebla hacía desaparecer el gigantesco monasterio y le envolvía de tal modo que no se le veía a veinte pasos de distancia. Las fondas estaban llenas de forasteros, y éstos, diseminados por el templo, apenas hacían bulto al lado de las anchas pilastras y bajo las bóvedas. Un túmulo sencillo y de poca altura, cubierto por un soberbio paño negro bordado de oro, y encima de él un almohadón y una corona, esperaba en el crucero el ataúd del Rey Alfonso. A la cabecera estaba el magnífico candelabro, que es uno de los objetos notables de aquella obra colosal: otros cuatro candelabros a cada lado del túmulo con otras tantas hachas, eran el único aparato destinado a la fúnebre ceremonia: todo es inútil allí, porque todo se empequeñece ante aquellas proporciones. Retumba el cañón: ha llegado el cortejo fúnebre a la estación del Escorial: las autoridades y el clero le esperan en el límite de su jurisdicción: los colegiales de San Lorenzo le acompañan con velas encendidas, y las campanas del monasterio doblan. Pasa tristemente por los jardines helados por el invierno, entre árboles desnudos;
llega a la Lonja, y se detiene en la fachada principal, donde el obispo y el prior al frente de la comunidad de agustinos, con sus hábitos negros y hachas encendidas, esperan el cortejo (…).



"
El obispo de Madrid oficia, y terminados la misa y los responsos, conducen el cadáver al panteón donde aguardan a su nieto bajo el altar mayor Carlos V, Felipe II, III y IV, Carlos II, Luis I, Carlos III y IV, Fernando VII y las reinas;
y el público, detenido por los guardias, ve desaparecer tras la puerta del panteón la caja amarilla que encierra al Rey Alfonso XII, el niño que diez años antes penetraba en el Palacio Real con el rostro imberbe y el semblante risueño, lleno de esperanzas e ilusiones. No le conducen a su tumba todavía: tiene antes que permanecer en el pudridero algunos años: allí le harán compañía los infantes Don Sebastián y Don Fernando, el conde de Girgente su cuñado, su abuela Doña María Cristina y su hermana Doña Pilar”.



¿Quién será el sucesor? ¿La niña rubia y enlutada que miraba con asombro el gentío que presenciaba el entierro de su padre? ¿Un rey que no ha nacido todavía y que reinará en el siglo XX? Nadie lo sabía todavía.



DARÍO SILVA D'ANDREA

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Mensaje  Filippos Jue Mayo 12, 2011 12:49 am

En este hilo que corresponde a quien ostento de avatar, doy mi saludo y homenaje a Da. Juana I, a quien debo mi título y honores.

Majestad, tiempo ha que no la veíamos por aquí.

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Mensaje  Juana_I Sáb Mayo 14, 2011 11:10 am

Filippos, su Excelencia siempre tan fiel a esta Dinastía Trastámara-Habsburgo que represento, se le saluda con todo el amor del mundo, así como a mi querida Helena, a la que he echado de menos, Pimpinela, y resto de la concurrencia.

La verdad es que no puedo menos que emocionarme leyendo el relato de los últimos meses de Alfonso XII, un Rey ante al que se habían depositado todas las esperanzas y todas las cumplió.
Quizá por su corto reinado, su talante conciliador, el haber conseguido las metas propuestas por Cánovas, su belleza y juventud y su desgraciada historia de amor, le hayan hecho uno de los Reyes más populares de nuestro país.

¿Qué hubiera sido de España si hubiese vivido más tiempo?
¿Habría llegado la República? ¡Quien tuviera esa respuesta!

Este año, que no hemos tenido Semana Santa en Sevilla, le he vuelto a recordar la mañana del Viernes Santo, cuando se fue al popular Barrio de la Macarena y se fundió entre el gentío ante el paso de la Virgen dándole Vivas y gritándole guapa como un sevillano más.

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Mensaje  Helena Sáb Jun 04, 2011 6:48 pm

Doña Juana, no había visto su mensaje. Yo también la he echado mucho de menos y la dejé una invitación para el 21 de octubre del presente año. Está en el Grand Café.

Para Filippos y Juanb:

Altezas, he estado leyendo sobre el romance de Alfonso XII con aquella hermosísima montevideana, Mercedes de Basáñez, que fuera esposa de Adolfo Basáñez de la Fuente, primer secretario de la embajada de Uruguay en Madrid en 1884.

Como sabéis, fruto de aquellos amores nació una preciosa niña, como su madre, que cuarenta años después regresaría a España convertida en la esposa del embajador de Chile, Emilio Rodríguez Mendoza.

Dicen que Alfonso XIII trataba a Mercedes Basánez de Mendoza, con verdadero cariño de hermano.
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Mensaje  Filippos Sáb Jun 04, 2011 9:58 pm

Archiduquesa, mire por dónde, la realeza nos ha emparentado y globalizado antes de la cibernética Laughing

Voy a leer sobre Mercedes de Basáñez (ese apellido es bien conocido en Montevideo), como siempre usted me despierta las ganas de estudiar!

Saludos para todos...

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Mensaje  glorisabel Dom Jun 05, 2011 2:24 pm

Helena y Filippos - no conozco esta historia. Cuenten, cuenten, please . . .

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Mensaje  Reina Beatrix Lun Jun 06, 2011 12:39 am

Sumamente interesante lo que cuentan sobre Mercedes Basañez. Buscando leer sobre ella encontré un libro que no sabía que existía, Bastardos y Borbones, los hijos desconocidos de la dinastía.
Ha sido publicado en el año 2011 y su autor es José María Zavala.
Alguien lo ha leído y conoce al autor, es un escritor serio?
Para saber si vale la pena comprarlo. Gracias

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Mensaje  Helena Lun Jun 06, 2011 10:06 am

Reina Beatrix, el libro fue publicado por Plaza &
Janés. Zavala es un historiador serio y muy documentado. Como habla varios idiomas no sólo investiga en archivos nacionales. Tiene muchos contactos en el extranjero, además posee parte de los archivos que le legó un historiador muy famoso y muy amigo suyo que ya murió.

Lo que sucede con Zavala es que no se calla nada sobre los Borbones, y los cortesanos y los juancarlistas lo tildan de historiador sensacionalista con tal de no darle la razón. Ya sabes como son los que viven haciéndole la pelota a la familia real. También lo acusan de que "
vende libros sobre los Borbones"
... Grave delito en España... En Inglaterra se venden libros sobre los Windsor, aun en Austria sobre los Habsburgo, en fin, mejor no hacer comentarios.

En "
Bastardos y Borbones"
solo hay una cosa en la que discrepo con Zavala: sobre un supuesto hijo del fallecido Príncipe de Asturias con su legítima mujer, la cubana Edelmira Sampedro. A mi juicio, y por lo que sé personalmente de la historia por ambas partes, todo indica que es falso.

Gloria, luego vengo y te cuento lo que sé de la historia con los Basáñez.


Última edición por el Mar Jun 07, 2011 4:28 pm, editado 1 vez
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Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón - Página 3 Empty Re: Alfonso XII y María de las Mercedes de Orléans y Borbón

Mensaje  Reina Beatrix Lun Jun 06, 2011 1:27 pm

Muchas gracias Helena por tu respuesta. Trataré de conseguirlo, creo que en Buenos Aires está y luego les cuento.

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Mensaje  FERRAGUT VERA LAURA Lun Jun 06, 2011 5:38 pm

Alguien lo ha leído y conoce al autor, es un escritor serio?

Reina Beatrix, sólo puedo opinar, en función el único libro que he leído de Zavala: "
El Borbón de Cristal"
, le puedo asegurar que después de este libro Zavala esta en mi lista de autores. ¿Qué quiere decir esto?, que cuando un autor me gusta acabo leyendo casi todo lo que escribe. Serio y riguroso, como bien dice Helena. En este libro especialmente, sorprende lo que es capaz de hacer para investigar a fondo tanto la enfermedad del que fuera Príncipe de Asturias así como muchos de los detalles del final de la vida de este último.

Aun así lo que más me ha gustado de Zavala, y no me cansaría de repetirlo, es el cariño con el que trata al protagonista de su novela, aun a pesar de que no se calle nada. Sufre junto a su protagonista, siente lo que le pasa a su personaje y le duele. En algunos autores eso se nota más en otros menos. Zavala desde luego es de los primer grupo. Aunar la parte sentimental y la parte puramente documental, no creo que sea fácil. Me encanta. Se lo recomiendo.

Para más información, si va al hilo de "
hablemos de libros"
, hay alguna nota sobre este título.

Un saludo.

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Mensaje  Juanb Lun Jun 06, 2011 7:28 pm

Jajaja Filippos, pues sí, ha quedado todo en familia.

Ignoraba ya incluso la existencia de Emilio Rodríguez y como Helena también hizo que me dieran ganas de estudiar, leí que fue un prolífico escritor, periodista y diplomático chileno.

Tenía entendido que Alfonso XII sólo tuvo hijos de Cristina y Elena Sanz, ignoraba esta otra amante.

Sé que tuvo varias pero ¿de cuantas tuvo hijos?

Es curioso ya que de los descendientes de Elena Sanz también un chileno se casó con una de ellas... emparentados por todos lados.... Expliqué el vínculo en amantes reales.

En fin que los chilenitos en todos lados.... ¿les conté que la amante de Schwarzenegger está liada con un chileno ahora? Emparentado este con la royal family de USA :haha: :haha: :haha:
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