LA DUQUESA DE BORGOÑA
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glorisabel
Filippos
Juana_I
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Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
Tiffany, me alegro que vuelte Vd.
Paradojalmente, no conozco Fontainebleau, mientras fui dos veces en Torino que me gostó mucho, aunque varias personas me hayan dicho que las demás ciudades italianas son aún más extraordinarias.
Paradojalmente, no conozco Fontainebleau, mientras fui dos veces en Torino que me gostó mucho, aunque varias personas me hayan dicho que las demás ciudades italianas son aún más extraordinarias.
Thrib- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 3870
Fecha de inscripción : 31/08/2007
Localización : Francia
Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
Hola, recien paso, y que hermosos poderos leeros a todos, bonito hilo llevais Tiffany..un saludo,continue para seguir disfrutando de ésta cronica entretenida sobre esta mujer.
Anette- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 05/06/2010
Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
Gracias Anette por tu apreciación, ahora me vengo con esto...habiamos quedado en:
Continuando con ésta historia...
El protector de Adelaide de Savoia una vez llegada a suelo Francés iba a ser el mayor trabajo que procuraria Don Luis XIV he aqui un retrato del Rey...
El Soberano habia estipulado que la muchacha recibiría una visita de su prometido, Louis duque de Borgoña, cada quince días, y una conjunta de los hermanos menores de éste, los duques Philippe de Anjou y Charles de Berry, cada mes. Las entrevistas tenían lugar los sábados y su duración no solía exceder la media hora, estando presente en ellas la duquesa de Lude. Los embajadores extranjeros solían informar regularmente a sus señores de esos pequeños detalles de la vida cortesana, en especial, como es natural, el representante saboyano, el conde de Govone, que enviaba prolijas misivas a su duque Vittorio Amedeo II, padre de Adelaide. Según Govone, esa disposición del monarca que permitía a Adelaide reunirse con Louis de Borgoña media hora dos sábados al mes demostraba gran conocimiento de la naturaleza humana por parte de Louis XIV. Así, los futuros esposos íban teniendo oportunidad de tratarse paulatinamente, sin saturarse el uno del otro;
en el caso del chico, nadie puso en duda que sus encuentros con la novia que estaba hechizando la corte entera representaban un poderoso aliciente. Adelaide encontró que su cuñado Philippe de Anjou, de trece años, parecía serio, solemne e incluso prematuramente melancólico, pero Charles de Berry hacía gala de una naturaleza extraordinariamente simpática. No en vano, la mismísima Liselotte von der Pfalz le apodaba Berry Bon Coeur.
Adelaide ya asentada en la corte real francesa...
Por lo demás, Adelaide veía pasar el tiempo felizmente. En Versailles, Louis XIV le había ofrecido un pequeño pero adorable castillo dentro del recinto del parque, la Ménagerie;
tiene su gracia este detalle, porque la Ménagerie representaría un papel similar en la existencia de Adelaide al Petit Trianon en la vida de una delfina que llegaría a la historia francesa dos generaciones después, Marie Antoinette. Adelaide todavía no podía ir a París a disfrutar de la Comedia ni a conocer las célebres boutiques de los faubourgs más elegantes. Su entorno era todavía privado. Asistía a lecciones de música o de baile. En cuanto al baile, su flamente maestro estaba entusiasmado con la flexibilidad, la agilidad y la gracia de su alumna: preveía que superaría con creces a la princesa de Contí. El profesor de música determinó que era una suerte que estuviese tan dotada para la danza, puesto que tocando el clavecín nunca pasaría de ser absolutamente mediocre. La princesa, a cambio, manifestaba pasión por la representación de églogas pastoriles, muy a la moda. Pero en ese punto todavía no gozaba de demasiada libertad para montar representaciones. Más bien se trataba de un juego que compartía con sus inseparables mademoiselle de Chevreuse, mademoiselle d´Ayen y mademoiselle d´Aubigné.
Todo eso se veía cuidadosamente supervisado por la Maintenon, que cenaba cada tarde con la princesa Adelaide, habitualmente en presencia del rey Louis. La Maintenon pensaba que debía existir un fino equilibrio entre distracciones inocentes e instrucción, para preservar la cándida alegría de la jovencita sin correr el peligro de transformarla en una cabeza de chorlito. Una de las decisiones que tomó la señora fue la de llevar consigo a Adelaide en las frecuentes visitas a Saint-Cyr. Igual que a Louis XIV le gustaba que Adelaide le acompañase a Marly, la Maintenon se deleitaba mostrándole Saint-Cyr, el pensionado que ella había fundado y que ella sostenía para que recibiesen una buena educación las chicas nobles pero de familias empobrecidas por las circunstancias. Para alegría de la Maintenon, Adelaide encontró muy acogedora la atmósfera de Saint-Cyr: daba la sensación de que la futura delfina y futura reina sabría tomar el relevo de la marquesa en el papel de generosa patrocinadora de la escuela.
Tiffany escribió:Consciente de esto, Madame de Maintenon se apresuró a escoger tres jovencitas que sirviesen de compañeras de juegos a Adelaide, pues estaba claro que esa situación peculiar requería algo distinto a la habitual combinación de dueñas, damas de honor y damas de compañía. Las muchachas podían compartir, asimismo, las lecciones de Adelaide, que debería completar su formación (aunque en ese punto, eso significaba más que nada perfeccionar las gracias sociales, la interpretación de música y el baile). Despues de meditar, la Maintenon se decantó por una joven de dieciocho años, una joven de trece años y una joven de doce años. La primera, mayor y de la que se esperaba que moderase el ímpetu juvenil de sus compañeras, era Marie Françoise d´Albert de Luynes, mademoiselle de Chevreuse;
la segunda sería Lucie Félicie, mademoiselle d´Ayen, hija del prestigioso mariscal de Noailles y la tercera -oh casualidad...- una sobrina carnal de Madame de Maintenon, Françoise Charlotte Adélaïde, mademoiselle d´Aubigné.
Continuando con ésta historia...
El protector de Adelaide de Savoia una vez llegada a suelo Francés iba a ser el mayor trabajo que procuraria Don Luis XIV he aqui un retrato del Rey...
El Soberano habia estipulado que la muchacha recibiría una visita de su prometido, Louis duque de Borgoña, cada quince días, y una conjunta de los hermanos menores de éste, los duques Philippe de Anjou y Charles de Berry, cada mes. Las entrevistas tenían lugar los sábados y su duración no solía exceder la media hora, estando presente en ellas la duquesa de Lude. Los embajadores extranjeros solían informar regularmente a sus señores de esos pequeños detalles de la vida cortesana, en especial, como es natural, el representante saboyano, el conde de Govone, que enviaba prolijas misivas a su duque Vittorio Amedeo II, padre de Adelaide. Según Govone, esa disposición del monarca que permitía a Adelaide reunirse con Louis de Borgoña media hora dos sábados al mes demostraba gran conocimiento de la naturaleza humana por parte de Louis XIV. Así, los futuros esposos íban teniendo oportunidad de tratarse paulatinamente, sin saturarse el uno del otro;
en el caso del chico, nadie puso en duda que sus encuentros con la novia que estaba hechizando la corte entera representaban un poderoso aliciente. Adelaide encontró que su cuñado Philippe de Anjou, de trece años, parecía serio, solemne e incluso prematuramente melancólico, pero Charles de Berry hacía gala de una naturaleza extraordinariamente simpática. No en vano, la mismísima Liselotte von der Pfalz le apodaba Berry Bon Coeur.
Adelaide ya asentada en la corte real francesa...
Por lo demás, Adelaide veía pasar el tiempo felizmente. En Versailles, Louis XIV le había ofrecido un pequeño pero adorable castillo dentro del recinto del parque, la Ménagerie;
tiene su gracia este detalle, porque la Ménagerie representaría un papel similar en la existencia de Adelaide al Petit Trianon en la vida de una delfina que llegaría a la historia francesa dos generaciones después, Marie Antoinette. Adelaide todavía no podía ir a París a disfrutar de la Comedia ni a conocer las célebres boutiques de los faubourgs más elegantes. Su entorno era todavía privado. Asistía a lecciones de música o de baile. En cuanto al baile, su flamente maestro estaba entusiasmado con la flexibilidad, la agilidad y la gracia de su alumna: preveía que superaría con creces a la princesa de Contí. El profesor de música determinó que era una suerte que estuviese tan dotada para la danza, puesto que tocando el clavecín nunca pasaría de ser absolutamente mediocre. La princesa, a cambio, manifestaba pasión por la representación de églogas pastoriles, muy a la moda. Pero en ese punto todavía no gozaba de demasiada libertad para montar representaciones. Más bien se trataba de un juego que compartía con sus inseparables mademoiselle de Chevreuse, mademoiselle d´Ayen y mademoiselle d´Aubigné.
Todo eso se veía cuidadosamente supervisado por la Maintenon, que cenaba cada tarde con la princesa Adelaide, habitualmente en presencia del rey Louis. La Maintenon pensaba que debía existir un fino equilibrio entre distracciones inocentes e instrucción, para preservar la cándida alegría de la jovencita sin correr el peligro de transformarla en una cabeza de chorlito. Una de las decisiones que tomó la señora fue la de llevar consigo a Adelaide en las frecuentes visitas a Saint-Cyr. Igual que a Louis XIV le gustaba que Adelaide le acompañase a Marly, la Maintenon se deleitaba mostrándole Saint-Cyr, el pensionado que ella había fundado y que ella sostenía para que recibiesen una buena educación las chicas nobles pero de familias empobrecidas por las circunstancias. Para alegría de la Maintenon, Adelaide encontró muy acogedora la atmósfera de Saint-Cyr: daba la sensación de que la futura delfina y futura reina sabría tomar el relevo de la marquesa en el papel de generosa patrocinadora de la escuela.
Última edición por el Jue Abr 07, 2011 6:09 pm, editado 1 vez
Tiffany- Su Alteza Serenísima
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Fecha de inscripción : 05/06/2010
Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
Tomando en cuenta que Adelaide cumplía doce años el 5 de diciembre de 1697, la boda se fijó para el sábado 7 de diciembre, requiriendo varios meses de preparativos, porque no sólo la ceremonia en sí misma debía proyectar el opulento esplendor asociado a la corte de Versailles, sino que la serie de festejos se prolongaría hasta la noche del 17 de diciembre. El broche final, después de una serie completa de banquetes, bailes de gala y representaciones de toda clase, lo constituiría una puesta en escena particularmente brillante de la ópera pastoral Apollon et Issé.
En el día señalado, el palacio rebulló de pura actividad desde la madrugada. Todo estaba preparado para que, hacia las once y media de la mañana, el joven duque de Borgoña acudiese en busca de su prometida escoltado por el duque de Beauvilliers. Se había elegido con esmero el traje que debía lucir el chico para tan señalada ocasión: era de rico terciopelo negro, bordado en hilos de oro;
el manto, forrado en tejido de plata, estaba también profusamente recamado de oro. El lujo de ese atavío competía perfectamente con el vestido elegido para Adelaide, confeccionado con tisú de brocado de plata cuajado de brillantes;
las joyas escogidas alternaban rubíes y perlas. Sabemos que para la niña de doce años, el traje era tremendamente difícil de manejar debido a su volumen y su peso. Cuando el duque de Borgoña salió de los aposentos de la princesa llevándola consigo, los caballeros principales de la casa de la joven, el marqués de Dangeau y Tessé, se situaron de manera que pudiesen ayudar a su señora tomándola de la mano que no sostenía el inminente marido.
El gran dia..la boda de los Duques de Borgoña
Los personajes masculinos dominan la escena, empezando, naturalmente, por el gran rey Louis XIV. También destacan Monseigneur el duque de Orléans, hermano del monarca, tío abuelo del novio y a la vez abuelo de la novia, así como el padre del novio, el Gran Delfín. Los hermanos del novio, Anjou y Berry, aparecen justo detrás del duque de Borgoña...
El rey, seguido en procesión por todos los príncipes y princesas de la sangre colocados según su rango, avanzó detrás de los contrayentes hasta la gran sala en la que aguardaba el cardenal de Coislin. La ceremonia, evidentemente, fue prolongada y solemne. Es de suponer que para Adelaide la peor parte estuviese relacionada con la necesidad de postrarse de hinojos en determinados momentos;
arrodillarse y levantarse para volver a arrodillarse y levantarse más tarde era una tarea complicada envuelta en tantas varas de brocado de plata. Después de finalizado el acto, todos se dirigieron, de nuevo en procesión, hasta la antecámara en la que se ofrecería un banquete para los miembros de la familia real, incluyendo los bastardos. Incluso la duquesa de Verneuil, madre de la duquesa de Lude, disponía de un puesto en la mesa porque se trataba de la viuda de un hijo bastardo de Henri IV.
Tras esa comida, afortunadamente, se concedió una tregua de varias horas. Adelaide pudo retirarse a sus aposentos acompañada de Madame de Maintenon e incluso se le permitió despojarse de su vestido para tumbarse un rato. Sin embargo, luego hubo de volver a componerse para asistir, con su reciente esposo y toda la familia, a una magnífica exhibición de fuegos artificiales sobre los jardines de Versailles. Más tarde, se produjo la ceremonia del acostamiento de la pareja, en la alcoba completamente remozada destinada a Adelaide. Se había invertido una enorme cantidad de dinero en forrar las paredes de la habitación en terciopelo verde bordado con oro y plata;
el mobiliario y las piezas de adorno, desde relojes a candelabros, eran de extraordinaria calidad. El esposo se preparó para la ocasión en una antecámara anexa. En ese ritual, se había reservado un papel destacado al rey de Inglaterra James II y su mujer, la reina Mary, nacida Mary de Módena;
ambos habían sido despojados de su corona por la hija mayor del primer matrimonio de James con Anne Hyde, María, entronizada conjuntamente con su marido William de Orange, por lo que vivían en el exilio francés. James II fue el encargado de entregar la "
camisa de dormir"
al duque de Borgoña, en tanto que Mary de Módena hacía lo propio con la duquesita de Borgoña.
Ese "
acostamiento"
fue puramente simbólico: debido a la edad de Adelaide, se había aceptado que podía esperarse a la consumación real del matrimonio. Nadie quería traumatizar a los muchachos: en la memoria colectiva de la corte francesa, estaba todavía fresco el recuerdo de cómo Marie de Médici, viuda de Henri IV, había empujado literalmente a la cama a su hijo Louis XIII para que éste desflorase a Anne de Austria, recien llegada de España. El asunto había salido rematadamente mal, con la derivación de que Louis XIII, seriamente abochornado a cuenta de esa experiencia, eludiese durante larguísimos años la cama de Anne. Louis XIV, hijo de Louis XIII y Anne, había crecido siendo dolorosamente consciente de esa historia. No pensaba permitir que se repitiese con su nieto Louis y su nieta Adelaide.
Por tanto, los recien casados dormirían, en realidad, separados. El día siguiente se había reservado para que Adelaide interpretase el papel de anfitriona en su casa por primera vez, antes de permitirle desplazarse a la escuela de Saint-Cyr, dónde las pensionistas le tributarían homenaje antes y después de un Te Deum en la capilla del establecimiento. El día 10 fue relativamente tranquilo, pero tanto el día 11 como el día 14 se celebraron bailes de gala de una tremenda suntuosidad. Las fiestas remataron el 17. Es probable que para entonces el cansancio general bordease en la pura extenuación.
En el día señalado, el palacio rebulló de pura actividad desde la madrugada. Todo estaba preparado para que, hacia las once y media de la mañana, el joven duque de Borgoña acudiese en busca de su prometida escoltado por el duque de Beauvilliers. Se había elegido con esmero el traje que debía lucir el chico para tan señalada ocasión: era de rico terciopelo negro, bordado en hilos de oro;
el manto, forrado en tejido de plata, estaba también profusamente recamado de oro. El lujo de ese atavío competía perfectamente con el vestido elegido para Adelaide, confeccionado con tisú de brocado de plata cuajado de brillantes;
las joyas escogidas alternaban rubíes y perlas. Sabemos que para la niña de doce años, el traje era tremendamente difícil de manejar debido a su volumen y su peso. Cuando el duque de Borgoña salió de los aposentos de la princesa llevándola consigo, los caballeros principales de la casa de la joven, el marqués de Dangeau y Tessé, se situaron de manera que pudiesen ayudar a su señora tomándola de la mano que no sostenía el inminente marido.
El gran dia..la boda de los Duques de Borgoña
Los personajes masculinos dominan la escena, empezando, naturalmente, por el gran rey Louis XIV. También destacan Monseigneur el duque de Orléans, hermano del monarca, tío abuelo del novio y a la vez abuelo de la novia, así como el padre del novio, el Gran Delfín. Los hermanos del novio, Anjou y Berry, aparecen justo detrás del duque de Borgoña...
El rey, seguido en procesión por todos los príncipes y princesas de la sangre colocados según su rango, avanzó detrás de los contrayentes hasta la gran sala en la que aguardaba el cardenal de Coislin. La ceremonia, evidentemente, fue prolongada y solemne. Es de suponer que para Adelaide la peor parte estuviese relacionada con la necesidad de postrarse de hinojos en determinados momentos;
arrodillarse y levantarse para volver a arrodillarse y levantarse más tarde era una tarea complicada envuelta en tantas varas de brocado de plata. Después de finalizado el acto, todos se dirigieron, de nuevo en procesión, hasta la antecámara en la que se ofrecería un banquete para los miembros de la familia real, incluyendo los bastardos. Incluso la duquesa de Verneuil, madre de la duquesa de Lude, disponía de un puesto en la mesa porque se trataba de la viuda de un hijo bastardo de Henri IV.
Tras esa comida, afortunadamente, se concedió una tregua de varias horas. Adelaide pudo retirarse a sus aposentos acompañada de Madame de Maintenon e incluso se le permitió despojarse de su vestido para tumbarse un rato. Sin embargo, luego hubo de volver a componerse para asistir, con su reciente esposo y toda la familia, a una magnífica exhibición de fuegos artificiales sobre los jardines de Versailles. Más tarde, se produjo la ceremonia del acostamiento de la pareja, en la alcoba completamente remozada destinada a Adelaide. Se había invertido una enorme cantidad de dinero en forrar las paredes de la habitación en terciopelo verde bordado con oro y plata;
el mobiliario y las piezas de adorno, desde relojes a candelabros, eran de extraordinaria calidad. El esposo se preparó para la ocasión en una antecámara anexa. En ese ritual, se había reservado un papel destacado al rey de Inglaterra James II y su mujer, la reina Mary, nacida Mary de Módena;
ambos habían sido despojados de su corona por la hija mayor del primer matrimonio de James con Anne Hyde, María, entronizada conjuntamente con su marido William de Orange, por lo que vivían en el exilio francés. James II fue el encargado de entregar la "
camisa de dormir"
al duque de Borgoña, en tanto que Mary de Módena hacía lo propio con la duquesita de Borgoña.
Ese "
acostamiento"
fue puramente simbólico: debido a la edad de Adelaide, se había aceptado que podía esperarse a la consumación real del matrimonio. Nadie quería traumatizar a los muchachos: en la memoria colectiva de la corte francesa, estaba todavía fresco el recuerdo de cómo Marie de Médici, viuda de Henri IV, había empujado literalmente a la cama a su hijo Louis XIII para que éste desflorase a Anne de Austria, recien llegada de España. El asunto había salido rematadamente mal, con la derivación de que Louis XIII, seriamente abochornado a cuenta de esa experiencia, eludiese durante larguísimos años la cama de Anne. Louis XIV, hijo de Louis XIII y Anne, había crecido siendo dolorosamente consciente de esa historia. No pensaba permitir que se repitiese con su nieto Louis y su nieta Adelaide.
Por tanto, los recien casados dormirían, en realidad, separados. El día siguiente se había reservado para que Adelaide interpretase el papel de anfitriona en su casa por primera vez, antes de permitirle desplazarse a la escuela de Saint-Cyr, dónde las pensionistas le tributarían homenaje antes y después de un Te Deum en la capilla del establecimiento. El día 10 fue relativamente tranquilo, pero tanto el día 11 como el día 14 se celebraron bailes de gala de una tremenda suntuosidad. Las fiestas remataron el 17. Es probable que para entonces el cansancio general bordease en la pura extenuación.
Tiffany- Su Alteza Serenísima
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Fecha de inscripción : 05/06/2010
Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
La vida en común de Louis y Adelaide todavía no existía como tal. La única variación significativa consistía en que Louis podía visitar a Adelaide a diario, pero esas visitas seguían desarrollándose bajo la amable supervisión de la duquesa de Lude. Por otra parte, sí es cierto que Adelaide ganó cierta libertad de movimientos. Pudo visitar París por primera vez y se le otorgó permiso para acudir a la Comedia cada vez que se le antojase. Enseguida desarrolló un intenso gusto por las obras de Racine y Molière.
El Duque y la Duquesa de Borgoña
También podía ahora destacarse en las jornadas de caza o en los bailes de corte, que solían incluír alegres mascaradas o representaciones teatrales "
de aficionados"
. Su existencia, en realidad, se fundamentaba en una sucesión de petits plaisirs y de lujosos entretenimientos. Entre los petits plaisirs había uno que preocupaba a Madame de Maintenon: Adelaide era bastante glotona y golosa. El exceso de azúcares hacía que a menudo padeciese dolores de muelas y las comidas abundantes se traducían en frecuentes indigestiones. En cualquier caso, no debía resultar muy plausible la idea de someter a una dieta a la duquesa de Borgoña en una corte en la que cada una de las comidas representaba un desfile de criados de librea llevando a la mesa bandejas llenas de exquisiteces de toda clase. Por suerte, Adelaide era una muchacha espigada, de cintura fina;
y se hacía ejercicio al aire libre, con los paseos a pie por los jardines o las sesiones de caza.
Adelaide no disimulaba su deleite cuando se le ofrecía algo novedoso. Por ejemplo, en un luminoso día de julio de 1699, se organizó un curioso recorrido en góndolas por el enorme lago situado en la zona del Trianon. La duquesa de Borgoña participó entusiasmada, rodeada de sus damas favoritas, al igual que las tres hijas de Louis XIV, la princesa de Contí, la duquesa de Borbón (destinada a ser princesa de Condé) y la duquesa de Chartres (destinada a ser duquesa de Orléans). Una orquesta colocada en una terraza cercana se dedicó a poner banda sonora al evento. Les gustó tanto que hicieron una pausa para cenar, pero después salieron a los jardines a entretenerse hasta que, hacia las dos de la madrugada, se les antojó volver a pasear en góndolas. Lo gracioso es que, cuando Adelaide se sintió fatigada, no tuvo oportunidad de ir a meterse en cama porque se había comprometido a estar levantada temprano a fín de despedir a "
ma tante Madame de Maintenon"
, que partía de Versailles a Saint-Cyr para una de sus constantes visitas al pensionado. Sólo después de la marcha de Madame de Maintenon se encontró libre Adelaide de acostarse en su cómodo lecho. Al mes siguiente, en agosto, se permitió otra diversión memorable yendo a París para mezclarse con la gente en una fiesta muy popular, la feria en honor a Saint Laurent (San Lorenzo). Tessé, el écuyer d´honneur, tuvo que preparar ese viaje a París, que implicó la utilización de cuatro grandes carrozas conducidas cada una por ocho caballos. Para los parisinos, debió ser espectacular ver llegar las cuatro carrozas tiradas por ocho caballos y observar la aparición de la duquesa de Borgoña, con un traje cuajado de hilos de plata, esmeraldas y diamantes, rodeada de sus damas, a cada cual más elegante. Sin embargo, pronto comprendieron que la duquesa de Borgoña seguía siendo una chiquilla: su mayor regocijo lo provocaron las marionetas y se lo pasó en grande comprando bagatelas en los diversos puestos para repartirlas al día siguiente entre las señoras de la corte.
El Duque y la Duquesa de Borgoña
También podía ahora destacarse en las jornadas de caza o en los bailes de corte, que solían incluír alegres mascaradas o representaciones teatrales "
de aficionados"
. Su existencia, en realidad, se fundamentaba en una sucesión de petits plaisirs y de lujosos entretenimientos. Entre los petits plaisirs había uno que preocupaba a Madame de Maintenon: Adelaide era bastante glotona y golosa. El exceso de azúcares hacía que a menudo padeciese dolores de muelas y las comidas abundantes se traducían en frecuentes indigestiones. En cualquier caso, no debía resultar muy plausible la idea de someter a una dieta a la duquesa de Borgoña en una corte en la que cada una de las comidas representaba un desfile de criados de librea llevando a la mesa bandejas llenas de exquisiteces de toda clase. Por suerte, Adelaide era una muchacha espigada, de cintura fina;
y se hacía ejercicio al aire libre, con los paseos a pie por los jardines o las sesiones de caza.
Adelaide no disimulaba su deleite cuando se le ofrecía algo novedoso. Por ejemplo, en un luminoso día de julio de 1699, se organizó un curioso recorrido en góndolas por el enorme lago situado en la zona del Trianon. La duquesa de Borgoña participó entusiasmada, rodeada de sus damas favoritas, al igual que las tres hijas de Louis XIV, la princesa de Contí, la duquesa de Borbón (destinada a ser princesa de Condé) y la duquesa de Chartres (destinada a ser duquesa de Orléans). Una orquesta colocada en una terraza cercana se dedicó a poner banda sonora al evento. Les gustó tanto que hicieron una pausa para cenar, pero después salieron a los jardines a entretenerse hasta que, hacia las dos de la madrugada, se les antojó volver a pasear en góndolas. Lo gracioso es que, cuando Adelaide se sintió fatigada, no tuvo oportunidad de ir a meterse en cama porque se había comprometido a estar levantada temprano a fín de despedir a "
ma tante Madame de Maintenon"
, que partía de Versailles a Saint-Cyr para una de sus constantes visitas al pensionado. Sólo después de la marcha de Madame de Maintenon se encontró libre Adelaide de acostarse en su cómodo lecho. Al mes siguiente, en agosto, se permitió otra diversión memorable yendo a París para mezclarse con la gente en una fiesta muy popular, la feria en honor a Saint Laurent (San Lorenzo). Tessé, el écuyer d´honneur, tuvo que preparar ese viaje a París, que implicó la utilización de cuatro grandes carrozas conducidas cada una por ocho caballos. Para los parisinos, debió ser espectacular ver llegar las cuatro carrozas tiradas por ocho caballos y observar la aparición de la duquesa de Borgoña, con un traje cuajado de hilos de plata, esmeraldas y diamantes, rodeada de sus damas, a cada cual más elegante. Sin embargo, pronto comprendieron que la duquesa de Borgoña seguía siendo una chiquilla: su mayor regocijo lo provocaron las marionetas y se lo pasó en grande comprando bagatelas en los diversos puestos para repartirlas al día siguiente entre las señoras de la corte.
Última edición por el Jue Abr 07, 2011 6:27 pm, editado 1 vez
Tiffany- Su Alteza Serenísima
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Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
la existencia de Louis duque de Borgoña no era ni de lejos tan felizmente despreocupada y plagada de diversiones como la de su esposa Adelaide. Incluso después de su ceremonia nupcial, del simbólico accouchement de los esposos y de haber participado en el subsiguiente programa de festejos, Louis había mantenido su rutina de antaño.
En la primeros tiempos tras el casamiento, seguía estando cerca de él su preceptor desde la infancia, el abate Fénelon, de nombre completo François de Salignac de La Mothe-Fénelon. quien, durante años, había moldeado el carácter de Louis. El duque de Borgoña había sido un niño de naturaleza revoltosa y con un temperamento difícil de manejar, pero Fénelon, mediante sus lecciones que basaba a menudo en obras de composición propia, entretenidas a la par que instructivas, había encauzado a Louis hasta convertirle en un chico serio, reflexivo y sorprendentemente piadoso. Aparte Fénelon, Louis estaba circundado por el duque Paul de Beauvilliers, el duque Charles Honoré de Chevreuse (cuñado del anterior) y el duque de Saint-Simon. Ellos tenían ante sí la difícil tarea de acondicionar al muchacho para que, cuando fuese menester, ocupase el trono que en esa época llenaba por completo el abuelo Louis XIV. Por añadidura, cabe mencionar que Louis todavía compartía aposentos con sus hermanos menores, el duque de Anjou y el duque de Berry. Hasta el mes de octubre de 1699, no hubo cambios.
En octubre de 1699, Louis de Borgoña ya había celebrado su decimoséptimo cumpleaños y su esposa Adelaide estaba a punto de cumplir los catorce. La corte francesa había exhibido ya una gran paciencia en lo que concernía a la plena consumación de aquel enlace dinástico. Ciertamente, era una paciencia calculada y eminentemente pragmática: más valía no apresurar las cosas, originando probablemente un gran fiasco matrimonial para acabar arriesgando la vida de la princesa en un embarazo casi instantáneo nada más haber alcanzado ella la nubilidad. Perdiendo, por así decirlo, unos meses, quizá se ganasen años en los que la pareja podría llenar los palacios de hijos e hijas de Francia;
los chicos preservarían el linaje y las chicas se podrían utilizar para fraguar o sustentar alianzas. No obstante, a medida que avanzaba el año 1699, se hizo evidente que estaba llegando el momento de que los duques de Borgoña conviviesen como correspondía. En octubre, coincidiendo en el tiempo con el aniversario de Borgoña, el rey Louis hizo saber, hallándose la corte en Fontainebleau, que se produciría a una reasignación de aposentos en Versailles para que las habitaciones de las que dispondría el mayor de sus nietos se situasen en las inmediaciones de las habitaciones que ocupaba Adelaide. En cuanto se produjo el traslado de la corte a Versailles, los diplomáticos extranjeros iniciaron una vigilancia extrema, para ser capaces de elucidar en qué preciso instante se había procedido a la desfloración de Adelaide por parte de Louis. Eso parece haber sucedido en la noche del 22 al 23 de octubre de 1699. Sólo dos meses antes, Adelaide había batido palmas observando las marionetas en la feria de Saint Laurent en París.
Hacia el 11 de noviembre de 1699, Louis había adquirido la costumbre de visitar cada noche a Adelaide. Louis XIV estaba tan satisfecho que ofreció a su nieto incrementar la asignación anual de éste "
para gastos menudos"
. Asimismo, se procedió a variar por completo el personal de la casa del duque, que ya había entrado en la edad adulta. Gabriel Claude, marqués de O y de Franconville, cuya esposa Marie Anne de la Vergne de Guilleragues era una de las damas de honor de Adelaide, se convirtió en gentilhombre de cámara de Louis, cargo que compartiría con Louis de Clermont-Monglat marqués de Cheverny y con Jacques François de Johanne de la Carré marqués de Saumery.
En la primeros tiempos tras el casamiento, seguía estando cerca de él su preceptor desde la infancia, el abate Fénelon, de nombre completo François de Salignac de La Mothe-Fénelon. quien, durante años, había moldeado el carácter de Louis. El duque de Borgoña había sido un niño de naturaleza revoltosa y con un temperamento difícil de manejar, pero Fénelon, mediante sus lecciones que basaba a menudo en obras de composición propia, entretenidas a la par que instructivas, había encauzado a Louis hasta convertirle en un chico serio, reflexivo y sorprendentemente piadoso. Aparte Fénelon, Louis estaba circundado por el duque Paul de Beauvilliers, el duque Charles Honoré de Chevreuse (cuñado del anterior) y el duque de Saint-Simon. Ellos tenían ante sí la difícil tarea de acondicionar al muchacho para que, cuando fuese menester, ocupase el trono que en esa época llenaba por completo el abuelo Louis XIV. Por añadidura, cabe mencionar que Louis todavía compartía aposentos con sus hermanos menores, el duque de Anjou y el duque de Berry. Hasta el mes de octubre de 1699, no hubo cambios.
En octubre de 1699, Louis de Borgoña ya había celebrado su decimoséptimo cumpleaños y su esposa Adelaide estaba a punto de cumplir los catorce. La corte francesa había exhibido ya una gran paciencia en lo que concernía a la plena consumación de aquel enlace dinástico. Ciertamente, era una paciencia calculada y eminentemente pragmática: más valía no apresurar las cosas, originando probablemente un gran fiasco matrimonial para acabar arriesgando la vida de la princesa en un embarazo casi instantáneo nada más haber alcanzado ella la nubilidad. Perdiendo, por así decirlo, unos meses, quizá se ganasen años en los que la pareja podría llenar los palacios de hijos e hijas de Francia;
los chicos preservarían el linaje y las chicas se podrían utilizar para fraguar o sustentar alianzas. No obstante, a medida que avanzaba el año 1699, se hizo evidente que estaba llegando el momento de que los duques de Borgoña conviviesen como correspondía. En octubre, coincidiendo en el tiempo con el aniversario de Borgoña, el rey Louis hizo saber, hallándose la corte en Fontainebleau, que se produciría a una reasignación de aposentos en Versailles para que las habitaciones de las que dispondría el mayor de sus nietos se situasen en las inmediaciones de las habitaciones que ocupaba Adelaide. En cuanto se produjo el traslado de la corte a Versailles, los diplomáticos extranjeros iniciaron una vigilancia extrema, para ser capaces de elucidar en qué preciso instante se había procedido a la desfloración de Adelaide por parte de Louis. Eso parece haber sucedido en la noche del 22 al 23 de octubre de 1699. Sólo dos meses antes, Adelaide había batido palmas observando las marionetas en la feria de Saint Laurent en París.
Hacia el 11 de noviembre de 1699, Louis había adquirido la costumbre de visitar cada noche a Adelaide. Louis XIV estaba tan satisfecho que ofreció a su nieto incrementar la asignación anual de éste "
para gastos menudos"
. Asimismo, se procedió a variar por completo el personal de la casa del duque, que ya había entrado en la edad adulta. Gabriel Claude, marqués de O y de Franconville, cuya esposa Marie Anne de la Vergne de Guilleragues era una de las damas de honor de Adelaide, se convirtió en gentilhombre de cámara de Louis, cargo que compartiría con Louis de Clermont-Monglat marqués de Cheverny y con Jacques François de Johanne de la Carré marqués de Saumery.
Tiffany- Su Alteza Serenísima
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Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
Adelaide siguió aturdiéndose en grandes saraos. A principios del siglo XIX, todas las damas de corte se rifaban el honor de organizar bailes en honor de la vivaracha duquesa de Borgoña. Un ejemplo lo constituye Louise Bénédicte de Bourbon, la esposa del duque de Maine, que llegó a celebrar en el espacio de un año veinte bailes en los que la invitada principal era nuestra protagonista. El gusto de Adelaide por danzar y danzar hasta que se hacían trizas las suelas de sus escarpines llegó a incomodar un poco a Madame de Maintenon. La Maintenon aún bebía los vientos por Adelaide, la "
douceur de ma vie"
, pero, con su carácter, no podía encajar que la muchacha estuviese siempre "
prête à danser avec un comédien aussi bien qu´avec un prince du sang"
. Entre tanto, por otro lado, Louis de Borgoña seguía preparándose del modo en que agradaba a su abuelo Louis XIV. Era necesario que estuviese en condiciones de ejercer un papel de comandante entre las tropas, en tanto que se le introducía en el Consejo de Finanzas (Conseil de Finances) y más tarde en el Consejo de Estado (Conseil d´en Haut).
En 1701, sucedió algo que alteró profundamente a la corte de Francia. Con un ritmo de vida trepidante, Adelaide seguía poniendo en juego su salud. En agosto del año mencionado, un baño en agua fría seguido de la ingestión de numerosas gelatinas de frutas causaron lo que debió ser un tremendo corte de digestión a la princesa. Los primeros síntomas de la virulenta indisposición la sorprendieron en Saint-Cyr y su reacción inicial fue de una semi-histeria porque los médicos insistían en conducirla rápidamente a Versailles cuando se había previsto que la joven se reuniría con el abuelo Louis XIV en Marly, lugar en el que tendrían lugar una serie de cacerías. Las protestas se quedaron en agua de borrajas: fue llevada a Versailles, mientras la fiebre se cebaba en su cuerpo. Uno de los médicos palaciegos, Fagon, empieza a sangrarla en uno de los pies. Pero no se produce una mejoría significativa: permanecerá varios días tumbada en el lecho, entre sacudidas de fiebre, con la piel ardiendo pero un sudor frío chorreando de su frente. El rey, a quien se ha transmitido rápidamente lo sucedido, está fuera de sí, al igual que Madame de Manteinon. Por su parte, Louis duque de Borgoña acusa del impacto de ver a su esposa en semejante postración, casi al borde de la muerte.
Suscita una notable impresión la evidente aflicción que corroe al duque de Borgoña. Liselotte, la impagable Liselotte von der Pfalz, es la única que no se sorprende ni un ápice. En una de sus maravillosas cartas a la Electora de Hanover, refiere que estaba claro de antemano que Louis se había enamorado de Adelaide. Respecto a los sentimientos de Adelaide, Liselotte era bastante más cínica: creía que la muchacha, en cuanto hubiese complacido al monarca proporcionando dos hijos saludables a la dinastía, estaría encantada si el marido fuese llamado "
a las esferas celestiales"
. Puede que Liselotte exagerase un poco...o un mucho y que Adelaide no estuviese para nada tan deseosa de verse libre de su duque después de haber garantizado su propia posición mediante el cumplimiento de su función reproductora. Sin embargo, había en la corte un ejemplo perfecto de hasta qué punto la viudedad podía sentar mejor que bien a una princesa: Marie Anne de Bourbon, la hija mayor de Louis, era absolutamente feliz desde que la viruela se había llevado a su marido Contí. Una soltera estaba sometida a la autoridad paterna, una casada a la preeminencia del esposo, pero una viuda disponía de una extraordinaria libertad para gestionar su vida y su patrimonio.
Finalmente, Adelaide se recuperó. La enfermedad había sido, sin embargo, un recuerdo de que el matrimonio todavía carecía de descendencia, por lo que ni él ni ella deberían malograrse antes de haber garantizado el relevo generacional.
douceur de ma vie"
, pero, con su carácter, no podía encajar que la muchacha estuviese siempre "
prête à danser avec un comédien aussi bien qu´avec un prince du sang"
. Entre tanto, por otro lado, Louis de Borgoña seguía preparándose del modo en que agradaba a su abuelo Louis XIV. Era necesario que estuviese en condiciones de ejercer un papel de comandante entre las tropas, en tanto que se le introducía en el Consejo de Finanzas (Conseil de Finances) y más tarde en el Consejo de Estado (Conseil d´en Haut).
En 1701, sucedió algo que alteró profundamente a la corte de Francia. Con un ritmo de vida trepidante, Adelaide seguía poniendo en juego su salud. En agosto del año mencionado, un baño en agua fría seguido de la ingestión de numerosas gelatinas de frutas causaron lo que debió ser un tremendo corte de digestión a la princesa. Los primeros síntomas de la virulenta indisposición la sorprendieron en Saint-Cyr y su reacción inicial fue de una semi-histeria porque los médicos insistían en conducirla rápidamente a Versailles cuando se había previsto que la joven se reuniría con el abuelo Louis XIV en Marly, lugar en el que tendrían lugar una serie de cacerías. Las protestas se quedaron en agua de borrajas: fue llevada a Versailles, mientras la fiebre se cebaba en su cuerpo. Uno de los médicos palaciegos, Fagon, empieza a sangrarla en uno de los pies. Pero no se produce una mejoría significativa: permanecerá varios días tumbada en el lecho, entre sacudidas de fiebre, con la piel ardiendo pero un sudor frío chorreando de su frente. El rey, a quien se ha transmitido rápidamente lo sucedido, está fuera de sí, al igual que Madame de Manteinon. Por su parte, Louis duque de Borgoña acusa del impacto de ver a su esposa en semejante postración, casi al borde de la muerte.
Suscita una notable impresión la evidente aflicción que corroe al duque de Borgoña. Liselotte, la impagable Liselotte von der Pfalz, es la única que no se sorprende ni un ápice. En una de sus maravillosas cartas a la Electora de Hanover, refiere que estaba claro de antemano que Louis se había enamorado de Adelaide. Respecto a los sentimientos de Adelaide, Liselotte era bastante más cínica: creía que la muchacha, en cuanto hubiese complacido al monarca proporcionando dos hijos saludables a la dinastía, estaría encantada si el marido fuese llamado "
a las esferas celestiales"
. Puede que Liselotte exagerase un poco...o un mucho y que Adelaide no estuviese para nada tan deseosa de verse libre de su duque después de haber garantizado su propia posición mediante el cumplimiento de su función reproductora. Sin embargo, había en la corte un ejemplo perfecto de hasta qué punto la viudedad podía sentar mejor que bien a una princesa: Marie Anne de Bourbon, la hija mayor de Louis, era absolutamente feliz desde que la viruela se había llevado a su marido Contí. Una soltera estaba sometida a la autoridad paterna, una casada a la preeminencia del esposo, pero una viuda disponía de una extraordinaria libertad para gestionar su vida y su patrimonio.
Finalmente, Adelaide se recuperó. La enfermedad había sido, sin embargo, un recuerdo de que el matrimonio todavía carecía de descendencia, por lo que ni él ni ella deberían malograrse antes de haber garantizado el relevo generacional.
Tiffany- Su Alteza Serenísima
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Re: LA DUQUESA DE BORGOÑA
¡Qué trabajo impresionante, Tiffany! ¡Muchas gracias!
Thrib- Su Alteza Imperial
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Localización : Francia
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