Hermanos y hermanas de la Emperatriz Elizabeth

Otra de las hijas de Gackl que a pesar de tener una vida larga y feliz tuvo un momento bastante tragico es Elisabeth, la cual perdio a su amado Albert I al este morir practicando alpinismo. Otra de las tragedias cercanas a ella fue la horrorosa muerte de su nuera Astrid en un accidente de transito

Elisabeth fue una bella mujer, con una sonrisa hermosa y muy querida por el pueblo Belga

Ya de edad, pero siempre elegante



Amaba la musica, en especial tocar el violin



Tenia una sonrisa preciosa !. Aqui con su nieto , Albert

Maria Josepha y Franz Joseph :smt007

Glori, échame una manita.
Puedes ir contando la vida de María Sofía.
Yo te dejo el inicio.

La heroína de Gaeta... ¿Qué habrá pasado con su hija, que no era hija de su marido el Rey? ¿Habrá muerto la niña en aquel convento?

No hay un solo historiador ni biógrafo que diga que la Emperatriz tuvo, no ya un hijo fuera del matrimonio, sino un amante. Si lo hubiera tenido me conocéis muy bien como para saber que no tendría empacho en reconocerlo, pero no se puede ir de rumores.

Ahora lo de María no es un rumor. Esa niña nació en Roma y se la dieron a su padre, parece que murió pequeñita. Voy a buscar la información en algún libro.

En Roma María inició una relación con un conde belga, oficial de la guardia papal, pero pocos meses de felicidad y la relación tuvo consecuencias.
La pesadumbre de María (cuyo motivo verdadero sólo era conocido por sus familiares más íntimos) fue descrita con todo detalle en los periódicos. Se la podía ver orando en silencio durante horas enteras en el santuario de Altötting. Y hubo quien comentó haberla oído decir en presencia de Sisi: «¡Ojalá me hubiese matado una bala en Gaeta!».
Aunque la ex reina María había devuelto a Roma todo su séquito napolitano, Elisabeth llevaba consigo suficiente servidumbre: peluqueros, lacayos y criados, que por cierto no cabían en el pequeño palacio. Por consiguiente, las hosterías de los alrededores estaban todas ocupadas.
En noviembre de 1862, María dio a luz en medio del mayor sigilo, en el convento de Santa Úrsula, de Augsburgo, una niña que tuvo que entregar a su padre carnal. Así se mantuvo el secreto. Cinco meses más tarde, María regresó a Roma, y su matrimonio con el ex rey llegó a ser relativamente armónico después de que él se sometiera a una operación y ella confesara sus culpas.

Brigitte Hamann

Y Matilde (Spatz), condesa de Trani, casada con el hermano menor del rey de Nápoles, un mujeriego empedernido, se consolaba con un Grande de España.

Sí, sí, como no y que llegó a Hollywood y fue artista y todo lo demás...
A los cuarenta y tantos de años la frígida Elisabeth tuvo un hijo de Middleton ¿Lo has leído a algún investigador serio o en algún artículo, mi querida Volodarka?

Yo sé que muchos hubieran deseado que fuera así, yo también, pero por motivos distintos, no para señalar a la emperatriz como la pecadora que abominan porque se atrevio a romper con lo establecido, sino que me hubiera gustado para saber que tuvo esas horas de felicidad propia.
Desafortunadamente nada hay de dicho romance real.

Pero bueno, hablábamos de María, no?

María de Nápoles era muy guapa.

Su esposo, Francisco II de las Dos Sicilias

La corte a la que llegó María estaba dominada por la reina María Teresa, madrastra de su esposo. En su juventud, había sido una de las más hermosas archiduquesas austríacas de la época. Resultó que su belleza corría pareja con un firme sentido del deber y, sobre todo, una acendrada religiosidad. Pero cuando la princesa bávara la conoció, su hermosura hacía tiempo que se había echado a perder entre tantos embarazos y partos. María se encontró con un nutrido grupo de cuñados y cuñadas.

Una de las cosas que María descubrió fue la sorprendente personalidad de su suegro, Fernando. Podía ser un gobernante empeñado en no ceder un ápice de su poder y en el plano familiar, era un hombre cariñoso que manejaba a su familia con afectuosa ironía. Se dejaba dominar sin problemas por su esposa María Teresa. A sus hijos, les quería profundamente. Con Francisco, su heredero, mantenía una cordial relación. Con sus hijas ejercía de padre benévolo. No tenía que inquietarse respecto a que fuesen demasiado vanidosas, coquetas o ligeras, porque su esposa las había educado de forma muy rigurosa. Él podía permitirse el papel de papá cariñoso e indulgente. María enseguida entabló especial amistad con sus cuñadas Annunziata e Inmaculata, las más próximas en edad.

Recorrían juntas el enorme Palacio Real de Caserta y salían a pasear a caballo por los parques cercanos. Poco a poco, fue mejorando su italiano aunque le costaba trabajo hilvanar una conversación entera en ese idioma.





Con su hermana Mathilde

Como su matrimonio no era muy feliz, buscó consuelo en los brazo del aristócrata belga Armand de Lawayss, miembro de la Guardia Suiza, aunque algunos creen que ese nombre ocultaba el verdadero: Nicholas de Nassau.

El embarazo de la reina María acabó con su idilio con Armand de Lawayss y, obviamente, no podía hacer pasar al fruto de su aventura extraconyugal por un hijo de su marido, porque su matrimonio seguía siendo un "
matrimonio blanco"
. Un embarazo puede camuflarse en sus inicios, pero, a medida que avanzase la gestación, no habría manera de guardar el secreto para acabar dando a luz en solitario y a escondidas. Después de hablar con Matilde, tomó una decisión: buscaría refugio y ayuda en su hogar de la infancia. Volvería a Possenhoffen.

La duquesa Ludovica estuvo a punto de sufrir la mayor crisis de nervios de su vida al enterarse del motivo por el cual su hija María había aparecido de repente, sin anunciarse, acompañada de una atribulada Matilde. El duque Max se tomó el asunto con bastante calma. Ahora bien, la paciencia del duque alcanzó su límite en aquella época. A medida que pasaba el tiempo, no sólo tenía bajo su techo a María y Matilde, sino que también se presentó Sissi que llevaba meses eludiendo a su marido y a la corte vienesa. María, que añoraba terriblemente a su amante mientras avanzaba la gestación, cayó en una fuerte depresión. Podía pasar horas enteras de rodillas, musitando plegarias, en el cercano santuario de Altötting.

Por indicación de la duquesa se dirigió al convento de Santa Úrsula, en Augsburg. Allí pasaría la etapa final de su embarazo. Lo peor de todo no era verse sola sin el apoyo afectivo de su amante, sino tener plena conciencia de que, tras haber sufrido los dolores del parto, no podría reconfortarse manteniendo consigo a la criatura, fuese niño o niña. Según todos los indicios, María y Matilde habían acordado que, en cuanto se iniciasen los dolores de parto, la segunda enviaría recado de inmediato a Armand de Lawayss. Éste acudiría a recoger al bebé, pues la familia paterna sería la encargada de criarle sin desvelar nunca sus verdaderos orígenes.


El 24 de noviembre de 1862 dio a luz a una niña llamada Daisy en el convento - algunas fuentes citan que fueron gemelos- de la que se tuvo que desprender para entregársela a Armand de Lawayss, quien se la llevó a Bruselas para después criarse en el sur de Francia. Fue más la depresión que la necesidad de permanecer a cubierto mientras recuperaba una silueta que no hiciese sospechar a nadie una reciente maternidad, lo que mantuvo a María encerrada casi cinco meses más en Santa Úrsula. Durante ese período tomó una decisión madura y valiente, escribir una larguísima carta a su esposo confesándole todo lo que había ocurrido. Estaba dispuesta a reconducir su vida matrimonial pero no quería volver a su lado con una enorme mentira en los labios, pasarse la vida entera ocultándole que había cometido adulterio y que ya había purgado su pecado renunciando a la niña que había traído al mundo, así como rompiendo de manera definitiva la relación con el padre de la pequeña.

Tenía la suerte de que su marido era, fundamentalmente, un hombre bueno. Francisco podía mostrarse compasivo y generoso ante el sufrimiento ajeno. Eso incluía a su mujer, por la que sentía un inmenso afecto y no poca admiración desde que había visto con sus ojos cómo se había conducido ella en la época en la que su reino había tratado en vano de mantenerse. Es muy posible que a Francisco le resultase fácil perdonar el desliz de su mujer porque sabía que, al no haberse sometido previamente a la sencilla operación de fimosis, había privado a María no sólo de un aspecto esencial del matrimonio sino también de la posibilidad de tener hijos. Se entendía que ella hubiese necesitado buscar en otro lado lo que no había encontrado en su vida conyugal. Por fín, Francisco se decidió a pasar por una breve intervención quirúrgica que permitió consumar el matrimonio. Si tenían que recomponer su relación, había que hacerlo sobre bases más firmes y sólidas. Era todo un voto de confianza por parte de Francisco hacia María.

El 24 de diciembre de 1869, el nacimiento de una niña colmó de felicidad a la pareja real. La llamaron María Cristina Pia Anna Isabella Natalia Elisa. Todas las hermanas de María acudieron a Roma para la ceremonia bautismal, celebrada en la capilla del Palazzo Farnese en el cual residían los padres. La emperatriz Sissi ejercería de madrina, mientras que el Papa Pío IX se convertiría en el padrino de la criatura. Sin embargo, la niña enfermó y falleció a los tres meses de nacer. Para sus padres fue un duro golpe difícil de encajar. Francisco podía buscar consuelo en su firme catolicismo pero María, más tibia en materia religiosa, se encontraba al borde de la desesperación absoluta. La ex-reina no volvería a concebir jamás.

En Septiembre de 1870 el ejército italiano tomó la ciudad de Roma obligando a los ex-reyes Francisco y María, junto a un nutrido grupo de familiares, a abandonar la ciudad y partir hacia el extranjero buscando refugio en Baviera. Entre ellos la relación se había entibiado considerablemente. Habían realizado ambos, en un pasado reciente, un notable esfuerzo por enderezar el rumbo de su matrimonio. Los dos se habían sentido particularmente felices con la expectativa de crear una familia y habían recibido entusiasmados a su hija. Pero la muerte de la niña había dejado posos de amargura en María. Necesitaba distraerse, evadirse de la realidad hasta dónde le fuese posible. Francisco enseguida planteó su voluntad de establecerse en la pequeña pero encantadora ciudad de Arco, en Trento, en una zona bajo protectorado austríaco. A María no le atraía en absoluto la idea de "
irse a languidecer"
a Arco. Había decidido dirigir sus pasos hacia París, la vibrante capital de Francia. Poco después, se le ocurriría que prefería una villa frente al mar en Mónaco.

Nunca hubo una separación oficial entre los esposos pero llevaban vidas separadas.

María mantenía un gran tren de vida, lo que resultaba complicadísimo teniendo en cuenta que no manejaba precisamente una generosa dotación económica.
Enseguida encontró un modo de financiarse sus gastos: dejarse patrocinar por unos riquísimos advenedizos en la gran sociedad, los Rothschild, y con su patrocinio, la ex-reina se agenció una bonita casa de campo en suelo inglés para participar en las más célebres sesiones de "
fox hunting"
. Con su esposo se encontraba con frecuencia y Francisco estaba siempre ansioso por complacer a María.

María siempre había estado celosa de su hermana Sissi.

Había algo tremendamente injusto a ojos de María: su hermana nunca dejaría de ser emperatriz de Austria, reina de Hungría y de Bohemia, unos títulos que le pesaban mucho pero cuyos privilegios aprovechaba. En cambio, ella, que había peleado con bravura, era la destronada, la exiliada, la que veía como a su título de reina se añadía el prefijo "
ex"
.

No solo envidiaba a su hermana sino que la imitaba constantemente: en la vestimenta, el peinado y hasta la forma de sonreír.
Esta rivalidad llegó a tal punto que interfirió en las relaciones entre su sobrino Rodolfo y Sissi, logrando enconar los ánimos de ambos.
Ella se encargó de verter en los oídos de su sobrino los comentarios malévolos que circulaban acerca de la verdadera naturaleza de la relación entre la emperatriz y el capitán Bay Middleton. Los chismorreos de María exacerbaron el rechazo de Rodolfo hacia Bay.
El chico ya no se cuidaba de disimular su repugnancia en lo que concernía al piloto.

Sissi no podía entender aquella actitud infantil de su hijo. Las artimañas de María llevaron la relación de madre e hijo a un punto de tensión inaudito. Finalmente, la emperatriz descubrió el juego de su hermana y quedó terriblemente disgustada: de hecho pasaría varios días sin tener ganas ni de montar a caballo.
La relación entre las hermanas acabó rota en pedazos. Sissi nunca volvería a montar en Inglaterra: en años sucesivos, optaría por Irlanda.

María se encontró definitivamente excluída de la vida de su hermana.

El ex- rey Francisco falleció en 1894 y María pasó entonces algún tiempo en Munich, después se trasladó a París donde presidió una especie de corte en el exilio de los Borbones.

Se rumoreaba que estaba involucrada con la anarquía y el asesinato del Rey Humberto I en 1900 con el objeto de desestabilizar el nuevo estado italiano.
Historiadores recientes han hecho resurgir este rumor basándose en la creencia que tenía en dicha teoría de conspiración el entonces Primer Ministro de Italia, Giovanni Giolitti.
Otros historiadores desestiman esta teoría. Durante la Primera Guerra Mundial, María contribuyó activamente al lado de Alemania y Austria en su guerra contra Italia. Nuevamente surgieron rumores que la involucraron en el sabotaje y espionaje en contra de Italia esperando que su derrota fragmentara a la nación y se restaurara entonces el Reino de Nápoles.

Sus últimos años transcurrieron en Múnich junto a su hermana Matilde, que como ella también había vivido el drama de enterrar a su marido y a su única hija en plena juventud.

María murió en enero de 1925. Sus restos fueron enterrados en el complejo de Santa Chiara de Nápoles, junto a los de su esposo y su hija, donde descansan hoy en día.

Francisco

Con Mathilde y el Archiduque Ludwig-Viktor

Muy buen relato, Andro. Realmente las hijas del duque Max en Baviera eran geniales y una de las últimas aristócratas de raza. No las mojigatas burguesas en las que terminaron siendo las princesas que eran ejemplo para el noble puedo surgido de repente… sólo porque se casaban y asistían a los bailes de la corte.

María tuvo sentido de servicio al pueblo, lo demostró en Gaeta, las hermanas lo tuvieron mucho más que la que tuvo más privilegios de todas, la más encumbrada, la más famosa y la más querida. Lo que sucedió es que las otras no tuvieron el aura de la Inolvidable, ni su cultura, ni su carisma que transcendía más allá de un cuadro…

Sofía es otra que me encanta, y la más guapa de todas, y la que menos me gusta es Nene, no es mi estilo de personaje histórico. Me gusta la gente con vida, con garra, con historias por contar, con evoluciones… Los que amaron, vivieron, sufrieron pero luego terminaron como grandes señores, y ese fue el camino de las famosas hermanas Wittelsbach.

María no fue mojigata en absoluto;
buscó fuera de su hogar lo que no encontraba en él.
Triste que no pudo quedarse con la hija de su amante, seguro que fue uno de sus peores momentos.

Por otro lado, también es elogiable la forma en que su marido aceptó y entendió su aventura.

Ella y su marido están enterrados en la Basílica de Santa Clara, en Nápoles

Maria en Gaeta.

Siempre el gesto serio en todas las fotos.
¿Por qué nunca nadie sonreía cuando los fotografiaban?????

En esta la encuentro muy parecida a Elizabeth





Con sus cuñadas, Maria Anunciata y Maria Inmaculada

Como siempre, los cuadros difieren bastante de la realidad.