Casa de Habsburgo (Actualidad)
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Helena
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Carlos I de Austria y IV de Hungría, último Emperador de Austria y Rey de Hungría, y de su esposa Zita de Borbón-Parma, padres de Otto.
Invitado- Invitado
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Totalmente de acuerdo filipos, la majestad va mucho mas alla de bodas, uniformes, bailes, etc, va de acuerdo a un ideal de vivir de acuerdo a una tradición de 700 años como el mismo decia, lamentabemente creo que como ya he dicho con él, muere el ultimo gran caballero de la casa de austria, espero en verdad estar equivocado
principe de paris- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 315
Fecha de inscripción : 19/03/2009
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Así es, archiduquesa Pimpinela y mi estimado Príncipe de París, dignidad real y sangre impoluta. Es el último aristócrata de una estirpe y linaje incuestionables. Otras casas reales no pueden decir lo mismo.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
No tengo palabras.
Sólo que con él, se va lo último que nos quedaba del Imperio.
¡¡Viva el Emperador, que pudo ser!!
Sólo que con él, se va lo último que nos quedaba del Imperio.
¡¡Viva el Emperador, que pudo ser!!
Hispanoaustriaco- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 07/04/2008
Localización : España
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Muy interesante enlace: http://kurier.at/nachrichten/3919635.php (Usar Traductor de Google)
Para seguir la información que da la prensa austriaca del fallecimiento de Otto, usar:
http://news.google.at/nwshp?hl=de&
tab=wn
Para seguir la información que da la prensa austriaca del fallecimiento de Otto, usar:
http://news.google.at/nwshp?hl=de&
tab=wn
Hispanoaustriaco- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 07/04/2008
Localización : España
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Una verdadera perdida de la auntentica realeza......
tinotf- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 2658
Fecha de inscripción : 25/07/2007
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Hispanoaustriaco escribió:No tengo palabras.
Sólo que con él, se va lo último que nos quedaba del Imperio.
¡¡Viva el Emperador, que pudo ser!!
¡VIVA EL IMPERIO AUSTROHÚNGARO!
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
tinotf escribió:Una verdadera perdida de la auntentica realeza......
Especie extinguida hoy.
Unos dos meses despues de los funerales, tendremos el anuncio oficial de divorcio entre Karl y Francesca.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
EL SEÑOR DE LOS PUEBLOS
de Ramiro Villapadierna
04 Julio 2011, 14:42
- En "
El mundo de ayer"
, de Zweig, se entiende tan bien el de hoy... -
Otto de Habsburgo nació emperador de profesión, en 1912. Pero sin llegar a sacar el título por cambio de programas, ejerció sin embargo toda su vida como un excelente autónomo. Su mejor pensión vitalicia es haber visto desmoronarse a los dos gigantes totalitarios -nacionalismo y socialismo- que le ningunearon el puesto. Y volver a ver reunirse en la casa europea a los pueblos de los que se sintió responsable, ante una historia y unos políticos de la guerra fría que parecían ser más bien ellos los abdicantes.
En 1916 con su padre, Carlos I
el último emperador
Los títulos y responsabilidades de quien era gran príncipe de Transilvania pero también duque de Auschwitz, señor de Trieste y sólo conde de Habsburgo –un pequeño solar medieval en el cantón suizo de Aargau-, son una lección de historia fascinante, si hoy genéricamente ignota.
Es que “hace más de un siglo que es Francia la que nos cuenta la historia”, explicaba cuando el presidente Mitterrand ninguneó la espiral de libertad de los pueblos yugoslavos llamándolos “tribus sedientas” de sangre, en arrogancia similar a la de su predecesor Clémenceau, 70 años antes, cuando sentenció que “l’Autriche sera ce qui reste…” de los despojos de la política.
Envuelto en un abrigo grande, que parecería de su padre si no se supiera que el emperador Carlos murió de frío, Otto de Habsburgo carecía de toda nostalgia pero se reía con lo de “el fin de la historia”, tan de moda tras de 1989: “sólo se acaba o reemerge para quién no la conociese”.
Entonces, durante el reabrirse de heridas, mal curadas con ideologías ‘prêt à porter’, se impuso de urgencia una terminología de minorías nacionales y religiosas que el veterano Habsburgo rehusaba: sólo hablaba de pueblos y grupos, “cualquier otra cosa es artificial y denigrante”, presuponiendo una comparación que el veía odiosa.
Con el viejo Francisco José, el emperador eterno sólo comparable a la reina Victoria
Brook-Shepherd entiende en The Austrians, al través del ejemplo de “La pintura estiria”, la naturalidad con que la que antes todos los europeos (pero desde el siglo XX sólo apenas algún Habsburgo) daban menos importancia a etnias y naciones que a las culturas, estilo de vida y modo de ver el mundo (Weltanschauung).
Nadie hubiera pensado hace un siglo que austríaco fuese una nacionalidad: Austria era sólo una corona, que auspiciaba a decenas de pueblos, sólo uno de los cuales era de lengua alemana. Lo que en “La pintura estiria” diferencia radicalmente a estos, de otros alemanes, es que eran “del emperador”.
En cuanto faltó esa diferencia esencial: alemanes eran todos como decía Hitler. Y eslavos eran todos aquellos que pretendía Stalin. De ambos dos hubo, entonces, más que suficiente. Y más que suficientes políticos y pueblos para agasajarlos;
a diferencia, Otto era con 26 años condenado a muerte “in absentia”.
Desde que recientemente los reyes tienen apellido Otto es Habsburgo, pero durante siglos sólo fueron “los Austria”, un lugar que era menos un continente que un contenido: Una herencia que, como dice Faustino Menéndez Pidal, no es exactamente lo que se recibe, sino “lo que se decide ser”. Y este señor de los espacios y los tiempos del viejo continente nunca gobernó otra cosa que a sí mismo, que es mucho más de lo que pueden decir tantos gobernantes en ejercicio.
Su boda con Regina de Sajonia-Meiningen, también refugiada, ella de la RDA
Con tal herencia asumida y nada regalado salvo un abusivo desprecio, el doctor Otto de Habsburgo, como decidió apearse del caballo para ir a pie por Europa, era hijo del último emperador y Rey apostólico de Hungría;
y Rey de Bohemia, de Dalmacia, de Croacia, de Eslavonia, de Galitzia, de Lodomeria y de Iliria;
Rey de Jerusalén, archiduque de Austria, gran duque de Toscana y de Cracovia, duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Carniola y de Bucovina...
Y margrave de Moravia, duque de la Alta y Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Dubrovnik y Friuli, conde del Tirol, de Gorizia y Gradisca, príncipe de Trento y margrave de Istria, señor de las bocas de Cotor y vóivoda de Serbia, y así otros nombres y lugares que pueden no decir nada para nadie en los nuevos planes de estudio;
pero algunos de ellos tuvieron la suerte de que sí significaran algo para este Habsburgo.
Mitteleuropa animada, entre 1812 y 1937
De un europeísmo ajeno a campañas de gabinete de prensa y fachadas de aldea de Potemkin, temía a los antieuropeos pues desprecian Europa “como si fueran norteamericanos”;
siendo europeísta “es más sano ser un poco anti-americano: un reflejo sano ante todo gran poder”, decía con su bigotillo trasnochado y sonriente y esos ojos vivos de tantas experiencias vividas.
Con la emperatriz Zita, aún apátridas, su mujer Regine y él con los niños en brazos
Pero desdeñaba la primacía de una Europa económica sobre una política, señalando a los años 20 y 30 y cómo una mala política se ventila la mejor economía.
De entre sus muchas publicaciones, en “Carlos V, un emperador para Europa”, Otto de Habsburgo reivindicó la primera visión realmente europeísta como hija del ideal caballeresco borgoñón.
500 años después la nueva idea de Europa nació de los Schumann, Monnet, Adenauer y De Gaulle de esa misma región olvidada. Escribió que el fracaso de Carlos V (el padre de Otto iba a ser casualmente Carlos VI) sería no lograr la unidad de la cristiandad, superadora de los nacionalismos;
la vida de Otto podría ser un trasunto pues tal ansia se expresó en la unidad de Europa.
Han sido los dos únicos Austrias en renunciar en 600 años, denotando ambos una rara combinación de idealismo y realismo;
y ninguna ambición personal: en 1961 Otto eligió servir a un continente antes que a una sola nación.
Temido por su extraordinario ardor parlamentario e incorrección política
Parlamentario europeo durante 20 años, gran conocedor de España desde su formación de exilio en Lequeitio, exquisito plurilingüe capaz de deslizar a sus hijos bromas en latín, seguirlo en sus viajes por el Este era una experiencia energética que acuñó el concepto de “Otto’s Camel Trophy”, pues, bien entrado en su ochentena, agotaba a quienes no le mediaban la edad, adentrándose por los pueblos de la Bucovina de Joseph Roth entre una rara algarabía postsoviética de “¡viene el emperador!”.
En lo sucesivo siempre hará falta un Otto, para dudar de la entereza de los telones de acero y negar el monopoly geopolítico;
con la militancia paciente para ver desplomarse los artefactos políticos y, un día de 1989, a su hija Walburga cortando con cizallas las alambradas y mentiras de Yalta;
forzando a reescribir los manuales escolares de historia, malescritos con faltas políticas.
http://abcblogs.abc.es/divanesteoeste/2011/7/4/el-senor-los-pueblos
de Ramiro Villapadierna
04 Julio 2011, 14:42
- En "
El mundo de ayer"
, de Zweig, se entiende tan bien el de hoy... -
Otto de Habsburgo nació emperador de profesión, en 1912. Pero sin llegar a sacar el título por cambio de programas, ejerció sin embargo toda su vida como un excelente autónomo. Su mejor pensión vitalicia es haber visto desmoronarse a los dos gigantes totalitarios -nacionalismo y socialismo- que le ningunearon el puesto. Y volver a ver reunirse en la casa europea a los pueblos de los que se sintió responsable, ante una historia y unos políticos de la guerra fría que parecían ser más bien ellos los abdicantes.
En 1916 con su padre, Carlos I
el último emperador
Los títulos y responsabilidades de quien era gran príncipe de Transilvania pero también duque de Auschwitz, señor de Trieste y sólo conde de Habsburgo –un pequeño solar medieval en el cantón suizo de Aargau-, son una lección de historia fascinante, si hoy genéricamente ignota.
Es que “hace más de un siglo que es Francia la que nos cuenta la historia”, explicaba cuando el presidente Mitterrand ninguneó la espiral de libertad de los pueblos yugoslavos llamándolos “tribus sedientas” de sangre, en arrogancia similar a la de su predecesor Clémenceau, 70 años antes, cuando sentenció que “l’Autriche sera ce qui reste…” de los despojos de la política.
Envuelto en un abrigo grande, que parecería de su padre si no se supiera que el emperador Carlos murió de frío, Otto de Habsburgo carecía de toda nostalgia pero se reía con lo de “el fin de la historia”, tan de moda tras de 1989: “sólo se acaba o reemerge para quién no la conociese”.
Entonces, durante el reabrirse de heridas, mal curadas con ideologías ‘prêt à porter’, se impuso de urgencia una terminología de minorías nacionales y religiosas que el veterano Habsburgo rehusaba: sólo hablaba de pueblos y grupos, “cualquier otra cosa es artificial y denigrante”, presuponiendo una comparación que el veía odiosa.
Con el viejo Francisco José, el emperador eterno sólo comparable a la reina Victoria
Brook-Shepherd entiende en The Austrians, al través del ejemplo de “La pintura estiria”, la naturalidad con que la que antes todos los europeos (pero desde el siglo XX sólo apenas algún Habsburgo) daban menos importancia a etnias y naciones que a las culturas, estilo de vida y modo de ver el mundo (Weltanschauung).
Nadie hubiera pensado hace un siglo que austríaco fuese una nacionalidad: Austria era sólo una corona, que auspiciaba a decenas de pueblos, sólo uno de los cuales era de lengua alemana. Lo que en “La pintura estiria” diferencia radicalmente a estos, de otros alemanes, es que eran “del emperador”.
En cuanto faltó esa diferencia esencial: alemanes eran todos como decía Hitler. Y eslavos eran todos aquellos que pretendía Stalin. De ambos dos hubo, entonces, más que suficiente. Y más que suficientes políticos y pueblos para agasajarlos;
a diferencia, Otto era con 26 años condenado a muerte “in absentia”.
Desde que recientemente los reyes tienen apellido Otto es Habsburgo, pero durante siglos sólo fueron “los Austria”, un lugar que era menos un continente que un contenido: Una herencia que, como dice Faustino Menéndez Pidal, no es exactamente lo que se recibe, sino “lo que se decide ser”. Y este señor de los espacios y los tiempos del viejo continente nunca gobernó otra cosa que a sí mismo, que es mucho más de lo que pueden decir tantos gobernantes en ejercicio.
Su boda con Regina de Sajonia-Meiningen, también refugiada, ella de la RDA
Con tal herencia asumida y nada regalado salvo un abusivo desprecio, el doctor Otto de Habsburgo, como decidió apearse del caballo para ir a pie por Europa, era hijo del último emperador y Rey apostólico de Hungría;
y Rey de Bohemia, de Dalmacia, de Croacia, de Eslavonia, de Galitzia, de Lodomeria y de Iliria;
Rey de Jerusalén, archiduque de Austria, gran duque de Toscana y de Cracovia, duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Carniola y de Bucovina...
Y margrave de Moravia, duque de la Alta y Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Dubrovnik y Friuli, conde del Tirol, de Gorizia y Gradisca, príncipe de Trento y margrave de Istria, señor de las bocas de Cotor y vóivoda de Serbia, y así otros nombres y lugares que pueden no decir nada para nadie en los nuevos planes de estudio;
pero algunos de ellos tuvieron la suerte de que sí significaran algo para este Habsburgo.
Mitteleuropa animada, entre 1812 y 1937
De un europeísmo ajeno a campañas de gabinete de prensa y fachadas de aldea de Potemkin, temía a los antieuropeos pues desprecian Europa “como si fueran norteamericanos”;
siendo europeísta “es más sano ser un poco anti-americano: un reflejo sano ante todo gran poder”, decía con su bigotillo trasnochado y sonriente y esos ojos vivos de tantas experiencias vividas.
Con la emperatriz Zita, aún apátridas, su mujer Regine y él con los niños en brazos
Pero desdeñaba la primacía de una Europa económica sobre una política, señalando a los años 20 y 30 y cómo una mala política se ventila la mejor economía.
De entre sus muchas publicaciones, en “Carlos V, un emperador para Europa”, Otto de Habsburgo reivindicó la primera visión realmente europeísta como hija del ideal caballeresco borgoñón.
500 años después la nueva idea de Europa nació de los Schumann, Monnet, Adenauer y De Gaulle de esa misma región olvidada. Escribió que el fracaso de Carlos V (el padre de Otto iba a ser casualmente Carlos VI) sería no lograr la unidad de la cristiandad, superadora de los nacionalismos;
la vida de Otto podría ser un trasunto pues tal ansia se expresó en la unidad de Europa.
Han sido los dos únicos Austrias en renunciar en 600 años, denotando ambos una rara combinación de idealismo y realismo;
y ninguna ambición personal: en 1961 Otto eligió servir a un continente antes que a una sola nación.
Temido por su extraordinario ardor parlamentario e incorrección política
Parlamentario europeo durante 20 años, gran conocedor de España desde su formación de exilio en Lequeitio, exquisito plurilingüe capaz de deslizar a sus hijos bromas en latín, seguirlo en sus viajes por el Este era una experiencia energética que acuñó el concepto de “Otto’s Camel Trophy”, pues, bien entrado en su ochentena, agotaba a quienes no le mediaban la edad, adentrándose por los pueblos de la Bucovina de Joseph Roth entre una rara algarabía postsoviética de “¡viene el emperador!”.
En lo sucesivo siempre hará falta un Otto, para dudar de la entereza de los telones de acero y negar el monopoly geopolítico;
con la militancia paciente para ver desplomarse los artefactos políticos y, un día de 1989, a su hija Walburga cortando con cizallas las alambradas y mentiras de Yalta;
forzando a reescribir los manuales escolares de historia, malescritos con faltas políticas.
http://abcblogs.abc.es/divanesteoeste/2011/7/4/el-senor-los-pueblos
Hispanoaustriaco- Su Alteza Serenísima
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Y algo mas madame helena, al margen de su linaje real que era completo y sin macula, tenia la verdadera aristocracia, la que no se consigue teniendo lindos titulos o bellas condecoraciones y tiaras, finalmente lujos banales, sino que dedico su vida a un ideal, el ideal de su casa, el ideal de una europa unida mas alla de sus diferencias en un frente comun, la devoción y el servicio es lo que ha definido a la mas grande familia politica de la historia de occidente y en Otto tuvieron a su ultimo gran hombre detras de rodolfo, de federico III de Carlos V de felipe II, de jose II, de francisco jose y su hermano maximiliano, de rodolfo, de su padre el ultimo oemperador, en fin, mucho me temo que con él se va en buena medida la casa de austria
sin embargo no es momento de especulaciones, que dios tenga en su gloria a un gran hombre y un gran principe que entendio como pocos el lema "
el principe debe ser el primer servidor de su estado"
sin embargo no es momento de especulaciones, que dios tenga en su gloria a un gran hombre y un gran principe que entendio como pocos el lema "
el principe debe ser el primer servidor de su estado"
principe de paris- Su Alteza Serenísima
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
No es especular: es ampliamente conocido que sería a la muerte del archiduque Otto.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Hispanoaustriaco escribió:EL SEÑOR DE LOS PUEBLOS
de Ramiro Villapadierna
04 Julio 2011, 14:42
- En "
El mundo de ayer"
, de Zweig, se entiende tan bien el de hoy... -
Otto de Habsburgo nació emperador de profesión, en 1912. Pero sin llegar a sacar el título por cambio de programas, ejerció sin embargo toda su vida como un excelente autónomo. Su mejor pensión vitalicia es haber visto desmoronarse a los dos gigantes totalitarios -nacionalismo y socialismo- que le ningunearon el puesto. Y volver a ver reunirse en la casa europea a los pueblos de los que se sintió responsable, ante una historia y unos políticos de la guerra fría que parecían ser más bien ellos los abdicantes.
En 1916 con su padre, Carlos I
el último emperador
Los títulos y responsabilidades de quien era gran príncipe de Transilvania pero también duque de Auschwitz, señor de Trieste y sólo conde de Habsburgo –un pequeño solar medieval en el cantón suizo de Aargau-, son una lección de historia fascinante, si hoy genéricamente ignota.
Es que “hace más de un siglo que es Francia la que nos cuenta la historia”, explicaba cuando el presidente Mitterrand ninguneó la espiral de libertad de los pueblos yugoslavos llamándolos “tribus sedientas” de sangre, en arrogancia similar a la de su predecesor Clémenceau, 70 años antes, cuando sentenció que “l’Autriche sera ce qui reste…” de los despojos de la política.
Envuelto en un abrigo grande, que parecería de su padre si no se supiera que el emperador Carlos murió de frío, Otto de Habsburgo carecía de toda nostalgia pero se reía con lo de “el fin de la historia”, tan de moda tras de 1989: “sólo se acaba o reemerge para quién no la conociese”.
Entonces, durante el reabrirse de heridas, mal curadas con ideologías ‘prêt à porter’, se impuso de urgencia una terminología de minorías nacionales y religiosas que el veterano Habsburgo rehusaba: sólo hablaba de pueblos y grupos, “cualquier otra cosa es artificial y denigrante”, presuponiendo una comparación que el veía odiosa.
Con el viejo Francisco José, el emperador eterno sólo comparable a la reina Victoria
Brook-Shepherd entiende en The Austrians, al través del ejemplo de “La pintura estiria”, la naturalidad con que la que antes todos los europeos (pero desde el siglo XX sólo apenas algún Habsburgo) daban menos importancia a etnias y naciones que a las culturas, estilo de vida y modo de ver el mundo (Weltanschauung).
Nadie hubiera pensado hace un siglo que austríaco fuese una nacionalidad: Austria era sólo una corona, que auspiciaba a decenas de pueblos, sólo uno de los cuales era de lengua alemana. Lo que en “La pintura estiria” diferencia radicalmente a estos, de otros alemanes, es que eran “del emperador”.
En cuanto faltó esa diferencia esencial: alemanes eran todos como decía Hitler. Y eslavos eran todos aquellos que pretendía Stalin. De ambos dos hubo, entonces, más que suficiente. Y más que suficientes políticos y pueblos para agasajarlos;
a diferencia, Otto era con 26 años condenado a muerte “in absentia”.
Desde que recientemente los reyes tienen apellido Otto es Habsburgo, pero durante siglos sólo fueron “los Austria”, un lugar que era menos un continente que un contenido: Una herencia que, como dice Faustino Menéndez Pidal, no es exactamente lo que se recibe, sino “lo que se decide ser”. Y este señor de los espacios y los tiempos del viejo continente nunca gobernó otra cosa que a sí mismo, que es mucho más de lo que pueden decir tantos gobernantes en ejercicio.
Su boda con Regina de Sajonia-Meiningen, también refugiada, ella de la RDA
Con tal herencia asumida y nada regalado salvo un abusivo desprecio, el doctor Otto de Habsburgo, como decidió apearse del caballo para ir a pie por Europa, era hijo del último emperador y Rey apostólico de Hungría;
y Rey de Bohemia, de Dalmacia, de Croacia, de Eslavonia, de Galitzia, de Lodomeria y de Iliria;
Rey de Jerusalén, archiduque de Austria, gran duque de Toscana y de Cracovia, duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Carniola y de Bucovina...
Y margrave de Moravia, duque de la Alta y Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Dubrovnik y Friuli, conde del Tirol, de Gorizia y Gradisca, príncipe de Trento y margrave de Istria, señor de las bocas de Cotor y vóivoda de Serbia, y así otros nombres y lugares que pueden no decir nada para nadie en los nuevos planes de estudio;
pero algunos de ellos tuvieron la suerte de que sí significaran algo para este Habsburgo.
Mitteleuropa animada, entre 1812 y 1937
De un europeísmo ajeno a campañas de gabinete de prensa y fachadas de aldea de Potemkin, temía a los antieuropeos pues desprecian Europa “como si fueran norteamericanos”;
siendo europeísta “es más sano ser un poco anti-americano: un reflejo sano ante todo gran poder”, decía con su bigotillo trasnochado y sonriente y esos ojos vivos de tantas experiencias vividas.
Con la emperatriz Zita, aún apátridas, su mujer Regine y él con los niños en brazos
Pero desdeñaba la primacía de una Europa económica sobre una política, señalando a los años 20 y 30 y cómo una mala política se ventila la mejor economía.
De entre sus muchas publicaciones, en “Carlos V, un emperador para Europa”, Otto de Habsburgo reivindicó la primera visión realmente europeísta como hija del ideal caballeresco borgoñón.
500 años después la nueva idea de Europa nació de los Schumann, Monnet, Adenauer y De Gaulle de esa misma región olvidada. Escribió que el fracaso de Carlos V (el padre de Otto iba a ser casualmente Carlos VI) sería no lograr la unidad de la cristiandad, superadora de los nacionalismos;
la vida de Otto podría ser un trasunto pues tal ansia se expresó en la unidad de Europa.
Han sido los dos únicos Austrias en renunciar en 600 años, denotando ambos una rara combinación de idealismo y realismo;
y ninguna ambición personal: en 1961 Otto eligió servir a un continente antes que a una sola nación.Temido por su extraordinario ardor parlamentario e incorrección política
Parlamentario europeo durante 20 años, gran conocedor de España desde su formación de exilio en Lequeitio, exquisito plurilingüe capaz de deslizar a sus hijos bromas en latín, seguirlo en sus viajes por el Este era una experiencia energética que acuñó el concepto de “Otto’s Camel Trophy”, pues, bien entrado en su ochentena, agotaba a quienes no le mediaban la edad, adentrándose por los pueblos de la Bucovina de Joseph Roth entre una rara algarabía postsoviética de “¡viene el emperador!”.
En lo sucesivo siempre hará falta un Otto, para dudar de la entereza de los telones de acero y negar el monopoly geopolítico;
con la militancia paciente para ver desplomarse los artefactos políticos y, un día de 1989, a su hija Walburga cortando con cizallas las alambradas y mentiras de Yalta;
forzando a reescribir los manuales escolares de historia, malescritos con faltas políticas.
http://abcblogs.abc.es/divanesteoeste/2011/7/4/el-senor-los-pueblos
Helena- Non
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Helena escribió:No es especular: es ampliamente conocido que sería a la muerte del archiduque Otto.
me temo helena que tiene usted toda la razon, con el respeto debido al nuevo jefe de la familia Habsburgo, no creo que el archiduque pueda llenar los zapatos de su padre dado que si bien es un hombre honesto el archiduque Otto fue un simbolo muy dificil de igualar
principe de paris- Su Alteza Serenísima
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Fecha de inscripción : 19/03/2009
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Era una noticia esperada por su edad, pero no he dejado de lamentarlo profundamente y ha sido un día triste: el último gran Señor de Europa nos ha dejado.
Que en Gloria esté junto a sus Augustos antepasados.
Buenas noches, señores.
Que en Gloria esté junto a sus Augustos antepasados.
Buenas noches, señores.
Helena- Non
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Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Entro al foro después de mucho tiempo para saludar a todos aquellos miembros que sentían un cariño especial por Otto de Habsburgo y hoy se sienten tristes por su muerte (entre quienes me incluyo)
Que en paz descanse
Saludos para todos
Que en paz descanse
Saludos para todos
coquette- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 434
Fecha de inscripción : 03/01/2008
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Apenas me he enterado de la noticia. Ha causado que me ponga triste el día de hoy. Los rastros de aquella Vieja Europa cada vez van desapareciendo. Con la partida del Archiduque Otto, Viena se queda sin su representante Imperial de tantos años.
Que Dios lo tenga en su Gloria.
Que Dios lo tenga en su Gloria.
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Lamento muchísimo la muerte del Archiduque Otto. Que Dios lo tenga en su gloria.
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
http://www.ottovonhabsburg.org/content.asp?lang=en
En esa página pueden enviar sus condolencias.
En esa página pueden enviar sus condolencias.
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
La UE destaca el impulso que Otto de Habsburgo dio al europeísmo.
Noticias EFE.
Bruselas, 4 jul (EFE).- El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, lamentaron hoy la muerte de Otto de Habsburgo, primogénito del último emperador austrohúngaro, y destacaron el impulso que este "
gigante"
del europeísmo dio a la Unión Europea.
"
Nos ha dejado un gran europeo que dio un impulso importante al proyecto europeo a través de su rica vida"
, señaló Barroso en un comunicado en referencia a Habsburgo, que falleció hoy a los 98 años de edad en su residencia de Pöcking, al sur de Alemania.
El jefe del Ejecutivo comunitario ensalzó su carrera como eurodiputado y presidente de la Unión Internacional Paneuropea, organización desde la cual contribuyó a la caída del telón de acero y la reunificación de Europa.
En particular, Barroso honró su oposición a cualquier forma de totalitarismo y su compromiso con los valores fundamentales europeos, y calificó de "
ejemplo político"
su compromiso con la Unión Europea.
Por su parte, Buzek deploró la muerte de "
un amigo, un antiguo miembro del Parlamento Europeo y un campeón de la integración europea"
.
"
Ha fallecido un gigante europeo"
, sentenció el presidente de la Eurocámara, que destacó además que "
en las horas más oscuras del continente"
fue una roca "
de verdad y humanidad"
.
Buzek recordó también que resistió al nazismo "
con la misma determinación"
con que se opuso a los regímenes comunistas en los países de Europa del Este.
Asimismo, apuntó que Otto de Habsburgo fue uno de los primeros eurodiputados.
Link: Diario Vasco.
Noticias EFE.
Bruselas, 4 jul (EFE).- El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, lamentaron hoy la muerte de Otto de Habsburgo, primogénito del último emperador austrohúngaro, y destacaron el impulso que este "
gigante"
del europeísmo dio a la Unión Europea.
"
Nos ha dejado un gran europeo que dio un impulso importante al proyecto europeo a través de su rica vida"
, señaló Barroso en un comunicado en referencia a Habsburgo, que falleció hoy a los 98 años de edad en su residencia de Pöcking, al sur de Alemania.
El jefe del Ejecutivo comunitario ensalzó su carrera como eurodiputado y presidente de la Unión Internacional Paneuropea, organización desde la cual contribuyó a la caída del telón de acero y la reunificación de Europa.
En particular, Barroso honró su oposición a cualquier forma de totalitarismo y su compromiso con los valores fundamentales europeos, y calificó de "
ejemplo político"
su compromiso con la Unión Europea.
Por su parte, Buzek deploró la muerte de "
un amigo, un antiguo miembro del Parlamento Europeo y un campeón de la integración europea"
.
"
Ha fallecido un gigante europeo"
, sentenció el presidente de la Eurocámara, que destacó además que "
en las horas más oscuras del continente"
fue una roca "
de verdad y humanidad"
.
Buzek recordó también que resistió al nazismo "
con la misma determinación"
con que se opuso a los regímenes comunistas en los países de Europa del Este.
Asimismo, apuntó que Otto de Habsburgo fue uno de los primeros eurodiputados.
Link: Diario Vasco.
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
El hijo del último emperador de Austria-Hungría, en 2008. / efe.
(Edité el mensaje porque no se veía la fotografía).
Última edición por el Mar Jul 05, 2011 4:44 pm, editado 1 vez
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Otto de Habsburgo y su esposa, Regina, el 20 de noviembre de 2002, antes de asistir a una misa para conmemorar su 90.º cumpleaños en Viena. | efe.
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Fuerte, libre, verdadero.
Por mucho tumulto y confusión que la historia generara, él siempre estuvo en el bando de la decencia, de la verdad.
HERMANN TERTSCH
Día 05/07/2011.
TENÍA que llegar en algún momento la noticia. Y fue ayer por la mañana. Otto de Habsburgo había muerto en su casa de Pöcking en Baviera. En paz. Ha vivido 98 inverosímiles años en una vida que parecía alargarse —especialmente desde la muerte, hace año y medio, de su mujer, la Archiduquesa Regina— por puro sentido del deber, por esa profunda vocación de servicio, que hoy es difícil de explicar y para la mayoría de nuestros contemporáneos, por desgracia, imposible de entender. Cuando nació Otto en 1912, en Reichenau an der Rax, en la Baja Austria, el mundo era otro. Nacía en una familia, los Habsburgo, que había gobernado durante ocho siglos gran parte de Europa. Y que aun regía, con el emperador Francisco José, sobre un vasto imperio que se extendía desde los Balcanes hasta Suiza, desde la Galicia ucraniana y la Bessarabia rumana hasta la costa dálmata y Trieste en el Adriático. Era un imperio extraordinario que ya entonces sobrevivía a su tiempo. Convivían en él multitud de naciones, nacionalidades, etnias y religiones. Su orden interno era cuestionado y desafiado desde 1848. Pero allí seguía, sesenta años después, el mismo Kaiser en Viena, preocupado y ocupado de que, mientras todo cambiaba, cierto orden permaneciera inalterado. Hasta que llegó la Gran Guerra de 1914-1918 que con sus decenas de millones de muertos haría estallar aquel orden, el europeo y la propia civilización como era conocida hasta entonces. El padre de Otto se convirtió en emperador en 1916, en plena guerra. Ya estaba la suerte echada. El sucesor designado por Francisco José, el archiduque Francisco Ferdinando había muerto asesinado en Sarajevo el 28 de junio de 1914, en lo que fue el detonante de la guerra que cambiaría el mundo.
Tras la muerte de su padre en el exilio en Madeira, disuelto el imperio, proscritos los Habsburgo en los estados surgidos en su territorio, Otto podría haberse convertido en un monarca de opereta, transeúnte por monarquías supervivientes, todas regidas por familiares. No fue así. Muy duros fueron los primeros años. De los que pasó buena parte en Lequetio en Vizcaya, donde su madre la emperatriz Zita fue acogida por el Conde de Peñaflorida. La personalidad de Otto surge ya con sus estudios en Lovaina de forma irrefrenable. Y cuando en 1938 Hitler anexiona Austria al Tercer Reich ya tiene en el archiduque a su principal enemigo, a su compatriota más odiado y perseguido, muy por encima en la lista de buscados que todos los líderes políticos austriacos. Otto se retira al exilio en EE.UU donde se convierte en abogado de la intervención norteamericana y después en activo agente de Roosevelt contra el nazismo. Tras la guerra volvió a Europa pero a Austria no pudo regresar hasta 1966 por una ley especial de la República contra la familia Habsburgo. Tras su lucha contra el nazismo prosiguió con la misma energía su lucha contra el comunismo que sojuzgaba a muchas naciones que formaron parte del imperio. Y fue una vez más activo agente contra las dictaduras hasta que en agosto de 1989 estuvo presente en el encuentro en la frontera entre Austria y Hungría en el que se produjo la fuga a occidente de medio millar de alemanes orientales. Fue el día en que se quebró el telón de acero. Por mucho tumulto y confusión que la historia generara, él siempre estuvo en el bando de la decencia, de la verdad y el profundo respeto a la persona. Europa, la PanEuropa libre, fue su patria. Profundamente religioso, fue siempre un hombre libre, inmune al ataque político, a la insidia y al acoso que sufrió siempre. Un Habsburgo que nunca reinó. Y fue el más ejemplar de todos.
Link: abc.es
Por mucho tumulto y confusión que la historia generara, él siempre estuvo en el bando de la decencia, de la verdad.
HERMANN TERTSCH
Día 05/07/2011.
TENÍA que llegar en algún momento la noticia. Y fue ayer por la mañana. Otto de Habsburgo había muerto en su casa de Pöcking en Baviera. En paz. Ha vivido 98 inverosímiles años en una vida que parecía alargarse —especialmente desde la muerte, hace año y medio, de su mujer, la Archiduquesa Regina— por puro sentido del deber, por esa profunda vocación de servicio, que hoy es difícil de explicar y para la mayoría de nuestros contemporáneos, por desgracia, imposible de entender. Cuando nació Otto en 1912, en Reichenau an der Rax, en la Baja Austria, el mundo era otro. Nacía en una familia, los Habsburgo, que había gobernado durante ocho siglos gran parte de Europa. Y que aun regía, con el emperador Francisco José, sobre un vasto imperio que se extendía desde los Balcanes hasta Suiza, desde la Galicia ucraniana y la Bessarabia rumana hasta la costa dálmata y Trieste en el Adriático. Era un imperio extraordinario que ya entonces sobrevivía a su tiempo. Convivían en él multitud de naciones, nacionalidades, etnias y religiones. Su orden interno era cuestionado y desafiado desde 1848. Pero allí seguía, sesenta años después, el mismo Kaiser en Viena, preocupado y ocupado de que, mientras todo cambiaba, cierto orden permaneciera inalterado. Hasta que llegó la Gran Guerra de 1914-1918 que con sus decenas de millones de muertos haría estallar aquel orden, el europeo y la propia civilización como era conocida hasta entonces. El padre de Otto se convirtió en emperador en 1916, en plena guerra. Ya estaba la suerte echada. El sucesor designado por Francisco José, el archiduque Francisco Ferdinando había muerto asesinado en Sarajevo el 28 de junio de 1914, en lo que fue el detonante de la guerra que cambiaría el mundo.
Tras la muerte de su padre en el exilio en Madeira, disuelto el imperio, proscritos los Habsburgo en los estados surgidos en su territorio, Otto podría haberse convertido en un monarca de opereta, transeúnte por monarquías supervivientes, todas regidas por familiares. No fue así. Muy duros fueron los primeros años. De los que pasó buena parte en Lequetio en Vizcaya, donde su madre la emperatriz Zita fue acogida por el Conde de Peñaflorida. La personalidad de Otto surge ya con sus estudios en Lovaina de forma irrefrenable. Y cuando en 1938 Hitler anexiona Austria al Tercer Reich ya tiene en el archiduque a su principal enemigo, a su compatriota más odiado y perseguido, muy por encima en la lista de buscados que todos los líderes políticos austriacos. Otto se retira al exilio en EE.UU donde se convierte en abogado de la intervención norteamericana y después en activo agente de Roosevelt contra el nazismo. Tras la guerra volvió a Europa pero a Austria no pudo regresar hasta 1966 por una ley especial de la República contra la familia Habsburgo. Tras su lucha contra el nazismo prosiguió con la misma energía su lucha contra el comunismo que sojuzgaba a muchas naciones que formaron parte del imperio. Y fue una vez más activo agente contra las dictaduras hasta que en agosto de 1989 estuvo presente en el encuentro en la frontera entre Austria y Hungría en el que se produjo la fuga a occidente de medio millar de alemanes orientales. Fue el día en que se quebró el telón de acero. Por mucho tumulto y confusión que la historia generara, él siempre estuvo en el bando de la decencia, de la verdad y el profundo respeto a la persona. Europa, la PanEuropa libre, fue su patria. Profundamente religioso, fue siempre un hombre libre, inmune al ataque político, a la insidia y al acoso que sufrió siempre. Un Habsburgo que nunca reinó. Y fue el más ejemplar de todos.
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Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Descanse en paz y que su alma encuentre al fin la tranquilidad junto a sus antepasados en la Gloria de Nuestro Señor, que brille para el la luz perpetua, Así sea, Descanse en Paz "
Su Alteza Imperial y Real Francisco José Otón Roberto María Antonio Carlos Maximiliano Enrique Sixto Javier Félix Renato Luis Cayetano Pío Ignacio, Príncipe Imperial, Archiduque de Austria, Príncipe Real de Hungría y de Bohemia"
Su Alteza Imperial y Real Francisco José Otón Roberto María Antonio Carlos Maximiliano Enrique Sixto Javier Félix Renato Luis Cayetano Pío Ignacio, Príncipe Imperial, Archiduque de Austria, Príncipe Real de Hungría y de Bohemia"
kanon1977- Su Alteza Real
- Mensajes : 1313
Fecha de inscripción : 08/03/2008
Localización : El Salvador
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Descanse en paz. Una pena su muerte, un hombre integro y con una vida muy interesante. Se ha ido uno de los grandes representantes de la verdadera realeza.
Baena- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 432
Fecha de inscripción : 23/06/2008
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
¿Al Archiduque lo entierran el día 16? ¿Por qué tardan tanto?
glorisabel- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 8253
Fecha de inscripción : 07/06/2008
Localización : San Juan, Puerto Rico
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Me acabo de enterar, ¡¡¡qué pena!!!. Lástima que no pudiera reinar en ninguno de los Tronos de sus antepasados.
pedro- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 2647
Fecha de inscripción : 22/02/2008
Localización : Dublín (Irlanda)
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Coquette, me alegra mucho leerte. Gracias por venir en este momento. Espero verte más a menudo por el foro como antes. Un beso.
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Una verdadera pena, era el único sobreviviendo de toda una época, un icono de la nostalgía austrohungara y Habsburgo en su totalidad.
Lefairh- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 351
Fecha de inscripción : 28/04/2009
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Helena escribió:Coquette, me alegra mucho leerte. Gracias por venir en este momento. Espero verte más a menudo por el foro como antes. Un beso.
Hola Helena!!
Cuando me enteré de la noticia sentí mucha pena y enseguida me acordé de la gente de este foro, que sentía tanto cariño por él. No quise dejar de saludarlos!!
Un beso para todos y para vos especialmente!
coquette- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 434
Fecha de inscripción : 03/01/2008
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
¡No te pierdas, Coquette! ;
)
)
Helena- Non
- Mensajes : 10770
Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Casa de Habsburgo (Actualidad)
Fallecido a los 98 años Otto de Habsburgo
En la muerte del Emperador
RODOLFO VARGAS RUBIO
Acaba de morir a los 98 años el decano de los varones de la realeza europea: Su Alteza Imperial y Real el archiduque Otto de Habsburgo-Lorena, emperador de iure de Austria-Hungría y, como tal, jefe de la Casa de Habsburgo entre 1922 y 2007. Era el último eslabón viviente de Austria y algunos otros actuales países y regiones europeos (Hungría, Chequia, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia, Bosnia, Serbia, la Alta Silesia, Galitzia, Transilvania, el Bánato, Trentino-Alto Adige) con el pasado que les fue común y que quedó liquidado en 1919 con el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, que consagró la desmembración de la monarquía danubiana. En efecto, el archiduque Otto había nacido cuando ésta aún existía, bajo el reinado de su tío bisabuelo el káiser Francisco José I, y fue, de hecho, el último kronprinz (heredero) y príncipe real de Hungría.
Hijo de Carlos de Habsburgo y de su esposa Zita, nacida princesa de Borbón de Parma, vio la luz en el castillo de Wartholz en Reichenau an der Rax (Baja Austria), el 20 de noviembre de 1912. En ese momento no era el padre de Otto el heredero directo del Imperio, sino su tío el archiduque Francisco Fernando, hijo de un hermano menor del Káiser, el archiduque Carlos Luis. Sin embargo, Carlos estaba llamado a la larga a reinar, pues la descendencia del kronprinz Francisco Fernando estaba excluida de la sucesión austrohúngara en razón de provenir del matrimonio desigual de éste con la condesa bohema Sofía Chotek (creada duquesa de Hohenberg por Francisco José I), la cual, aunque aristócrata, no pertenecía al círculo de princesas de rango soberano o mediatizado. Las balas de Sarajevo el 28 de junio de 1914 colocaron de golpe a Carlos en el peldaño más próximo al trono.
Es curioso considerar cómo, a su vez, Francisco Fernando había visto cambiar radicalmente su vida en 1889 a raíz de una tragedia: el presunto suicidio en Mayerling del archiduque Rodolfo, el infortunado hijo de Francisco José y de Sissi, hecho que lo convirtió en kronprinz. A despecho de la inutilidad de especular sobre lo que pudo ser y no fue en la Historia, resulta, con todo, curioso pensar en cómo habrían sido las cosas de no haber sucumbido Francisco Fernando al atentado perpetrado por Gavrilo Prinzip. El archiduque era un hombre de ideas decididamente reformistas y partidario de la paz. Como emperador probablemente se hubiera esforzado en hacer evolucionar el Imperio hacia una especie de federación bajo régimen de libertades y, desde luego, habría evitado a toda costa hacerle el juego a Alemania, la cual no se habría atrevido a lanzarse sola a la aventura de una guerra europea. Carlos, por su parte, habría subido al trono a una edad más madura, lo que le hubiera permitido continuar la obra de su tío con mayor y mejor preparación, con lo cual hoy quizás estaríamos dando el último adiós a su hijo convertido en el emperador reinante de una potencia de primer orden…
Desgraciadamente las cosas sucedieron de modo menos propicio para la dinastía de los Habsburgo y para el Imperio austrohúngaro. El 21 de noviembre de 1916, el viejo emperador Francisco José, convertido prácticamente en un personaje de leyenda y una reliquia del pasado envuelta en un uniforme, se extinguía apaciblemente, casi sin percatarse de la dramática realidad de aquellos días de Apocalipsis. Mientras sus huesos descendían a la cripta de los Capuchinos, su sobrino bisnieto se convertía en Carlos I de Austria y IV de Hungría, el cual se apresuró a hacerse coronar como rey magyar en Budapest con toda la pompa tradicional: era tal vez una manera de exaltar el espíritu patriótico en los tiempos particularmente difíciles de la Gran Guerra mediante el rico simbolismo del rito. En esa misma ceremonia, compareció el pequeño archiduque Otto –que acababa de cumplir los cuatro años– como nuevo príncipe heredero, revestido también con los atributos de su investidura, bajo la atenta y solícita vigilancia de su madre la enérgica emperatriz Zita.
Otto fue el mayor de los ocho hijos de la pareja imperial, familia que puede parecer numerosa, aunque no tanto si se la compara con otras que aparecen en su ascendencia, por ejemplo: la de María Teresa de Austria (que dio dieciséis vástagos a su esposo Francisco I de Lorena) y la del padre de Zita, el duque Roberto I de Parma (un prolífico Borbón que tuvo la friolera de veinticuatro retoños, habidos sucesivamente en sus dos mujeres: María Pía de Borbón-Dos Sicilias y María Antonia de Braganza). Su infancia habría podido transcurrir, como la de esos Habsburgos y Borbones, en medio de una placentera y bulliciosa felicidad burguesa, de no ser porque coincidió con el turbulento fin de una época y de un modo de ver las cosas y de vivir. A una edad en la que se imprimen fuertemente las impresiones de la vida en un niño, Otto fue dejado la mayor parte del tiempo al cuidado de gobernantas, pues sus progenitores casi siempre estaban ausentes: el padre viajando a través del Imperio para intentar recomponer una unidad ya prácticamente perdida y la madre dividida entre su deber humanitario, visitando hospitales y refugios para dispensar consuelo e infundir entereza a los combatientes austrohúngaros y a las víctimas de la guerra, y sus manejos secretos –que fracasarían– para conseguir la paz separada de Austria con los Aliados a través de sus hermanos Sixto y Javier de Borbón-Parma.
Después vino el destierro. Al día siguiente del Armisticio, es decir el 12 de noviembre de 1918, fue proclamada la República de Austria Germana (que sería sucedida al año siguiente por los nuevos Estados resultantes del ya mencionado Tratado de Saint-Germain-en-Laye). Carlos I hubo de salir del país con su familia, a pesar de su intención de quedarse a vivir en Viena después de que delegara el poder (que no abdicara). Se dirigieron a Suiza, desde donde él y la emperatriz viajaron a Hungría. Allí en dos ocasiones (marzo y octubre de 1921) intentaron recuperar el poder. El país, tras un primer ensayo republicano fracasado y la efímera revolución bolchevique de Bela Kun de 1919, había vuelto a ser un reino bajo la férrea mano del almirante Miklós Horthy. Éste, que ejercía como regente (contrariamente a la tradición nacional, que atribuía tan trascendental cargo al arzobispo de Esztergom y príncipe primado) se opuso a la restauración de los Habsburgo, en parte por imposición de los Aliados y en parte por ambición personal. Desposeída de sus bienes en sus antiguos dominios y no habiéndose llevado nada de su fortuna consigo, la familia imperial partió para el exilio en la isla de Madeira, donde se vio sumida en la mayor estrechez material.
Carlos de Habsburgo se extinguió en Funchal a los cinco meses de su llegada a la isla portuguesa. Su organismo, probablemente acabado por las tensiones acumuladas en los últimos cuatro años, no pudo superar una neumonía. Zita, a quien le sobraba coraje y determinación, se hizo cargo de sus ocho huérfanos y dedicó a partir de entonces su existencia a salvaguardar los derechos que heredaba su hijo Otto. Sobre los hombros de este niño de nueve años, que pasó de golpe a la edad adulta, recaía así la formidable carga de una tradición densa y milenaria. Ya desde entonces tomó conciencia de lo que representaba para la Historia y puede decirse que hasta el fin de sus días fue fiel a los valores de su vocación dinástica. Su madre se encargó de que nunca olvidara quién era y sus hermanos, aleccionados por ella en la disciplina y sentido de familia habsbúrgicos, observaron siempre hacia él una obsecuente deferencia que no se desmintió nunca. Ningún sacrificio fue ahorrado con tal de dar a Otto una buena preparación para la eventual asunción de sus supremas responsabilidades.
Estudió Ciencias Políticas en Lovaina, lo que le franquearía en el futuro las puertas de la vida parlamentaria. El difícil peregrinar del destierro le sirvió para conocer países, regiones, lenguas, mentalidades y gentes diversas: España, Francia, Bélgica, el Quebec, los Estados Unidos, Suiza, Baviera, el País Vasco… Hizo honor a su apellido al protestar formal y enérgicamente contra el Anschluss. Ver a su Austria natal subsumida en el Reich hitleriano era demasiado como para que el heredero del Imperio danubiano guardara silencio. Desde entonces, fue malquisto al Führer, que, aunque austríaco de nacimiento, se consideraba más bien depositario del nacionalismo prusiano. Otto veía en el nacionalsocialismo la lógica consecuencia de la disolución del Imperio austrohúngaro, factor secular de equilibrio en el avispero de la Mitteleuropa, y la incomprensible preservación de Alemania, la verdadera causante, sin embargo, de la catástrofe de 1914-1918. Pero le horrorizaba igualmente el totalitarismo marxista, en el que veía la negación siniestra de los valores fundamentales de la Civilización europea. Por eso, fue un convencido anticomunista, lo que no le impidió prestar su atención y apoyo a los países de la órbita soviética que habían sido otrora parte de la monarquía habsbúrgica.
Como superación de los deletéreos extremismos totalitarios, el Archiduque hizo suya la idea paneuropea que en 1923 había lanzado el aristócrata austríaco Richard Nikolaus Graf Coudenhove-Kalergi, verdadero padre de la Unión Europea (aunque su figura se ha visto injustamente opacada por la de otros próceres, ciertamente meritorios de reconocimiento pero posteriores, como Emanuel Mounier). Cosa, por otra parte, natural tratándose del heredero de la tradición universalista de los Habsburgo expresada en su divisa, que reza: “Austria est imperare orbi universo” (el famoso AEIOU), lo que no significa en modo alguno una voluntad avasalladora, sino una vocación integradora en el contexto del ideal de monarquía universal, teorizado magníficamente por Dante y encarnado sucesivamente en personajes clave como Carlomagno, Otón I, Federico II y Carlos V. Y aunque la Guerra de los Treinta Años lo había liquidado definitivamente en el siglo XVII y las Guerras Napoléonicas habían forzado la disolución del Sacro Imperio (que era su concreción), el emperador de Austria (posteriormente de Austria-Hungria) seguía siendo visto como el sucesor nato de los Césares romanos y de los emperadores cristianos. En la liturgia de la Iglesia Católica se conservó hasta 1955 la oración solemne “pro Imperatore” de Viernes Santo, que expresa el papel unificador y civilizador asignado al supremo monarca: “Oremus et pro Christianissimo imperatore nostro [Nomen] ut Deus et Dominus noster subditas illi faciat omnes barbaras nationes ad nostram perpetuam pacem” (Oremos por nuestro cristianísimo emperador N., para que Dios nuestro Señor le someta todas las naciones bárbaras para nuestra paz perpetua”).
Es claro que Otto de Habsburgo no pretendía la resurrección ni del Imperio de Occidente ni del Sacro Imperio Romano Germánico, ni se hacía ilusiones sobre una eventual restauración del Imperio que aún rigió efectivamente su padre. Pero rescató lo esencial de la idea imperial para propulsar el europeísmo, un europeísmo no basado principalmente en la economía (como desgraciadamente sucede hoy), sino un que hunde sus raíces en la Historia y en la tradición, que aprende del pasado y que, gracias a esa valiosa experiencia puede proyectarse hacia el futuro con seguridad. No era sino la puesta en práctica del sabio lema romano: “ex praeterito praesens prudenter agit, ne futura actione deturpet”. Fue el olvido del pasado el que condujo y conduce a Europa a la catástrofe. Ni mucho menos entraba en la visión política de Otto propugnar nuevamente el autoritarismo de su tío Francisco José I. Al contrario, siguiendo las huellas del archiduque Francisco Fernando, vio en la democracia occidental un instrumento valioso e imprescindible de unión y concordia políticas. Por eso entró en el juego democrático y en la carrera parlamentaria, tribuna privilegiada desde la que pudo hacerse oír, concitando el respeto de sus interlocutores.
En el Archiduque se dieron, pues, de la mano tradición y modernidad. Aunque persona sencilla –con esa sencillez que es virtud de los verdaderos grandes– fue celoso defensor de sus derechos. Sólo flaqueó en 1961, cuando renunció a ellos, cayendo en la trampa que le tendió el gobierno austríaco, con la promesa –no cumplida– de dejarle vivir en el país a cambio de convertirse en un ciudadano cualquiera. Más tarde, Otto denunció lo que llamó “una infamia” y reasumió calidad de representante de la legitimidad histórica habsbúrgica. No volvió a deponerla sino en 2007, cuando, al cumplir 95 años, la transmitió íntegra a su hijo el archiduque Carlos. Y aquí entramos en el ámbito familiar. Otto de Habsburgo, fiel al ejemplo de la familia de su madre y al más lejano de María Teresa, fue un hombre muy apegado a la felicidad doméstica. Casado con la princesa Regina de Sajonia-Meiningen, no tuvo, en cambio, una dilatada descendencia como la de su padre y su abuelo el duque de Parma;
tan sólo dos hijos aseguraron su posteridad: el ya mencionado archiduque Carlos y el archiduque Jorge. Estuvo muy enamorado de su esposa, cuya muerte el año pasado parece haber precipitado la suya, cuando todos esperaban poder celebrar su centenario (caso idéntico, por cierto al del príncipe Francisco José de Liechtenstein, que no superó el deceso de la princesa Gina, su consorte, y la siguió a la tumba a los pocos meses en 1989).
Otto pagó su tributo a los nuevos tiempos que corrían para las jóvenes generaciones de la realeza europea: hubo de aceptar como dinástico el matrimonio del archiduque Carlos, a todas luces desigual, con una hija del rico barón Thysen-Bornemisza, siendo así que la Casa de Habsburgo-Lorena había sido tradicionalmente extremadamente estricta en este campo. Cabe preguntarse qué opinan de ello los actuales Hohenberg, descendientes de la pareja archiducal asesinada en Sarajevo y apartados de la sucesión imperial por provenir de una unión considerada desigual. Y pensar que, al fin y al cabo, puestos a olvidarse de las normas, son ellos los Habsburgos primogénitos… El archiduque Jorge, por el contrario, contrajo enlace dentro del círculo de las casas soberanas, con la princesa Eilika de Oldenburgo. Ambos hermanos tienen hijos, que aseguran la continuidad del augusto apellido Habsburgo-Lorena.
Y hablando de Lorena, es significativo que el difunto archiduque haya usado a menudo el título de duque de Lorena y de Bar (que le venían del emperador Francisco I del Sacro Imperio, esposo de María Teresa, nacido Francisco Esteban de Lorena). Y es que la Lorena es la heredera de la Lotaringia (de hecho, el nombre en alemán de esa región es Lothringen), ese Estado intermedio entre Francia y Germania forjado por el Tratado de Verdun de 843, que estuvo a punto de consolidarse, después de muchas vicisitudes, con los Estados Borgoñones y cuya pervivencia hubiera evitado más de un conflicto a Europa. No se olvide, por otra parte, que también fue la cuna del Sacro Imperio. No es casual que Otto se casara en Nancy, la antigua capital del ducado de Lorena, incorporado sólo en 1766 a Francia y que sufriría, junto con Alsacia, los vaivenes del nacionalismo identitario, pasando dos veces a depender de Alemania (bajo el Imperio Alemán y bajo el Reich de Hitler).
El próximo 16 de julio tendrá lugar en Viena una ceremonia de otros tiempos, pero cargada de un extraordinario simbolismo: la tumulación de los restos mortales del archiduque Otto en la Cripta de los Capuchinos, el Panteón familiar de los Habsburgo. En rigor, habiendo abdicado en su hijo Carlos, el augusto difunto no acudirá a ella como emperador de Austria;
rey apostólico de Hungría;
rey de Bohemia, de Dalmacia, de Galitzia y Lodomeria, de Croacia y de Iliria;
rey de Jerusalén;
archiduque de Austria;
Gran Duque de Toscana y de Cracovia;
duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Krajina y de Bucovina, de la Alta y la Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Ciesyn, Friuli, Ragusa y Zara;
conde de Habsburgo y del Tirol, de Kyburg, Gorizia y Gradisca, de Hohenembs, Feldkirch, Bregenz y Sonnenberg;
gran príncipe de Siebenbürgen, príncipe de Trento y Bressanona;
margrave de Moravia, de la Alta y la Baja Lusacia y de Istria;
señor de Trieste y Cattaro, gran voivoda de de Serbia… Pero ciertamente irá a reunirse con sus antepasados como uno de los príncipes más insignes y lúcidos de una dinastía que, juntamente con la de los Capetos, fue constructora de nuestra civilización. Alteza Imperial y Real: ¡descanse en paz!
http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=3751
En la muerte del Emperador
RODOLFO VARGAS RUBIO
Acaba de morir a los 98 años el decano de los varones de la realeza europea: Su Alteza Imperial y Real el archiduque Otto de Habsburgo-Lorena, emperador de iure de Austria-Hungría y, como tal, jefe de la Casa de Habsburgo entre 1922 y 2007. Era el último eslabón viviente de Austria y algunos otros actuales países y regiones europeos (Hungría, Chequia, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia, Bosnia, Serbia, la Alta Silesia, Galitzia, Transilvania, el Bánato, Trentino-Alto Adige) con el pasado que les fue común y que quedó liquidado en 1919 con el Tratado de Saint-Germain-en-Laye, que consagró la desmembración de la monarquía danubiana. En efecto, el archiduque Otto había nacido cuando ésta aún existía, bajo el reinado de su tío bisabuelo el káiser Francisco José I, y fue, de hecho, el último kronprinz (heredero) y príncipe real de Hungría.
Hijo de Carlos de Habsburgo y de su esposa Zita, nacida princesa de Borbón de Parma, vio la luz en el castillo de Wartholz en Reichenau an der Rax (Baja Austria), el 20 de noviembre de 1912. En ese momento no era el padre de Otto el heredero directo del Imperio, sino su tío el archiduque Francisco Fernando, hijo de un hermano menor del Káiser, el archiduque Carlos Luis. Sin embargo, Carlos estaba llamado a la larga a reinar, pues la descendencia del kronprinz Francisco Fernando estaba excluida de la sucesión austrohúngara en razón de provenir del matrimonio desigual de éste con la condesa bohema Sofía Chotek (creada duquesa de Hohenberg por Francisco José I), la cual, aunque aristócrata, no pertenecía al círculo de princesas de rango soberano o mediatizado. Las balas de Sarajevo el 28 de junio de 1914 colocaron de golpe a Carlos en el peldaño más próximo al trono.
Es curioso considerar cómo, a su vez, Francisco Fernando había visto cambiar radicalmente su vida en 1889 a raíz de una tragedia: el presunto suicidio en Mayerling del archiduque Rodolfo, el infortunado hijo de Francisco José y de Sissi, hecho que lo convirtió en kronprinz. A despecho de la inutilidad de especular sobre lo que pudo ser y no fue en la Historia, resulta, con todo, curioso pensar en cómo habrían sido las cosas de no haber sucumbido Francisco Fernando al atentado perpetrado por Gavrilo Prinzip. El archiduque era un hombre de ideas decididamente reformistas y partidario de la paz. Como emperador probablemente se hubiera esforzado en hacer evolucionar el Imperio hacia una especie de federación bajo régimen de libertades y, desde luego, habría evitado a toda costa hacerle el juego a Alemania, la cual no se habría atrevido a lanzarse sola a la aventura de una guerra europea. Carlos, por su parte, habría subido al trono a una edad más madura, lo que le hubiera permitido continuar la obra de su tío con mayor y mejor preparación, con lo cual hoy quizás estaríamos dando el último adiós a su hijo convertido en el emperador reinante de una potencia de primer orden…
Desgraciadamente las cosas sucedieron de modo menos propicio para la dinastía de los Habsburgo y para el Imperio austrohúngaro. El 21 de noviembre de 1916, el viejo emperador Francisco José, convertido prácticamente en un personaje de leyenda y una reliquia del pasado envuelta en un uniforme, se extinguía apaciblemente, casi sin percatarse de la dramática realidad de aquellos días de Apocalipsis. Mientras sus huesos descendían a la cripta de los Capuchinos, su sobrino bisnieto se convertía en Carlos I de Austria y IV de Hungría, el cual se apresuró a hacerse coronar como rey magyar en Budapest con toda la pompa tradicional: era tal vez una manera de exaltar el espíritu patriótico en los tiempos particularmente difíciles de la Gran Guerra mediante el rico simbolismo del rito. En esa misma ceremonia, compareció el pequeño archiduque Otto –que acababa de cumplir los cuatro años– como nuevo príncipe heredero, revestido también con los atributos de su investidura, bajo la atenta y solícita vigilancia de su madre la enérgica emperatriz Zita.
Otto fue el mayor de los ocho hijos de la pareja imperial, familia que puede parecer numerosa, aunque no tanto si se la compara con otras que aparecen en su ascendencia, por ejemplo: la de María Teresa de Austria (que dio dieciséis vástagos a su esposo Francisco I de Lorena) y la del padre de Zita, el duque Roberto I de Parma (un prolífico Borbón que tuvo la friolera de veinticuatro retoños, habidos sucesivamente en sus dos mujeres: María Pía de Borbón-Dos Sicilias y María Antonia de Braganza). Su infancia habría podido transcurrir, como la de esos Habsburgos y Borbones, en medio de una placentera y bulliciosa felicidad burguesa, de no ser porque coincidió con el turbulento fin de una época y de un modo de ver las cosas y de vivir. A una edad en la que se imprimen fuertemente las impresiones de la vida en un niño, Otto fue dejado la mayor parte del tiempo al cuidado de gobernantas, pues sus progenitores casi siempre estaban ausentes: el padre viajando a través del Imperio para intentar recomponer una unidad ya prácticamente perdida y la madre dividida entre su deber humanitario, visitando hospitales y refugios para dispensar consuelo e infundir entereza a los combatientes austrohúngaros y a las víctimas de la guerra, y sus manejos secretos –que fracasarían– para conseguir la paz separada de Austria con los Aliados a través de sus hermanos Sixto y Javier de Borbón-Parma.
Después vino el destierro. Al día siguiente del Armisticio, es decir el 12 de noviembre de 1918, fue proclamada la República de Austria Germana (que sería sucedida al año siguiente por los nuevos Estados resultantes del ya mencionado Tratado de Saint-Germain-en-Laye). Carlos I hubo de salir del país con su familia, a pesar de su intención de quedarse a vivir en Viena después de que delegara el poder (que no abdicara). Se dirigieron a Suiza, desde donde él y la emperatriz viajaron a Hungría. Allí en dos ocasiones (marzo y octubre de 1921) intentaron recuperar el poder. El país, tras un primer ensayo republicano fracasado y la efímera revolución bolchevique de Bela Kun de 1919, había vuelto a ser un reino bajo la férrea mano del almirante Miklós Horthy. Éste, que ejercía como regente (contrariamente a la tradición nacional, que atribuía tan trascendental cargo al arzobispo de Esztergom y príncipe primado) se opuso a la restauración de los Habsburgo, en parte por imposición de los Aliados y en parte por ambición personal. Desposeída de sus bienes en sus antiguos dominios y no habiéndose llevado nada de su fortuna consigo, la familia imperial partió para el exilio en la isla de Madeira, donde se vio sumida en la mayor estrechez material.
Carlos de Habsburgo se extinguió en Funchal a los cinco meses de su llegada a la isla portuguesa. Su organismo, probablemente acabado por las tensiones acumuladas en los últimos cuatro años, no pudo superar una neumonía. Zita, a quien le sobraba coraje y determinación, se hizo cargo de sus ocho huérfanos y dedicó a partir de entonces su existencia a salvaguardar los derechos que heredaba su hijo Otto. Sobre los hombros de este niño de nueve años, que pasó de golpe a la edad adulta, recaía así la formidable carga de una tradición densa y milenaria. Ya desde entonces tomó conciencia de lo que representaba para la Historia y puede decirse que hasta el fin de sus días fue fiel a los valores de su vocación dinástica. Su madre se encargó de que nunca olvidara quién era y sus hermanos, aleccionados por ella en la disciplina y sentido de familia habsbúrgicos, observaron siempre hacia él una obsecuente deferencia que no se desmintió nunca. Ningún sacrificio fue ahorrado con tal de dar a Otto una buena preparación para la eventual asunción de sus supremas responsabilidades.
Estudió Ciencias Políticas en Lovaina, lo que le franquearía en el futuro las puertas de la vida parlamentaria. El difícil peregrinar del destierro le sirvió para conocer países, regiones, lenguas, mentalidades y gentes diversas: España, Francia, Bélgica, el Quebec, los Estados Unidos, Suiza, Baviera, el País Vasco… Hizo honor a su apellido al protestar formal y enérgicamente contra el Anschluss. Ver a su Austria natal subsumida en el Reich hitleriano era demasiado como para que el heredero del Imperio danubiano guardara silencio. Desde entonces, fue malquisto al Führer, que, aunque austríaco de nacimiento, se consideraba más bien depositario del nacionalismo prusiano. Otto veía en el nacionalsocialismo la lógica consecuencia de la disolución del Imperio austrohúngaro, factor secular de equilibrio en el avispero de la Mitteleuropa, y la incomprensible preservación de Alemania, la verdadera causante, sin embargo, de la catástrofe de 1914-1918. Pero le horrorizaba igualmente el totalitarismo marxista, en el que veía la negación siniestra de los valores fundamentales de la Civilización europea. Por eso, fue un convencido anticomunista, lo que no le impidió prestar su atención y apoyo a los países de la órbita soviética que habían sido otrora parte de la monarquía habsbúrgica.
Como superación de los deletéreos extremismos totalitarios, el Archiduque hizo suya la idea paneuropea que en 1923 había lanzado el aristócrata austríaco Richard Nikolaus Graf Coudenhove-Kalergi, verdadero padre de la Unión Europea (aunque su figura se ha visto injustamente opacada por la de otros próceres, ciertamente meritorios de reconocimiento pero posteriores, como Emanuel Mounier). Cosa, por otra parte, natural tratándose del heredero de la tradición universalista de los Habsburgo expresada en su divisa, que reza: “Austria est imperare orbi universo” (el famoso AEIOU), lo que no significa en modo alguno una voluntad avasalladora, sino una vocación integradora en el contexto del ideal de monarquía universal, teorizado magníficamente por Dante y encarnado sucesivamente en personajes clave como Carlomagno, Otón I, Federico II y Carlos V. Y aunque la Guerra de los Treinta Años lo había liquidado definitivamente en el siglo XVII y las Guerras Napoléonicas habían forzado la disolución del Sacro Imperio (que era su concreción), el emperador de Austria (posteriormente de Austria-Hungria) seguía siendo visto como el sucesor nato de los Césares romanos y de los emperadores cristianos. En la liturgia de la Iglesia Católica se conservó hasta 1955 la oración solemne “pro Imperatore” de Viernes Santo, que expresa el papel unificador y civilizador asignado al supremo monarca: “Oremus et pro Christianissimo imperatore nostro [Nomen] ut Deus et Dominus noster subditas illi faciat omnes barbaras nationes ad nostram perpetuam pacem” (Oremos por nuestro cristianísimo emperador N., para que Dios nuestro Señor le someta todas las naciones bárbaras para nuestra paz perpetua”).
Es claro que Otto de Habsburgo no pretendía la resurrección ni del Imperio de Occidente ni del Sacro Imperio Romano Germánico, ni se hacía ilusiones sobre una eventual restauración del Imperio que aún rigió efectivamente su padre. Pero rescató lo esencial de la idea imperial para propulsar el europeísmo, un europeísmo no basado principalmente en la economía (como desgraciadamente sucede hoy), sino un que hunde sus raíces en la Historia y en la tradición, que aprende del pasado y que, gracias a esa valiosa experiencia puede proyectarse hacia el futuro con seguridad. No era sino la puesta en práctica del sabio lema romano: “ex praeterito praesens prudenter agit, ne futura actione deturpet”. Fue el olvido del pasado el que condujo y conduce a Europa a la catástrofe. Ni mucho menos entraba en la visión política de Otto propugnar nuevamente el autoritarismo de su tío Francisco José I. Al contrario, siguiendo las huellas del archiduque Francisco Fernando, vio en la democracia occidental un instrumento valioso e imprescindible de unión y concordia políticas. Por eso entró en el juego democrático y en la carrera parlamentaria, tribuna privilegiada desde la que pudo hacerse oír, concitando el respeto de sus interlocutores.
En el Archiduque se dieron, pues, de la mano tradición y modernidad. Aunque persona sencilla –con esa sencillez que es virtud de los verdaderos grandes– fue celoso defensor de sus derechos. Sólo flaqueó en 1961, cuando renunció a ellos, cayendo en la trampa que le tendió el gobierno austríaco, con la promesa –no cumplida– de dejarle vivir en el país a cambio de convertirse en un ciudadano cualquiera. Más tarde, Otto denunció lo que llamó “una infamia” y reasumió calidad de representante de la legitimidad histórica habsbúrgica. No volvió a deponerla sino en 2007, cuando, al cumplir 95 años, la transmitió íntegra a su hijo el archiduque Carlos. Y aquí entramos en el ámbito familiar. Otto de Habsburgo, fiel al ejemplo de la familia de su madre y al más lejano de María Teresa, fue un hombre muy apegado a la felicidad doméstica. Casado con la princesa Regina de Sajonia-Meiningen, no tuvo, en cambio, una dilatada descendencia como la de su padre y su abuelo el duque de Parma;
tan sólo dos hijos aseguraron su posteridad: el ya mencionado archiduque Carlos y el archiduque Jorge. Estuvo muy enamorado de su esposa, cuya muerte el año pasado parece haber precipitado la suya, cuando todos esperaban poder celebrar su centenario (caso idéntico, por cierto al del príncipe Francisco José de Liechtenstein, que no superó el deceso de la princesa Gina, su consorte, y la siguió a la tumba a los pocos meses en 1989).
Otto pagó su tributo a los nuevos tiempos que corrían para las jóvenes generaciones de la realeza europea: hubo de aceptar como dinástico el matrimonio del archiduque Carlos, a todas luces desigual, con una hija del rico barón Thysen-Bornemisza, siendo así que la Casa de Habsburgo-Lorena había sido tradicionalmente extremadamente estricta en este campo. Cabe preguntarse qué opinan de ello los actuales Hohenberg, descendientes de la pareja archiducal asesinada en Sarajevo y apartados de la sucesión imperial por provenir de una unión considerada desigual. Y pensar que, al fin y al cabo, puestos a olvidarse de las normas, son ellos los Habsburgos primogénitos… El archiduque Jorge, por el contrario, contrajo enlace dentro del círculo de las casas soberanas, con la princesa Eilika de Oldenburgo. Ambos hermanos tienen hijos, que aseguran la continuidad del augusto apellido Habsburgo-Lorena.
Y hablando de Lorena, es significativo que el difunto archiduque haya usado a menudo el título de duque de Lorena y de Bar (que le venían del emperador Francisco I del Sacro Imperio, esposo de María Teresa, nacido Francisco Esteban de Lorena). Y es que la Lorena es la heredera de la Lotaringia (de hecho, el nombre en alemán de esa región es Lothringen), ese Estado intermedio entre Francia y Germania forjado por el Tratado de Verdun de 843, que estuvo a punto de consolidarse, después de muchas vicisitudes, con los Estados Borgoñones y cuya pervivencia hubiera evitado más de un conflicto a Europa. No se olvide, por otra parte, que también fue la cuna del Sacro Imperio. No es casual que Otto se casara en Nancy, la antigua capital del ducado de Lorena, incorporado sólo en 1766 a Francia y que sufriría, junto con Alsacia, los vaivenes del nacionalismo identitario, pasando dos veces a depender de Alemania (bajo el Imperio Alemán y bajo el Reich de Hitler).
El próximo 16 de julio tendrá lugar en Viena una ceremonia de otros tiempos, pero cargada de un extraordinario simbolismo: la tumulación de los restos mortales del archiduque Otto en la Cripta de los Capuchinos, el Panteón familiar de los Habsburgo. En rigor, habiendo abdicado en su hijo Carlos, el augusto difunto no acudirá a ella como emperador de Austria;
rey apostólico de Hungría;
rey de Bohemia, de Dalmacia, de Galitzia y Lodomeria, de Croacia y de Iliria;
rey de Jerusalén;
archiduque de Austria;
Gran Duque de Toscana y de Cracovia;
duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Krajina y de Bucovina, de la Alta y la Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Ciesyn, Friuli, Ragusa y Zara;
conde de Habsburgo y del Tirol, de Kyburg, Gorizia y Gradisca, de Hohenembs, Feldkirch, Bregenz y Sonnenberg;
gran príncipe de Siebenbürgen, príncipe de Trento y Bressanona;
margrave de Moravia, de la Alta y la Baja Lusacia y de Istria;
señor de Trieste y Cattaro, gran voivoda de de Serbia… Pero ciertamente irá a reunirse con sus antepasados como uno de los príncipes más insignes y lúcidos de una dinastía que, juntamente con la de los Capetos, fue constructora de nuestra civilización. Alteza Imperial y Real: ¡descanse en paz!
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