Casa Imperial de Austria

El Emperador me ha enviado este texto tan hermoso.


Una biblioteca en la
Conchinchina:

La marcha Radetzky
JOSÉ MANUEL VALLE PORRAS

Hacía muchos años ya que la emperatriz había muerto.
Pero los aldeanos de Rutenia creían que todavía seguía viva...

Final del capítulo 8.

Joseph ROTH (2003): La marcha Radetzky, Mediasat, Barcelona, 2003,
319 pp. Traducción de Arturo Quintana.

Muchos de nosotros soñamos, ingenuos, con poder asistir siquiera una vez en nuestras cortas vidas a esa conjunción de logros artísticos que es el concierto de Año Nuevo en Viena. Dejar que la orquesta –una creación perfeccionada por siglos de experiencia– nos invada con sus variados timbres, ritmos e intensidades. Que nuestra cabeza se mezca en las azules aguas del Danubio al ritmo de suaves valses.

Vivir minutos de inexplicable placer –porque el placer no se explica, aunque sí se entiende– y despedirnos con palmas bien acompasadas;
sí, con palmas, mientras el director abandona a sus músicos para dirigir al público, a nosotros, porque la última composición la interpretamos todos: la Marcha Radetzky.

Recuerdo hace ya algunos años, cuando éramos estudiantes universitarios, que en clase de Historia de Europa Contemporánea nuestro profesor, José Luis Casas,
nos habló, seguramente a propósito de las revoluciones de 1848, de la Marcha Radetzky. Nos dijo que se interpretaba todos los años al final del concierto de Año Nuevo. Pero, aunque sin duda la habíamos escuchado más de una vez, en aquel momento no pudimos aclararnos a qué composición se refería José Luis. Sólo faltó que tarareara la melodía pero, como también yo hubiese hecho en su lugar, José Luis se negó a ello. Hoy tampoco la puedo tararear pero, créanme, todos conocemos la Marcha Radetzky, igual que conocemos a su compositor: Johann Strauss padre (1804-1849), el gran popularizador de los valses. Fue él quien, al final de su vida, creó esta marcha con la que inmortalizó su nombre y el del mariscal checo Joseph Radetzky (1766-1858). Hoy ya no podemos recordar que la compuso para la memoria de sus victoriosas batallas en el norte de Italia durante los años 1848 y 1849, cuando la revolución y el nacionalismo amenazaban la unidad del Imperio austríaco. No podemos recordarlo porque, entre otras cosas, ya no existe más ese imperio.

Hubo alguien que, sin embargo, se empeñó en no olvidar esa monarquía desaparecida y el mundo perdido con la gran guerra de 1914. Un escritor que llamó a la más
conocida de sus novelas con el nombre que en sí mismo era un símbolo del desaparecido Imperio austro-húngaro, con el nombre de una melodía que nos sigue evocando los días áureos de los valses vieneses: La marcha Radetzky. Joseph Roth (1894-1939) era ese hombre, un judío nacido en la Polonia austríaca, cerca de la frontera con el Imperio ruso. Roth estudio literatura y filosofía en las universidades
de Lemberg (hoy en Ucrania) y Viena. Después sirvió en el ejército austríaco durante la Primera Guerra Mundial. Esta guerra y la subsiguiente desaparición de la monarquía
austro-húngara lo marcaron profundamente con el sentimiento de «pérdida de la patria». Empieza entonces su vida profesional, alternando estancias en Berlín, Viena
y París, trabajando como periodista y publicando novelas. La primera que le reportó
éxito fue Job (1930), donde revisita el mito bíblico a través de las desventuras de
una familia de judíos rusos. Después vendrían otras como La cripta de los capuchinos,
El busto del Emperador o La leyenda del santo bebedor.

Pero los éxitos literarios quedaron sobradamente ensombrecidos por los problemas
familiares y una creciente condición de apátrida. El nacionalismo, que había destruido
su país convirtiéndolo en múltiples pequeños estados, arraigaba ahora de manera
extrema en Alemania, culminando en los años 30 con la barbarie nazi. Se marcha
entonces de Berlín a Viena, pero nuevamente habrá de irse tras el asesinato del
canciller austríaco Dollfuss. En París vivirá la mayor parte de sus últimos años. Será
allí donde muera, en 1939, a causa del alcohol.

De las obras de Roth, la más conocida es la que comentamos ahora. Críticos como
Marcel Reich-Ranicki la han incluido en su canon de las novelas más importantes
en alemán. En La marcha Radetzky, Joseph Roth muestra la historia de la familia
Trotta en sus tres últimas generaciones. La acción se inicia con la batalla de Solferino
(1859), derrota austríaca que marca el inicio de la debilidad militar del Imperio. En
esa batalla, el teniente esloveno Trotta salva la vida del emperador Francisco José.
Este hecho será premiado con su ascenso en el ejército y su ennoblecimiento como barón. La novela continúa con la vida de su hijo, Franz Trotta, convertido en
funcionario público y en jefe de un distrito del Imperio, y sobre todo con la del nieto,
Carl Joseph Trotta. Los prematuros encuentros de este último con la muerte y su
espíritu débil y tendente a la melancolía torcerán una vida que, merced a la protección
del emperador, podría haber sido más próspera y festiva.

La novela es poco innovadora formalmente y recurre abundantemente al simbolismo,
empezando por un motivo repetido en diversas escenas y momentos de la obra: la Marcha Radetzky. La composición de Strauss representa al Imperio y su vitalidad.
En algunos momentos especialmente nihilistas de su existencia, Carl Joseph
recordará las mañanas dominicales de la infancia en que, desde la casa paterna,
escuchaba a la banda militar interpretar esta marcha y él se imbuía de deseos de
servir al emperador. La melodía se convierte en un punto de referencia del cual se
van alejando los protagonistas y el Imperio, camino ambos de su desaparición.

Otro elemento simbólico, antitético del anterior, es la muerte, que se aparece una
y otra vez al teniente Carl Joseph von Trotta: la de su primera amante, la señora
Slama;
la de su amigo, el médico Max Demant;
la del capitán Wagner;
la de los
obreros en huelga contra los que se le ordena disparar... Carl Joseph siente que
la muerte le llama, pero es al Imperio mismo a quien la negra dama emplaza. Hay
otro leitmotiv que también anuncia la decadencia y el fin: la descripción en varias
escenas de cuadros con el retrato del emperador, cuadro que, a veces, presenta
cagadas de mosca. Los Trotta, el emperador y su monarquía reciben la llamada
de la muerte porque, realmente, los principales símbolos aquí son los protagonistas,
tanto los tres miembros de la familia Trotta como el emperador, a quien deben su
ascenso y protección, pero también su mediocridad.

En realidad, Joseph Roth ha dado aliento y carácter a personajes que, en principio, no son sino una alegoría de la decadencia del propio imperio, como se evidencia por varios hechos: los Trotta se encumbran a partir de la batalla de Solferino –que es la primera gran derrota austriaca–, al salvar la vida de Francisco José, y desaparecen al fallecer éste, en 1916;
el emperador tendrá encuentros personales, por diversas circunstancias, con cada uno de los Trotta;
cada generación de esta familia marca una mayor
debilidad moral y anímica con relación a la anterior;
el segundo Trotta, Franz, guarda un enorme parecido físico con el propio emperador, como nos lo muestra el autor
al relatarnos la audiencia en la que Francisco José recibe a Franz Trotta: «Eran como dos hermanos. Si un extraño los hubiera contemplado en ese preciso instante los habría podido tomar por hermanos. Sus blancas patillas, los hombros estrechos, caídos, la estatura similar, les daban la sensación de que estaban contemplando su propia imagen. El uno creía que se había transformado en jefe de distrito y el otro que se había transformado en el.

Pero el autor va más lejos: tanto uno como otro pierden a su heredero poco antes o poco después del comienzo de la gran guerra: Francisco Fernando asesinado en Sarajevo, Carl Joseph por un disparo del ejército ruso. La muerte de los progenitores, por último, también es paralela: Franz Trotta, el jefe de distrito, sobrevive apenas un día al emperador.

El autor, sin embargo, sobrevivió al emperador. Joseph Roth continuó su existencia
23 años más, pero acaso nunca dejó de considerarse, más que un superviviente,
un náufrago, pues ya no había a dónde volver. Así, su novela La cripta de los
capuchinos –en la que recupera a la familia protagonista de La marcha Radetzky–
cierra con esta pregunta, cuando los nazis han anexionado Austria: «Y ahora, ¿a
dónde puedo ir yo, un Trotta?» Y hemos de acordarnos de que cuando Flaubert
dijo ser Madame Bovary hablaba por muchos compañeros de profesión.

Este naufragio de la patria vincula fuertemente a Joseph Roth con varios escritores
centroeuropeos en lengua alemana de la primera mitad del siglo XX. Roth, como
Stefan Zweig, Robert Musil o Hermann Broch, son individuos que se han criado
en los últimos años del Imperio austro-húngaro y desarrollan lo principal de su labor
creativa en el período de entreguerras, en un mundo que ya no es el suyo, en el
que ha desaparecido no sólo su país, sino también la estabilidad, la tolerancia y
la convivencia entre pueblos que caracterizó a la vieja monarquía dual. Su obra es
un testimonio del «mundo de ayer», pero también la voz de la civilización que se
adentra en las tinieblas del fanatismo y la intolerancia.
1 ROTH, Joseph: La marcha…, p. 272.

De: "
Saigón, 13"

Revista de creación literaria
Invierno 2010

Y ya puestos, como dicen lo que dicen de mi, pues mirad que Balansó pensaba como yo y otros en el foro.

Juan Balansó sobre los Habsburgo:



Primer párrafo de un texto integro colgado por Fabi en

http://realeza.foros.ws/post.php?p=155508#155508

Franz Joseph's will set up trust;
quickly depreciated

NATALICIO:

Este pasado 16 de abril nació el Conde Leopoldo de Limburg Stirum, hijo de el Conde Rodolfo de Limburg Stirum y de la Archiduquesa Cristina de Habsburgo-Lorena.
El nombre del niño en honor del Rey Leopoldo III.

Fuente Noblesse &
Royautés

Recordando a mi fenecido Imperio.

Antes de 1914, al igual en Austria como en Hungría, una pareja no casada se podía registrar en un hotel. Costumbre que fue abolida, sobre todo en Hungría, tanto bajo los Hunos como los Hotros.

Esto lo señala el escritor Claudio Magris. Siempre la literatura nos acerca a la cotidianidad real. Los historiadores por supuesto no lo cuentan, porque queda bien dejar al imperio de muy retrógrado. Sus instituciones no serían tan “limpias y diáfanas” como las republicanas y demócratas que le sucedieron, ejem, ejem, ejem…, pero sus costumbres fueron en un sentido mucho más liberales. Cuestión de ópticas y lo que realmente consideremos carca, según el punto de vista burgués.

Otro dato: en en siglo XIX, Viena tenía 200 mil habitantes y 75 talleres dedicados a la fabricación de pianos.

También he estado investigando otros asuntos de más calado sobre la descendencia de la Casa de Habsburgo, pero creo que aún no estamos para estas “seriedades"
. Esperemos más adelante y ver si nos reunimos todos los que somos.

Helena, la historia lamentablemente tiene muchos mitos.

Mira tu la "
pudibunda era Victoriana"
ejemplo de altos valores. Como nunca Inglaterra tuvo tantos burdeles per cápita (Jack el destripador tuvo harto "
material"
) y su hijo que era un bon vivant de lo lindo. Es cierto que las nietas que se divorciaron lo hicieron después de muerta ella, pero no les impidió tener amantes.

Lo agrego porque hace unos días me tuve que dar el arduo trabajo de desmitificar un poco el tema, que los ingleses ya tenían una tradición de sociedad más laica a partir de Enrique VIII, Inglaterra se volvió más burguesa y que justamente ese grupo social impuso una relación con el cuerpo insana o morbosa. Otra cosa pasaba en el Imperio (porque en la actual Alemania coexistieron las dos tendencias).

Eso si, curiosamente hoy Inglaterra, siempre pausada y equilibrada, encarna el epítome de lo regio. Si va quedando un pueblo que entiende lo que es monarquía pienso que son los ingleses, pero está por verse cómo enfrentará la reina del cotillón su papel.

La época victoriana es otro mito para los románticos, en realidad fue una época de "
públicas virtudes y vicios privados"
.

Nada más pudibundo que la burguesía, sobre todo la pequeña burguesía, porque la alta burguesía en los albores del siglo XX intentaba imitar a la aristocracia. Ahora es al revés: la aristocracia imita a la pequeña burguesía y adopta sus pacatos valores.

¿Eduardo VII tenía una bañera y un sillón especial también si mal no recuerdo?

¿Nadie me dice nada del dato tan maravilloso de los 75 talleres de piano en una ciudad de sólo 200 mil habitantes? ¡Qué sentido de la música han tenido siempre los vieneses! ¿Os imaginaís scomo serían aquellas veladas privadas en los salones de Viena? ¿Las tertulias musicales y literarias, rociadas con algo de cotilleo frívolo con elegantes maneras? ¿A que no le gustaría, mi querida voladorka, estar moviendo el abanico en una de ellas, mientras un rato escuchamos a Schubert y el otro comentamos los últimos acontecimientos mundanos de la corte, la amante de tal archiduque, el último baile en el palacio Esterházy? ¿No os apetece a los dos?
;
)

¿Nadie me dice nada del dato tan maravilloso de los 75 talleres de piano en una ciudad de sólo 200 mil habitantes? ¡Qué sentido de la música han tenido siempre los vieneses! ¿Os imaginaís scomo serían aquellas veladas privadas en los salones de Viena?

Esos pianos hechos a mano, con teclas de marfil y candelabros de bronce a juego con las argollas están practicamente desaparecidos. Todavía subsite algún ejemplar por ahí. En Barcelona se puede conseguir algún Adolf Lerch, pero no se a que precio.
Todo lo "
hecho a mano"
está desapareciendo por completo. La costumbre de reunirse, las tertulias, las cartas manuscritas. Todo lo sustituimos por la velocidad de internet y el correo electrónico, y cuantos más megas mejor. A mi me gustaría dedicar un poco el tiempo de ocio a organizar tertulias, reunirse poner música , pero la gente, en general, no está para tertulias, o a lo mejor es una manía mía.

No la gente no está para tertulias. A mi también me encanta reunirme para tertuliar, pero hoy todo es salir de copa a charlar, perdón, chillar de pie con un los decibelios a toda pastilla, y mis decimononicos oídos ya no soportan ese ruido.

Esos pianos de candelabros de bronce son divinamente evocadores y bellisimos. Ahora que mencionas Barcelona, la ciudad donde más talleres de piano había en España, la última casa fabricante, Chassaigne Freres, en la calle Consejo de Ciento, cerró en 1963. Yo tuve un piano de ellos y no sabes cuanto sentí tener que deshacerme de él. Teclas de marfil gastadas que ya no tocaban, pero el mueble era precioso, aunque pesaba como 150 kilos...

Yo tuve un piano de ellos y no sabes cuanto sentí tener que deshacerme de él. Teclas de marfil gastadas que ya no tocaban, pero el mueble era precioso, aunque pesaba como 150 kilos...

Yo estuve a puntito de desacerme del mío, ahora lo tengo justo enfrente, y mira, creo que al final, se va a quedar ahi para siempre la verdad es que tiene un hueco que parece hecho a su medida. A sobrevido a muchas batallas y ha visto mucho más que todos nosotros. No sería justo echarlo de casa, por una cuestión de decoración o de gustos pasajeros y cambiantes. Tengo unas peanas de cristal en color verde, parecidas a ceniceros, que se ponen en los pies, para que sea más facil desplazarlo y no destrozar el suelo.

Helena, haré un comentario algo yanqui de esos que te gustan :badgrin: :badgrin:

Resulta que mi abuelo (muy gringófilo, pues su madre lo era a medias y aunque le gustaba Chile, se sentía algo "
exiliado"
de lo que pasaba en el mundo ya que el país se abre a partir de los 80') me hablaba de las fabulosas orquestas de Nueva York y sus musicales, con instrumentos de todo tipo, etc...

Grande fue mi decepción cuando fui a éstos (ya había ido en Europa a concierto de música clásica, pues paradójicamente en mi familia consideraban indispensable ir a Europa antes que USA), y sólo veía sintetizadores, organos electrónicos, etc... que en nada evocaba a los recuerdos de mi abuelo.

Para Europa nada más lindo que en Praga ir a uno de los miles de conciertos que hacen por Junio (la vez anterior que fui fue en febrero, por lo que todos estaban guardados) en las Iglesias, con instrumentos "
de verdad"
. Puede que la acústica a veces no sea la mejor, pero es un deleite igual.

Aquí música se enseñaba muy mal en mi época y no sensibilizaban mucho el oído... ya ni sé escribir notas musicales, identificar corcheas, etc... Mi hija en 1º básico ya lo está viendo lo cual me alegra. Bueno me fui por el desvío. Lo que quería decir es que la diferencia en educación musical, con Viena está a años luz. Grande fue mi sorpresa que en los libros de misa que habían, los salmos eran con notas!!! y así otros cantos. De hecho en Chile también llamó la atención que en la boda inglesa la gente cantara. Acá eso no se hace.

Ya que estamos en el hilo de Austria, que mejor sitio para hablar de música.

Laura, no te deshagas nunca de tu piano, llévalo contigo como parte de ti. Sé lo que te digo.

Juan, he visto buenos conciertos clásicos en Estados Unidos. Las producciones de ópera del Metropolitan en los años ochenta era inconmensurables, y excelentes musicales de Broadway también, las cosas donde sean.

En España no sé porque no gozamos de más conciertos y espectáculos clásicos pues sí hay un público. El Liceo y el Real, a pesar de que cuestan un pastón las entradas, es difícil conseguirlas, así que público aficionado tenemos.

En París y Florencia he disfrutado magníficos conciertos en iglesias y pequeños teatros.

Ahora nada como Centroeuropa para música clásica. Cualquier iglesia, cualquier café, al aire libre, en un salón de un antiguo palacio, en un parque… al igual que en Berlín. Cuando llego a Viena lo primero que hago es ir a ver los conciertos que se ofrecen en los Agustinos. Todos son gratis y el órgano te llega a lo más recóndito de alma, porque la iglesia tiene una acústica fenomenal. Allí he escuchado la más maravillosa música de Bach. En verano por lo general en cualquier parte de Austria, los conciertos gratuitos son en cualquier ciudad, no solo de música clásica, sino de las distintas regiones del país. Es otro mundo. Este verano me voy de nuevo al Imperio, necesito relajarme a gusto en las montañas de Zell y Bad Ischl, junto a mis Emperadores, después de un año tan “especial” como el que hemos tenido en España…

Archiduquesa, entre y entre, puede pasarse por el hilo musical de este foro, tenemos puesta una selección que puede que le guste.

Pues Fabi, hijo, pásate por la Revolución Bolchevique, que en la parte de la Inteligentsia puse un par de cosas que seguro que te gustan. De Aram Khachaturian hay una pieza preciosa. Es bonita esa época, en literatura, musica, ballet en todos los campos. Ahora si que me voy a estudiar. Apago ya este aparato. Es la única forma.

Fabi, que maravilla que estes leyendo "
El último encuentro"
de Márai, uno de mis libros de cabecera. También tengo otro que tenemos que buscar porque quiero que leas. "
El Gatopardo"
de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Cuando leas la historia del Príncipe de Salina, comprenderás mucha de las cosas que hemos hablado largamente en los chats, pero dichas de una forma literaria con magistral dominio del relato. Hacia tiempo que estaba por decírtelo. Son dos clásicos para entender lo que hoy nadie quiere o puede entender.

Laurita ya pasaré por el hilo de música, en cuanto tengo un tiempecillo, que entre gran café, austria y sociales no me queda mucho ;
)

El Gatopardo"
de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Cuando leas la historia del Príncipe de Salina, comprenderás mucha de las cosas que hemos hablado largamente en los chats, pero dichas de una forma literaria con magistral dominio del relato. Hacia tiempo que estaba por decírtelo.

Me lo apunto para después de Massie y Reinas de España.

Confesiones de un Burgués y Tierra, Tierra
¡Imprecidibles!
La película de Visconti está considerada su obra maestra.

Hasta Fabi vuelve al foro!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

:-) un saludo a todos, yo he visto la película "
el gatopardo"
de visconti y es magistral, se palpa perfectamente el ambiente de 1861 , la caída del reino de las dos sicilias, el avance de un mundo nuevo , el viejo mundo que cae, la famosa frase del principe de lampedusa"
todo debe cambiar para que nada cambie"
.

JAQUE AL EMPERADOR
María Bastitz
www.altera.net

Viernes, 20 de mayo de 2011

Es poco conocida y mucho menos investigada la biografía de Rudolf de Habsburgo-Lorena, príncipe heredero del Imperio Austrohungaro, hijo de una de las soberanas que más huella han dejado en la historia y en la literatura, Elisabeth Witteslbach, popularmente conocida como Sissi y del Emperador Franz Joseph, representantes de uno de los últimos eslabones de poder de una dinastía con más de seis siglos de antigüedad.

Educado por un autócrata implacable y una intelectual librepensadora, rebelde y contestataria, Rudolf se convertirá en un príncipe con un criterio político innovador, adelantado a su tiempo, consciente de la realidad de su entorno, apreciado por la mayoría, vividor, mujeriego y como es de suponer, un gran seductor.

María, nos va a hacer viajar en el tiempo, y además, a gran velocidad. En cuestión de minutos vamos a trasladarnos desde el presente más actual en la Ciutat Vella de Barcelona a Bad Ischl en el año 1886, y de allí al Palcio de Hofburg donde seremos testigos presenciales de la vida y etiqueta en la corte de Viena, volviendo nuevamente a la Universitat Pompeu Fabra en la Ciudad Condal, regresando a Schömbrun para conversar brevemente con la emperatriz mientras es retratada por un pintor de la corte y así sucesivamente.

En medio de tanto ajetreo vamos a desvelar un secreto celosamente guardado en el interior de un cofre. Paso a paso, con tesón, con precisión y con el rigor histórico propio de un trabajo de documentación de varios años de duración vamos a conocer, un poco más en profundidad, la trayectoria vital y el desgraciado final de este gran desconocido.

Si tuviera que quedarme con algo de la novela, subrayaría varios aspectos de la misma: los diálogos entre Rudolf y su padre el emperador... dos mentalidades tan opuestas que a la vez se profesan tanto afecto y tanto respeto. La honestidad de su autora a la hora de desglosar, con una precisión de contable, lo que es historia y lo que es ficción, y finalmente, esa necesidad que le queda al lector de seguir averiguando, escudriñando y divagando...

¿Suicidio o asesinato? ¿Qué hubiera sido del destino de Europa de haber vivido el kronprinz?

Todavía tengo un interrogante al que dudo mucho que su autora pueda llegar a responderme : ¿cómo es posible que a esta última le viniera Rudolf a la cabeza, y con él la inspiración, paseando por el Hermitage de San Petersburgo y no visitando Mayerling, el pabellón de caza dónde fue hallado muerto el kronprinz junto a su joven amante María Vetsera?

Os invito a todos los que no lo hayais leido a leerlo y a que cada uno extraiga sus propias conclusiones.

Esta es la primera novela de María Bastitz, ella es historiadora y vive en Barcelona.

Laura.

Estimada Laura:

Afortunadamente puedo contestar a tu pregunta. Cuándo tenía dieciocho años visité por primera vez Viena, iba con mi madre, que ya conocía la ciudad, y mientras la recorríamos, mamá no paraba de insistir en que debíamos ir a Mayerling, lugar que ella ya conocía, y según sus propias palabras: "
Allí había gato encerrado"
. Si te he de ser sincera, a mí no me apetecía nada. Alejarnos de la antigua capital imperial para visitar un antiguo pabellón de caza, convertido en monasterio, donde se suicidó un príncipe heredero y su amante, no me llamaba la atención. Pero como ya debería estar escrito en mi destino, cedí a las presiones de mi madre, empeñada en que debía conocer el lugar. Cuando llegamos nos juntaron con un grupo de habla hispana, donde se encontraba un forense del estado de Nueva York de origen costarricense...y entonces sucedieron una serie de cosas, que ya te contaré cuando nos veamos en Madrid, pero que demostraron que mi madre tenía razón y que, durante varios días, no pararon de dar vueltas en mi cabeza. Aunque tenía dieciocho años y de regreso a Barcelona lo olvidé.
Y fue en San Petersburgo, en el museo del Hermitage, concretamente en la sala donde se encuentra el trono de Pedro el Grande, donde recordé aquel episodio. ¿Por qué el cerebro me jugó esta mala pasada? No lo sé.
El hecho de que en mi blog solo contara lo sucedido en Rusia, se debe a que transcribí las palabras de agradecimiento que dirigí a los asistentes durante la presentación de Jaque al Emperador, que tuvo lugar en el Ateneo de Barcelona el 15 de abril de 2010, con la sala llena a rebosar, y para no alargarme demasiado solo mencioné lo ocurrido en San Petersburgo.
Aunque aprovecho este alegato para aseguraros que le pido a Dios que me dé vida suficiente, y que Jaque al Emperador, o mi próxima novela impresa, me proporcione los emolumentos necesarios para poder plantarme en Roma el tiempo que sea preciso a fin de investigar en el Archivo Secreto Vaticano, porque allí tienen la verdad sobre la muerte de Rudolf, y yo no quiero irme de este mundo sin saberla..

Un abrazo

Estimada Glori:
Recupérate pronto porque si organizamos una expedición a Roma en busca de la verdad tú no puedes faltar.
En otro orden de cosas, Glori, creo que la genética a veces juega malas pasadas, porque el emperador tuvo una hija ilegítima, Helena, casada con el compositor Alban Berg, que era el vivo retrato de su padre.
Un abrazo

Estimada Pimpinela, desde ayer estoy en ascuas. Necesito imperiosamente saber qué sucedió en Mayerling cuando usted se encontraba en compañía de su madre y el forense y qué la llevó a darle la razón a su progenitora.
Y también desespero por saber quién fue la madre de la hija ilegítima del emperador.
Esta última pregunta va para Helena. Gracias a las dos por adelantado por sus respuestas.

Estimada Beatrix:

Si releé más detenidamente el post de Pimpinela, se dará cuenta de que esa cuestión no desea contestarla aquí por cuestión de privacidad, o al menos así creo entenderlo yo, por lo tanto vamos a tener un poquito de paciencia y darle a su Alteza todo el tiempo y la energía necesarios para que algún dia nos pueda desvelar este enigma como ella realmente desearía algo de lo que estoy completamente segura que logará.

Un abrazo a las dos.

Estimada Glori:
Recupérate pronto porque si organizamos una expedición a Roma en busca de la verdad tú no puedes faltar.
En otro orden de cosas, Glori, creo que la genética a veces juega malas pasadas, porque el emperador tuvo una hija ilegítima, Helena, casada con el compositor Alban Berg, que era el vivo retrato de su padre.
Un abrazo

Alteza con respecto a la expedición a Roma, ahora sería un buen momento, o por lo menos no dejar que pase el tiempo, lo digo porque ahora "
tenim bo"
, por una cuestión que ya le explicaré en Madrid. Me encantaría acompañarlas, pero mis obligaciones en la corte y en otros aspectos más plebeyos de mi vida me lo impiden.
Hablaremos del tema en octubre.

Estimada reina Beatrix:
El emperador, en la madurez de su vida, tuvo dos amantes, primero Anna Nahowski, que era la madre de Helena, y después Katharina Schartt, con la que no tuvo hijos.
Le prometo que un día contaré lo qué sucedió en Mayerling en mi viaje de juventud. Y tenga la seguridad de que cumpliré mi palabra.


Estimada Laura:
Veo que en Madrid no nos faltarán temas de conversación.

Un fuerte abrazo a las dos.

Gracias Pimpinela por la aclaración de la paternidad del emperador. En cuanto a lo sucedido en Mayerling , sus deseos son órdenes para mi.
He empezado a leer su libro y me tiene atrapada, recién estos días me enteré de la existencia del mismo ya que soy nueva y voy leyendo poco a poco todos los hilos.
Gracias Laura por la respuesta también, me encanta este foro por lo completo de la información, por lo ameno e interesante de la lectura y por la educación de los participantes en todo sentido.

El pasado 2 de junio tuvo lugar este concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena, en los jardines del Palacio de Schönbrunn. Se interpretaron obras de Jean Sibelius y Franz Listz.

Y nos lo hemos perdido.