Retratos e imágenes de la emperatriz Elisabeth

Helena escribió:Viena, 29 de diciembre de 2009


Majestad:

Una vez más hoy estuve ante vuestra tumba y como siempre os he dejado vuestras flores favoritas, las violetas.

En vuestra tumba había, también como siempre, más gente que en la de gran María Teresa. Frente a los féretros de la famosa trágica trilogía hasburguica que componéis con vuestro marido e hijo, se podían adivinar los comentarios que en italiano, inglés, alemán, húngaro, etc. se adivinaban sobre Vuestra Majestad. Los que yo podía entender, en el larguísimo rato que estuve esperando para que la plebe de idiotas que me rodeaban se largara y me dejaran sola, eran los de siempre y que debe de estar aburrida de escuchar. Puras tonterías sobre Vuestra Majestad: que si se cubría con un velo para que no le vieran las arrugas, que si le buscó una amante al marido…;
en fin, los comentarios típicos y usuales del enanismo mental de los humanos.

¿Quién podía imaginar aquel día de abril en que entró en la historia de este país que se convertiría en la más famosa emperatriz de Austria y una de las más famosas testas coronadas de la historia? En realidad me quedé meditando sobre ello, ya que el fenómeno es cuando menos curioso, puesto que a pesar de su fama y su leyenda casi nadie la quiere. En parte gracias a sus biógrafos, que en su mayoría tenían una mentalidad bastante burguesa y chata, por muy buenos investigadores que algunos fueron, lo cortes no quita lo valiente. Ya sabes que la masa no comulga con locos ni dioses. Hay que ser normalito para que le consideren bueno y nunca saltarse las normas de lo establecido según dicta el buen y pacato vulgo. Por lo tanto, nadie quiere mucho a Vuestra Majestad, por más que no puedan dejar de sentirse cautivados y vuestra hechizante imagen les persiga por toda Viena, donde compran compulsivamente copias horrendas de cuanto objeto poseyeras en vida, como las famosas estrellitas de diamante, que si llegas a imaginar la que se iba a montar, Señora, estoy segura de que no las hubieras usado jamás para ese cien millones de veces reproducido retrato en que no te pareces en nada a ti físicamente.

No te quieren unos porque no fuiste una emperatriz con “sense of duty” y no estuviste ahí todas las mañanas para prepararle el desayuno a tu marido, salvando las diferencias, claro, hablo en sentido figurado, ya sabemos que las reinas no preparan desayunos diarios, no sea que los liliputienses me tomen en sentido literal... Estuviste junto a tu marido en los grandes momentos en que realmente te necesitó, pero eso no cuenta para los liliputienses: tenías que haberle preparado el desayuno a diario.

La mayoría de las mujeres no te quieren por pura envidia: tenías un marido que te adoró toda la vida y no era un vulgar machista (y eso que dicen que era un autócrata) y te dejó hacer lo que te vino en gana, cosa que en tu época pocas podían hacer, y en ésta no te creas que muchas, aunque son tan cretinas que las esclavas modernas hablan de “realización personal”, así sea trabajando como cajeras ocho horas de pie, limpiando, recogiendo a los niños en el cole y preparando la cena. ¡¡Y dicen que han hecho unos logros….!!!! Algunas han ido hasta a la universidad, pero no se han leído nada más que algún libro de texto ¡pero son tan cultas!!! ¿Heine? ¿Ése quién es?

Otros dicen que eras republicana, aunque jamás en tu vida renunciaste, para lo que te convenía, a uno solo de tus privilegios como Majestad Imperial —muy bien hecho por ti— y bien que sufriste cuando mataron a tu hijo pensando que nada de tu sangre quedaría en el trono de Austria;
tan republicana no serías con estas actitudes, digo yo…

Hoy más que nunca admiro lo “diosa” que fuiste;
hoy, cuando cualquier trepa de vecindad a fuerza de “modernismo hortera” se sube al carro que tú, nieta del rey de Baviera, tan olímpicamente desdeñaste. Los petulantes catetos actuales están “realizadísimos” porque ¡al fin! nosotros también podemos “sé” de la realeza, como siguen gustando esto de la realeza por más que digan que no…

Querida Elisabeth, no eras un genio ni una reina “ejecutiva y ejecutante”, pero sí una mujer muy distinta y atemporal, y es lo que siempre he admirado de ti. Gracias por todo lo que me enseñaste: la libertad personal de escoger, no escuchar jamás lo que dicen los demás, y todo sin tener que ir a la academia políticamente correcta del provincianismo feminista. Quizás no lograste totalmente eso que ahora llaman “autorrealización”, pero esas cosas sólo los tontos las logran: quien realmente tiene una vida inquieta y auténtica no se plantea la respuesta, sino la pregunta…

Desde vuestra tumba en la Cripta de los Capuchinos, Emperatriz y Ser Atemporal, queda

Vuestra siempre

Helena

(Que nadie se ofenda por favor, son, eh… ¿Cómo es que se dice? “Opiniones personales”, que todos estamos en nuestro derecho de expresar, ¿no? Por más que son todas tan poco edificantes según el catecismo de los hombres modernos, jejeje…)

Mi querida Andro, como todo lo divino y humano, cuando salí de la Cripta me fui ¡feliz! de compras, hay estupendas rebajas en Viena, pero no diré donde estuve, esas petulancias no son elegantes…