Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
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Helena
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Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Bella gerant alii, tu felix Austria nube
"
Que otros hagan las guerras: tú, feliz Austria, cásate"
. El viejo lema de los Habsburgo refleja a las mil maravillas el papel atribuído a su amplia colección de archiduquesas. La mayoría fueron utilizadas como peones en el tablero de ajedrez de la política europea del momento. Algunas, unas pocas, dispusieron de una mayor libertad de elección en lo que se refería a su vida privada. Esta es una serie de archiduquesas de la dinastía de Habsburgo-Lorena, es decir, de las archiduquesas que nacieron a partir del matrimonio de:
María Theresa, emperatriz de Austria, Reina de Hungría y de Bohemia.
Franz Stephan von Lothringen (en francés François Étienne de Lorraine).
"
Que otros hagan las guerras: tú, feliz Austria, cásate"
. El viejo lema de los Habsburgo refleja a las mil maravillas el papel atribuído a su amplia colección de archiduquesas. La mayoría fueron utilizadas como peones en el tablero de ajedrez de la política europea del momento. Algunas, unas pocas, dispusieron de una mayor libertad de elección en lo que se refería a su vida privada. Esta es una serie de archiduquesas de la dinastía de Habsburgo-Lorena, es decir, de las archiduquesas que nacieron a partir del matrimonio de:
María Theresa, emperatriz de Austria, Reina de Hungría y de Bohemia.
y
Franz Stephan von Lothringen (en francés François Étienne de Lorraine).
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Anna, o Marianna, hija mayor de María Theresa con su amado Franz Stephan, quedó automáticamente descartada del mercado matrimonial por ser una archiduquesa "
defectuosa"
.
Aunque el retrato refleja una joven bastante agraciada y elegante, en realidad se trataba de una muchacha raquítica, de triste apariencia y pésima salud. No se podía negociar con ella ninguna alianza conveniente, pues cualquier otro país se hubiese ofendido si hubiesen pretendido darles "
gato por liebre"
. Marianna, que a pesar de sus limitaciones físicas contaba con una aguda inteligencia, se sintió desgraciada al verse completamente relegada en los afectos maternos a favor de sus hermanas, que, por no padecer ningún achaque, resultaban más interesantes desde el punto de vista dinástico, algo tremendamente importante a ojos de María Theresa. Se decidió que ella, cuya presencia suponía una constante incomodidad a la familia, entraría en religión. Por supuesto, su rango impedía que se hiciese de ella una simple monja: directamente sería abadesa del convento Imperial y Real fundado en Praga para damas de orígen noble que tomaban los velos. El convento se beneficiaba de tener a esa flamante abadesa, pues se le asignaba una renta anual impresionante para la época. En una etapa ulterior de su vida, ya resignada a su destino, Marianna sería abadesa de Klagenfurt, en Carintia.
defectuosa"
.
Aunque el retrato refleja una joven bastante agraciada y elegante, en realidad se trataba de una muchacha raquítica, de triste apariencia y pésima salud. No se podía negociar con ella ninguna alianza conveniente, pues cualquier otro país se hubiese ofendido si hubiesen pretendido darles "
gato por liebre"
. Marianna, que a pesar de sus limitaciones físicas contaba con una aguda inteligencia, se sintió desgraciada al verse completamente relegada en los afectos maternos a favor de sus hermanas, que, por no padecer ningún achaque, resultaban más interesantes desde el punto de vista dinástico, algo tremendamente importante a ojos de María Theresa. Se decidió que ella, cuya presencia suponía una constante incomodidad a la familia, entraría en religión. Por supuesto, su rango impedía que se hiciese de ella una simple monja: directamente sería abadesa del convento Imperial y Real fundado en Praga para damas de orígen noble que tomaban los velos. El convento se beneficiaba de tener a esa flamante abadesa, pues se le asignaba una renta anual impresionante para la época. En una etapa ulterior de su vida, ya resignada a su destino, Marianna sería abadesa de Klagenfurt, en Carintia.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Christina, apodada Mimí, siempre fue la hija predilecta de María Theresa, que se congratulaba especialmente porque esa niña preciosa y saludable había nacido en el día del santo de la madre.
María Christina, Mimí.
El constante trato de favor que María Theresa dispensaba a Mimí hizo que ésta se ganase la antipatía de sus hermanos y hermanas, quienes consideraban que carecía de tacto, soltaba la lengua a paseo con excesiva facilidad y, sobre todo, le íba con chismes a mamá.
En su radiante primera juventud, esta Mimi...
...se enamoró apasionadamente del príncipe Louis-Eugen de Württemberg. Louis-Eugen había pasado una larguísima temporada en la corte francesa de Versalles, especialmente refinada y sofisticada, antes de llegar a la corte imperial de Hofburg. Tenía buena presencia, pero, sobre todo, había adquirido ese barniz de finura que se creía que sólo proporcionaba Versalles;
aparte, se trataba de un príncipe ilustrado, que había adoptado con entusiasmo las ideas de los enciclopedistas y se carteaba tanto con Rousseau como con Voltaire. Precisamente por esa afinidad del chico con los filósofos ilustrados, María Theresa consideró inaceptable un matrimonio de Louis-Eugen con su favorita indiscutible María Christina.
Con el corazón bastante magullado, Mimí se reconfortó en una relación amistosa con su cuñada Isabella de Parma, reciente esposa de su hermano Joseph (a posteriori, emperador Joseph II). Los sentimientos de Isabella hacia Mimí adquirieron ribetes de gran pasión amorosa: aunque pasaban juntas gran parte del día, Isabella no podía soportar alejarse de Mimí ni siquiera un par de horas sin escribirle una larga carta llena de expresiones que van más allá de una comprensible ternura casi-fraternal o de una sincera amistad. La muerte prematura de Isabella, a causa de una viruela contraída cuando acababa de dar a luz una segunda hija que no sobrevivió al parto, coincidió en el tiempo con el enamoramiento de Mimí de un príncipe de Sajonia: Albert.
Albert era un tercer hijo varón, por lo que carecía de expectativas de futuro. No heredaría un trono, ni extensos territorios, ni riqueza alguna. Franz Stephan se oponía rotundamente a esa eventual boda de Mimí, pero la muerte de Franz Stephan dió a Mimí la oportunidad perfecta: aprovechando la vulnerabilidad emocional de María Theresa, logró permiso para casarse con Albert.
Mimí.
María Theresa otorgó una fabulosa dote a su hija, pero, no contenta con eso, adquirió a buen precio el ducado de Teschen para su nuevo yerno Albert. Además, le encomendó a Albert la representación imperial en Hungría, de forma que la pareja se estableció en el gran castillo de Bratislava. Se había acordado que, cuando en un futuro falleciese el hermano de Franz Stephan, Charles de Lorraine, gobernador de los Países Bajos Austríacos, Albert y Mimí ocuparían el prestigioso cargo vacante. Pero, entre tanto, permanecían en Bratislava, para gran regocijo de María Theresa, que les visitaba con asiduidad.
Mimí.
Mimí tuvo un matrimonio por amor...y fueron felices juntos. Su única pena radicó en que su única hijita falleció al nacer, en un parto bastante complicado que dejó a la archiduquesa duquesa de Teschen incapaz de concebir de nuevo. Los esposos se dedicaron a cumplir las tareas encomendadas, a crear una gran colección de cuadros -la famosa colección albertina- y, en su ancianidad, adoptaron como hijo/heredero a un sobrino nieto de Mimí, el archiduque Karl, fundador de la rama Teschen de la casa imperial de Austria.
María Christina, Mimí.
El constante trato de favor que María Theresa dispensaba a Mimí hizo que ésta se ganase la antipatía de sus hermanos y hermanas, quienes consideraban que carecía de tacto, soltaba la lengua a paseo con excesiva facilidad y, sobre todo, le íba con chismes a mamá.
En su radiante primera juventud, esta Mimi...
...se enamoró apasionadamente del príncipe Louis-Eugen de Württemberg. Louis-Eugen había pasado una larguísima temporada en la corte francesa de Versalles, especialmente refinada y sofisticada, antes de llegar a la corte imperial de Hofburg. Tenía buena presencia, pero, sobre todo, había adquirido ese barniz de finura que se creía que sólo proporcionaba Versalles;
aparte, se trataba de un príncipe ilustrado, que había adoptado con entusiasmo las ideas de los enciclopedistas y se carteaba tanto con Rousseau como con Voltaire. Precisamente por esa afinidad del chico con los filósofos ilustrados, María Theresa consideró inaceptable un matrimonio de Louis-Eugen con su favorita indiscutible María Christina.
Con el corazón bastante magullado, Mimí se reconfortó en una relación amistosa con su cuñada Isabella de Parma, reciente esposa de su hermano Joseph (a posteriori, emperador Joseph II). Los sentimientos de Isabella hacia Mimí adquirieron ribetes de gran pasión amorosa: aunque pasaban juntas gran parte del día, Isabella no podía soportar alejarse de Mimí ni siquiera un par de horas sin escribirle una larga carta llena de expresiones que van más allá de una comprensible ternura casi-fraternal o de una sincera amistad. La muerte prematura de Isabella, a causa de una viruela contraída cuando acababa de dar a luz una segunda hija que no sobrevivió al parto, coincidió en el tiempo con el enamoramiento de Mimí de un príncipe de Sajonia: Albert.
Albert era un tercer hijo varón, por lo que carecía de expectativas de futuro. No heredaría un trono, ni extensos territorios, ni riqueza alguna. Franz Stephan se oponía rotundamente a esa eventual boda de Mimí, pero la muerte de Franz Stephan dió a Mimí la oportunidad perfecta: aprovechando la vulnerabilidad emocional de María Theresa, logró permiso para casarse con Albert.
Mimí.
María Theresa otorgó una fabulosa dote a su hija, pero, no contenta con eso, adquirió a buen precio el ducado de Teschen para su nuevo yerno Albert. Además, le encomendó a Albert la representación imperial en Hungría, de forma que la pareja se estableció en el gran castillo de Bratislava. Se había acordado que, cuando en un futuro falleciese el hermano de Franz Stephan, Charles de Lorraine, gobernador de los Países Bajos Austríacos, Albert y Mimí ocuparían el prestigioso cargo vacante. Pero, entre tanto, permanecían en Bratislava, para gran regocijo de María Theresa, que les visitaba con asiduidad.
Mimí.
Mimí tuvo un matrimonio por amor...y fueron felices juntos. Su única pena radicó en que su única hijita falleció al nacer, en un parto bastante complicado que dejó a la archiduquesa duquesa de Teschen incapaz de concebir de nuevo. Los esposos se dedicaron a cumplir las tareas encomendadas, a crear una gran colección de cuadros -la famosa colección albertina- y, en su ancianidad, adoptaron como hijo/heredero a un sobrino nieto de Mimí, el archiduque Karl, fundador de la rama Teschen de la casa imperial de Austria.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Elisabeth, apodada Liesel, tenía fama por ser la más hermosa de aquel ramillete de archiduquesas Habsburgo-Lorena.
María Elisabeth, Liesel.
Era muy guapa, tenía plena conciencia de ello y se sentía la mar de bien cuando le dirigían miradas cargadas de admiración. La propia María Theresa, su madre, observó la auto-complacencia de María Elisabeth con esas miradas halagadoras, proviniesen de un príncipe, de un cortesano o de "
un simple soldado de la guardia imperial"
.
María Elisabeth.
Para semejante belleza de sangre imperial se esperaba el matrimonio más brillante, el que acarrease el mayor prestigio. En cierto momento, se consideró muy seriamente la posibilidad de casarla con ya madurito Louis XV de Francia, viudo de la reina María Leczynska y padre de una abundante cuadrilla de hijos. Seguramente, a la vanidosa Liesel no le hubiera importado casarse con aquel hombre que no había llorado la pérdida de su esposa y se había consolado rápidamente de la reciente pérdida de su maîtresse en titre durante veinte años, la célebre Madame Pompadour. A fín de cuentas, Louis XV le hubiese permitido a Liesel resplandecer en la mismísima corte de Versalles.
La tragedia de María Elisabeth consistió en que contrajo la viruela. La enfermedad puso en peligro su vida, pero, sobre todo, le dejó la cara absolutamente destrozada, con las marcas atroces que habían ocasionado las pústulas. Eso supuso un duro golpe emocional para una chica acostumbrada a que todos bebiesen los vientos por ella y a que se discutiese acaloradamente qué rey podía ser merecedor de semejante archiduquesa. A partir de entonces, se decidió que, al igual que su hermana mayor Marianna, no había ninguna opción de futuro excepto la vida de abadesa en un convento.
María Elisabeth, Liesel.
Era muy guapa, tenía plena conciencia de ello y se sentía la mar de bien cuando le dirigían miradas cargadas de admiración. La propia María Theresa, su madre, observó la auto-complacencia de María Elisabeth con esas miradas halagadoras, proviniesen de un príncipe, de un cortesano o de "
un simple soldado de la guardia imperial"
.
María Elisabeth.
Para semejante belleza de sangre imperial se esperaba el matrimonio más brillante, el que acarrease el mayor prestigio. En cierto momento, se consideró muy seriamente la posibilidad de casarla con ya madurito Louis XV de Francia, viudo de la reina María Leczynska y padre de una abundante cuadrilla de hijos. Seguramente, a la vanidosa Liesel no le hubiera importado casarse con aquel hombre que no había llorado la pérdida de su esposa y se había consolado rápidamente de la reciente pérdida de su maîtresse en titre durante veinte años, la célebre Madame Pompadour. A fín de cuentas, Louis XV le hubiese permitido a Liesel resplandecer en la mismísima corte de Versalles.
La tragedia de María Elisabeth consistió en que contrajo la viruela. La enfermedad puso en peligro su vida, pero, sobre todo, le dejó la cara absolutamente destrozada, con las marcas atroces que habían ocasionado las pústulas. Eso supuso un duro golpe emocional para una chica acostumbrada a que todos bebiesen los vientos por ella y a que se discutiese acaloradamente qué rey podía ser merecedor de semejante archiduquesa. A partir de entonces, se decidió que, al igual que su hermana mayor Marianna, no había ninguna opción de futuro excepto la vida de abadesa en un convento.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
¡Qué triste y duro el destino de estas pobres mujeres como meras fichas de la política internacional austriaca! Arrojadas a temprana edad del seno familiar para vivir vidas llena de obligaciones en un país extraño. Casi siempre eran recibidas con poco afecto por la corte y el desconocido marido real. Cómo para no envidiarlas! Y ellas, pobres, aceptaban su destino con dignidad.
Kalli, recuerdo haber leído que en sus cartas Isabella ansiaba su muerte para reparar la "
pasión culpable"
que sentía por su cuñada.
Pobre José II con lo enamorado que estaba de su mujer. ¡Qué drama! Pienso que nada más humano y dramático que la saga de una dinastía para ejemplificar lo duro de la condición humana.
Kalli, recuerdo haber leído que en sus cartas Isabella ansiaba su muerte para reparar la "
pasión culpable"
que sentía por su cuñada.
Pobre José II con lo enamorado que estaba de su mujer. ¡Qué drama! Pienso que nada más humano y dramático que la saga de una dinastía para ejemplificar lo duro de la condición humana.
Helena- Non
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Fecha de inscripción : 21/07/2007
Localización : Madrid
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Amalia era una archiduquesa suficientemente bonita y espabilada, pero le afectó profundamente crecer en una constante comparación con sus hermanas María Christina y María Elisabeth. El hecho de que su madre se empecinase en compararla con las mayores causó un daño irreparable en la relación de la emperatriz con la archiduquesa María Amalia, aunque sólo se podría calibrar ese hecho con el paso del tiempo y la evolución de los acontecimientos.
María Amalia.
En su juventud, María Amalia se enamoró perdidamente del duque bávaro Karl von Zweibrücken, un hombre apuesto, gallardo y de excelentes maneras. El hecho de que Mimí hubiese logrado permiso de la madre para casarse con Albert de Sajonia hizo que subiesen como la espuma las ilusiones de María Amalia: seguramente, a ella se le permitiría, entonces, comprometerse con Karl von Zweibrücken. Por esa época, además, las combinaciones matrimoniales que estaban ocupando la mente de María Theresa afectaban a las hermanas menores de María Amalia, María Josepha y María Carolina: un punto más para reforzar las expectativas de la joven archiduquesa prendada de su duque bávaro.
María Amalia.
Pero la muerte prematura de María Josepha, de quien hablaremos luego, trastocó todo. Después de conferenciar con su apreciado canciller Kaunitz, María Theresa decidió que María Amalia no podía ser entregada a un simple duque bávaro. El chico abandonó la corte vienesa sintiéndose humillado y amargado. María Amalia, completamente abatida, se enteró de que debía marcharse a Parma para casarse con el duque Ferdinando, nieto a través de su padre de un rey de España y a través de su madre de un rey de Francia. Ferdinando era seis años menor que María Amalia;
todavía jugaba con soldados de plomo y admitía, sin rebozo, que sus dos ocupaciones favoritas eran asar castañas en otoño y echar al vuelo las campanas de cualquier iglesia.
María Amalia, como Diana Cazadora.
Obviamente, la malcasada María Amalia recibió la presión adicional de una serie de instrucciones de su madre. En Parma, debía dedicarse a complacer a su esposo y a su nueva familia, concebir hijos con adecuada prontitud y no meter las narices, bajo ningún concepto, en asuntos políticos. Quizá porque ya estaba harta de que la mangoneasen, en cuanto la muchacha se encontró en su ducado italiano echó en el olvido las exhortaciones maternas. Desdeñando el protocolo, permitía el acceso a sus aposentos de gente sencilla que acudía a solicitarle su intercesión en cualquier materia y se divertía bailando con los tenientes de la guardia;
pero lo peor fue que se unió al partido cortesano que conspiraba para lograr la caída en desgracia del poderoso ministro du Tillot, apoyado por las cortes borbónicas de Madrid y Versalles. María Theresa mandó a dos hombres de su confianza, el barón Knobel y el conde Rosenberg, a intentar meter en cintura a María Amalia, pero ambos fracasaron estrepitosamente.
El resultado fue que María Amalia respondió con violencia a las nada veladas amenazas de María Theresa. La agraviada emperatriz dejó de escribirse con su hija, pero, además, prohibió que el resto de hijos e hijas se carteasen con la hermana díscola. Las relaciones no se recompusieron después de que María Amalia tuviese una hija, Carolina, aunque cuando tuvo como segundo retoño un hijo, Luigi, la abuela austríaca consideró que su amor de madre estaba por encima de cualquier ofensa y que debía congraciarse por ese nieto. María Theresa lo intentó enviando a Colloredo a Parma con suntuosos regalos. María Amalia se mantuvo indiferente.
María Amalia, duquesa de Parma.
Sólo con el tiempo volvió María Amalia a sostener correspondencia con sus hermanos y hermanas, en especial con las menores, María Carolina y María Antonia (a la sazón, Marie Antoinette). Al igual que María Carolina, sufrió mucho cuando la Revolución Francesa llevó a la guillotina a su hermana pequeña y a su cuñado. Luego, en la serie de acontecimientos que puso en marcha la revolución, la rampante República francesa mandaría a su general corso Napoleón Bonaparte a hacerse con el control de Italia. Ferdinando, el esposo de María Amalia, murió entonces, según los rumores tras haber ingerido una taza de chocolate envenenado;
la viuda hubo de recoger sus cosas y huír apresuradamente hacia Viena. Al cabo de unos meses en Viena, prefirió establecerse en Praga: allí falleció sólo dos años después de que hubiese perecido su marido, el marido que nunca había amado pero al que había llegado a apreciar.
María Amalia.
En su juventud, María Amalia se enamoró perdidamente del duque bávaro Karl von Zweibrücken, un hombre apuesto, gallardo y de excelentes maneras. El hecho de que Mimí hubiese logrado permiso de la madre para casarse con Albert de Sajonia hizo que subiesen como la espuma las ilusiones de María Amalia: seguramente, a ella se le permitiría, entonces, comprometerse con Karl von Zweibrücken. Por esa época, además, las combinaciones matrimoniales que estaban ocupando la mente de María Theresa afectaban a las hermanas menores de María Amalia, María Josepha y María Carolina: un punto más para reforzar las expectativas de la joven archiduquesa prendada de su duque bávaro.
María Amalia.
Pero la muerte prematura de María Josepha, de quien hablaremos luego, trastocó todo. Después de conferenciar con su apreciado canciller Kaunitz, María Theresa decidió que María Amalia no podía ser entregada a un simple duque bávaro. El chico abandonó la corte vienesa sintiéndose humillado y amargado. María Amalia, completamente abatida, se enteró de que debía marcharse a Parma para casarse con el duque Ferdinando, nieto a través de su padre de un rey de España y a través de su madre de un rey de Francia. Ferdinando era seis años menor que María Amalia;
todavía jugaba con soldados de plomo y admitía, sin rebozo, que sus dos ocupaciones favoritas eran asar castañas en otoño y echar al vuelo las campanas de cualquier iglesia.
María Amalia, como Diana Cazadora.
Obviamente, la malcasada María Amalia recibió la presión adicional de una serie de instrucciones de su madre. En Parma, debía dedicarse a complacer a su esposo y a su nueva familia, concebir hijos con adecuada prontitud y no meter las narices, bajo ningún concepto, en asuntos políticos. Quizá porque ya estaba harta de que la mangoneasen, en cuanto la muchacha se encontró en su ducado italiano echó en el olvido las exhortaciones maternas. Desdeñando el protocolo, permitía el acceso a sus aposentos de gente sencilla que acudía a solicitarle su intercesión en cualquier materia y se divertía bailando con los tenientes de la guardia;
pero lo peor fue que se unió al partido cortesano que conspiraba para lograr la caída en desgracia del poderoso ministro du Tillot, apoyado por las cortes borbónicas de Madrid y Versalles. María Theresa mandó a dos hombres de su confianza, el barón Knobel y el conde Rosenberg, a intentar meter en cintura a María Amalia, pero ambos fracasaron estrepitosamente.
El resultado fue que María Amalia respondió con violencia a las nada veladas amenazas de María Theresa. La agraviada emperatriz dejó de escribirse con su hija, pero, además, prohibió que el resto de hijos e hijas se carteasen con la hermana díscola. Las relaciones no se recompusieron después de que María Amalia tuviese una hija, Carolina, aunque cuando tuvo como segundo retoño un hijo, Luigi, la abuela austríaca consideró que su amor de madre estaba por encima de cualquier ofensa y que debía congraciarse por ese nieto. María Theresa lo intentó enviando a Colloredo a Parma con suntuosos regalos. María Amalia se mantuvo indiferente.
María Amalia, duquesa de Parma.
Sólo con el tiempo volvió María Amalia a sostener correspondencia con sus hermanos y hermanas, en especial con las menores, María Carolina y María Antonia (a la sazón, Marie Antoinette). Al igual que María Carolina, sufrió mucho cuando la Revolución Francesa llevó a la guillotina a su hermana pequeña y a su cuñado. Luego, en la serie de acontecimientos que puso en marcha la revolución, la rampante República francesa mandaría a su general corso Napoleón Bonaparte a hacerse con el control de Italia. Ferdinando, el esposo de María Amalia, murió entonces, según los rumores tras haber ingerido una taza de chocolate envenenado;
la viuda hubo de recoger sus cosas y huír apresuradamente hacia Viena. Al cabo de unos meses en Viena, prefirió establecerse en Praga: allí falleció sólo dos años después de que hubiese perecido su marido, el marido que nunca había amado pero al que había llegado a apreciar.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Hola, Druxa y Helena :-)
Realmente, Helena, siempre he lamentado que no haya una mayor conciencia histórica del sacrificio de todas esas princesas de sangre. Ellas jugaban un papel sustancial en la creación de alianzas, detenían guerras, servían de garantes a tratados de paz, aseguraban la continuidad de las monarquías europeas, ejercían en ocasiones una enorme influencia política. En el fondo, sin embargo, casi ninguna fue feliz, a un nivel puramente humano.
Respecto a lo que comentas de Isabella de Parma...sí, lo sabía.
Isabella de Parma.
Lo que siempre me ha intrigado es que, tras la muerte de Isabella, Mimí llevase todo el surtido de cartas al desconsolado viudo, Joseph. Hoy en día, se sigue debatiendo qué pretendía Mimí. En el mejor de los casos, quería que al viudo "
se le curase la pena"
con aquella clara evidencia de que su esposa no le había amado a él sino a una de las hermanas de él (doble agravio para el clásico orgullo masculino). En el peor de los casos, simplemente quería aprovechar esa nueva ocasión para colocarse en una posición superior a la de su hermano.
Realmente, Helena, siempre he lamentado que no haya una mayor conciencia histórica del sacrificio de todas esas princesas de sangre. Ellas jugaban un papel sustancial en la creación de alianzas, detenían guerras, servían de garantes a tratados de paz, aseguraban la continuidad de las monarquías europeas, ejercían en ocasiones una enorme influencia política. En el fondo, sin embargo, casi ninguna fue feliz, a un nivel puramente humano.
Respecto a lo que comentas de Isabella de Parma...sí, lo sabía.
Isabella de Parma.
Lo que siempre me ha intrigado es que, tras la muerte de Isabella, Mimí llevase todo el surtido de cartas al desconsolado viudo, Joseph. Hoy en día, se sigue debatiendo qué pretendía Mimí. En el mejor de los casos, quería que al viudo "
se le curase la pena"
con aquella clara evidencia de que su esposa no le había amado a él sino a una de las hermanas de él (doble agravio para el clásico orgullo masculino). En el peor de los casos, simplemente quería aprovechar esa nueva ocasión para colocarse en una posición superior a la de su hermano.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Josepha fue una archiduquesa efímera, con un final dramático originado, involuntariamente, por su madre la emperatriz María Theresa.
María Josepha.
De naturaleza dulce y piadosa, María Josepha era la favorita de su hermano mayor, el archiduque heredero, luego emperador Joseph II. A ella era a quien se había elegido para viajar a Parma y casarse con Ferdinando. Todo estaba preparado cuando la emperatriz María Theresa tuvo la ocurrencia de querer llevar a María Josepha consigo a la Cripta de los Capuchinos para rezar ante las tumbas de Franz Stephan y de Isabella de Parma, los difuntos más recientes de la familia imperial.
María Josepha.
Aparentemente, la tumba de Isabella había sido mal sellada. María Josepha se sintió muy mal a las pocas horas de haber elevado sus oraciones postrada de hinojos ante el sarcófago de Isabella: enseguida se reconoció, con espanto, que había contraído la viruela que había segado la vida de la esposa de Joseph. Sobre todo Joseph estaba francamente horrorizado ante ese hecho. María Josepha se debatió durante días entre la vida y la muerte, mientras las pústulas íban señalando trágicamente su agraciado rostro. Si hubiese sobrevivido, hubiese acabado en un convento. Pero ella falleció.
La viruela que atacó a María Josepha alteró para siempre el destino de su hermana María Amalia, que ya hemos relatado...
María Josepha.
De naturaleza dulce y piadosa, María Josepha era la favorita de su hermano mayor, el archiduque heredero, luego emperador Joseph II. A ella era a quien se había elegido para viajar a Parma y casarse con Ferdinando. Todo estaba preparado cuando la emperatriz María Theresa tuvo la ocurrencia de querer llevar a María Josepha consigo a la Cripta de los Capuchinos para rezar ante las tumbas de Franz Stephan y de Isabella de Parma, los difuntos más recientes de la familia imperial.
María Josepha.
Aparentemente, la tumba de Isabella había sido mal sellada. María Josepha se sintió muy mal a las pocas horas de haber elevado sus oraciones postrada de hinojos ante el sarcófago de Isabella: enseguida se reconoció, con espanto, que había contraído la viruela que había segado la vida de la esposa de Joseph. Sobre todo Joseph estaba francamente horrorizado ante ese hecho. María Josepha se debatió durante días entre la vida y la muerte, mientras las pústulas íban señalando trágicamente su agraciado rostro. Si hubiese sobrevivido, hubiese acabado en un convento. Pero ella falleció.
La viruela que atacó a María Josepha alteró para siempre el destino de su hermana María Amalia, que ya hemos relatado...
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
¡Qué pluma tienes, Kalliope! Para mí hay pocas cosas superiores a la palabra escrita. ¿Por qué no publicas? Madera de escritora te sobra. Y no son flores que te tiro...
Volviendo al tema de Mimí, y esto es una hipótesis mía así que no me hagas mucho caso, creo que aparte de intentar ejercer poder sobre su hermano, estaba el factor de que los hijos de María Teresa vivieron una infancia que hoy llamaríamos de "
familia disfuncional"
. La madre estricta, enamorada locamente del marido y siempre con la responsabilidad de las cuestiones de estado sobre sus hombros, raro en aquella época en una madre de familia, pues no habría un gran afecto entre los hermanos -no más allá del se suponía que mandaban las buenas costumbres entre ellos, con excepción de María Carolina y María Antonieta. Pobres críos ¡si hasta su madre les hacía morirse de frío con las ventanas abiertas en pleno invierno porque consideraba que era saludable!
Volviendo al tema de Mimí, y esto es una hipótesis mía así que no me hagas mucho caso, creo que aparte de intentar ejercer poder sobre su hermano, estaba el factor de que los hijos de María Teresa vivieron una infancia que hoy llamaríamos de "
familia disfuncional"
. La madre estricta, enamorada locamente del marido y siempre con la responsabilidad de las cuestiones de estado sobre sus hombros, raro en aquella época en una madre de familia, pues no habría un gran afecto entre los hermanos -no más allá del se suponía que mandaban las buenas costumbres entre ellos, con excepción de María Carolina y María Antonieta. Pobres críos ¡si hasta su madre les hacía morirse de frío con las ventanas abiertas en pleno invierno porque consideraba que era saludable!
Helena- Non
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Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Me gusta mucho escribir, Helena, y lo hago desde que era una adolescente, pero son proyectos míos, personales, por puro entretenimiento y deleite ;
) No he publicado y no sé si tendré algún día el valor de presentar algo a una editorial, por si suena la flauta. Ya habrás notado que mi pasión es la historia, así que principalmente escribo novela histórica en mis ratos libres;
pero avanzo poco a poco y quizá me salta seguridad en mis posibilidades, aunque últimamente me anima a menudo una de mis hermanas que sí es historiadora además de asidua investigadora ;
)
Probablemente no andes nada desencaminada en tu hipótesis. Ciertamente, esa familia fue un portento para la época. Formalmente, Franz Stephan era el Emperador Germánico, pero en realidad el peso de la púrpura recaía íntegramente sobre los hombros de María Theresa: él se dedicaba a salir de cacería, llenar de animalitos su zoológico particular, diseñar jardines y coleccionar aventuras amorosas, un aspecto, éste, que chocaba mucho con la rígida moralidad de su esposa (quien en ese caso prefería cerrar los ojoso o mirar hacia otro lado). Como bien ha señalado Antonia Fraser...María Theresa representaba, por lo de pronto, un modelo femenino complicado para sus propias hijas, a las que quería convencer de que fuesen perfectas esposas devotas y sumisas, sin una actividad personal dentro de la política aunque, por descontado, debían favorecer siempre los intereses austríacos allá dónde las enviasen.
) No he publicado y no sé si tendré algún día el valor de presentar algo a una editorial, por si suena la flauta. Ya habrás notado que mi pasión es la historia, así que principalmente escribo novela histórica en mis ratos libres;
pero avanzo poco a poco y quizá me salta seguridad en mis posibilidades, aunque últimamente me anima a menudo una de mis hermanas que sí es historiadora además de asidua investigadora ;
)
Probablemente no andes nada desencaminada en tu hipótesis. Ciertamente, esa familia fue un portento para la época. Formalmente, Franz Stephan era el Emperador Germánico, pero en realidad el peso de la púrpura recaía íntegramente sobre los hombros de María Theresa: él se dedicaba a salir de cacería, llenar de animalitos su zoológico particular, diseñar jardines y coleccionar aventuras amorosas, un aspecto, éste, que chocaba mucho con la rígida moralidad de su esposa (quien en ese caso prefería cerrar los ojoso o mirar hacia otro lado). Como bien ha señalado Antonia Fraser...María Theresa representaba, por lo de pronto, un modelo femenino complicado para sus propias hijas, a las que quería convencer de que fuesen perfectas esposas devotas y sumisas, sin una actividad personal dentro de la política aunque, por descontado, debían favorecer siempre los intereses austríacos allá dónde las enviasen.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Bueno, si algún día te interesará presentar algo a una editorial, me avisas antes. Me podría interesar. Te lo digo muy en serio. Inclusive estuve pensando en proyectos editoriales con relación a temas históricos femeninos. Aunque sé lo ardua que es la tarea en solitario de un escritor y lo difícil que resulta llevarla a buen puerto.
Ya veo que para ambas Antonia Fraser ha sido un referente... Siempre he considerado la injusticia que, a tenor de aquellos tiempos, se cometió con la gran emperatriz por ser mujer y por ello tener vetado ceñir la corona del sacro imperio y, en cambio, el inepto de su marido sí, sólo por ser hombre. Detesto el feminismo caricaturesco de nuestros tiempos, pero la sinrazón del ayer es igual de terrible.
Ya veo que para ambas Antonia Fraser ha sido un referente... Siempre he considerado la injusticia que, a tenor de aquellos tiempos, se cometió con la gran emperatriz por ser mujer y por ello tener vetado ceñir la corona del sacro imperio y, en cambio, el inepto de su marido sí, sólo por ser hombre. Detesto el feminismo caricaturesco de nuestros tiempos, pero la sinrazón del ayer es igual de terrible.
Helena- Non
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Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Carolina, que en realidad fue llamada Carlota durante su infancia y adolescencia en la corte austríaca, fue una de los cuatro hijos menores de la pareja formada por María Theresa y Franz Stephan. Al igual que su hermana pequeña María Antonia, se benefició del hecho de que su madre, para cuando completó su extensa prole, ya estaba demasiado inmersa en la gestión del poder imperial, con sus asuntos de gobierno siempre exigiendo atención, aparte de preocupada por trazar el destino de los retoños de mayor edad.
María Carolina.
María Carolina y María Antonia crecieron muy unidas, fraguándose una relación fraternal que mantendría su especial intensidad a lo largo de los años, pese a la enorme distancia que llegaría a haber entre ambas. Las dos estaban a cargo de la demasiado blanda condesa Brandeis, que, al final, fue reemplazada por la más seria y estricta condesa Lerchenfeld.
María Carolina.
El momento más duro en la adolescencia de María Carolina surgió cuando la separaron de María Antonia, para empezar a prepararla de forma específica antes de enviarla a la lejana Nápoles.
]
María Carolina.
María Carolina descendió de su carruaje varias veces, para abrazar y besar, llorosa, a su compungida hermana María Antonia. A la condesa Lerchenfeld le rogó, con voz casi rota, que por favor no permitiese que la jovencísima María Antonia se olvidase de ella. Esa escena conmovedora dejaría una huella indeleble en la memoria de las dos hermanas.
María Carolina.
Muchacha de carácter fuerte y apasionada en extremo, María Carolina no se resignó a un matrimonio puramente de conveniencias así como insatisfactorio con el rey Ferdinando I de las Dos Sicilias. La primera carta que María Carolina remitió a su madre María Theresa era asombrosamente franca: su esposo era rematadamente feo y lo único de lo que podía congratularse era de que, al menos, no apestaba (se entiende que el hombre cumplía escrupulosamente en lo que atañía a su higiene personal).
María Carolina.
Pronto, se extendieron por todo el continente rumores que no dejaban precisamente bien parada la reputación de María Carolina. Al igual que su hermana María Amalia en Parma, María Carolina se había rodeado de una camarilla que apostaba fuerte en cuestiones políticas. En su caso, estaba prácticamente dominada por un partido inglés que trataba de remover la tradicional influencia franco-española en la zona. Las cortes borbónicas, que le habían reprochado agriamente a María Theresa que María Amalia actuase contra sus intereses en Parma, tuvieron ahora motivos para poner el grito en el cielo a medida que María Carolina hacía lo mismo en Nápoles. Los tres principales amigos ingleses de María Carolina eran el embajador británico William Hamilton, la escandalosa esposa de éste Emma y John Acton, quien, para colmo, se convirtió en amante de la reina.
María Theresa llegó a ponerse muy violenta con esta nueva hija díscola. Le amenazó con prohibir cualquier clase de contacto entre ella y su hermana pequeña, a esas alturas ya "
dauphine"
en la corte francesa. Pero nadie pudo evitar que María Carolina siguiese metiéndose en líos a través de las décadas. No obstante, sufrió dos serios reveses en su vida: nunca logró sobreponerse a la tragedia de María Antonia, y, en la posterior época napoleónica, hubo de buscar refugio, como exiliada, en la corte de Viena;
el colmo de los colmos, para ella, fue que una de sus sobrinas Habsburgo, María Luisa, hubiese tenido que casarse con Napoleón por razones de Estado.
María Carolina con uno de sus hijos.
María Carolina vivió lo suficiente para ver derrumbarse la estructura napoleónica. En última instancia, aceptó que su hija favorita María Amalia se casase con el príncipe Louis-Philippe de Francia, luego rey Louis-Philippe, a pesar de que él era el hijo de aquel Philippe Egalité que había votado a favor del guillotinamiento de Louis XVI, marido de Marie Antoinette. Dado que Louis-Philippe y María Amalia se amaban realmente, María Carolina se tragó sus resquemores hacia la familia de él en beneficio de su hija favorita.
María Carolina.
María Carolina y María Antonia crecieron muy unidas, fraguándose una relación fraternal que mantendría su especial intensidad a lo largo de los años, pese a la enorme distancia que llegaría a haber entre ambas. Las dos estaban a cargo de la demasiado blanda condesa Brandeis, que, al final, fue reemplazada por la más seria y estricta condesa Lerchenfeld.
María Carolina.
El momento más duro en la adolescencia de María Carolina surgió cuando la separaron de María Antonia, para empezar a prepararla de forma específica antes de enviarla a la lejana Nápoles.
]
María Carolina.
María Carolina descendió de su carruaje varias veces, para abrazar y besar, llorosa, a su compungida hermana María Antonia. A la condesa Lerchenfeld le rogó, con voz casi rota, que por favor no permitiese que la jovencísima María Antonia se olvidase de ella. Esa escena conmovedora dejaría una huella indeleble en la memoria de las dos hermanas.
María Carolina.
Muchacha de carácter fuerte y apasionada en extremo, María Carolina no se resignó a un matrimonio puramente de conveniencias así como insatisfactorio con el rey Ferdinando I de las Dos Sicilias. La primera carta que María Carolina remitió a su madre María Theresa era asombrosamente franca: su esposo era rematadamente feo y lo único de lo que podía congratularse era de que, al menos, no apestaba (se entiende que el hombre cumplía escrupulosamente en lo que atañía a su higiene personal).
María Carolina.
Pronto, se extendieron por todo el continente rumores que no dejaban precisamente bien parada la reputación de María Carolina. Al igual que su hermana María Amalia en Parma, María Carolina se había rodeado de una camarilla que apostaba fuerte en cuestiones políticas. En su caso, estaba prácticamente dominada por un partido inglés que trataba de remover la tradicional influencia franco-española en la zona. Las cortes borbónicas, que le habían reprochado agriamente a María Theresa que María Amalia actuase contra sus intereses en Parma, tuvieron ahora motivos para poner el grito en el cielo a medida que María Carolina hacía lo mismo en Nápoles. Los tres principales amigos ingleses de María Carolina eran el embajador británico William Hamilton, la escandalosa esposa de éste Emma y John Acton, quien, para colmo, se convirtió en amante de la reina.
María Theresa llegó a ponerse muy violenta con esta nueva hija díscola. Le amenazó con prohibir cualquier clase de contacto entre ella y su hermana pequeña, a esas alturas ya "
dauphine"
en la corte francesa. Pero nadie pudo evitar que María Carolina siguiese metiéndose en líos a través de las décadas. No obstante, sufrió dos serios reveses en su vida: nunca logró sobreponerse a la tragedia de María Antonia, y, en la posterior época napoleónica, hubo de buscar refugio, como exiliada, en la corte de Viena;
el colmo de los colmos, para ella, fue que una de sus sobrinas Habsburgo, María Luisa, hubiese tenido que casarse con Napoleón por razones de Estado.
María Carolina con uno de sus hijos.
María Carolina vivió lo suficiente para ver derrumbarse la estructura napoleónica. En última instancia, aceptó que su hija favorita María Amalia se casase con el príncipe Louis-Philippe de Francia, luego rey Louis-Philippe, a pesar de que él era el hijo de aquel Philippe Egalité que había votado a favor del guillotinamiento de Louis XVI, marido de Marie Antoinette. Dado que Louis-Philippe y María Amalia se amaban realmente, María Carolina se tragó sus resquemores hacia la familia de él en beneficio de su hija favorita.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
La amaba mucho, sin duda. Yo no hubiera podido evitar los resquemores. Claudia adora a los Orléans, pero reconozco que no puedo con ellos.
Helena- Non
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Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Carolina es mi preferida de las hijas de M.Teresa.
Llegó a tenerle mucho cariño a Luis Felipe y su hija M.Amelia fue siempre un modelo, de princesa, de reina, dede madre , esposa y abuela.
Parece que M.Carolina también fue amante de Lord Hamilton y que Ema, llegó a tenerle unos celos tremendos.
Llegó a tenerle mucho cariño a Luis Felipe y su hija M.Amelia fue siempre un modelo, de princesa, de reina, dede madre , esposa y abuela.
Parece que M.Carolina también fue amante de Lord Hamilton y que Ema, llegó a tenerle unos celos tremendos.
claudia- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Parece que fue no, lo fue. Y dicen que tórridamente.
Helena- Non
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Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Helena escribió:La amaba mucho, sin duda. Yo no hubiera podido evitar los resquemores. Claudia adora a los Orléans, pero reconozco que no puedo con ellos.
Bueno...también estaba el hecho de que María Amalia no era ninguna preciosidad y ya tenía cierta edad, con lo que si no se casaba entonces, muy probablemente se quedaría para vestir santos ;
) Por otro lado, supongo que María Carolina vió con claridad meridiana que Louis-Philippe amaba sinceramente a María Amalia y estaba dispuesto a convertirse en un fiel esposo. Aparte... no se puede culpar a un hijo por los pecados del padre. Philippe Egalité siguió su camino...con ningún apoyo en su entorno íntimo. Su esposa, de quien vivía separado, estaba francamente horrorizada. Su amante de esa época, Grace Dalrymple Elliot, estaba francamente horrorizada asimismo. Incluso su valet de chambre se quedó tan espantado que quemó su librea de gala en la hoguera ;
) Es probable que Louis-Philippe repudiase igualmente las acciones de su padre en presencia de María Carolina, lo que hubiese contribuído a que ella, al fín, se inclinase a favor de la boda considerando todos los factores...
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Antonia, la benjamina entre las hijas de María Theresa, llegaría a ser quizá la más célebre reina de la Historia. Aunque nadie podía haber presagiado tan enrevesado destino para ella cuando nació ni mientras crecía en la corte vienesa.
María Antonia, a la derecha, interpretando un ballet con su hermano Max durante la celebración de la boda de su hermano mayor Joseph.
Por su condición de última hija, María Antonia pasó sus primeros años absolutamente libre de exigencias, disciplina o presiones. Su nodriza, Constance Weber, la adoraba. Su primera aya, la condesa Brandeis, la echó a perder por completo, ya que incluso copiaba los textos y hacía los dibujos que se suponía había realizado la niña para presentar a sus preceptores. Su segunda aya, la condesa Lerchenfeld, quiso imponer seriedad y cierta rigurosidad: el resultado fue una niña contrariada, que lagrimeaba pidiendo que le devolviesen a la "
querida Brandeis"
.
María Antonia.
Los primeros esfuerzos serios para recuperar el tiempo perdido en lo que atañía a la educación de Antonia, se produjeron cuando empezó el intrincado proceso de negociaciones que debían culminar en un compromiso de la archiduquesita con el joven delfín francés Louis Augusto. Quizá era demasiado tarde, como señalan Stefan Zweig o más recientemente Antonia Fraser. Cuando tenía maestros especialmente competentes, que se tomaban interés en enseñarle de forma amena e interesante, María Antonia aprendía. Pero si los maestros no alcanzaban ese nivel de excelencia, la muchacha resultaba demasiado distraída y remolona.
Marie Antoinette.
El resultado fue que la archiduquesa objeto del más brillante y prestigioso matrimonio dinástico llegó a su nuevo país siendo una criatura ingenua, cándida, despreocupada, liviana y perezosa, aparte de deficientemente preparada. Quizá un prometido apuesto y de carácter suficientemente enérgico hubiese podido contribuír a que la muchacha evolucionase favorablemente: al fín y al cabo, no le faltaba inteligencia ni cierta intuición. Pero se encontró unida a un joven sonrosado y gordinflón, profundamente tímido, algo abúlico, que se divertía saliendo a cazar o encerrándose en su taller a elaborar cerraduras. Para colmo, el matrimonio permaneció sin consumarse durante muchos años. María Antonia, reconvertida en Marie Antoinette, se dejó, en un principio, manipular por las tías de su marido, Mesdames Tantes, hijas del rey dispuestas a utilizar a la archiduquesa en su guerra sin cuartel contra la favorita Madame du Barry. Tras ese episodio vodevilesco que sin embargo causó un serio problema diplomático, Marie Antoinette se dedicó por completo a una vida alegre que le valió la reputación de cabeza de chorlito, atolondrada y frívola.
Marie Antoinette.
Nunca hubo una princesa más expuesta a las injurias y calumnias que Marie Antoinette. Los libelos circularon con sorprendente asiduidad desde poco después de su boda. Se la acusaba de todos los males que aquejaban a la monarquía y al país. Su relación de amistad con la princesa de Lamballe fue objeto de vergonzosos panfletos. Su posterior patrocinio de los Polignac empeoró por completo las cosas. Aunque intervenía menos en política de lo que se suponía en general, sus pocas intervenciones fueron desafortunadas y le valieron una reputación casi peor de la que había tenido siglos antes la denostada Catherine de Medici. Sus enemigos le concedían que Marie Antoinette no usaba venenos ni dagas, dos elementos que formaban parte de la pésima imagen de Catherine de Medici;
pero era una devorahombres, una mujer insaciable que necesitaba incluso a mujeres, una criatura obscena ávida de riquezas y capaz de llevar el país a la bancarrota.
Marie Antoinette acabaría viendo estallar una Revolución que la llevó a prisión junto a su esposo, los dos hijos que habían sobrevivido a la infancia y una de sus cuñadas, Madame Elisabeth. Pese a los esfuerzos de algunos por salvarles de su destino (en concreto de su amigo y gran amor, el sueco Axel von Fersen), Marie Antoinette, archiduquesa de Austria, acabó su vida en la guillotina cuando probablemente se hallaba ya gravemente enferma de un cáncer de útero.
María Antonia, a la derecha, interpretando un ballet con su hermano Max durante la celebración de la boda de su hermano mayor Joseph.
Por su condición de última hija, María Antonia pasó sus primeros años absolutamente libre de exigencias, disciplina o presiones. Su nodriza, Constance Weber, la adoraba. Su primera aya, la condesa Brandeis, la echó a perder por completo, ya que incluso copiaba los textos y hacía los dibujos que se suponía había realizado la niña para presentar a sus preceptores. Su segunda aya, la condesa Lerchenfeld, quiso imponer seriedad y cierta rigurosidad: el resultado fue una niña contrariada, que lagrimeaba pidiendo que le devolviesen a la "
querida Brandeis"
.
María Antonia.
Los primeros esfuerzos serios para recuperar el tiempo perdido en lo que atañía a la educación de Antonia, se produjeron cuando empezó el intrincado proceso de negociaciones que debían culminar en un compromiso de la archiduquesita con el joven delfín francés Louis Augusto. Quizá era demasiado tarde, como señalan Stefan Zweig o más recientemente Antonia Fraser. Cuando tenía maestros especialmente competentes, que se tomaban interés en enseñarle de forma amena e interesante, María Antonia aprendía. Pero si los maestros no alcanzaban ese nivel de excelencia, la muchacha resultaba demasiado distraída y remolona.
Marie Antoinette.
El resultado fue que la archiduquesa objeto del más brillante y prestigioso matrimonio dinástico llegó a su nuevo país siendo una criatura ingenua, cándida, despreocupada, liviana y perezosa, aparte de deficientemente preparada. Quizá un prometido apuesto y de carácter suficientemente enérgico hubiese podido contribuír a que la muchacha evolucionase favorablemente: al fín y al cabo, no le faltaba inteligencia ni cierta intuición. Pero se encontró unida a un joven sonrosado y gordinflón, profundamente tímido, algo abúlico, que se divertía saliendo a cazar o encerrándose en su taller a elaborar cerraduras. Para colmo, el matrimonio permaneció sin consumarse durante muchos años. María Antonia, reconvertida en Marie Antoinette, se dejó, en un principio, manipular por las tías de su marido, Mesdames Tantes, hijas del rey dispuestas a utilizar a la archiduquesa en su guerra sin cuartel contra la favorita Madame du Barry. Tras ese episodio vodevilesco que sin embargo causó un serio problema diplomático, Marie Antoinette se dedicó por completo a una vida alegre que le valió la reputación de cabeza de chorlito, atolondrada y frívola.
Marie Antoinette.
Nunca hubo una princesa más expuesta a las injurias y calumnias que Marie Antoinette. Los libelos circularon con sorprendente asiduidad desde poco después de su boda. Se la acusaba de todos los males que aquejaban a la monarquía y al país. Su relación de amistad con la princesa de Lamballe fue objeto de vergonzosos panfletos. Su posterior patrocinio de los Polignac empeoró por completo las cosas. Aunque intervenía menos en política de lo que se suponía en general, sus pocas intervenciones fueron desafortunadas y le valieron una reputación casi peor de la que había tenido siglos antes la denostada Catherine de Medici. Sus enemigos le concedían que Marie Antoinette no usaba venenos ni dagas, dos elementos que formaban parte de la pésima imagen de Catherine de Medici;
pero era una devorahombres, una mujer insaciable que necesitaba incluso a mujeres, una criatura obscena ávida de riquezas y capaz de llevar el país a la bancarrota.
Marie Antoinette acabaría viendo estallar una Revolución que la llevó a prisión junto a su esposo, los dos hijos que habían sobrevivido a la infancia y una de sus cuñadas, Madame Elisabeth. Pese a los esfuerzos de algunos por salvarles de su destino (en concreto de su amigo y gran amor, el sueco Axel von Fersen), Marie Antoinette, archiduquesa de Austria, acabó su vida en la guillotina cuando probablemente se hallaba ya gravemente enferma de un cáncer de útero.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Marie Antoinette.
Veréis que he sido deliberadamente escueta en lo que atañe a María Antonia/Marie Antoinette. La peripecia existencial de esa archiduquesa/dauphine/reina daría para llenar un foro entero con docenas de temas paralelos: su infancia y juventud, sus primeros años de casada, su forma de afrontar la maternidad, su relación con el resto de la familia imperial austríaca, su relación con el resto de la familia real francesa, sus amistades, sus enemigos, el asunto del collar, el enigma Fersen, su época en cautividad, su proceso, su muerte...en fín, suma y sigue ;
)
Pero en lo que concierne a este foro concreto, lo importante es que el dramático final de Marie Antoinette proyectó una gran sombra sobre la floreciente dinastía Habsburgo-Lorena. Mirándolo fríamente, para cuando Marie Antoinette cayó en desgracia ya no gestionaban el imperio María Theresa ni Joseph II;
y la casa de Austria se "
lavó las manos"
respecto a su célebre archiduquesa quizá confiando en exceso en que "
no llegaría la sangre al río"
. Austria reaccionó tarde y mal en la triste epopeya de Marie Antoinette. Años después, Napoleón Bonaparte observaría que era una especie de regla no escrita de la familia imperial de Viena no pronunciar el nombre de Marie Antoinette;
si alguien osaba efectuar una alusión o una referencia en presencia de ellos, se sentían turbados y rápidamente desviaban el tema.
Veréis que he sido deliberadamente escueta en lo que atañe a María Antonia/Marie Antoinette. La peripecia existencial de esa archiduquesa/dauphine/reina daría para llenar un foro entero con docenas de temas paralelos: su infancia y juventud, sus primeros años de casada, su forma de afrontar la maternidad, su relación con el resto de la familia imperial austríaca, su relación con el resto de la familia real francesa, sus amistades, sus enemigos, el asunto del collar, el enigma Fersen, su época en cautividad, su proceso, su muerte...en fín, suma y sigue ;
)
Pero en lo que concierne a este foro concreto, lo importante es que el dramático final de Marie Antoinette proyectó una gran sombra sobre la floreciente dinastía Habsburgo-Lorena. Mirándolo fríamente, para cuando Marie Antoinette cayó en desgracia ya no gestionaban el imperio María Theresa ni Joseph II;
y la casa de Austria se "
lavó las manos"
respecto a su célebre archiduquesa quizá confiando en exceso en que "
no llegaría la sangre al río"
. Austria reaccionó tarde y mal en la triste epopeya de Marie Antoinette. Años después, Napoleón Bonaparte observaría que era una especie de regla no escrita de la familia imperial de Viena no pronunciar el nombre de Marie Antoinette;
si alguien osaba efectuar una alusión o una referencia en presencia de ellos, se sentían turbados y rápidamente desviaban el tema.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Tras el magnífico elenco de hijas de María Theresa y Franz Stephan, la siguiente remesa de archiduquesas Habsburgo-Lorena resultó bastante más discreta.
Veamos: Joseph II se había casado en dos ocasiones, la primera vez con Isabella de Parma y la segunda vez con María Josepha de Baviera. Isabella de Parma, que fue muy amada por su marido, absolutamente embelesado por la belleza melancólica de ella y por su extraordinaria capacidad intelectual, tuvo dos hijas. Sólo una de las niñas, llamada María Theresa Elisabeth en honor a su abuela paterna, sobrevivió a su madre.
María Theresa Elisabeth, hija de Joseph con Isabella de Parma.
Esa bonita archiduquesa, adorada por su padre, falleció todavía niña: contaba apenas ocho años cuando abandonó este mundo. El impacto fue devastador para su padre, que había centrado en ella toda su ternura. De hecho, Joseph no contaba con tener otros hijos legítimos: su segundo matrimonio, puramente político, con una princesa bávara, había resultado un fracaso y, según muchos autores sugieren, ni siquiera se habría consumado, lo cual explicaría la absoluta indiferencia de Joseph hacia la enfermedad y posterior defunción de la joven.
Dada la falta de herederos directos de Joseph II, le sucedió en el trono su hermano Leopold, quien, hasta entonces, había ostentado el rango de gran duque soberano de Toscana. Leopold estaba casado con una infanta española nacida en suelo italiano, María Luisa de Borbón. El padre de María Luisa, por tanto suegro de Leopold, había sido el rey Carlos VII de las Dos Sicilias antes de que la muerte sin descendencia de un hermano mayor le transformase en el rey Carlos III de España;
la madre de María Luisa había nacido princesa de Sajonia.
Leopold y María Luisa habían sido plenamente dichosos en su ducado toscano. Allí les habían nacido dieciséis hijos, de los cuales catorce lograron no sucumbir a la mortalidad infantil. De esos catorce retoños, sin embargo, diez fueron varones, lo cual nos deja cuatro féminas:
-María Theresa.
-María Anna.
-María Clementina.
-María Amalia.
Teniendo en cuenta que la segunda de las chicas, María Anna, acarrreaba una mala salud que la hizo permanecer soltera hasta su muerte a los veintinueve años y que la cuarta de las chicas, María Amalia, falleció con dieciocho años, únicamente se pudo contar con DOS ARCHIDUQUESAS de esa generación para participar en el gran juego de las alianzas dinásticas: María Theresa y María Clementina.
Veamos: Joseph II se había casado en dos ocasiones, la primera vez con Isabella de Parma y la segunda vez con María Josepha de Baviera. Isabella de Parma, que fue muy amada por su marido, absolutamente embelesado por la belleza melancólica de ella y por su extraordinaria capacidad intelectual, tuvo dos hijas. Sólo una de las niñas, llamada María Theresa Elisabeth en honor a su abuela paterna, sobrevivió a su madre.
María Theresa Elisabeth, hija de Joseph con Isabella de Parma.
Esa bonita archiduquesa, adorada por su padre, falleció todavía niña: contaba apenas ocho años cuando abandonó este mundo. El impacto fue devastador para su padre, que había centrado en ella toda su ternura. De hecho, Joseph no contaba con tener otros hijos legítimos: su segundo matrimonio, puramente político, con una princesa bávara, había resultado un fracaso y, según muchos autores sugieren, ni siquiera se habría consumado, lo cual explicaría la absoluta indiferencia de Joseph hacia la enfermedad y posterior defunción de la joven.
Dada la falta de herederos directos de Joseph II, le sucedió en el trono su hermano Leopold, quien, hasta entonces, había ostentado el rango de gran duque soberano de Toscana. Leopold estaba casado con una infanta española nacida en suelo italiano, María Luisa de Borbón. El padre de María Luisa, por tanto suegro de Leopold, había sido el rey Carlos VII de las Dos Sicilias antes de que la muerte sin descendencia de un hermano mayor le transformase en el rey Carlos III de España;
la madre de María Luisa había nacido princesa de Sajonia.
Leopold y María Luisa habían sido plenamente dichosos en su ducado toscano. Allí les habían nacido dieciséis hijos, de los cuales catorce lograron no sucumbir a la mortalidad infantil. De esos catorce retoños, sin embargo, diez fueron varones, lo cual nos deja cuatro féminas:
-María Theresa.
-María Anna.
-María Clementina.
-María Amalia.
Teniendo en cuenta que la segunda de las chicas, María Anna, acarrreaba una mala salud que la hizo permanecer soltera hasta su muerte a los veintinueve años y que la cuarta de las chicas, María Amalia, falleció con dieciocho años, únicamente se pudo contar con DOS ARCHIDUQUESAS de esa generación para participar en el gran juego de las alianzas dinásticas: María Theresa y María Clementina.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Theresa, la mayor de las hijas de sexo femenino nacida del enlace de Leopold con María Luisa, no suministró con su biografía mucho material para un foro ;
)
Con la enorme cantidad de retratos que existen de sus interesantes tías paternas, se hace chocante que la imagen más conocida y utilizada de la archiduquesa sea un grabado de época que muestra a una dama no particularmente agraciada:
Sin embargo, los coetáneos no la juzgaban fea.Tenía un cabello sedoso y brillante, que enmarcaba el rostro en el cual llamaban la atención los ojos de un azul celeste. Nadie la encontraba una belleza, ni siquiera particularmente atrayente, pero digamos que se la contemplaba con agrado. Además, María Theresa, al igual que todos sus hermanos y hermanas, había recibido una excelente educación. Su padre Leopold, de ideas sorprendentemente avanzadas en ese aspecto, se preocupó de supervisar día a día el amplio programa de estudios diseñado para sus vástagos, a quienes amaba mucho. Su madre María Luisa poseía un delicioso sentido del humor. Se tomaba con absoluta filosofía las frecuentes aventuras extraconyugales de Leopold. Cuando alguien le elogió esa rara tolerancia, se señaló la tripa abultada antes de declarar con una sonrisa que ya tenía trece hijos, estaba esperando el nacimiento del decimocuarto y no quería ni imaginarse lo que sería de ella si Leopold no le permitiese algún que otro período de descanso mientras se entretenía con sus amantes. Asimismo, María Luisa no se andaba con hipocresías delante de sus críos. Siempre que caminaban por los alrededores de sus residencias toscanas, en Florencia o en Pisa, solían encontrarse con gente que les saludaba con cortesía;
en las ocasiones en que les saludaban niños, decía a los pequeños que debían corresponder con calidez a esos saludos porque quizá alguno de esos chiquillos fuese hermano suyo a través del padre.
María Theresa, criada en esa atmósfera familiar campechana y afectuosa, se transformó en una persona que se distinguía por su gentileza hacia todos. Entonces, empezaron a surgir los primeros pretendientes. Su tío, el emperador Joseph, comunicó a su padre, el gran duque Leopoldo, que aparecían pretendientes hasta debajo de las piedras: llegaron a barajarse cuatro posibles candidatos.
Uno de ellos parecía, en principio, poco interesante. Se trataba del príncipe Anton Clemens de Sajonia, hijo del elector de Sajonia Frederick Christian y de la princesa Antonia de Baviera;
dado que había TRES hermanos varones de mayor edad que este joven, se consideraba que apenas tenía opciones de heredar. Le habían casado con una bella princesa saboyana, Charlotte, quien, sin embargo, había fallecido un año después de la boda sin dejarle hijos a Anton. Por su gusto, Anton se hubiese quedado tranquilo sin buscarse una nueva consorte, pero la familia insistía en que incluso él debía contribuír a la grandeza de su país con algún prestigioso matrimonio. Se centraron las expectativas en la corte ducal de Toscana, contando con que los lazos de parentesco ayudarían a pasar por alto las escasas posibilidades de futuro regio que se atribuían al viudo príncipe.
En realidad, el padre de Anton era un hermano por un lado de María Amalia, esposa de Carlos III de España, madre de María Luisa y por lo tanto abuela materna de María Theresa. Por otra parte, otro hermano común del padre de Anton y de la abuela materna de María Theresa era aquel príncipe Albert que se había casado con Mimí, hermana de Leopold. En resumidas cuentas, había una serie de vínculos familiares. Mimí, por ejemplo, sentía un enorme cariño por su sobrino político Anton y se mostró muy complacida con la idea de casarle con su sobrina carnal María Theresa. Esa clase de intercesores hicieron que la balanza se inclinase definitivamente.
María Theresa marchó a Dresde, en Sajonia, para vivir apaciblemente con Anton. Si bien éste no había olvidado a su primera hermosa esposa saboyana, acogió con agrado a la archiduquesa toscana. Los dos se entendían admirablemente: compartían el interés por la ciencia y las artes, así como la pasión por las obras de Mozart o, posteriormente, de Beethoven. La única sombra en su convivencia surgió cuando fueron padres.
Primero, les nació una niña, bautizada María Ludovica. Al cumplir la niña trece meses, llegó un varón, que recibió los nombres de Friedrich August. Pero entonces empezó a golpear el destino: Friedrich apenas logró vivir unas cuantas horas. Nada más enterrarle, los afligidos padres hubieron de afrontar una tragedia mayor: a los veinte días exactos fallecía María Ludovica. Procurando reconfortar a su esposa María Theresa, Anton la persuadió de que necesitaban un tercer bebé. Así se concibió una pequeña princesa, María Johanna. Animados por su presencia, todavía tuvieron un cuarto retoño: María Theresia, nacida cuando María Johanna frisaba en los quince meses. El drama se repitió: María Theresia falleció unas horas después de haber venido al mundo y María Johanna la siguió a la tumba quince días más tarde.
María Theresa, miniatura de la época.
Con semejante historial, Anton y María Theresa dejaron en el olvido la tarea de engendrar hijos e hijas. Los dos se centraron en su apacible convivencia y ella desarrolló una especial inclinación a escribirse con sus familiares para ejercer con entusiasmo el papel de casamentera entre sus numerosos sobrinos.
Contra todo pronóstico, Anton llegó a ser rey Anton I de Sajonia, y María Theresa su benévola consorte durante seis meses, pues murió antes de lo que se había esperado.
)
Con la enorme cantidad de retratos que existen de sus interesantes tías paternas, se hace chocante que la imagen más conocida y utilizada de la archiduquesa sea un grabado de época que muestra a una dama no particularmente agraciada:
Sin embargo, los coetáneos no la juzgaban fea.Tenía un cabello sedoso y brillante, que enmarcaba el rostro en el cual llamaban la atención los ojos de un azul celeste. Nadie la encontraba una belleza, ni siquiera particularmente atrayente, pero digamos que se la contemplaba con agrado. Además, María Theresa, al igual que todos sus hermanos y hermanas, había recibido una excelente educación. Su padre Leopold, de ideas sorprendentemente avanzadas en ese aspecto, se preocupó de supervisar día a día el amplio programa de estudios diseñado para sus vástagos, a quienes amaba mucho. Su madre María Luisa poseía un delicioso sentido del humor. Se tomaba con absoluta filosofía las frecuentes aventuras extraconyugales de Leopold. Cuando alguien le elogió esa rara tolerancia, se señaló la tripa abultada antes de declarar con una sonrisa que ya tenía trece hijos, estaba esperando el nacimiento del decimocuarto y no quería ni imaginarse lo que sería de ella si Leopold no le permitiese algún que otro período de descanso mientras se entretenía con sus amantes. Asimismo, María Luisa no se andaba con hipocresías delante de sus críos. Siempre que caminaban por los alrededores de sus residencias toscanas, en Florencia o en Pisa, solían encontrarse con gente que les saludaba con cortesía;
en las ocasiones en que les saludaban niños, decía a los pequeños que debían corresponder con calidez a esos saludos porque quizá alguno de esos chiquillos fuese hermano suyo a través del padre.
María Theresa, criada en esa atmósfera familiar campechana y afectuosa, se transformó en una persona que se distinguía por su gentileza hacia todos. Entonces, empezaron a surgir los primeros pretendientes. Su tío, el emperador Joseph, comunicó a su padre, el gran duque Leopoldo, que aparecían pretendientes hasta debajo de las piedras: llegaron a barajarse cuatro posibles candidatos.
Uno de ellos parecía, en principio, poco interesante. Se trataba del príncipe Anton Clemens de Sajonia, hijo del elector de Sajonia Frederick Christian y de la princesa Antonia de Baviera;
dado que había TRES hermanos varones de mayor edad que este joven, se consideraba que apenas tenía opciones de heredar. Le habían casado con una bella princesa saboyana, Charlotte, quien, sin embargo, había fallecido un año después de la boda sin dejarle hijos a Anton. Por su gusto, Anton se hubiese quedado tranquilo sin buscarse una nueva consorte, pero la familia insistía en que incluso él debía contribuír a la grandeza de su país con algún prestigioso matrimonio. Se centraron las expectativas en la corte ducal de Toscana, contando con que los lazos de parentesco ayudarían a pasar por alto las escasas posibilidades de futuro regio que se atribuían al viudo príncipe.
En realidad, el padre de Anton era un hermano por un lado de María Amalia, esposa de Carlos III de España, madre de María Luisa y por lo tanto abuela materna de María Theresa. Por otra parte, otro hermano común del padre de Anton y de la abuela materna de María Theresa era aquel príncipe Albert que se había casado con Mimí, hermana de Leopold. En resumidas cuentas, había una serie de vínculos familiares. Mimí, por ejemplo, sentía un enorme cariño por su sobrino político Anton y se mostró muy complacida con la idea de casarle con su sobrina carnal María Theresa. Esa clase de intercesores hicieron que la balanza se inclinase definitivamente.
María Theresa marchó a Dresde, en Sajonia, para vivir apaciblemente con Anton. Si bien éste no había olvidado a su primera hermosa esposa saboyana, acogió con agrado a la archiduquesa toscana. Los dos se entendían admirablemente: compartían el interés por la ciencia y las artes, así como la pasión por las obras de Mozart o, posteriormente, de Beethoven. La única sombra en su convivencia surgió cuando fueron padres.
Primero, les nació una niña, bautizada María Ludovica. Al cumplir la niña trece meses, llegó un varón, que recibió los nombres de Friedrich August. Pero entonces empezó a golpear el destino: Friedrich apenas logró vivir unas cuantas horas. Nada más enterrarle, los afligidos padres hubieron de afrontar una tragedia mayor: a los veinte días exactos fallecía María Ludovica. Procurando reconfortar a su esposa María Theresa, Anton la persuadió de que necesitaban un tercer bebé. Así se concibió una pequeña princesa, María Johanna. Animados por su presencia, todavía tuvieron un cuarto retoño: María Theresia, nacida cuando María Johanna frisaba en los quince meses. El drama se repitió: María Theresia falleció unas horas después de haber venido al mundo y María Johanna la siguió a la tumba quince días más tarde.
María Theresa, miniatura de la época.
Con semejante historial, Anton y María Theresa dejaron en el olvido la tarea de engendrar hijos e hijas. Los dos se centraron en su apacible convivencia y ella desarrolló una especial inclinación a escribirse con sus familiares para ejercer con entusiasmo el papel de casamentera entre sus numerosos sobrinos.
Contra todo pronóstico, Anton llegó a ser rey Anton I de Sajonia, y María Theresa su benévola consorte durante seis meses, pues murió antes de lo que se había esperado.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Clementina, hermana de María Theresa, tuvo también poca "
densidad"
como personaje para un foro.
Su infancia y primera juventud discurrieron en el mismo estilo que los de María Theresa. Aunque consciente de la sangre Habsburgo-Lorena que corría por sus venas, en realidad pertenecía a una rama que trataba de echar raíces en Toscana. Sus recuerdos se centrarían para siempre no en torno a los lejanos palacios de Viena, sino de las residencias de los duques de Toscana: el Palazzo Pitti, La Petraia o el castillo denominado Poggio Imperiale.
Clementine, miniatura de juventud.
Cuando alcanzó la edad de merecer, se decidió casarla con uno de sus primos hermanos: Francesco Xavier, hijo de su tía María Carolina con el rey Ferdinando de Dos Sicilias. Francesco ostentaba, por entonces, el rango de duque de Calabria en su condición de heredero del trono;
mantenía una postura liberal que años después habría derivado hacia un recio conservadurismo. En cualquier caso, Clementina tuvo poco tiempo para adaptarse a su vida de casada. Una vez celebrada la boda, se quedó embarazada prontamente y dió a luz una niña que se llamaría Caroline en honor a la abuela paterna.
Clementine.
Caroline había alcanzado su primer año de vida cuando Clementine quedó encinta por segunda vez. Al cabo de nueve meses, hallándose en la ciudad de Palermo, dió a luz un niño llamado Ferdinando. El parto había sido bastante complicado, dejando a la madre considerablemente debilitada, pero, aún así, se embarazó por tercera vez a los pocos meses. La muerte de Ferdinando en julio de 1801 afligió mucho a la embarazada Clementina. En noviembre, se puso de parto: el bebé nació muerto y ella tampoco sobrevivió a aquella ordalía.
densidad"
como personaje para un foro.
Su infancia y primera juventud discurrieron en el mismo estilo que los de María Theresa. Aunque consciente de la sangre Habsburgo-Lorena que corría por sus venas, en realidad pertenecía a una rama que trataba de echar raíces en Toscana. Sus recuerdos se centrarían para siempre no en torno a los lejanos palacios de Viena, sino de las residencias de los duques de Toscana: el Palazzo Pitti, La Petraia o el castillo denominado Poggio Imperiale.
Clementine, miniatura de juventud.
Cuando alcanzó la edad de merecer, se decidió casarla con uno de sus primos hermanos: Francesco Xavier, hijo de su tía María Carolina con el rey Ferdinando de Dos Sicilias. Francesco ostentaba, por entonces, el rango de duque de Calabria en su condición de heredero del trono;
mantenía una postura liberal que años después habría derivado hacia un recio conservadurismo. En cualquier caso, Clementina tuvo poco tiempo para adaptarse a su vida de casada. Una vez celebrada la boda, se quedó embarazada prontamente y dió a luz una niña que se llamaría Caroline en honor a la abuela paterna.
Clementine.
Caroline había alcanzado su primer año de vida cuando Clementine quedó encinta por segunda vez. Al cabo de nueve meses, hallándose en la ciudad de Palermo, dió a luz un niño llamado Ferdinando. El parto había sido bastante complicado, dejando a la madre considerablemente debilitada, pero, aún así, se embarazó por tercera vez a los pocos meses. La muerte de Ferdinando en julio de 1801 afligió mucho a la embarazada Clementina. En noviembre, se puso de parto: el bebé nació muerto y ella tampoco sobrevivió a aquella ordalía.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Era preciso alcanzar la siguiente generación, la de las nietas de María Theresa y Franz Stephan, para volver a encontrar personajes de apasionantes biografías.
Al heredar Leopold, gran duque de Toscana, la corona imperial de su hermano Joseph II, se convirtió en emperador Leopold II, trasladándose a Viena con su esposa María Luisa. El hijo mayor de ambos, Francis, quedó a cargo del gran ducado de Toscana hasta que, poco tiempo después, le tocó suceder al padre en la dignidad imperial con el nombre de Francis II. Posteriormente, los avatares de la turbulenta época napoleónica le forzarían a dejar de lado su título de emperador germánico para transformarse en el primer emperador de Austria, a secas, razón por la cual ya no se le mencionaría como Francis II sino como Francis I.
Francis resultó ser un excelente marido...pero un mal viudo, en palabras de sus coetáneos. Cada vez que se casaba, se comportaba admirablemente con la esposa;
pero en cuanto ella fallecía, no tardaba en reemplazarla por otra ya que no sabía ni quería permanecer célibe. El emperador Francis tuvo cuatro consortes:
1.-Elisabeth de Württemberg.
2.-María Theresa de Borbón Dos Sicilias (su prima hermana, una hija de la tía María Carolina con el rey Ferdinando;
tenía por hermano a ese Francesco de Calabria con quien se había casado Clementina, a su vez hermana de Francis...).
3.-María Ludovica de Austria-Este.
4.-Karoline Augusta de Baviera.
A efectos de nuestro foro, no son particularmente relevantes ninguna de las esposas excepto María Theresa. Elisabeth de Württemberg tuvo una pequeña archiduquesa, Elisabeth Ludovica, fallecida antes de cumplir un año de edad. María Ludovica y Karoline Augusta no tuvieron descendencia imperial.
Sin embargo, María Theresa legó a su marido una extensa progenie. Su fertilidad se demostró con el nacimiento de once hijos. De éstos, sobrevivieron a la infancia siete hijos, dos archiduques y cinco archiduquesas. Las cinco archiduquesas que nos interesan son:
-María Luisa.
-María Leopoldina.
-María Clementina.
-María Carolina Ferdinanda.
-María Anna.
Al heredar Leopold, gran duque de Toscana, la corona imperial de su hermano Joseph II, se convirtió en emperador Leopold II, trasladándose a Viena con su esposa María Luisa. El hijo mayor de ambos, Francis, quedó a cargo del gran ducado de Toscana hasta que, poco tiempo después, le tocó suceder al padre en la dignidad imperial con el nombre de Francis II. Posteriormente, los avatares de la turbulenta época napoleónica le forzarían a dejar de lado su título de emperador germánico para transformarse en el primer emperador de Austria, a secas, razón por la cual ya no se le mencionaría como Francis II sino como Francis I.
Francis resultó ser un excelente marido...pero un mal viudo, en palabras de sus coetáneos. Cada vez que se casaba, se comportaba admirablemente con la esposa;
pero en cuanto ella fallecía, no tardaba en reemplazarla por otra ya que no sabía ni quería permanecer célibe. El emperador Francis tuvo cuatro consortes:
1.-Elisabeth de Württemberg.
2.-María Theresa de Borbón Dos Sicilias (su prima hermana, una hija de la tía María Carolina con el rey Ferdinando;
tenía por hermano a ese Francesco de Calabria con quien se había casado Clementina, a su vez hermana de Francis...).
3.-María Ludovica de Austria-Este.
4.-Karoline Augusta de Baviera.
A efectos de nuestro foro, no son particularmente relevantes ninguna de las esposas excepto María Theresa. Elisabeth de Württemberg tuvo una pequeña archiduquesa, Elisabeth Ludovica, fallecida antes de cumplir un año de edad. María Ludovica y Karoline Augusta no tuvieron descendencia imperial.
Sin embargo, María Theresa legó a su marido una extensa progenie. Su fertilidad se demostró con el nacimiento de once hijos. De éstos, sobrevivieron a la infancia siete hijos, dos archiduques y cinco archiduquesas. Las cinco archiduquesas que nos interesan son:
-María Luisa.
-María Leopoldina.
-María Clementina.
-María Carolina Ferdinanda.
-María Anna.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
María Luisa se convertiría, sin duda, en la indudable estrella de esa generación de archiduquesas. Bisnieta de María Theresa, por tanto sobrina nieta de la infortunada Marie Antoinette, a ella le correspondió contraer matrimonio con un Napoleón Bonaparte que se había proclamado Emperador de Francia y a los pocos años se había divorciado de su adorable esposa criolla, Josephine de Beauharnais, porque ésta no podía proporcionar un heredero. Napoleón necesitaba "
un útero"
, un útero fértil, se entiende;
y a poder ser un útero de una mujer perteneciente por nacimiento a una de las más notables dinastías europeas.
Con total seguridad, la vida de María Luisa estuvo absolutamente condicionada por la secuencia de eventos históricos que echó a rodar, igual que se echan a rodar una hilera de fichas de dominó, la Revolución Francesa. Los años de su infancia y primera juventud fueron años marcados por una larga serie de conflagraciones bélicas a escala europea. De un lado, la República francesa primero y el imperio de Napoleón después pugnaban por la hegemonía continental;
de otro lado, el resto de las grandes potencias negociaban sucesivas coaliciones para tratar de plantar cara el advenedizo corso, en una etapa inicial, y para destruírle por completo, en una etapa más avanzada de la Historia. A ella le tocó desempeñar un papel fundamental en la trama política de la época.
María Luisa, joven.
María Luisa había nacido en diciembre de 1791, pocos meses antes del ascenso al trono de su padre. Estaba a punto de cumplir los dos años de edad, por tanto, cuando fue guillotinada su tía abuela Marie Antoinette en París. Ella, todavía muy pequeña, permaneció ajena a esos sucesos, pero no, desde luego, a la progresiva escalada bélica que se mantendría a lo largo de las siguientes décadas.
No obstante, su infancia puede calificarse como dichosa. Siguiendo la costumbre de la época, se le asignó enseguida un aya-institutriz;
pero en su caso el honor recayó en una dama extraordinariamente cálida y afectuosa, la condesa Victoria Colloredo, que entabló enseguida una perfecta relación con la niña.
Lo mismo que sus hermanas María Leopoldina (asimismo su mejor amiga), María Clementina y María Carolina, María Luisa (apodada Luisel) fue educada para que se convirtiese en una princesa complaciente y sumisa, pero también recibió una cuidadosa formación en que la que primaba el estudio de diversos idiomas para que estuviesen preparadas en el momento en que se las enviase a algún otro país. Las chicas hablaban con fluidez latín clásico, italiano, español, francés e inglés, aparte del alemán.
Un punto de inflexión en la vida de Luisel surgió en 1807, cuando contaba dieciséis años. Su madre, María Theresa, falleció el trece de abril, un suceso que dejó a la muchacha tremendamente abatida. Pero aún tenía a Victoria Colloredo y, lo más importante, el padre no tardó en casarse con una prima, María Ludovica de Austria-Este, sólo cuatro años mayor que la propia Luisel. María Ludovica, a quien sus contemporáneos atribuyeron una naturaleza angélica, enseguida se convirtió en una cariñosa protectora para sus hijastras. En el caso concreto de Luisel, María Ludovica ejercería un benéfico influjo en la época en que se decidió que la pobre muchacha debía ser sacrificada en el altar de las conveniencias momentáneas a una boda de Estado con el emperador Napoleón Bonaparte.
María Luisa.
Napoleón había derrotado clamorosamente a Austria en varias ocasiones;
el imperio austríaco había llorado la pérdida de miles de soldados, pero también la destrucción causada por la presencia del ejército enemigo dentro de sus fronteras;
había una sensación de ruína generalizada que obligó a buscar la paz -siquiera temporal...- a cualquier precio. Si el precio incluía, aparte de fuertes tributos económicos al vencedor, la mano de una joven y presumiblemente fértil archiduquesa, había que asumirlo con garbo. El canciller Metternich habló claramente con María Luisa, para hacerle comprender en qué consistía su deber: debía marcharse a Francia, el país que había guillotinado a su tía abuela, a casarse con un completo advenedizo que durante años todos en los palacios vieneses habían apodado "
le monstre"
, el monstruo. María Luisa hubo de plegarse a la voluntad de su padre y del canciller, pero necesitó el consuelo de su madrastra italiana.
María Luisa recibida por Napoleón en Compiègne.
La muchacha viajó hasta Compiègne, en Francia, escoltada por su muy renuente cuñada Carolina Bonaparte Murat, hecha reina de Nápoles (en detrimento de otra tía abuela de Luisel, María Carolina). Carolina, muy pagada de sí misma, no tenía ningunas ganas de hacerle los honores a la archiduquesa, pero se aguantó con lo que había. Al llegar a Compiègne, María Luisa se sorprendió cuando un grupo de jinetes interceptó su carruaje;
un hombre sa abalanzó hacia el coche y abrió la portezuela para observarla con suma atención, igual que si estuviese evaluando una mercancía recien adquirida para comprobar su calidad. El hombre, Napoleón, pareció satisfecho...y deseoso de realizar el examen final. Se la llevó al palacio, hizo que se les administrase una bendición nupcial apresurada (ya habría tiempo para la ceremonia oficial, con toda la pompa y circunstancia) y se recluyó con ella en el dormitorio. Al día siguiente, Napoleón recomendaba vivamente a las mujeres alemanas por esposas, en tanto que la sonrosada Maria Luísa parecía encantada con su maduro galán (que no era el monstre que había temido en su infancia...).
María Luisa.
María Luisa, el útero, cumplió su función primordial al dar a luz un bebé, proclamado en la cuna Rey de Roma. El parto resultó tan dificultuoso que en un momento dado el médico que la atendía llegó a preguntar a Napoleón si debía salvar a la madre o a la criatura que se negaba a salir. Napoleón no dudó: debía salvar a la madre. La madre podía tener otros hijos, mientras que sólo un bebé cuyo sexo aún se desconocía en ese instante no resolvía necesariamente la cuestión sucesoria.
María Luisa con su Rey de Roma.
En cualquier caso, María Luisa no parece haber sido una madre entusiasta con su pequeño Napoleón François. El niño quedó bajo el cuidado de madame Montesquiou, que se sorprendía del escaso instinto amoroso-protector que manifestaba la emperatriz hacia el precioso retoño. Es probable que María Luisa, simplemente, no supiese afrontar la maternidad de forma más directa, con una mayor implicación: estaba acostumbrada a que los retoños imperiales se criaban en las nurseries.
Cuando una nueva coalición europea de la que formaba parte su país de orígen derrotó a Napoleón en la Batalla de Leipzig, también denominada Batalla de las Naciones, María Luisa se encontró ante una seria disyuntiva. Su esposo había tenido que rendirse y le habían llevado apresuradamente a Burdeos para meterle en un buque que le llevaba al exilio en la isla de Elba, situada frente a la costa italiana. Ella recibió un mensaje de su padre, uno de los triunfadores, para que se reuniese con él llevando al niño. Al obedecer a su padre, María Luisa selló su destino. El hombre que debía escoltarla en esa época, el conde Adam von Neipperg, un tuerto que había olvidado convenientemente que tenía una esposa llamada Teresa Pola, se convirtió pronto en su amante mientras viajaban a Viena. Cuando finalizó el Congreso de Viena bruscamente porque Napoleón se había fugado de Elba, se había presentado en Francia y había reinstaurado un Imperio que duraría apenas cien días -hasta el desplome final en Waterloo...- María Luisa permaneció en Viena con el pequeño Napoleón, a quien ahora llamaban Franz.
Más tarde, mientras Napoleón languidecía en Santa Elena y el hijo Franz era un rehén de lujo en la corte imperial austríaca, María Luisa recibió el ducado de Parma. Allí se instaló con su amante Neipperg, de quien tuvo tres hijos bastardos legitimados años después. Cuando falleció Napoleón en su islote perdido en el Atlántico y también la condesa Teresa Pola, Neipperg y María Luisa se casaron, lo que borró la mancha en los orígenes de sus retoños.
María Luisa, en su apogeo como duquesa de Parma.
Pese a que nunca se hubiese esperado tal cosa de ella, María Luisa demostró cierto talento para gobernar su ducado, en dónde se hizo querer por el pueblo. Pasados los años, viuda de Neipperg, María Luisa se apoyó en un eficiente administrador: Charles-René, conde Bombelles. Dado que Bombelles estaba viudo, no hubo ningún obstáculo para que ambos iniciasen una relación que acabó en tercer matrimonio. A esas alturas, el primer hijo de María Luisa había muerto tuberculoso en Viena, de modo que se ahorró el tener que sentirse abochornado por la tercera boda de su incorregible madre (dado que el chico veneraba la memoria de su padre, le resultaba difícil tomarse con serena aquiescencia la vida amorosa posterior de la madre que le había relegado por completo).
María Luisa murió anciana, generalmente respetada, rodeada de su tercer marido Bombelles y de los hijos habidos con Neipperg. Parma lamentó la pérdida.
un útero"
, un útero fértil, se entiende;
y a poder ser un útero de una mujer perteneciente por nacimiento a una de las más notables dinastías europeas.
Con total seguridad, la vida de María Luisa estuvo absolutamente condicionada por la secuencia de eventos históricos que echó a rodar, igual que se echan a rodar una hilera de fichas de dominó, la Revolución Francesa. Los años de su infancia y primera juventud fueron años marcados por una larga serie de conflagraciones bélicas a escala europea. De un lado, la República francesa primero y el imperio de Napoleón después pugnaban por la hegemonía continental;
de otro lado, el resto de las grandes potencias negociaban sucesivas coaliciones para tratar de plantar cara el advenedizo corso, en una etapa inicial, y para destruírle por completo, en una etapa más avanzada de la Historia. A ella le tocó desempeñar un papel fundamental en la trama política de la época.
María Luisa, joven.
María Luisa había nacido en diciembre de 1791, pocos meses antes del ascenso al trono de su padre. Estaba a punto de cumplir los dos años de edad, por tanto, cuando fue guillotinada su tía abuela Marie Antoinette en París. Ella, todavía muy pequeña, permaneció ajena a esos sucesos, pero no, desde luego, a la progresiva escalada bélica que se mantendría a lo largo de las siguientes décadas.
No obstante, su infancia puede calificarse como dichosa. Siguiendo la costumbre de la época, se le asignó enseguida un aya-institutriz;
pero en su caso el honor recayó en una dama extraordinariamente cálida y afectuosa, la condesa Victoria Colloredo, que entabló enseguida una perfecta relación con la niña.
Lo mismo que sus hermanas María Leopoldina (asimismo su mejor amiga), María Clementina y María Carolina, María Luisa (apodada Luisel) fue educada para que se convirtiese en una princesa complaciente y sumisa, pero también recibió una cuidadosa formación en que la que primaba el estudio de diversos idiomas para que estuviesen preparadas en el momento en que se las enviase a algún otro país. Las chicas hablaban con fluidez latín clásico, italiano, español, francés e inglés, aparte del alemán.
Un punto de inflexión en la vida de Luisel surgió en 1807, cuando contaba dieciséis años. Su madre, María Theresa, falleció el trece de abril, un suceso que dejó a la muchacha tremendamente abatida. Pero aún tenía a Victoria Colloredo y, lo más importante, el padre no tardó en casarse con una prima, María Ludovica de Austria-Este, sólo cuatro años mayor que la propia Luisel. María Ludovica, a quien sus contemporáneos atribuyeron una naturaleza angélica, enseguida se convirtió en una cariñosa protectora para sus hijastras. En el caso concreto de Luisel, María Ludovica ejercería un benéfico influjo en la época en que se decidió que la pobre muchacha debía ser sacrificada en el altar de las conveniencias momentáneas a una boda de Estado con el emperador Napoleón Bonaparte.
María Luisa.
Napoleón había derrotado clamorosamente a Austria en varias ocasiones;
el imperio austríaco había llorado la pérdida de miles de soldados, pero también la destrucción causada por la presencia del ejército enemigo dentro de sus fronteras;
había una sensación de ruína generalizada que obligó a buscar la paz -siquiera temporal...- a cualquier precio. Si el precio incluía, aparte de fuertes tributos económicos al vencedor, la mano de una joven y presumiblemente fértil archiduquesa, había que asumirlo con garbo. El canciller Metternich habló claramente con María Luisa, para hacerle comprender en qué consistía su deber: debía marcharse a Francia, el país que había guillotinado a su tía abuela, a casarse con un completo advenedizo que durante años todos en los palacios vieneses habían apodado "
le monstre"
, el monstruo. María Luisa hubo de plegarse a la voluntad de su padre y del canciller, pero necesitó el consuelo de su madrastra italiana.
María Luisa recibida por Napoleón en Compiègne.
La muchacha viajó hasta Compiègne, en Francia, escoltada por su muy renuente cuñada Carolina Bonaparte Murat, hecha reina de Nápoles (en detrimento de otra tía abuela de Luisel, María Carolina). Carolina, muy pagada de sí misma, no tenía ningunas ganas de hacerle los honores a la archiduquesa, pero se aguantó con lo que había. Al llegar a Compiègne, María Luisa se sorprendió cuando un grupo de jinetes interceptó su carruaje;
un hombre sa abalanzó hacia el coche y abrió la portezuela para observarla con suma atención, igual que si estuviese evaluando una mercancía recien adquirida para comprobar su calidad. El hombre, Napoleón, pareció satisfecho...y deseoso de realizar el examen final. Se la llevó al palacio, hizo que se les administrase una bendición nupcial apresurada (ya habría tiempo para la ceremonia oficial, con toda la pompa y circunstancia) y se recluyó con ella en el dormitorio. Al día siguiente, Napoleón recomendaba vivamente a las mujeres alemanas por esposas, en tanto que la sonrosada Maria Luísa parecía encantada con su maduro galán (que no era el monstre que había temido en su infancia...).
María Luisa.
María Luisa, el útero, cumplió su función primordial al dar a luz un bebé, proclamado en la cuna Rey de Roma. El parto resultó tan dificultuoso que en un momento dado el médico que la atendía llegó a preguntar a Napoleón si debía salvar a la madre o a la criatura que se negaba a salir. Napoleón no dudó: debía salvar a la madre. La madre podía tener otros hijos, mientras que sólo un bebé cuyo sexo aún se desconocía en ese instante no resolvía necesariamente la cuestión sucesoria.
María Luisa con su Rey de Roma.
En cualquier caso, María Luisa no parece haber sido una madre entusiasta con su pequeño Napoleón François. El niño quedó bajo el cuidado de madame Montesquiou, que se sorprendía del escaso instinto amoroso-protector que manifestaba la emperatriz hacia el precioso retoño. Es probable que María Luisa, simplemente, no supiese afrontar la maternidad de forma más directa, con una mayor implicación: estaba acostumbrada a que los retoños imperiales se criaban en las nurseries.
Cuando una nueva coalición europea de la que formaba parte su país de orígen derrotó a Napoleón en la Batalla de Leipzig, también denominada Batalla de las Naciones, María Luisa se encontró ante una seria disyuntiva. Su esposo había tenido que rendirse y le habían llevado apresuradamente a Burdeos para meterle en un buque que le llevaba al exilio en la isla de Elba, situada frente a la costa italiana. Ella recibió un mensaje de su padre, uno de los triunfadores, para que se reuniese con él llevando al niño. Al obedecer a su padre, María Luisa selló su destino. El hombre que debía escoltarla en esa época, el conde Adam von Neipperg, un tuerto que había olvidado convenientemente que tenía una esposa llamada Teresa Pola, se convirtió pronto en su amante mientras viajaban a Viena. Cuando finalizó el Congreso de Viena bruscamente porque Napoleón se había fugado de Elba, se había presentado en Francia y había reinstaurado un Imperio que duraría apenas cien días -hasta el desplome final en Waterloo...- María Luisa permaneció en Viena con el pequeño Napoleón, a quien ahora llamaban Franz.
Más tarde, mientras Napoleón languidecía en Santa Elena y el hijo Franz era un rehén de lujo en la corte imperial austríaca, María Luisa recibió el ducado de Parma. Allí se instaló con su amante Neipperg, de quien tuvo tres hijos bastardos legitimados años después. Cuando falleció Napoleón en su islote perdido en el Atlántico y también la condesa Teresa Pola, Neipperg y María Luisa se casaron, lo que borró la mancha en los orígenes de sus retoños.
María Luisa, en su apogeo como duquesa de Parma.
Pese a que nunca se hubiese esperado tal cosa de ella, María Luisa demostró cierto talento para gobernar su ducado, en dónde se hizo querer por el pueblo. Pasados los años, viuda de Neipperg, María Luisa se apoyó en un eficiente administrador: Charles-René, conde Bombelles. Dado que Bombelles estaba viudo, no hubo ningún obstáculo para que ambos iniciasen una relación que acabó en tercer matrimonio. A esas alturas, el primer hijo de María Luisa había muerto tuberculoso en Viena, de modo que se ahorró el tener que sentirse abochornado por la tercera boda de su incorregible madre (dado que el chico veneraba la memoria de su padre, le resultaba difícil tomarse con serena aquiescencia la vida amorosa posterior de la madre que le había relegado por completo).
María Luisa murió anciana, generalmente respetada, rodeada de su tercer marido Bombelles y de los hijos habidos con Neipperg. Parma lamentó la pérdida.
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Una anecdota sobre la archiduquesa Maria Carolina reina de Nápoles, hija de Maria Teresa: Cuando María Carolina queria conseguir algo de su marido, se quitaba lentamente sus largos guantes, debia tener unos brazos preciosos y en esa época se consideraba muy erótico el gesto de quitarse los guantes. Su marido se quedaba medio "
turuleta"
mirandola y ella conseguía lo que queria.
turuleta"
mirandola y ella conseguía lo que queria.
Alicky- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 426
Fecha de inscripción : 24/07/2007
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Alicky escribió:Una anecdota sobre la archiduquesa Maria Carolina reina de Nápoles, hija de Maria Teresa: Cuando María Carolina queria conseguir algo de su marido, se quitaba lentamente sus largos guantes, debia tener unos brazos preciosos y en esa época se consideraba muy erótico el gesto de quitarse los guantes. Su marido se quedaba medio "
turuleta"
mirandola y ella conseguía lo que queria.
Jajajaja. Aparte de que seguramente tendría unos preciosos brazos, sin duda ella sabría quitarse los guantes de forma lo bastante insinuante ;
) María Carolina poseía una libido fuerte y parece ser que desprendía sensualidad por cada poro de su piel. Y pensar que en una época se barajó la opción de casarla con el delfín Louis Augusto, luego Louis XVI...La pizpireta pero inocente y cándida Marie Antoinette sobrellevó su matrimonio en blanco durante años, pero me imagino a María Carolina en esa situación y me quedo literalmente al borde de la apoplejía ;
)
kalliope- Invitado
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Aunque no pueda participar, quería agracederos foros como este. Son verdaderas clases de historia y muy agradables por cierto.
minie- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 03/04/2008
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
gracias minie, por desgracia Kalliope nos tienen algo olvidados, no ha entrado , pero esperoque este bien y sin problema alguno. ;
)
)
druxa- Su Alteza Imperial
- Mensajes : 12174
Fecha de inscripción : 22/07/2007
DE MARIAM PARA FABIAN
GRACIAS FABIAN INTENTARE HACELO LO MEJOR POSIBLE,ESPERO NO EQUIVOCARME Y SINO PUES ME PERDONAIS.UN BESO
MARIAM- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 05/06/2008
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
COMO TENGO GANAS USAR UN VESTIDO DE ESOS
erika yosani- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 25/08/2008
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
De entre las hijas de Maria Teresa han olvidado a Juana Gabriela, nascida despues de Amalia e antes de Mª Josefa.
Su curta vida de 12 anos no debe haber tenido mucha historia
Su curta vida de 12 anos no debe haber tenido mucha historia
Bernardo- Su Alteza Serenísima
- Mensajes : 182
Fecha de inscripción : 24/09/2008
OTRAS ARCHIDUQUESAS
Hola buscaba informacion sobre otras archiduquesas que son menos conocidas pero que igualmente tuvieron vidas interesantes, si alguien pudiera colocar informacion a cerca de ella y en algunos casos la relacion que tuvieron con Sisi se lo agradeceria, aca las voy poniendo:
1. Maria Carolina 1825 - 1915 llamada tia Maria Rainier, era hija del archiduque Carl, duque de Teschen y de Enriqueta de Nassau Weilburg. Nieta del emperador Leopoldo II era pues prima hermana del archiduque Franz Karl, padre de Francisco Jose I. En el libro de Ricardo Mateos la describen como caritativa y esperitual y que pertenecia a la ultramontana y conservadora rama de los Duque de Teschen. Fue abadesa de Praga de 1844 a 1852 fecha en que se caso con su primo el Archiduque Rainiero. Muy apreciada por su sobrina la reina Maria Cristina de España, se le considera junto con su sobrina politica la condesa viuda de Girgenti ( nuera de su hermana Maria Teresa de Austria, reina de las Dos Sicilias ) artifice de la boda de Maria Cristina con el rey Alfonso XII. En el libro de Brigitte Hamann puedo deducir que no veia con buenos ojos el abandono o los grandes viajes de Sisi donde dejaba solos mucho tiempo al emperador y a sus hijos.
2. Isabel 1831 - 1903 Cuñada y prima de la anterior, era la hija del archiduque Jose, palatino de Hungria y de Maria Dorotea de Wurttemberg. De la rama mas liberal de la casa de Austria se caso en primeras nupcias y por amor con el Archiduque Fernando de Austria-Este principe de Modena, del que enviudo muy joven y de cuya union nacio Maria Teresa, que seria ultima reina de Baviera. Se que era bonita, encantadora e inteligente con ideas y voluntad propia. Cuando se penso en unirla a Francisco Jose, la madre de de este la Archiduquesa Sofia se opuso bien por lo liberal de la familia de Isabel y sus conexiones con Hungria ( recordemos que Maria Dorotea muy apreciada en Hungria no era muy popular en la corte vienesa y el Emperador Francisco I le tenia ciertas reservas) o porque preferia una nuera mas manejable y sumisa. Incluso cuando el rey Leopoldo I de los belgas buscaba esposa para su hijo el entonces duque de Brabante, quedo deslumbrado ante Isabel pero jugaba en su contra tener una hija, asi que se decidio por la hermana menor Maria Enriqueta. Contrajo 2das nupcias con su primo hermano Carlos Fernando de Austria-Teschen 1818 - 1874 y formaron un matrimonio armonioso. Su hija Maria Cristina fue reina de España, donde Isabel era muy apreciada por sus obras de caridad. Su relacion con su hija y sus demas hijos fue muy buena. Tambien se que ayudaba economicamente al hogar de su nieta Maria de Baviera, casada con el Duque de Calabria. El emperador Francisco Jose siempre sintio un gran aprecio hacia ella y escuchaba sus consejos. Ella era un personaje importante en la corte. Tambien creo que influyo en la eleccion de su sobrina Estefania de Belgica ( hija de su hermana Maria Enriqueta de Austria ) para que se casara con el archiduque Rodolfo, hijo de Francisco Jose, quiza esto la hizo antipatica ante Sisi que se llevo nunca con Estefania. Si alguien tiene algo sobre la opinion o relacion entre Sisi y la archiduquesa Isabel me gustaria que lo pusiera aca.
3. Maria Enriqueta de Austria 1836 - 1902 La desdichada esposa del Rey Leopoldo II de los belgas, que al poco tiempo de casada escribia tristemente que si Dios escuchaba sus plegarias ella no deberia vivir mucho tiempo. Se que tocaba el arpa y componia muy bien. Que queria mucho a su madre. Que sufrio mucho por las desgracias de sus hijos la muerte de su unico hijo varon y los matrimonio desastrozos de sus hijas Luisa y Estefania, aunque se decia que era una madre fria y distante, no visitaba a sus hijas en Austria porq decia que le salia muy caro el traslado de su sequito a parte de los regalos q debia llevar. De su relacion con su cuñada Carlota de Belgica nunca fue muy buena pero cuando Carlota se volvio loca ella fue la que se encargo de llevarsela a Belgica, quiza cuando la vio loca dejo atras las posibles antipatias. Vivia lejos de la corte en Spa donde la vida era mas barata, sus damas de compañia le tenian mucho aprecio. Se preocupo cuando su nieta Dora de Coburgo se iba a casar con Ernest de Schleswig-Holstein a causa del caracter y la edad de este. Se que su sobrina Maria Dorotea de Austria, Duquesa de Orleans le tenia mucho cariño tambien y que fallecio sola en Spa.
Mi correo es AFPN1984@HOTMAIL.COM
1. Maria Carolina 1825 - 1915 llamada tia Maria Rainier, era hija del archiduque Carl, duque de Teschen y de Enriqueta de Nassau Weilburg. Nieta del emperador Leopoldo II era pues prima hermana del archiduque Franz Karl, padre de Francisco Jose I. En el libro de Ricardo Mateos la describen como caritativa y esperitual y que pertenecia a la ultramontana y conservadora rama de los Duque de Teschen. Fue abadesa de Praga de 1844 a 1852 fecha en que se caso con su primo el Archiduque Rainiero. Muy apreciada por su sobrina la reina Maria Cristina de España, se le considera junto con su sobrina politica la condesa viuda de Girgenti ( nuera de su hermana Maria Teresa de Austria, reina de las Dos Sicilias ) artifice de la boda de Maria Cristina con el rey Alfonso XII. En el libro de Brigitte Hamann puedo deducir que no veia con buenos ojos el abandono o los grandes viajes de Sisi donde dejaba solos mucho tiempo al emperador y a sus hijos.
2. Isabel 1831 - 1903 Cuñada y prima de la anterior, era la hija del archiduque Jose, palatino de Hungria y de Maria Dorotea de Wurttemberg. De la rama mas liberal de la casa de Austria se caso en primeras nupcias y por amor con el Archiduque Fernando de Austria-Este principe de Modena, del que enviudo muy joven y de cuya union nacio Maria Teresa, que seria ultima reina de Baviera. Se que era bonita, encantadora e inteligente con ideas y voluntad propia. Cuando se penso en unirla a Francisco Jose, la madre de de este la Archiduquesa Sofia se opuso bien por lo liberal de la familia de Isabel y sus conexiones con Hungria ( recordemos que Maria Dorotea muy apreciada en Hungria no era muy popular en la corte vienesa y el Emperador Francisco I le tenia ciertas reservas) o porque preferia una nuera mas manejable y sumisa. Incluso cuando el rey Leopoldo I de los belgas buscaba esposa para su hijo el entonces duque de Brabante, quedo deslumbrado ante Isabel pero jugaba en su contra tener una hija, asi que se decidio por la hermana menor Maria Enriqueta. Contrajo 2das nupcias con su primo hermano Carlos Fernando de Austria-Teschen 1818 - 1874 y formaron un matrimonio armonioso. Su hija Maria Cristina fue reina de España, donde Isabel era muy apreciada por sus obras de caridad. Su relacion con su hija y sus demas hijos fue muy buena. Tambien se que ayudaba economicamente al hogar de su nieta Maria de Baviera, casada con el Duque de Calabria. El emperador Francisco Jose siempre sintio un gran aprecio hacia ella y escuchaba sus consejos. Ella era un personaje importante en la corte. Tambien creo que influyo en la eleccion de su sobrina Estefania de Belgica ( hija de su hermana Maria Enriqueta de Austria ) para que se casara con el archiduque Rodolfo, hijo de Francisco Jose, quiza esto la hizo antipatica ante Sisi que se llevo nunca con Estefania. Si alguien tiene algo sobre la opinion o relacion entre Sisi y la archiduquesa Isabel me gustaria que lo pusiera aca.
3. Maria Enriqueta de Austria 1836 - 1902 La desdichada esposa del Rey Leopoldo II de los belgas, que al poco tiempo de casada escribia tristemente que si Dios escuchaba sus plegarias ella no deberia vivir mucho tiempo. Se que tocaba el arpa y componia muy bien. Que queria mucho a su madre. Que sufrio mucho por las desgracias de sus hijos la muerte de su unico hijo varon y los matrimonio desastrozos de sus hijas Luisa y Estefania, aunque se decia que era una madre fria y distante, no visitaba a sus hijas en Austria porq decia que le salia muy caro el traslado de su sequito a parte de los regalos q debia llevar. De su relacion con su cuñada Carlota de Belgica nunca fue muy buena pero cuando Carlota se volvio loca ella fue la que se encargo de llevarsela a Belgica, quiza cuando la vio loca dejo atras las posibles antipatias. Vivia lejos de la corte en Spa donde la vida era mas barata, sus damas de compañia le tenian mucho aprecio. Se preocupo cuando su nieta Dora de Coburgo se iba a casar con Ernest de Schleswig-Holstein a causa del caracter y la edad de este. Se que su sobrina Maria Dorotea de Austria, Duquesa de Orleans le tenia mucho cariño tambien y que fallecio sola en Spa.
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Donatien1984- Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 28/02/2009
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
bueno ..dejame decirte ..... donatien...que me encanto el foro ..dios muy bueno ..esosi muy bueno.....
lord carlos de colombia- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 03/09/2008
Localización : bogota
Re: Archiduquesas de la Dinastía Habsburgo-Lorena
Maria Teresa con sus hijas, no se por que, me recordo a Victoria con su progenie, siempre viendo alianzas y opciones de establecer pactos a traves del matrimonio...
ghironda- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 18/03/2013
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